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Cayo Santa María, de Cuba

Por Ana Teresa Benjamín
Fotos: Carlos E. Gómez

Es martes y estoy en La Habana. Sí, La Habana: la ciudad de José Martí, de Fidel, de La Casa de las Américas. La tierra de Pablo, del malecón inmenso, de Elián y de Celia Cruz.

Hace apenas dos horas que el avión aterrizó en el aeropuerto y solo he tenido tiempo para dejar las maletas en una habitación del Hotel Nacional. Sí, el Hotel Nacional: ese edificio robusto construido en 1930 que se alza imponente en el barrio de El Vedado. Ese espacio de cortinajes pesados, candelabros y muebles oscuros que retrata la estética de otros tiempos.

He llegado a Cuba y mis ojos aún no se acostumbran: por la ventanilla pasan rápido almendrones, bicitaxis, vendedores de maní… Aquí aparece una señora con blusa, falda y pantimedias negras de encaje; allá, una mujer de pechos enormes fuma un cigarrillo asomada a un balcón. La camioneta avanza, se abre paso a trompicones, circula por calles estrechas, a ratos caóticas: por el mismo espacio transita el caballo que empuja un carruaje o un bus rojo de dos pisos, con un puñado de turistas en su panza. La Habana se muestra así, entre pitazos y transeúntes, con sus casonas desteñidas y señoriales.

De un momento a otro las calles se abren y aparece un espacio magnificente. Una plaza amplia e inabarcable: la Plaza de la Revolución. Esa tarde está repleta de turistas que se bajan de los buses, se colocan un habano entre los labios, se ponen al volante de un carro antiguo y esperan la foto. Alguien recuerda la vez que Fidel Castro habló desde allí durante ¿seis? horas, sin siquiera carraspear. El cielo ha empezado a teñirse de gris.

Poco después estoy en el malecón, pero no hay tiempo para disfrutarlo: entre goterones de lluvia y ráfagas de viento, La Habana se convierte en un segundo en una ciudad huracanada que revuelve cabellos y sentimientos.

Viaje al paraíso: Cayo Santa María convertido en podio para la discusión existencial

A la mañana siguiente, a eso de las cinco de la madrugada, transito por Quinta Avenida. Sí, La Habana tiene su Fifth Avenue: la zona de embajadas ‚Äïla de Rusia parece un cohete espacial a punto de alzar vuelo‚Äï, de las casas de ministros y otras personalidades.

Voy camino a Cayo Santa María, un lugar que, según los folletos turísticos, “es el cayo de mayor desarrollo turístico de la región de Caibarién”. Sigo leyendo: “Sus playas, casi vírgenes, se extienden a lo largo de once kilómetros, y una barrera coralina atenúa el oleaje en las playas”.

Cayo Santa María es una de las zonas turísticas de playa más importantes de la isla caribeña, junto a Varadero, y lo que más resalta de este lugar espléndido son su mar turquesa y su arena blanca.

El desarrollo turístico de la región empezó en 1995, con la construcción de la calzada que unió la ciudad de Caibarién con los cayos Brujas, Ensenachos y Santa María, y desde entonces el destino ha crecido hasta convertirse en un hervidero de turistas en busca de playa, brisa y sol.

Con más de diez hoteles que ofrecen paquetes “todo incluido”, Cayo Santa María es el lugar perfecto para no hacer nada. Naaada. No hay culpa alguna, por ejemplo, si se gastan las horas en una tumbona en la playa o en la piscina-bar. Por las tardes se puede esperar la caída del sol en algún bohío, disfrutar de unas horas en un spa o, sencillamente, comerse un helado en el balcón del cuarto.

El sopor que produce este paraíso se rompe solo con una voluntad férrea: no se va hasta Cuba solo para dormitar, ¿cierto? Así que resulta bueno visitar las dos plazas de venta de artesanías, cuadros y curiosidades que se encuentran en la zona: el Pueblo Las Dunas y el Pueblo La Estrella. En Las Dunas hay un Café Literario que ofrece una colección de discos de música cubana muy interesante: desde la música de Pablo Milanés o los cantos de la santería hasta discos de clásicos cubanos como Buena Vista Club Social, Benny Moré o Compay Segundo, entre otros. Claro, toda la música puede bajarse ahora por internet pero lo intangible no resulta tan placentero… Los trípticos de Silvio, además, bien valen la pena.

