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La Habana en dos días

La isla más icónica del siglo XX tiene una capital a la altura. La belleza arquitectónica y colonial, la música caribeña y la amabilidad de los habaneros dejan la sensación de un amor que no se puede olvidar, de un sueño que se desvanece.

Por Juanjo Herranz

Fotos: Claudio Pelaez Sordo

Primer día

09:00 a.m. – Buenos días, La Habana

La vida en el trópico comienza relajada. En Color Café, la cafetería de La Habana Vieja con taller de moda incluido, puede tomar un desayuno local y de temporada y comprar alguno de los vestidos que confeccionan artesanalmente. El arte del buen comer y del buen vestir en un mismo espacio.

11:00 a.m. – La Plaza de la Revolución 

Antes llamada plaza Cívica y renombrada plaza de la Revolución después del triunfo de esta en 1959, aquí se encuentra el epicentro del poder político cubano y es una parada obligatoria para entender la excepcionalidad histórica de este país. La estatua de José Martí, líder de la independencia de Cuba, controla la vista de la plaza delante del Consejo de Estado. Al frente, el Ministerio de Comunicaciones, donde está la silueta de Camilo Cienfuegos, uno de los líderes de la revolución, sobre el lema “vas bien, Fidel”. A su lado, el Ministerio de Interior, donde la imagen del Che Guevara mira hacia el horizonte con la famosa frase de “hasta la victoria siempre”. Con la lección aprendida y el calor incipiente, nada mejor que parar a uno de los vendedores de “bocadito de helado”, el postre ambulante más conocido, refrescante y característico de La Habana.

02:00 p.m. – Comida cubana, literatura cubana 

En la Plaza del Ángel está el restaurante Jackeline Fumero, que tiene una terraza tranquila y fresca a los pies de la iglesia del Santo Ángel Custodio. La estatua de Cecilia Valdés —protagonista de la novela homónima escrita por Cirilo Villaverde, uno de los escritores cubanos más famosos del siglo XIX— estará atenta a su difícil decisión: sándwich cubano o ceviche tropical, ropa vieja o enchilado de camarones. No se agobie por la elección, está todo buenísimo.

06:00 p.m. – Paseo y atardecer en el malecón

Conocido como “el gran sofá de La Habana”, el malecón reúne a los habaneros y a los turistas, a los poetas y a los pescadores, a los enamorados y a los solitarios. La gente se sienta a mirar el mar y las estrellas, que empiezan a puntear en el cielo. Las olas saltan recordando la condición de isla, agua por doquier. Los músicos ponen sus acordes, y la despedida del sol y el viento son el descanso de las temperaturas y responsabilidades. El malecón es el mejor lugar para respirar La Habana. El atardecer sobre el mar también se puede disfrutar en la terraza del Habana 5 o del Malecón 633.

08:00 p.m. – Cena musical

La Vitrola, en una esquina de la Plaza Vieja, es un restaurante con decoración de la Cuba de los años 50. El menú es variado y amplio, y la música en directo siempre pone a moverse a los asistentes. Hasta Madonna vino aquí a festejar su cumpleaños en 2016 (su firma todavía se puede ver en uno de los refrigeradores del bar). Si quiere algo más tranquilo, el restaurante de al lado, el Pizza Retro, tiene la mejor pizza de la ciudad.

10:00 p.m. – La noche es joven en La Habana   

Un daiquiri en el Floridita, como tantas veces hizo Hemingway, es la mejor forma de empezar la noche en una ciudad tan literaria. Una estatua de bronce del escritor estadounidense acodada en la barra guarda el que fue y es su lugar. De ahí, al Yarini, el bar de moda en La Habana. Un pequeño sombrero de neón verde, sobre una puerta en la calle San Isidro, le anunciará que ha llegado. Escaleras arriba, un poquito más cerca del cielo de La Habana, la terraza del Yarini es el lugar ideal para relajarse. Un rooftop lleno de vegetación con vistas al capitolio y con buenos DJ donde se junta la gente del mundo cultural habanero. Otra opción, más salsera, es el Pasillo’s Bar, en el barrio del Vedado.

Segundo día

09:00 a.m – No por mucho madrugar…

En la Fonda al Pirata ofrecen desayunos tradicionales, vegetarianos y veganos. Una buena selección de jugos y frutas y una atención amabilísima. Si la noche se alargó y necesita dormir un poco más para recuperarse del baile y los tragos, en el callejón Espada, en el restaurante Antojos (si viene a almorzar, sus croquetas son excelentes y muy famosas) se esconde el brunch más breve y revitalizante de La Habana Vieja. Solo por una hora: de 11:00 a 12:00. Atrévase a conocerlo.

12:00 p.m – El mojito en La Bodeguita

Hay que dar un paseo por la plaza de Armas, quizá la plaza más bonita y arbórea de la ciudad, para descansar del sol habanero y hacer tiempo hasta que la Bodeguita del Medio, el bar más ilustre de Cuba, abra sus puertas y los músicos afinen sus instrumentos. El mojito es obligatorio y al compás de la salsa, el son cubano, la guitarra, los timbales y las maracas; es posible que uno no sea suficiente.

02:00 p.m. – Sabores y costumbres

La calle de los Mercaderes, una de las pocas peatonales de La Habana, está repleta de tiendas y restaurantes. En el segundo piso de una hermosa casa colonial, el paladar los Mercaderes ofrece una de las mejores experiencias culinarias de la ciudad. El arroz negro con langosta o la cacerola de mariscos estilo Santiago de Cuba no tienen parangón. El consejo es pedir una mesa en el balcón y terminar la comida con un ron y un habano, como hacía el abuelo del dueño en este mismo lugar.

05:00 p.m. – El callejón de la santería

Recorrer el callejón de Hamel es visitar el corazón de la religión afrocubana, de la santería. En el barrio de Cayo Hueso, los murales y los colores proliferan: “Cantos de mis tambores, cantos de mis ropas blancas”, dice una de las paredes. Si puede ir un domingo, encontrará baile y celebración; si no puede, la visita igualmente merece la pena. El bar siempre está abierto y puede conversar con los locales y tomar un buen trago: “El daiquiri en la Floridita, el mojito en la Bodeguita y el negrón en el callejón”.

08:00 p.m. – La Guarida

La Guarida, en el Centro Habana, es el paladar de moda. En lo alto de una hermosa casa colonial, de techos altos y sábanas blancas colgadas al viento, se esconde el restaurante más célebre de La Habana. En esta casa vivía uno de los protagonistas de Fresa y chocolate, la única película cubana que ha competido en los Premios Óscar. Poco después se abrió el restaurante y, a partir de 1999, con la visita de la reina Sofía, empezó el ascenso meteórico. Aquí han comido Robert de Niro, Beyoncé, Mick Jagger, Steven Spielberg y un sinfín de personalidades. La comida, el servicio, la terraza, todo es un diez de diez para terminar el viaje a La Habana. Tal como se presenta la casa en la película, nos despedimos: “Bienvenido a La Guarida, este es un lugar en el que no se recibe a todo el mundo”.

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