Laura Astorga: La mujer detrás de Princesas rojas
Por Roberto Quintero
Fotos: Carlos E. Gómez
Al terminar la proyección de Princesas rojas en el Festival Internacional de Cine de Panamá, el corazón me atravesaba la garganta. Con un final sobrecogedor, la película es sin duda un tren de emociones que ofrece una historia muy potente. La trama nos sumerge en la vida de Claudia y Antonia, dos hermanas que son hijas de importantes caudillos de la inteligencia comunista centroamericana de los años 80. Luego de vivir en Nicaragua, la familia vuelve a su Costa Rica natal, y los padres tendrán la tarea de crear un frente clandestino de apoyo a la revolución sandinista. Y aunque es la historia de estas dos niñas, el filme se enfoca en Claudia, la mayor, quien no se acostumbra a la mudanza y a los sinsabores de la clandestinidad de sus padres, y acaba siendo la víctima de una familia que, entre tanto agite político, se desmorona.
Quizá lo más interesante e impactante es que, aunque está contada desde la ficción, se trata de una obra autobiográfica basada en el cuadro familiar que vivió su directora, la cineasta costarricense Laura Astorga. Esta es su ópera prima, que fue estrenada en el prestigioso Festival de Cine de Berlín en 2013. Pegarle al oso de la Berlinale en el primer intento ya es lo más parecido a un sueño hecho realidad. Y no conforme con ese logro, la película recibió una rotunda aprobación por parte de crítica. “La prensa estaba muy preparada para que nos premiaran y siempre estaba sugiriéndolo en los artículos. No sucedió la verdad es que había cosas muy lindas en competencia ese año, pero lo que sí sucedió es que este año me llamaron para ser jurado. ¡Ahora sí acaricié al oso! Primero le pegué y luego lo abracé”, cuenta emocionada Astorga, quien sabe que solo doce latinoamericanos han sido jurados en dicho encuentro cinematográfico. “Me siento muy honrada; obviamente no me lo esperaba. Princesas rojas es una película íntima, familiar, chiquita y centroamericana. Para nosotros es gigante, por supuesto; pero uno no se imagina que alguien pueda interesarse en mi punto de vista”.
Luego de su sonado estreno en Berlín, esta coproducción entre Costa Rica y Venezuela ha rotado por más de treinta festivales internacionales, incluyendo el de Toulouse, La Habana, Guadalajara, Mar del Plata, Los ángeles y Panamá.
A su paso, no solo cosechó múltiples galardones y despertó la fascinación del público; sino que también llevó el nombre de Laura Astorga al panorama cinematográfico mundial, como una figura relevante del cine costarricense. Sin embargo, años antes, Laura ya había acariciado un pequeño éxito fuera de las fronteras de su país, con su cortometraje Ellas se aman, estrenado en el Festival de Cine de Locarno de 2008 y luego presentado en varios encuentros internacionales, hasta que fue adquirido por la editorial McGraw-Hill para incorporarlo en una edición especial de cortos de toda Latinoamérica. Además, trabaja desde hace diez años como directora de casting para comerciales y películas extranjeras rodadas en Costa Rica que necesitan extras. Y también es guionista, que es su especialidad, y ha escrito diversas series de televisión local.
Ella estaba segura de que en algún momento contaría esta historia familiar que llevaba por dentro, pero siempre imaginó que iba a ser un documental. “Pensé que era el formato apropiado, debido al tema político e histórico y también por darle algo más de distancia; que no fuera algo tan formal, emocional. Cuando intenté hacer las entrevistas con mis familiares para investigar, nadie me habló nada. O sea, eran entrevistas de dos o tres horas, donde se hablaba de historia política de Latinoamérica, historia política de Centroamérica, de eventos, pero nada de la intimidad con la que yo quería abordar el tema. Sí, salía satisfecha, pero no era el enfoque que yo buscaba. Ahí decidí que no iba a ser documental”.
El proyecto encontró su vuelta de tuerca en 2005, cuando ella participó en un taller de guión con la cineasta argentina Lucrecia Martel (reconocida mundialmente por sus filmes La ciénaga y La niña santa), organizado por Cinergia (fondo de fomento al audiovisual de Centroamérica y Cuba). “Ahí conté el pitch de otra película y ella lo atacó de una manera severa. Me preguntó por qué quería hablar de eso, si en el fondo parecía que quería hablar de otras cosas. Y le dije que era cierto, que quería hablar de otra cosa pero no me estaba saliendo porque no me daban las entrevistas que yo quería. Literalmente me quejé. Y en ese momento me di cuenta de que me podía ir por la ficción. Salí de ahí y me fui a escribir el guión directamente”, recuerda.
