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PersonajesBrian Blade: No quiero ser un ritmo sin historia

Brian Blade: No quiero ser un ritmo sin historia

Texto y fotos Roberto Quintero

Brian Blade habla de forma agradable. Tiene un tono de voz muy suave y propone un ritmo de conversación ameno. Se ve muy cómodo consigo mismo y, si la incredulidad no me jugase en contra, hasta podría afirmar que posee una gran paz interior. Lo interesante es que esta calma que transmite mientras charla contrasta drásticamente con la energía y la fuerza de mil tormentas con la que toca la batería en el escenario. Es como si fuesen dos personas distintas y el otro, aquel que impone el ritmo, es más parecido a un fenómeno de la naturaleza. Aunque hay algo que ambos comparten ya sea dando una entrevista o haciendo música en vivo: nunca dejan de sonreír.

Aquel que se inició en la música siendo apenas un niño, en la iglesia bautista donde su padre aún es pastor, hoy, a sus 44 años, es considerado uno de los bateristas de jazz más importantes del mundo. Y pensar que cuando dejó su natal Shreveport la tercera ciudad más grande de Luisiana para ir a la Universidad de Loyola, en Nueva Orleans, su plan era estudiar comunicación y escritura creativa como una vía para dedicarse a la etnomusicología. “Eso era lo que realmente quería hacer. Pensaba que iba a ser como Alan Lomax, viajando alrededor del mundo, grabando música y escribiendo sobre ello”, confiesa. Pero el destino tenía otro plan para él. Se inscribió en la carrera, sí, pero tan inmerso estaba en la escena musical de Nueva Orleans (una de las capitales del jazz en Estados Unidos), estudiando y tocando con grandes maestros del género como John Vidacovich, Ellis Marsalis y Steve Masakowski, que en un momento no le quedó otra que dejarla y entregarse a la irremediable alegría de hacer música.

En 1997 formó su primera agrupación como líder: The Fellowship Band, con la que ya ha lanzado cuatro discos, incluyendo Landmarks (2014), que obtuvo una nominación al Grammy en la categoría “Mejor álbum de jazz instrumental”. Y tres años más tarde, como una prueba de que su destino era convertirse en una leyenda de la música, fue llamado por el gran saxofonista Wayne Shorter probablemente el artista de jazz más grande de la actualidad‚Äï para formar parte de su cuarteto, junto al pianista Danilo Pérez y el bajista John Patitucci; agrupación con la que ya lleva tocando catorce años.

Pero mejor dejo que él mismo cuente el resto de la historia. En esta entrevista exclusiva para Panorama de las Américas repasamos algunos de los hitos en la carrera de Brian Blade: compositor, músico de sesión, cantautor y uno de los bateristas de jazz más influyentes del mundo.

Hablemos de Landmarks, tu último disco junto a The Fellowship Band. ¿Cuál es el concepto detrás del nombre y de las composiciones que has aportado?

Es un disco de viaje, como quizá también son algunos de nuestros discos, y trata sobre esos puntos de la vida por los que uno pasa. Un poco como la canción que abre el disco, “Down River”, nos sumergimos bajo el agua para llegar a otro lugar y contamos la experiencia de nuestro viaje. Espero que la gente pueda hacer el suyo mientras escucha las canciones.

Las composiciones son tuyas y de Jon Cowherd, pianista y cofundador de The Fellowship Band. ¿Cómo es el proceso creativo entre ustedes? ¿Cómo logran desarrollar ideas dentro de un mismo concepto musical?

Conocí a Jon en 1988, en la Universidad de Loyola, en Nueva Orleáns, y desde entonces él ya estaba componiendo. Yo empecé a componer en 1994, cuando aprendí a tocar la guitarra, gracias a mi amigo Daniel Lanois [músico y productor canadiense, con el que Blade ha colaborado varias veces]. Y lo interesante es que cuando él y yo estamos componiendo con The Fellowship en la mente, gracias a nuestra conexión como amigos, de alguna forma se convierte en una historia. Como si estuviésemos escribiendo dos capítulos de un mismo libro, pero sin saber cuál es la trama o el tema.

Esa misma conexión se siente entre todos los miembros de la banda cuando están en el escenario. Un amigo músico me pidió que te preguntara cómo se logra ese vínculo, y no se me ocurre otra forma que a lo largo del tiempo. ¿Cuántos años llevan tocando juntos, 18 ya?

Tienes razón, la única vía para lograr esa conexión es el tiempo. La banda se formó en 1997, pero incluso antes ya existía esa conexión. A Jon lo conocí nueve años antes de formar el grupo y al año siguiente conocí a Chris Thomas [bajista]. Desde allí, y sin saberlo, este trío creó el núcleo que luego se convirtió en The Fellowship Band, con la llegada de Myron Walden y Melvin Butler [ambos saxofonistas]. Lo mismo pasa con el cuarteto de Wayne Shorter. Aunque él tenía una visión de lo que podía pasar en términos musicales, a Danilo, a John y a mí nos tomó un tiempo para lograr que el grupo se convirtiera en una entidad. Esos guiños, con los que ahora nos comunicamos entre nosotros sin palabras, aparecieron gracias al tiempo que pasamos juntos conociéndonos. Por eso quiero creer que cuando la gente escucha a The Fellowship Band, lo que escucha son todos esos años de viajar juntos en una van, reírnos, entrar juntos a un escenario y apoyarnos los unos a los otros. Todo eso está en el sonido.

Ya que lo mencionas, hablemos de Wayne Shorter, probablemente el más grande artista del jazz actual. Llevas catorce años formando parte de su cuarteto, junto a Danilo Pérez y John Patitucci. ¿Qué has aprendido de esta experiencia?

