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ReportajeIldefonso Falcones: la historia de los pequeños personajes

Ildefonso Falcones: la historia de los pequeños personajes

Por Juan Abelardo Carles R.
Fotos: Javier Pinzón, Cristian Pinzón, cortesía

La historia oficial narra los grandes sucesos pasados y retrata a sus protagonistas, pero no suele registrar a los pequeños personajes; aquellos desconocidos que, mediante sus acciones, también desconocidas, van elaborando un encaje de contextos en torno a los momentos y actores estelares. La novela histórica es un género literario que tiene como atractivo eso: la recreación de personas y eventos, hipotéticos pero verosímiles, que llenen esos espacios y den vida a individuos comunes en situaciones extraordinarias. En Iberoamérica, tal narrativa apenas comienza a ser apreciada, gracias en parte al trabajo de escritores como Ildefonso Falcones, quien puede calificarse como uno de sus cultores más laboriosos y documentados en habla hispana, e incluso en el ámbito internacional. Panorama de las Américas conversó con él, indagando datos sobre su proceso creativo y, de paso, sus posiciones sobre asuntos de actualidad.

Tu primera novela, La catedral del mar, fue la más leída en España en 2007, y el día del lanzamiento de tu siguiente libro, La mano de Fátima, se vendió el 10% del tiraje. Son libros muy nutridos en datos históricos y versados en costumbres de las épocas respectivas. La investigación debe ser muy laboriosa para ti. ¿Cuéntame cómo es el proceso de documentación previo a armar la novela?

Es complejo. Yo siempre hago un estudio genérico. O sea, tengo una afición, una trama, y entonces intento saber si los hechos que sucedieron históricamente van a cuadrar con el relato que estoy proyectando. Entre los sucesos históricos voy entremetiendo la ficción, y para eso necesito primero saber lo que sucedió, más o menos. Por ejemplo, la persecución de los gitanos (La reina descalza) se produjo en 1749 y yo intento cuadrar eso con la trama que estoy planteando. Pero no me pongo a profundizar en lo que sucedió, sino que establezco hitos dentro de la propia historia que veo van a ser posibles. Después de esa primera aproximación, cuando veo que todo me puede cuadrar, es cuando empiezo a bajar y a estudiar, en este caso concreto pues, cómo fue esa detención, qué sucedió, adónde los llevaron…

En La reina descalza repasas la detención de los gitanos como el evento histórico de peso, mientras que en La mano de Fátima abordas la expulsión de los moriscos. Me da la impresión de que tienes una afinidad a relatar o a denunciar eventos históricos de persecución a minorías.

No; en la primera novela, La catedral del mar, no lo hay. En La mano de Fátima sí; la expulsión de los moriscos es fundamental en la trama. En La reina descalza la detención no es tan importante, aunque es un hito histórico. Si hablas de gitanos y de ese siglo, tienes que tocar la detención porque era imprescindible. Pero la novela nace a partir de la esclava cubana y no de los gitanos. Los gitanos vienen después, cuando me planteo hablar sobre la música y el flamenco.

Es curioso, porque en La reina descalza, el drama de Milagros se nota más: el amor no correspondido, la traición y la desigualdad, o mejor dicho contrariedad, de sentimientos, porque Pedro García no la quiere. Paralelamente, el relato de Caridad, la esclava, aunque va como a sotto voce, resulta más fuerte, doloroso y contundente.

En efecto, Milagros es un capricho para Pedro. Ella perjudica su libertad por casarse con este hombre. Mientras tanto, Caridad debe aprender a vivir en libertad. Aquí yo creo que se dan dos situaciones simultáneas, dos aspectos: una va perdiendo la libertad, aunque al final parece recuperarla, mientras la otra la va gozando por primera vez. En todo caso, la novela es la historia de una esclava liberta que tiene que aprender a vivir, a practicar el sexo, a disfrutar y hacerse con la libertad.

Llama la atención el contraste entre las protagonistas: Milagros luce glamorosa, mientras que Caridad se muestra siempre retraída y callada.

Son historias de amor muy bonitas, y al final Melchor, el amante de Caridad ―un personaje secundario― termina siendo el principal. En mis novelas siempre hay personajes que van creciendo a medida que voy desarrollando la trama.

Sobre las familias gitanas en conflicto, los Vega y los García, reflejan cómo reaccionaron los gitanos frente al acoso de la sociedad española: los Vega tratan de apegarse a lo esencial del ser gitano, mientras que los García intentaban transar. ¿Tratas de reflejar eso?

Realmente existió esa situación. La redada masiva de los gitanos que se produjo en esos años fracasó precisamente porque detuvieron a los que estaban asimilados. A los que no lo estaban, que seguían corriendo los campos, no se habían dado de alta y no los encontraban en sus casas, porque no vivían en ellas, a esos no los detuvieron. O sea, no consiguieron detener a los que pretendían detener.

Jugando un poco a la distopía, si los gitanos hubiesen sido detenidos, ¿crees que España los habría asimilado?

