Susana Baca: la beligerante diva afro-peruana
Por: Roberto Quintero
Fotos: Noelia Vittori
Artistas como Susana Baca hay muy pocas en el mundo. Suena exagerado, pero parece no haber otra forma de describir a una mujer tan fascinante como la cantante limeña de 68 años. Respetada mundialmente por su aporte al resurgimiento y reivindicación de la música afro-peruana, así como por su activismo social por los derechos humanos, es una de las grandes figuras del folclor latinoamericano y una de las artistas más influyentes e inspiradoras de la actualidad musical de nuestro continente.
Pero el peso de su trayectoria y los muchos premios que ha ganado pasan a ser elementos meramente decorativos de su biografía cuando uno la conoce y descubre lo verdaderamente deslumbrante en ella: su calidad humana. Sencilla, afable y risueña frente a los fans que mueren por saludarla, sin escoltas ni guardaespaldas, la ganadora de dos Latin Grammy trasciende los límites de la consagración para deshacerse en besos, autógrafos y otras muestras de cariño. Genuina en su encuentro con la gran familia latinoamericana que la sigue a todos lados; tan frágil y pequeña, que uno cree que se puede romper en el siguiente abrazo.
Pero empieza a cantar y deja de ser humana. Horas más tarde, bastó con que se subiera a cantar al escenario del Panama Jazz Festival, colosal y radiante, con su voz que embelesa, para demostrarnos que es la indiscutible embajadora de una fuerza ancestral que viene anunciando sueños de libertad. Desde la primera nota se transforma en el resonador de un saber milenario que clama justicia; y uno entiende inmediatamente cómo pudo conquistar al mundo con sus pies descalzos.
Al día siguiente de ese maravilloso primer concierto en tierras panameñas, nos concedió esta grata entrevista exclusiva.
Verte cantar es un placer. Más allá de la belleza de tu música y tu voz, o la maestría de tus músicos, es maravilloso ser testigo de lo mucho que disfrutas cantando frente a tu público. ¿Qué emociones te atraviesan cuando estás interpretando tus canciones?
Es eso: disfrutar. Es un goce muy grande. Yo le digo a los músicos antes de salir: “Esta noche quiero ser feliz”, y nos vamos al escenario así, con esa energía. Y es una energía muy fuerte. Yo a veces estoy agotada, cansada que no puedo más, y me preguntó: “Cómo será esta noche”. Pero salgo a escena y es como si me dieran una inyección de vida. Soy dichosa y feliz haciendo música.
Luego de las dificultades que tuviste al iniciar tu carrera en una sociedad conservadora y machista, ¿crees que esa energía proviene de tu valentía de haber tomado un camino de vida tan fundamental para ti como la música?
Si no cantara… ¿qué hubiera hecho yo? Bueno, en mi día a día hago muchas cosas, pero la música es fundamental para mí. Fíjate que mi madre se asustó ante la posibilidad de que yo fuera músico. Pensaba que me iba a morir de hambre o que acabaría en los hospitales de tuberculosos, porque así terminaban los músicos y los compositores entonces. Además existía el estigma de que las mujeres que subían al escenario eran poco menos que prostitutas. Era un camino difícil; mi mamá lo vio así, y dijo: “La voy a impulsar a que estudie otra cosa”. Pero se equivocó mi mamita, porque lo mío era la música [risas]. Recuerdo que vendió su máquina de coser para matricularme en la universidad. Estudié pedagogía, soy maestra de niños. Con gran orgullo fue a mi graduación y ya se sintió bien mi mamá. Pero ese era el afán de ella, no quería que yo fuese músico. Disfrutaba mucho cuando yo cantaba en la casa o cuando algún tío mío me hacía cantar y tocar la guitarra, pero tenía pánico de que me dedicara a la música.
Eres líder y máxima figura del movimiento afro-peruano, manifestación étnica y cultural que gracias a tus aportes como intérprete e investigadora musical ha logrado gran reconocimiento internacional. Háblanos brevemente sobre sus orígenes y cuál es el lugar que ocupa hoy el movimiento en Perú.
La historia del movimiento afro en el Perú es la historia de cada uno de nosotros. La marginación y la discriminación nos han fortalecido. Integrarnos ha sido difícil, pero cada vez se ha ido logrando más. Ahora estamos en una etapa de reencontrarnos. Sirvió muchísimo haber sido ministra de Cultura, porque lo primero que hicimos fue convocar a todos los pueblos originarios. Tenemos una variedad enorme de grupos étnicos en el Perú y los convocamos para que entendieran que el Ministerio de Cultura pasaba a ser su casa, donde ellos podían venir a discutir y hablar de sus problemas. Después se hizo la gran reunión de la familia afro-peruana, ¡que fue enorme! Fue abrazarnos y decirnos las dificultades que teníamos y que necesitamos la unidad. Bueno, en eso andamos.
