Camino Real Historia, cultura y aventura
Por Margarita de los Ríos
Fotos: Javier Pinzón
Es domingo en la mañana y me levanto pensando en las clases de secundaria, cuando la maestra Melva Estrella nos relataba las historias de comerciantes y sus mulas que atravesaban Panamá de sur a norte. Relatos de aventureros que cruzaban el istmo cargados de oro y plata provenientes de Perú hacia Europa, llevados a su suerte entre una selva llena de obstáculos, insectos venenosos y árboles espinosos. Son estos recuerdos los que hoy me ponen de pie al amanecer, pues el plan es calzar mis botas de hiking y conocer en persona el Camino Real de Panamá, el “hub de las Américas” por el que hace unos quinientos años transitó el 60% de toda la riqueza que llegó a España procedente del Nuevo Mundo.
Para los amantes de la historia, mi travesía de hoy sería un sueño hecho realidad: tener la oportunidad de caminar por las mismas piedras que pisaron Francisco Pizarro, cuando partió de manera definitiva en 1532 a la conquista del Perú, y a lo mejor, años más tarde, el arcabucero Gaspar Flores, padre de la primera santa de América, Santa Rosa de Lima. Este camino que hoy piso conectó a Europa con el sur de América y reveló al mundo hasta entonces conocido la existencia del gran imperio de los incas. Además fue el primer “canal” de Panamá y el que afinó para siempre la vocación de vaso comunicante entre el Atlántico y el Pacífico que aún tiene este país.
Y sobre sus piedras vetustas, cubiertas de moho, vestidas de líquenes y ocultas por la espesa vegetación, Christian Strassnig es el nuevo expedicionario. Este trabajador social austriaco se dejó embrujar con los secretos del bosque panameño y, primero como estudiante de turismo en 2003 y luego ya con la figura de investigador científico en 2008, se empeñó en sacar a la luz pública la historia que yacía oculta bajo el bosque. De hecho, el Camino Real había sido abandonado desde 1855 a causa de la construcción del Ferrocarril de Panamá, y la selva, que nada perdona, se lo había tragado con toda su furia.
Nuestro viaje comienza en el pequeño poblado El 20, llamado así porque está ubicado en la milla 20 de la carretera Transístmica, a orillas del lago Alajuela. Somos un grupo de 18 personas, todas con backgrounds diferentes: biólogos, antropólogos, periodistas, estudiantes y hasta historiadores panameños que vienen a “escucharle el cuento” a este “conquistador” del siglo XXI. A orillas del lago tenemos el gusto de conocer a Molinar Toribio, líder de la comunidad de Quebrada Ancha y socio de andanzas de nuestro guía, quien nos invita a abordar su cayuco de madera para adentrarnos por los caminos de agua del Parque Nacional Chagres.
El día está algo nublado, por lo que el verde del bosque luce tímido tras la neblina. Como el agua del lago está en su nivel más bajo, Christian aprovecha para explicarnos el origen marino de las formaciones rocosas que crean paredes blancas en la ribera, que son depósitos de carbonato de calcio comprimidos hasta formar suelo en capas. Esto se debe a que hace tres millones de años Panamá estaba bajo el fondo marino, y lo que hoy vemos es apenas una muestra más de su surgimiento apoteósico; un hecho geológico que por las consecuencias climáticas que propició en todo el planeta, al separar el océano en dos mares‚Äï cambió la historia de la humanidad.
Tras unos 45 minutos en canoa llegamos al inicio del trayecto terrestre. Dejamos la tranquilidad del agua para empezar nuestra caminata por la selva, que nos recibe con su singular sonido y humedad. Bajo un denso dosel y mientras escuchamos el particular canto de un tucán, Christian saca un mapa antiguo de Panamá y nos muestra cómo, originalmente, el Camino Real de Panamá iniciaba en Nombre de Dios, a orillas del Caribe, y terminaba ad portas de lo que se conoce hoy como Panamá Vieja, en el Pacífico, completando unos ochenta kilómetros. Con los años, la ruta de Nombre de Dios mostró ser vulnerable a los piratas, y por eso los españoles construyeron otro tramo a partir de Portobelo, cuya bahía era mucho más fácil de proteger con las fortificaciones españolas del ingeniero italiano Bautista Antonelli.
El Camino Real era todo terrestre, sus transeúntes demoraban unos cuatro días en recorrerlo y lo usaban para transportar bienes valiosos. Según los registros, por allí pasaban de cien a doscientas toneladas de plata por año. El camino solo tiene un metro y veinte de ancho, por lo cual solo cabía una mula a la vez, pero cada una, según cédula real, podía transportar hasta cien kilos. Un buen indicador para darse una idea de cuánta riqueza transitaba por el Camino Real son los seiscientos kilogramos de oro que logró llevarse el pirata Francis Drake, en su ataque a una caravana.