En el Cayo también hay un delfinario con un restaurante que ofrece platos con mariscos frescos: langosta y pescado a la plancha ese miércoles; de postrecito, helado de vainilla y chocolate… y un pedacito de ponqué. Entre la entrada y el café surgió la conversación ¿inevitable? con dos cubanos. ¿Se vive mejor en el socialismo? ¿Qué pasa con las ambiciones personales? ¿Es mejor el capitalismo? ¿Para qué necesito más? No hubo manera de lograr acuerdo entre Ramón sesentón, revolucionario apasionado y de ojos claros y Sebastián treintañero, bajito y profundamente escéptico.

Desde el delfinario también se ofrece el paseo en catamarán, una de las mejores atracciones del lugar. La lluvia, sin embargo, esa misma que tronchó el paseo por el malecón habanero, dio al traste con aquel paseo que pinta grandioso porque incluye bebidas y comidas, visita a una playa mar afuera y snorkeling.

Pese al revés, en Cayo Santa María no hay razones para deprimirse: en los hoteles hay piscinas para relajarse y espectáculos nocturnos capaces de dejar boquiabierto a cualquiera, por la energía de los bailarines que salen a escena una y otra vez sin perder ni un poquito el aire, el ritmo y la flexibilidad.

Para la hora de la cena, en cualquiera de los restaurantes siempre hay música, así que la comida se convierte en una experiencia cultural y sentimental: un son en este, un bolero en aquel; un dúo de guitarras aquí, un trío de percusión en el de más allá. Las voces y el calor de los artistas cubanos son impresionantes, así que una termina yéndose a dormir con un “Bésame mucho” en los labios y un “Quizás, quizás, quizás” clavado en el corazón.

El campo cubano: entre el “oye chico” y el mausoleo del Che

Tras dos días de playa, es hora de conocer más de lo que ofrece la provincia de Villa Clara. La experiencia resulta enriquecedora e inquietante: por carretera, ya se sabe, se alcanza a mirar la vida real. Entre una ciudad y otra, además, va tejiendo una la historia de América Latina.

El pueblo más cercano a Cayo Santa María es Caibarién y allí se encuentra el batey o comunidad Marcelo Salado. Hasta hace unos quince años operaba allí una central azucarera, de las varias que existían por toda Cuba. Inaugurada en 1891, la Central Marcelo Salado cerró cuando el precio del azúcar de caña cayó tanto que no valía la pena seguir. La actividad, además, llevaba varios años resentida por la caída del bloque socialista, ocurrida en 1989.

La Central de Caibarién se rescató por su proximidad a los polos turísticos de Cayo Santa María y la ciudad de Santa Clara, y al visitarla se hace un recorrido histórico sobre la industria azucarera de la isla. En el museo se exponen los objetos y maquinarias utilizados durante varios siglos, y allí también se exhiben locomotoras de los trenes usados para transportar el producto.

En Cuba sigue sembrándose caña de azúcar, aunque de forma menos extensiva, y la producción se utiliza sobre todo para la fabricación de ron. Nada se pierde, sin embargo: la melaza se usa para alimentar ganado, el bagazo para generar electricidad y, lo que sobra del bagazo, para hacer madera comprimida y cajas de cartón. Del desecho final se extrae compost.

Ya es jueves o viernes; realmente no sé. Tras la visita a Caibarién, las horas han pasado dentro de una camioneta, y lo más notable del camino son los hombres a caballo con sus sombreros de yarey y las muchedumbres apostadas a la vera del camino, pidiendo transporte con el pulgar en alto. Por los campos de Cuba cualquier medio de transporte vale: desde las carretas hasta los camiones, pickups, escarabajitos, almendrones, carros particulares o taxis en modelos más recientes. En algunos casos se pide transporte no solo con el pulgar, sino con un billete en la mano: señal de que se va lejos… De que se tienen los pesos para el viaje.

