fbpx
ReportajeEspacios con alma

Espacios con alma

Por Ana Teresa Benjamín
Fotos: Noelia Vittori, Carlos Gómez y Museo Frida Kahlo

Es bien sabido que cada casa tiene su aroma. Recuerdo muy bien el olor a naftalina del apartamento 11-C del Edificio Ecuador en el que vivió la abuela Mimi por muchos años, y también el perfume de hierba húmeda que inundaba su casita de Escobal cuando llovía. La casa de tía Dilcia, allá en Los Pozos, de Herrera, olía a mechitas para mosquitos y a fogón. No lo sabía entonces pero lo sé ahora, porque cuando percibo esos olores el recuerdo me lleva a esa casa chiquita de patio inmenso, repleta de primos.

Y así como el olor, cada lugar tiene sus objetos. Me acuerdo de la vez que entré al despacho de un señor muy trajeado y en el mueble que le servía de “biblioteca” tenía como adornos unos lomos huecos de cartón que parecían enciclopedias, que combinaban con su oficina de color wengué. Otra vez andaba por el Cerro Canajagua, en la provincia de Los Santos, y de entre la niebla montañera apareció una casita que por mobiliario tenía machetes, pilones, bancas y una olla inmensa para preparar café.

La casa de Cerro Viento olía, y todavía huele, a verde y a papel. Es muy posible que hoy me siente en el patio y recuerde el aroma de los mangos rancios con solo ver el viejo tronco del árbol que seguramente sembró mamá; o que hurgue entre las pilas inacabables de libros y me choque con el pasado al encontrar los lentes que papá usaba cuando me parecía enorme y fuerte.

Si es así en la vida de cada quien, aunque esta vida sea minúscula y rutinaria, cómo será en las casas y los sitios en los que vivieron y estuvieron los personajes que hoy son mito por sus libros, su música o su pintura. He aquí, pues, un vistazo a esos espacios.

Los paraísos de Neruda

Isla Negra, municipio de El Tabo. Ciento once kilómetros al oeste de Santiago.

La Chascona, Fernando Márquez de la Plata 0192, barrio Bellavista, Providencia, Santiago.

La Sebastiana, calle Ricardo de Ferrari 692, Valparaíso.

Pablo Neruda fue poeta y cónsul; tuvo en su vida tres amores. El primero: María Antonieta Haagenar, “una giganta” holandesa que no logró integrarse a la vida del poeta y que sufriría, como Neruda, el nacimiento de una niña enferma a la que llamaron Malva Marina. El segundo: Delia del Carril, artista argentina veinte años mayor que él, quien lo acompañó en los momentos más difíciles de su vida y a quien dejaría por su tercer afecto: Matilde Urrutia, cantante y escritora chilena a quien Neruda llamaría su “amor de otoño”.

Neruda tuvo también tres “refugios”. El más famoso es aquel construido a orillas del mar al que llamó Isla Negra, en la que coleccionó mascarones de proa, botellas y caracoles. “Es un lugar muy hermoso, íntimo y con un mar bravío”, cuenta alguien que allí estuvo. Fue el lugar elegido por Neruda para escribir Canto general y es allí donde yacen sus restos y los de Matilde Urrutia.

Precisamente fue para Matilde que construyó la casa de Santiago, ubicada en las faldas del cerro San Cristóbal, y a la que el poeta bautizó con el nombre de La Chascona, a propósito de la cabellera abundante de Matilde. En La Chascona puede apreciarse una interesante colección de obras de pintores chilenos y extranjeros, así como tallas africanas de madera y objetos del diseñador Piero Fornasetti.

La última de las casas de Neruda fue La Sebastiana, en Valparaíso. “Tiene como cuatro pisos, una vista a la bahía preciosa y una escalera angosta que lleva por los diferentes niveles”, cuenta un visitante. Allí pasó su último fin de año, en 1972. La Sebastiana, saqueada como La Chascona después del golpe militar de septiembre de 1973, fue restaurada en 1991. Desde 2010 funciona allí la Biblioteca de Poesía Chilena Pablo Neruda y, en los jardines anexos de la vivienda se encuentra el Centro Cultural de Valparaíso, el más importante de la zona.

Información sobre visitas en la dirección www.fundacionneruda.org

El viejo refugio bonaerense

Dirección: 825 de la Avenida de Mayo, ciudad de Buenos Aires, Argentina.

La historia “oficial” del café porteño más famoso empieza en 1858, cuando un inmigrante francés de apellido Touan inauguró el Café Tortoni, nombre que toma prestado de un local del Boulevar des Italiens en el que se reunía la elite de la cultura parisina del siglo XIX. El café fue adquirido después por otro francés, Celestino Curutchet, quien con los años le “cedió” la bodega a un grupo de intelectuales para que hicieran allí sus encuentros y tertulias, consciente de que “los artistas gastan poco, pero le dan lustre y fama al café”.

Dicen quienes allí han estado que visitar el Tortoni es como desplazarse en el tiempo. Tal como narró el diario El Clarín para el aniversario número 150 del café: “Los turistas miran con curiosidad las fotos en las paredes, la mayoría en blanco y negro y también una buena cantidad de daguerrotipos”, en las que se ven imágenes de Jorge Luis Borges, Luigi Pirandello, Federico García Lorca y Julio Cortázar, así como los músicos Arthur Rubinstein y Carlos Gardel.