No solo fue la construcción del ferrocarril la que determinó la muerte del Camino Real. En 1935 fue construida la presa para contener las aguas del Chagres y crear este reservorio de agua que hoy conocemos como lago Alajuela. Entonces el agua inundó largos tramos del camino original. Por ello, lo que Christian ha hecho hasta la fecha es buscar, en medio de un bosque enmarañado, los tramos que se salvaron de las aguas.
La tarea de descubrir el trazado original del camino no ha sido fácil. En el curso de la investigación de campo, nuestro explorador recorrió unos trescientos kilómetros en medio de las selvas de los parques nacionales Chagres y Portobelo. En compañía de arqueólogos del Instituto Nacional de Cultura (INAC), expertos en sobrevivencia en la selva, como el legendario Luis Puleio, y algunos aldeanos de la zona, incluyendo a nuestro anfitrión, Molinar Toribio, “machetearon” de diez a quince kilómetros diarios en medio de la selva impenetrable para descubrir apenas dos o tres kilómetros de la ruta olvidada. Y aunque solo han despejado una distancia relativamente corta, lo cierto es que en el período de investigación de campo lograron identificar más del 80% de la ruta original.
A medida que esta hazaña con contenido histórico avanza, nos acercamos a la comunidad de Quebrada Ancha, hogar de unas cien personas de origen campesino que creyeron en el proyecto y vieron una oportunidad de desarrollo si los turistas comenzaban a llegar. Desde entonces, Toribio, Agustín y los esposos Ismael Núñez e Isabel Montero organizaron el comité de turismo y empezaron a preparar todo lo que el día de hoy cerrará con broche de oro la visita histórica.
Las primeras visitas a las aldeas a lo largo del Camino Real comenzaron en 2011. “Primero promocioné los viajes entre amigos y conocidos, y finalmente logré conseguir un grupo de estudiantes para una ‘clase de historia’ al aire libre”, nos cuenta Christian. El primer pueblo que visitaron fue La Tranquilla, situado justo al lado del Camino Real. El señor Molinar deseaba llevar los grupos hasta su aldea, Quebrada Ancha, pero faltaba un largo trecho por despejar. Y sí, no hay obstáculo grande cuando el empeño es cierto. Molinar y sus vecinos organizaron el comité, limpiaron en 160 días lo que faltaba para llegar hasta su aldea y el 17 de septiembre de 2011 recibieron el primer grupo de turistas.
Entonces Christian se comprometió del todo con el proyecto y en 2013 fundó Coltour, como un operador turístico para fomentar el turismo sostenible comunitario, que llevó proyectos adicionales a la zona de la mano con la Fundación Parque Nacional Chagres, Caminando Panamá y Sendero TransPanamá para mejorar la infraestructura turística y la formación de los comunitarios.
Entre cuento y cuento llegamos finalmente a Quebrada Ancha. Los niños sonrojados nos regalan su sonrisa y las niñas, bellamente ataviadas, se preparan para su presentación folclórica. Es bello estar aquí en este mediodía de sol y lluvia, rodeados de gente cálida que ha puesto todo su empeño en el desarrollo turístico. Los hombres de la comunidad no solo limpiaron el camino, también construyeron un bello bohío para las presentaciones, y las mujeres crearon una espaciosa cocina comunitaria donde están preparando el sancocho. Poco después comienza la música y los niños nos hacen una presentación de bailes típicos panameños e incluso una corta y divertida obra de teatro. Luego viene la exquisita sopa con olor a leña y toda la sustancia de los productos que crecen aquí.
El trabajo con las comunidades no terminó en Quebrada Ancha. En conjunto con la Cooperativa de Santa Librada consiguieron, en 2013, una pequeña donación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y en octubre pasado inauguraron otros once kilómetros de camino recién restaurados. Poco a poco y gracias a las manos comunitarias, este trozo de historia americana sale a la luz pública.
Solo nos resta comprar una exquisita miel de abejas cultivada por la comunidad, algunas artesanías de madera y, al final, una limonada bien fría que cierra perfectamente esta aventura llena de historia y cultura. Nos despedimos de esta comunidad, del camino y del lago con la promesa de seguir recorriendo uno a uno todos los tramos que se vayan habilitando.
Coltour organiza periódicamente diversas giras por el sendero, para apoyar a estas comunidades que han puesto su esperanza de progreso en el turismo. Mayor información: christian@cultour.info y www.cultour.info