Estoy en Santa Clara y allí, como en La Habana, no ha parado de llover. En los folletos turísticos he leído algunos datos: “La estancia en nuestro destino turístico le dará la oportunidad de disfrutar de los encantos histórico-culturales de la ciudad de Santa Clara, poseedora de sitios de interés de renombre como el Complejo Escultórico Comandante Ernesto ‘Che’ Guevara y el Monumento al Tren Blindado…”.

Pero sigue lloviendo. A cántaros. Cuando llegamos al Complejo Escultórico el aguacero es tal que el limpiaparabrisas del auto no se da abasto. “Oye, chico… ¡qué paseíto!”, dice Félix, el chofer, medio frustrado. No más que nosotros, pienso… Para conocer el Complejo hubo que regresar un par de días después.

El Complejo fue fundado en diciembre de 1988 con motivo del aniversario número 30 de la Batalla de Santa Clara, aquella que Félix recuerda bien. “El Che y sus hombres entraron por aquí”, cuenta, mostrando una calle de su ciudad natal. El conjunto está formado por una plaza, una tribuna, el museo y el Memorial. Es grande el espacio, aunque no tanto como el de la Plaza de la Revolución. Es imponente la imagen del Che, porque lo muestra decidido, con un fusil en la mano.

En el museo, por su parte, se muestra su vida y obra y, entre los documentos de interés, el discurso que dio Castro cuando, en 1997, la isla recibió los restos de Guevara: “Ahora no está en La Higuera, pero está en todas partes, dondequiera que haya una causa justa que defender…”. El lugar que más estremece, sin embargo, es el mausoleo. Se puede o no ser guevarista o afín a la Revolución, pero entrar al espacio donde reposan los restos del “guerrillero heroico” ‚Äïcomo le dicen en Cuba‚Äï remueve el alma y las entrañas.

Es sábado o domingo, no recuerdo bien. Han pasado cinco días desde mi llegada a Cuba y el mal tiempo ya se fue. El cielo, antes de color plomo, ahora brilla con intensidad. Tras la estadía en Cayo Santa María y el periplo por pueblos y autopistas, Cuba se ha dejado ver, por fin, con la luz de una sonrisa… Con su sol de primavera.


Cómo llegar

Copa Airlines ofrecerá dos vuelos semanales al Aeropuerto Abel Santamaría, de Santa Clara a partir de este diciembre.

Datos y curiosidades

• Cayo Santa María y la ciudad de Santa Clara forman parte de la provincia de Villa Clara. Además del Complejo Escultórico Comandante Ernesto “Che” Guevara, otro punto de interés en Santa Clara es el Monumento al Tren Blindado, donde se explica una de las batallas más famosas del Che.

• Los restos de Guevara permanecieron ocultos en Bolivia hasta cuando se reveló que su cuerpo no había sido incinerado sino enterrado en una fosa junto con varios compañeros. Luego de varios años de investigación se encontraron sus restos y, desde 1997, reposan en el mausoleo construido en su honor, en Santa Clara.

• Cuba es un país repleto de eslóganes. En cualquier pared, esquina, valla o en medio de un sembradío de caña o potrero pueden encontrarse frases como éstas: “Viva Cuba Libre”, “Patria o muerte”, “Todo por la revolución”, “Luchar contra lo imposible y vencer”.

Qué comer

En Cayo Santa María, joya turística de la zona, los hoteles tienen el sistema “todo incluido”, por lo que las bebidas y comidas son parte del paquete de alojamiento. Si viaja a Remedios o a Santa Clara, hay restaurantes en hoteles o “paladares” en el pueblo y la carretera. El arroz moro con tajada y puerco asado o frito es uno de los platos tradicionales.

Asegúrese de llevar dinero en efectivo, porque los sistemas de tarjeta de crédito son prácticamente inexistentes. La moneda es el peso convertible, que se consigue en las casas de cambio oficiales de aeropuertos u hoteles.

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