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ExperienciasNaturalezaLa Ruta de la Caldera: Panamá desde adentro
Cerro La Silla, Ruta de la Caldera

La Ruta de la Caldera: Panamá desde adentro

Panamá tiene un turismo de playa desarrollado, pero ¿qué pasa en las montañas? Con La Ruta de la Caldera, las autoridades han apostado por darles protagonismo a los senderos del istmo al organizarlos y restaurarlos. Una puerta con alfombra roja para descubrir los secretos de la cima y ver el país desde otro punto de vista.

Por Alexa Carolina Chacón

Fotos: Sira Pérez, Rubén Rodríguez, Luis Zamora

Esta es mi primera vez haciendo senderismo. Quiero que esto sea lo primero que sepa, pues le ayudará a entender la manera en que está redactado este artículo. Creo que no haberlo hecho antes me da la oportunidad de contar esta experiencia con la ingenuidad de alguien que descubre algo maravilloso por primera vez.

El protagonista de esta aventura es El Valle, pueblo ubicado en una caldera y rodeado de montañas en lo que algún día fue un volcán. Un sitio pintoresco que históricamente ha sido importante para la recreación turística de Panamá. De hecho, hay muchos que dividirían al panameño entre “vallero” y “playero”. Conocer el istmo desde la ruta de senderos aquí formada es una perspectiva diferente de un país cuya imagen popular es la costa. 

Una ventana distinta de Panamá al mundo que arranca con estos cuatro caminos debidamente marcados con letreros explicativos, repletos de información útil para el senderista. Están limpios y restaurados en partes donde la naturaleza ha sido inclemente. La hazaña fue lograda por Adrián Benedetti, coordinador de La Ruta de la Caldera para la Autoridad de Turismo de Panamá, quien hizo posible este recorrido para Panorama de las Américas. Estos son: La India Dormida, Cara Iguana, Macano-La Silla y Gaital-Los Berrales. Juntos forman La Ruta de la Caldera. 

Un cerro fotogénico

Es viernes, la tarde está despejada y fresca. Día ideal para caminar al aire libre. El primer sendero que realizaremos es el de La Silla-Macano. Por cuestión de tiempo, iniciamos nuestro recorrido desde la vía principal, que baja hacia El Valle en dirección al atractivo protagonista de la ruta: la cima del cerro La Silla, desde donde se divisa una de las vistas más populares de la zona. 

Rápidamente entiendo por qué este sendero es de los que más se ve fotografiado en redes sociales. Lo que inició como una pausa para recuperar el aire después de la primera subida se convirtió en mi primer momento de asombro: la foto mental con la cima del cerro, el cielo de un azul claro degradado y la impresión de ver varios tipos de paisaje desde un solo punto de vista. Panamá diciendo todo sin tener que hablar. 

Frente a mí también veo la línea blanca del sendero en la montaña, haciendo zigzag entre la hierba corta y seca característica de la época de verano. En un punto solo había sendero y poco margen de error para equivocarse. Un filo delgado que va bordeando toda la montaña hasta llegar a la cima, que desde luego hay que bajar por una parte que todavía no alcanzo a ver. Pregunté, de manera retórica, para salir del asombro: ¿yo voy a subir por ahí? Adrián respondió con un sí tan lleno de entusiasmo que empecé a darles trabajo a mis piernas cuesta arriba. 

La cima tiene una gran cruz que me ayuda a identificar dónde estoy. Llegué al cerro La Silla, que geográficamente es parte de Panamá Oeste. Aquí descubrí que La Ruta de la Caldera no solo abarca El Valle, sino que desde aquí se puede acceder más fácilmente a cada sección que lo conforma. Desde el tope veo la comunidad de El Macano. Adrián me explica que hacer el sendero completo de 9,4 km, que arranca desde El Valle y termina en Pita, en el límite de la Reserva Hidrográfica Cara Iguana, es la oportunidad perfecta de pasar por poblados y conocer la vida rural de la zona. 

Nos movemos de una cima a otra y descubro de primera mano lo intimidante que se siente bajar por estas rutas pedregosas por primera vez con el viento azotando los tímpanos. Cuánto respeto se le empieza a tener a la naturaleza en ese lugar. Bajo con cuidado, la ayuda de mi guía y un atardecer de varios colores de naranja a mi costado. Nunca había vivido algo así. He visto cientos de caídas del sol con edificios como telón de fondo, pero en la montaña se ve todo más puro. Quedé con ganas de más. Adrián no pierde la oportunidad de tranquilizarme diciendo que este solo es el inicio de una aventura cuyas protagonistas serán las montañas.