El movimiento tiene una virtud que está justamente en la conciencia de los líderes de comunidades y agrupaciones. Pero los afro-descendientes que no forman parte del movimiento no aquilatan su valor y no saben o no entienden lo que hay que hacer. Felizmente, hay un grupo de jóvenes que se llama Makungu para el Desarrollo (http://perumakungu.blogspot.com/), que está rescatando la historia y rindiendo honor a sus héroes. Es muy interesante lo que están haciendo estos jóvenes, porque la discriminación ha dañado a la gente de las generaciones anteriores: no quieren ser negros. Y este movimiento joven está haciendo todo lo contrario, se sienten felices y orgullosos de lo que son y dicen abiertamente: “Esto es lo que somos, aportamos a nuestra nación, tenemos nuestros héroes, nuestra música y nuestros escritores”. Están poniendo sobre el tapete su negritud y eso yo lo encuentro maravilloso.
Una de las razones por las que yo acepté el cargo de ministra fue porque nunca un afro-descendiente había llegado a tan alta posición. Sin pensarlo dos veces dije: “Allá voy” [risas]. Me dije que si había podido dar a conocer mi música en el mundo, cómo no iba a poder organizar un ministerio que realmente estaba empezando. Tuve el consejo de hermanos como Gilberto Gil y Paula Marcela Moreno [ministros de cultura en Brasil y Colombia, respectivamente]. A Gilberto Gil lo atacaron muchísimo, porque en Brasil también hay mucha discriminación; pero él tenía el respaldo del presidente; cosa que a mí me falló. El presidente [Ollanta Humala] cambió de manera de pensar en el camino y no pudimos concluir las cosas que habíamos empezado.
¿Lo volverías a hacer? Muchos artistas que asumen cargos públicos afirman que no repetirían la experiencia. Si te convocaran nuevamente como ministra o, por qué no pensar en llegar a ser presidenta, ¿aceptarías?
Con condiciones, claro que sí. Es que hay muchas cosas que es necesario hacer en nuestros países y si tienes oportunidad de hacerlo desde un espacio así, hay que aceptar; pero con la claridad y teniendo el equipo de gente afín. No puede ser que porque sale elegido un determinado partido, metas en el ministerio gente que no está capacitada para trabajar en cultura, porque creen que cultura es el saco donde pueden meter todo. Si tengo las condiciones y tengo el apoyo, entonces sí me meto a tratar de enderezar las cosas. Creo que nunca dejas de ser artista y eres también un artista ciudadano que tiene que trabajar por su país.
Los ministerios de cultura son relativamente nuevos en Latinoamérica y aún en muchos países se discute si su creación es imperante o no. Desde tu experiencia, ¿qué opinas?
A mí me parece que la unión perfecta es un Ministerio de Cultura y Turismo. En el Perú no lo tenemos, pero me parece que teniendo nuestros países un pasado milenario, la gente viene y hace turismo cultural. Por eso deberían estar juntos y percibir los beneficios. Los gobiernos no entienden la importancia de la cultura; por eso no invierten en ella. Y es en lo que más deben invertir, porque la cultura es transversal y está en todas las actividades de un país. Sin embargo, los presupuestos son bajísimos y ahí te das cuenta de la importancia que le dan. Turismo tiene que formar parte de cultura, porque el turismo cada vez genera mayores ingresos. En Perú la gente va en cantidades a visitar Machu Picchu, por ejemplo. ¿Y quién cuida Machu Picchu? El pobre Ministerio de Cultura, que no tiene fondos para protegerlo y está muerto de inanición, mientras que el Ministerio de Turismo y Comercio Exterior es el que se lleva la plata. ¡Y eso está mal!
Finalmente, háblame de los proyectos que estás desarrollando actualmente. ¿Cuándo saldrá el nuevo disco?
El nuevo disco se ha quedado esperando un ratito. Lo que pasa es que estamos haciendo un recuento; el mismo que hicimos hace veinte años, cuando visitamos todas las comunidades afro del Perú y al final se editó todo el material recopilado en un libro y un disco. Ahora hemos regresado para ver la situación en que están, estamos en pleno trabajo ya casi terminando un libro que se llama El amargo camino de la caña dulce. Lo he trabajado junto a mi equipo y nos hemos dedicado a ese libro durante todo un año, realizando viajes interminables por toda la costa, de pueblito en pueblito; pero ya debe estar por salir a finales de marzo.
También estoy preparando un libro autobiográfico. Creo que es necesario contar mi experiencia, pues puede servirle a otra gente; está basado justamente en los conversatorios que doy. En los festivales y encuentros a donde voy a dar conciertos, siempre me piden dar clases maestras o simplemente testimonios de vida. De repente pienso que todos esos testimonios, experiencias y preguntas que te hacen los periodistas le pueden interesar a alguien más y he decidido contarlas. Está bastante avanzado el libro; solo que he tenido que pararlo un poco porque hemos estado entra y sale y corre y luego de un rato te agotas [risas].