Cascadas de Panamá, donde la selva ruge
En las zonas altas de Panamá, particularmente en las provincias de Chiriquí y Bocas del Toro, se erigen fabulosas cascadas, reinas absolutas de la jungla panameña. Aquí le indicamos los senderos para llegar, entre verde denso y bruma fría, a seis de ellas.
Por Alexa Carolina Chacón
Fotos: Rommel Rosales
Las seis cascadas de este artículo son conocidas por tener caudal durante el verano y no secarse. Están listas para los visitantes todo el año.
A lo largo del territorio nacional podrá encontrar caídas de agua de todo tipo; sin embargo, la naturaleza cobra una mística diferente en la zona más alta del país. El verde tiene un matiz oscuro acentuado por la piedra volcánica mojada y la poca luz que llega entre la densa vegetación.
Boquete, pueblo cafetero por excelencia, fue nuestro punto de partida para el recorrido que hicimos en busca de cascadas espectaculares. Aunque poco conocidas, constituyen más que una aventura no solo por su poderosa e imponente presencia, sino también por sus senderos románticos, que se adentran en la selva virgen y pura, donde detenerse un minuto significa reconocer a los compañeros de camino: insectos, aves, monos… esta es su casa y uno llega de visita.
Desde ahí partimos a seis cascadas, y aunque sea difícil de creer, porque están en la misma zona, cada una es diferente a la otra. Así es la naturaleza de brillante y coqueta.
The Lost Waterfalls
Las Tres Cascadas Perdidas son unas de las más promocionadas alrededor de Boquete. El sendero arranca con una subida empinada que pone el corazón a latir rápido. Cuando uno siente que no puede más… llega a unas encantadoras cabañas rodeadas de hortensias. Aquí es donde empieza el trillo angosto al borde de un acantilado montañoso que lo acerca a las cascadas.
Al inicio, una guardaparques le explica cómo hacer el trayecto. Primero se llega a la tercera y última cascada, luego regresa por el mismo camino y toma una bifurcación para llegar a la segunda y, si quedan piernas, camina a la primera, que está más adentrada en la montaña. La subida es una aventura por sí misma. Hay partes llevaderas, pero todo es cuesta arriba. Los dueños de la finca se han asegurado de mantener cuidado el sendero, con barandas, sogas y las raíces de los árboles, que sirven de escaleras.
Cuando uno llega a la primera se da cuenta de la poderosa fuerza del agua. De este chorro helado, ubicado a 1.800 metros sobre el nivel del mar, nacen las otras dos cascadas que completan The Lost Waterfalls. Sobre el río la naturaleza se encarga de hacer “sillas” con rocas planas desde donde se pueden admirar los alrededores. Atrévase a sumergirse en el agua, cuya temperatura es de unos cinco grados centígrados. Lo que la gente paga por hacer en grandes tinas con hielo ahí la naturaleza se lo da gratis.
Jaguatta
Esta es una opción para toda persona que disfrute más del hedonismo de hacer un picnic junto a una cascada, que para los amantes de la aventura. Un sendero claro y corto lleva a una piscina natural azul turquesa rodeada de grandes piedras. Invita a tirarse y explorar. Vemos a una pareja que hace eco de mi primera idea: llevaron sillas, refrescos y están escuchando música. Suena “Maybe This Time”, de la voz de Liza Minnelli. Jamás pensé escuchar la banda sonora de Cabaret aquí arriba, pero acepto el regalo con gratitud.
El agua está fresca, a diferencia de The Lost Waterfalls, donde no se podía estar mucho tiempo. Nado hacia una pequeña caída de agua donde la sabia naturaleza “construyó una escalera”, por donde subo a otra piscina natural ubicada más arriba. Es más grande y rodeada de rocas a las que le pega el sol de manera poética. Las dos son un regalo para disfrutar de la tranquilidad que da poder pausar el tiempo y salir de paseo.
Trueno de Agua
Intimidante en la misma proporción que maravillosa. Su entrada se le puede escapar si pestañea muy rápido. Esta es por un hueco al borde de una calle que lo lleva a un sendero pedregoso y empinado. Aquí no hay sogas ni barandas: es usted, su tenacidad y las ganas de conocer una de las cascadas más impresionantes de Panamá. Se debe bajar con respeto, calma y la mejor actitud. En alguna ocasión tuve que sentarme porque se me acabaron las ideas de donde poner los pies. Pronto llega al borde del río y camina siguiendo el rugir de Trueno.