Además del espacio propio de la cafetería en la que se ofrecen cafés fríos o calientes, dulces, emparedados y tablas de quesos, el Café Tortoni ofrece otros ámbitos como la Sala Alfonsina Storni, para instrumentos, voces y coreografías; la Sala Eladia Blázquez, lugar de reunión reservado, y La Bodega, en donde se desarrollan actividades culturales.

La casita de Rubén Darío

Dirección: Frente a Enitel, Ciudad Darío, departamento de Matagalpa, a unos 129 kilómetros de Managua.

El “máximo representante del modernismo literario en lengua española” nació por casualidad en el pueblo de Metapa (Nicaragua), cuando su madre, Rosa Sarmiento, fue sorprendida por las labores de parto en su camino hacia Honduras. Bautizado con el nombre de Félix Rubén García Sarmiento, adoptó el seudónimo de Rubén Darío tomando el apellido de un abuelo, porque la familia era conocida como “la familia de los Darío”.

La casita en la que ocurrió el nacimiento, de estructura de adobe y techo de tejas, fue declarada sitio histórico y museo nacional en 1942, pero apenas en 1999 decidieron repararla, decorarla y complementarla con otros espacios, tales como una sala de exposiciones con fotocopias de manuscritos, pinturas y fotografías, y un anfiteatro al aire libre. Las habitaciones originales ‚Äïla sala, un dormitorio y la cocina‚Äï están equipadas con muebles rústicos y típicos de las viviendas pobres de la segunda mitad del siglo XIX.

El nombre original del pueblo fue cambiado en 1920, cuando el Congreso de la República de Nicaragua le dio el nombre de Ciudad Darío, en homenaje al poeta fallecido en 1916. Matagalpa es una zona montañosa de Nicaragua que ofrece paisajes bellísimos, tiendas de artesanías, buenos restaurantes y hospedajes.

Entre el color y el dolor

Dirección: Calle Londres 247, Del Carmen Coyoacán, 04100, Ciudad de México.

 

La Casa Azul de Frida Kahlo se mueve entre la belleza y el pánico existencial. Un jardín de sueño, colores vibrantes y muestras por doquier del arte popular mexicano se mezclan con los corsés, las muletas y la prótesis de la artista, considerada la pintora latinoamericana más famosa del siglo XX y referente del arte mexicano.

Ubicada en Coyoacán, los padres de Frida se instalaron allí en 1904 y, tres años después, nació ella, su tercera hija. Amiga de grandes como Pablo Picasso, André Breton y Pablo Neruda, Frida sufrió de poliomielitis infantil y un accidente automovilístico en su adolescencia, dos hechos traumáticos que marcaron su vida personal y artística. Durante muchos años vivió una tormentosa relación con el muralista Diego Rivera, cuyos vaivenes emocionales fueron motivo fundamental de su pintura.

Cuatro años después de su fallecimiento, el 13 de julio de 1954, la Casa Azul fue convertida en museo, que es uno de los más concurridos de México. No solo está abierta al público la habitación de Frida ‚Äïcon su máscara mortuoria sobre la cama‚Äï, sino también el estudio, donde se preservan los pinceles, el caballete y el espejo que utilizó para sus autorretratos.

Las visitas guiadas al universo de Frida incluyen sala, comedor, cocina, estudio, recámaras, jardines y exposiciones temporales (una de las últimas fue sobre los vestidos de la artista), y los guías están capacitados para explicar el mundo de la artista, su obra y la de Diego Rivera, la atmósfera del país de las primeras décadas del siglo XX, la importancia del arte popular y de la propia Casa Azul.

Más información en www.museofridakahlo.org.mx

La casa de Horacio Quiroga

 

Dirección: provincia de Misiones, San Ignacio, Sarmiento, n.° 557, a unos 1.200 kilómetros de Buenos Aires.

Tal parece que Horacio Quiroga amó más la selva de Misiones que a sus mujeres. Nacido en Uruguay en 1878, dos de sus matrimonios estuvieron marcados por peleas constantes y uno de ellos terminó con el suicidio de su esposa, quien no soportaba la vida aislada y elemental que llevaba allí, ni la forma dictatorial y arriesgada como Quiroga educaba a sus hijos.

La vida de Quiroga, considerado uno de los grandes cuentistas latinoamericanos, transcurrió entre Buenos Aires y la provincia de Misiones. Fue maestro de castellano, funcionario del gobierno, criador de animales, agricultor… El escenario y varios de los personajes de sus cuentos se ubican en Misiones, donde se erige la casa museo.

Ubicada a orillas del río Paraná, Quiroga vivió y trabajó en su casa de Misiones luego de que, en 1903, realizara una expedición a las reducciones jesuíticas con el escritor Leopoldo Lugones. Tan enamorado quedó del sitio que compró 185 hectáreas en 1909 y, con sus propias manos y sus herramientas, construyó su casa y un bote. Esta primera vivienda fue reemplazada por una de mejor construcción, pero en el lugar es posible ver hoy una reproducción hecha a partir de fotografías. En la casa museo se guardan los muebles originales, fotografías, su máquina de escribir, herramientas de trabajo y otros objetos personales.

Quiroga murió el 19 de febrero de 1937 cuando, al enterarse de que estaba enfermo de cáncer, se suicidó bebiendo cianuro.

aa