Wayne es como un tesoro en mi vida, creo que es una verdadera bendición. Para mí, él es el ejemplo perfecto de esas cosas de la vida que no puedes prever que van a llegar a ti. Recuerdo cuando tenía 17 años, estaba terminando la secundaria y comenzaba a comprar mis primeros discos, y el nombre de Wayne figuraba en esos álbumes importantes de Art Blakey y Miles Davis que uno tenía que tener. Incluso recuerdo cuando compré JuJu, su primer disco solista para el sello Blue Note. Parecía que estaba por todos lados, sus composiciones me estaban hablando, me encantaban y quería saber todo sobre él. Jamás imaginé que al llegar a los treinta años iba a estar en el mismo cuarto con Wayne Shorter, ¡y estamos conversando y tocando música!

Eso debe ser muy difícil de entender…

¡Es bizarro! Es muy interesante esto que te digo de la línea que nos une con lo desconocido [pausa]. Pero, de alguna forma, también me había preparado para eso que venía. Lo que he aprendido en estos años junto a Wayne, Danilo y John es un mayor sentido de la confianza. Sobre todo por la visión de Wayne, quien sinceramente quiere componer e improvisar en el momento y de forma colectiva. Y ese es un reto, ¿sabes? Empezar de cero o, como él diría “en la gravedad cero”, a crear juntos algo que no se puede ver en ese momento. ¿Sabes a lo que me refiero? Esa es una de las manifestaciones de la genialidad y audacia de Wayne Shorter, además de todas esas increíbles composiciones que hizo antes de nosotros y están perfectas en el papel. Pero, después de todo ese tiempo que pasó, noche tras noche escribiendo, él aún quiere algo más. Es estimulante ver cómo alguien se te revela como un genio. Es un verdadero héroe para casi todos los músicos. Y al mismo tiempo, ni siquiera está tan atado a ese don que tiene y prefiere compartir su experiencia. ¡Y a sus 82 años aún se permite el riesgo, cada noche! Solo espero que todos los músicos y artistas, o cualquiera que realmente desee crear algo, puedan aprender de su ejemplo.

¿Y qué hay de otros grandes músicos con los que has tocado? Herbie Hancock, Kenny Garrett, Chick Corea, Bob Dylan y Joni Mitchell, por mencionar solo algunos.

Ha sido un honor compartir con ellos. Estamos hablando de gente que ha hecho alguna de la música más duradera del siglo XX. Digo, hay tanta música en el mundo, pero cada vez que escucho por ahí “Gates of Eden” [de Bob Dylan] me doy cuenta de que el tiempo ha hablado. Es increíble ver cómo canciones como estas son parte de nuestra vida, nuestra historia y forman parte del inconsciente colectivo. Así que imagínate, es increíble tener la experiencia de tocar con artistas como estos. Ha enriquecido mi vida.

Junto a Danilo y John has formado el grupo Children of the Light. Ya que ustedes tres componen la base del cuarteto de Wayne Shorter, ¿cómo podrías explicar la diferencia cuando están tocando sin él?

Hay una gran diferencia. Claro que Children of the Light toma su inspiración de estar con Wayne y todas las lecciones que él nos ha enseñado, pero es un proyecto que se centra en nuestras propias composiciones y en lo que nosotros queremos desarrollar de forma única. Es increíble poder tocar como el cuarteto de Wayne y cuando estamos tocando como Children of the Light estamos siempre pensando en él, está presente en nuestro corazón y nuestra mente. Sin embargo, estamos tratando de expresar algo más personal que solo se encuentra dentro de nosotros tres. Aunque hemos logrado una gran relación como cuarteto, aún hay cosas que es posible lograr sin él. No sé cómo explicarlo mejor, pero tiene que ver con alcanzar nuestra propia expresión.

En 2009 lanzaste un disco como cantautor: Mama Rosa. ¿Qué puedes decirnos sobre esta faceta? Entiendo que sigues tocando ese disco en vivo, ¿pero estás componiendo más material como cantautor?

Cuando estoy componiendo con la guitarra, no sé si va a tener letra o si será algo instrumental. Es como una suerte de río en el que entro y no sé si la canción terminará siendo para The Fellowship Band o para Mama Rosa, que es como he bautizado a la banda en honor al disco. Pero sí, estoy escribiendo muchas canciones con letra. Con algo de suerte, este año grabaré otro disco de Mama Rosa; estoy trabajando en ello.

Tienes 44 años de edad y ya eres considerado uno de los mejores bateristas de jazz del mundo. ¿Cómo se siente cargar a cuestas un título tan grande, cuando eres tan joven y aún tienes mucho que ofrecer y desarrollar?

Creo que no pienso mucho en eso. Solo quiero seguir sintiendo esa inspiración y esa chispa para escribir y tocar con pasión. No quiero convertirme jamás en un tipo que tiene una relación mecánica con la música, no quiero ser un ritmo sin historia. Siempre he querido tener una historia, algo que contar y compartir. Aún siento ese fuego dentro de mí y quiero seguir superándome como compositor y baterista. Solo quiero mantenerme dentro de ese propósito y que siga creciendo con los años.

Siempre estás sonriendo y riéndote mientras tocas. ¿Qué estás sintiendo?

¡No lo sé! [risas]. Es una alegría sentir cuando la música está fluyendo en un lugar y tú eres parte de eso. Esa buena energía es importante para el mundo. Yo solo me lleno de orgullo y de coraje dentro de ella para no pensar en cosas negativas. Claro que hay batallas que pelear, pero hacer lo que hacemos ya es tomar acción para resolver de forma pacífica esas batallas.

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