No; los gitanos nunca se van a asimilar si ellos no quieren, en ninguna sociedad. Tienen que desearlo ellos. Si hubieran seguido adelante con la gran redada, hubiera sido un genocidio, los hubieran matado a todos.

Utilizando la aproximación de la sociedad española al tema gitano y tratando de actualizarlo con todo esto de la inmigración que viene del áfrica, ¿sientes que la España que trató de asimilar a los gitanos es diferente a la España actual, en sus actitudes y en sus expectativas frente a esta inmigración?

No creo que en aquella época se “tratara” de asimilar a los gitanos; se quiso erradicarlos a escala estatal, de la monarquía y sus asesores. Me da la impresión de que, a nivel del pueblo, los gitanos importaban muy poco. Estamos hablando de los siglos XVI y XVII. Los gitanos vivían en las afueras, en los arrabales y se dedicaban a hacer los trabajos de herrería que no querían hacer los cristianos, o sea que eran necesarios. El concepto de asimilación entonces no existía. Claro, hoy hablamos de asimilación y estamos pensando en colegios, sanidad, autobuses, una convivencia que en aquella época no se producía. En cuanto a la asimilación de hoy, en España, sobre todo en la época en que no se estaba tan en crisis, se han hecho esfuerzos ímprobos para asimilar a los gitanos y musulmanes. A todos los que han llegado a nuestro país se les ha ofrecido sanidad, escolarización, casas y todo. También existe la inmigración ilegal, pero en España creo que todos los inmigrantes han gozado de una acogida fantástica por parte de la sociedad española. No creo que pueda haber quejas.

Es curioso, pues pareciera que en tus novelas La mano de Fátima y La reina descalza intentas hacer un reclamo a la sociedad española por la forma como trató a esta gente.

No. Porque no nos podemos hacer responsables por lo que sucedió hace quinientos años y menos la sociedad actual. Estamos hablando de unos regímenes en los cuales el 98% de la población era analfabeta, trabajaba mecánicamente o en el campo, no tenía dinero, no gozaba de ningún derecho y estaba a merced de los caprichos de los ricos, los nobles, los funcionarios y, sobre todo, de la Iglesia. En consecuencia, esa sociedad nunca pudo ser responsable. Seguían los criterios que en cada momento establecía la Iglesia. Aunque ya habíamos superado la época escolástica, nadie discutía a la Inquisición o los dictados de la Iglesia. Si alguien decía que había que echar a los moros, la gente lo asumía. Se puede intentar sensibilizar, pero no responsabilizar, a la sociedad española de lo que sucedió hace quinientos años.

Investigando sobre La catedral del mar, me encontré con varios críticos que te acusan de sesgar los hechos históricos a favor de una supuesta antigüedad catalana que no existía en el momento en que la catedral fue construida; tratando de reafirmar lo catalán frente a lo español. Sin embargo, tú no eres muy amigo de la independencia catalana.

De la autonomía sí soy amigo; de la independencia no. Yo soy catalán y, por lo tanto, quiero a mi tierra igual que quiero a España. Sí, a los de Aragón les ha sentado mal y a otros les ha encantado igual. Pero algunos tienen una visión excesivamente simplista. El reino de Aragón era Aragón. Después existía el Principado de Cataluña, el Reino de Valencia y el Reino de Mallorca. Cada reino tenía sus cortes, parlamentos, moneda e idioma. Todo fue durante la época medieval y hasta los reyes católicos. Es como si me hablases de la Mancomunidad (Commonwealth) Británica: Australia, por ejemplo, no depende de Inglaterra, es un país totalmente diferente. Eso era lo que sucedía en el Reino de Aragón y en el Principado de Cataluña. En las leyes catalanas, a los de Aragón se les llamaba “extranjeros” y supongo que viceversa. Lo único que existía común a todos ellos, era el rey. Los catalanes no dependían del Reino de Aragón, en absoluto; ni viceversa.

Es interesante conocer tus opiniones, pues al final también eres abogado y tienes una perspectiva legal sobre este tipo de asuntos ¿Cuál es tu opinión sobre el independentismo?

Mi opinión es que ya somos independientes. Tenemos una autonomía tal, que nos hace por completo independientes, en cuanto a identidad, lengua, tradiciones, costumbres e instituciones propias de Cataluña. Estos señores han ido consiguiendo ser independientes en todo. Ya no les queda nada. El independentismo es un movimiento que huye siempre hacia adelante, quiere más y entonces llega un momento en que no se puede pedir más que la independencia de verdad; pero la independencia de verdad puede significar la salida de la Unión Europea, y eso sería la ruina de Cataluña.

Volviendo a las novelas, ¿en qué estás trabajando ahora? Ya le hiciste un guiño a América con Caridad en Cuba. ¿Te veremos escribiendo sobre algún evento histórico en América?

Estoy escribiendo otra novela histórica. En cuanto a América, creo que la historia de vuestros países es interesante. Si seguimos históricamente, sería México. Pero el volumen de conocimiento es tremendo, hay que estudiar lo que sucedió en Colombia y en Guatemala, por citar algunos casos.

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