Desde entonces, Martel se convirtió en una suerte de hada madrina de Princesas rojas: le brindó opiniones a Laura sobre el guión y le presentó gente que podría ayudar al proyecto. “Ella me sugirió aplicar a una beca en Argentina para escribir el guión. Aplicamos mediante Cinergia y ella apoyó esa aplicación, gané y me fui a escribir el guión a Argentina. Eso fue muy bonito, la verdad. Fue como descubrir que era cuestión de darle vuelta a la historia desde otro lugar: el de la ficción”.
¿Qué porcentaje de la película es fiel a lo que pasó?
Eso es difícil de calcular, pero digamos que es un 70%. Me tomé la licencia poética de meter en un periodo de unos meses, diez años de eventos políticos. Digamos que todo esto pasó en la década de los 80 y yo lo meto todo en dos meses. Lo mismo con mi historia familiar, son cosas que ocurrieron a lo largo de tres años y yo las resumo en dos meses. Esas son las licencias que hacen que solo un 70% sea tal cual, pero está bien; me las tomé porque nadie me estaba pagando para hacer una película histórica. También éramos tres hermanas y en la cinta solo salen dos. En la célula política, en la realidad eran muchos más, pero no podía incluirlos a todos. Las hermanas de mi mamá eran más, también. Pero esto en cine es normal, se trata de mostrar una síntesis de la historia. Es la esencia de lo que quería contar.
¿Qué significa para ti recordar esta historia?
Es un recuerdo muy complejo. No es ni triste ni feliz, es complejo. Es algo con lo que hay que convivir.
¿Cómo fue volverlo a vivir por medio del rodaje?
No, ahí no se vive nada. Donde sí se revive todo el recuerdo es en las versiones del guión, porque es un momento muy íntimo. Es estar quitando y poniendo cosas, tirando de recuerdos y algunas veces desechándolos, porque aunque son muy valiosos para mí, emocionalmente, no sirven para la narrativa cinematográfica. En ese punto uno está muy expuesto emocionalmente, en la dirección no. Hay mucha gente involucrada y también yo estaba resolviendo mucho tema de negocios, porque además de guionista y directora soy la productora mayoritaria de la película.
Si bien el guión es trepidante y la historia demoledora, uno de los aspectos más llamativos de Princesas rojas radica en las buenas actuaciones de las niñas protagonistas: Valeria Conejo (Claudia) y Aura Dinarte (Antonia). Así como del resto del elenco infantil. “Como te conté, he sido directora de casting por diez años, con una gran especialidad en niños. Con ayuda de una de las productoras montamos una estructura de filtro para llegar a estas niñas. Empezamos con un casting cuatro meses antes, de 1.300 niñas. Poco a poco fuimos filtrando cada semana hasta llegar el último mes con el elenco de seis niñas. Y ese último mes ya ensayamos solo con ellas. Durante el entrenamiento de esos meses, sobre todo en el mes final, les enseñé a improvisar dentro de un cuadrante. Siendo el cuadrante la escena. Ellas nunca tuvieron guión, lo tuvieron los padres y los actores adultos, pero las niñas no. Hablábamos de las circunstancias y ellas hacían la escena de una manera y luego de otra. Y cuando encontrábamos la manera más cómoda y atractiva, yo reescribía la escena. Entonces cuando estábamos rodando, las escenas ni se discutían. Y lo que quedó en la película fue el resultado de una improvisación en ensayos”.
Mientras Princesas rojas sigue su exitoso recorrido por festivales, Laura Astorga ya está trabajando en su nuevo proyecto. La trama nos presenta a una mujer de la tribu ngäbe etnia originaria del territorio costarricense y panameño‚ que va a la cárcel por cometer un asesinato. También se trata de una trama basada en un caso real ocurrido en Costa Rica y, según nos revela, ya tiene varias versiones de guión, luego de participar recientemente de una residencia en Cannes para dedicarse a escribir la historia. Sí, parece que ya arrancó con el pie derecho. Y con esa carta de presentación tan sorprendente que ha sido su primer largometraje, solo cabe esperar lo mejor para este filme en ciernes. ¡Y que estrene pronto!