El sonido se vuelve ensordecedor con cada pisada. Sube unas piedras y llega a lo que sería una sala de estar si la selva fuera una casa. Es el sitio perfecto para verla en todo su esplendor. Reconozco mi fortuna. Trueno tuvo la capacidad de callar voces en mi cabeza que llevaban ahí días. Salgo de mi trance cuando el fotógrafo me invita a bordear el río por la selva y acercarnos a la caída de agua. Esta es de unos doce metros, la más alta de todas las que visitamos. Valientemente bajo hasta su base. Estoy tiritando y ni siquiera he entrado. Aquí compruebo que el cuerpo se acostumbra a todo. Sale una foto que atesoraré toda la vida… o hasta que regrese y la repita.
Celestine
Cuando uno piensa que el recorrido no puede ponerse más surrealista, toca ir más arriba. Cuanto más alta la montaña, más asombrosa la cascada. Llegar a Celestine no es solo sobre la caída de agua como tal. Son casi dos horas de camino desde Boquete, pero cada minuto en esa carretera le da un instante memorable diferente. Pasa por microclimas, represas que crean un entorno que parece sacado de Game of Thrones, grandes acantilados, neblina, una curva llamada La Quijada del Diablo… ¡qué travesía!
El GPS anuncia que hemos llegado, pero no veo por dónde puede ser la entrada. Solo veo una parada de bus al lado izquierdo de la carretera. Mi guía me indica dónde estacionarnos y caminamos hacia dicha parada. Tiene un letrero escrito a mano que dice Celestine y un camino que se pierde en la jungla densa. Otro portal. Tierras Altas no se cansa de sorprender. Pronto se va abriendo la densa selva y llegamos al borde de un río donde árboles caídos y el musgo son protagonistas. Es el sitio más húmedo de todo el viaje. Unos metros más adelante, al final de un cañón de máximo cinco metros de ancho de roca maciza, se ve tímida, pero poderosa, la gloriosa Celestine.
Una vez más encuentro mi ya obligatoria “silla natural” y me siento a admirarla. Si alguna vez lo ha cuestionado, con su seductora forma, Celestine le comprobará que la naturaleza viene en forma de mujer.
La Mojarra
No podemos irnos de Chiriquí sin una experiencia ganadera. La Mojarra reta su automóvil antes de retarlo a usted con su entrada de tierra desnivelada. Nada que un buen 4×4 no pueda enfrentar. La familia dueña de la finca nos saluda con un caluroso abrazo y comenzamos a caminar potrero adentro en busca de agua. Incluso en Tierras Altas hace calor cuando pega el sol sin árboles alrededor. Bajamos una gran cuesta hasta una escalera que nos lleva cómodamente a la cascada más grande de todo el viaje.
La Mojarra es un conjunto de caídas de agua formadas sobre rocas gigantes que terminan en grandes piscinas. Es cómoda para relajarse y pasar el rato; sin embargo, por su dimensión, toca buscar la forma de escalar las rocas lisas para llegar a la cima, donde lo espera el pozo de agua principal. Aquí el tiempo pasa a su propio ritmo. Por su forma de pared, el agua cae a las anchas de la roca formando hilos blancos que se adaptan a la piedra. En el lado izquierdo de la cascada la naturaleza lo invita a “ducharse” con su regadera natural. Una vez satisfechos, guarden fuerzas para el regreso… ¡todo lo que sube, tiene que bajar!
El Tatica
En nuestro último día, el fotógrafo y guía sugiere ir a una cascada muy conocida y fácil de acceder. Después de todas las odiseas vividas en algunas de las visitadas en los días previos, me parecía una buena idea agregar otra cascada de fácil acceso al artículo. El Tatica empieza cuesta arriba por una calle de cemento que se adentra en una finca de frambuesas con ganado, caballos y ovejas. En la cascada el entorno cambia. Otro microclima. La temperatura baja drásticamente y el entorno húmedo se vuelve fresco. Minutos después reconozco el sonido ya familiar. El Tatica es una cascada que crea un pequeño pozo no muy profundo que, más que bañarse en ella, invita a admirarla y sentir su rocío en el rostro. Todo alrededor de ella es delicado y sutil, a diferencia de una como Trueno, donde la naturaleza es robusta.
Cada espacio del camino ofrece escenarios donde tomarse una foto y tener una prueba de estar ahí, donde la naturaleza está sin tocar, donde el humano no es personaje principal y el agua se abre camino entre la jungla.
Claribel Herrera
Estoy demasiado orgullosa de Alexa Carolina Chacón. Tu forma de escribir invita a seguir leyendo. Te felicito