Adentrándonos en senderos rústicos

Al día siguiente la hora de llamado es 4:30 a.m. para subir a Cara Iguana. Necesitamos arrancar temprano porque también hay que sacar fotos del recorrido, y el amanecer nos da una magia momentánea que hay que aprovechar. A usted también le recomiendo madrugar, especialmente en verano si quiere ver cómo los tonos de naranja les dan matices nuevos a los cerros. Iniciamos en la calle Los Millonarios en la oscuridad. Me acompañan una linterna y mi buena actitud. Poco a poco la vista se acostumbra a la penumbra y me da mejor visión del camino. Aun así, me fío más de lo que veo gracias a mi luz de apoyo. La subida es empinada y va develando el gran atractivo de Cara Iguana: es una cima que se adentra geográficamente en la caldera de El Valle, por lo que se puede ver toda la planicie desde arriba. Es el lugar perfecto para entender el pueblo y sus divisiones. Mientras escalamos también veo a mi izquierda La India Dormida, otro sendero que forma parte de La Ruta de la Caldera, que es uno de los más icónicos y reconocidos del país. 

Pronto me doy cuenta de que el Cara Iguana es el sendero perfecto para empezar mi nueva vida como caminante. Llegamos a su cima relativamente rápido y fácil, nos toca esperar por el sol en una de las bancas que construyó el equipo de Adrián. El viento me confirma una advertencia que ya me habían dado: no es recomendable dejar que el cuerpo sude tanto, pues si uno llega empapado a la cima la brisa lo hará sentir frío mucho más rápido. 

Desde nuestra posición se ven las luces del pueblo y uno que otro gallo empieza a cantar. Es una experiencia especial estar despierto antes que la mayoría de la población, especialmente si está viéndolos desde arriba. Poco a poco empieza a asomarse el sol a mi derecha. Quien ha visto un amanecer panameño en época seca sabe que hay poco tiempo para disfrutarlo, pues en minutos ya el sol estará arriba. Todas las tonalidades de amarillo, naranja y rojo que se pueda imaginar empiezan a adornar los árboles de las montañas frente a nosotros. Mis ojos descubren cosas que hace unos minutos no veía. Es una panorámica de 360 grados privilegiada la de Cara Iguana.

La bajada de Cara Iguana se siente como estar dentro de una película de Star Wars: varios mundos en una sola galaxia. Se pasa de estar en una zona donde solo hay hierba seca a caminar entre pinos y neblina, y luego a sentir tierra húmeda bajo los pies en un parche donde la naturaleza se torna tropical. Todo esto mientras uno va cuesta abajo en caminos señalizados por pintura o barreras que han hecho con piedras, que incluso yo, que nunca he estado en una situación así, pude interpretar como indicativos de “alto”. Cada cierto tiempo me detenía y miraba el camino andado y veía con asombro que acabábamos de pasar por el filo delgado de la montaña.

Aún así me sentí segura. En el camino, Adrián me explica que desde aquí se puede llegar a Cabuya, una comunidad que tiene un circuito de aventura desarrollado y vistoso.

Nuestro recorrido terminó en El Valle, en el área de las Medinas, y duró unas cuatro horas porque paramos a tomar fotos y videos. Si solo hubiéramos caminado habría sido mucho menos. En total unos tres km de los 6,3 km que tiene el sendero completo. Perfecto para esta principiante. La sensación de terminar es agridulce: felicidad por un lado, pues es hora de tomarse un café y desayunar, pero también la curiosidad de saber qué hay más allá de lo que vi. Descubrir qué otro secreto guarda la montaña. Perfecta sensación que invita a regresar.

Un recurso para la comunidad

La Ruta de la Caldera es la prueba del potencial que tiene Panamá como destino de turismo de aventura. El gran logro de Adrián Benedetti y su equipo es haber señalizado, construido y acondicionado senderos centenarios con una infraestructura que permite disfrutarlos sin necesidad de un guía. Esto naturalmente se entrelaza al ecoturismo y turismo comunitario por su desarrollo en áreas protegidas y rurales del país. Se busca que los senderos regresen a la comunidad lo que esta les invierte. Bajando por el sendero Cara Iguana, el señor Benedetti confesó que la comunidad une fuerzas para mantenerlo limpio e incluso ensancharlo. 

Adrián sueña con un ciclo sostenible en el cual las comunidades se organicen para brindar servicios turísticos que les puedan generar ingresos. Lo logrado en El Valle es el caso de éxito que se necesita para un propósito mayor: lograr marcar y llevar infraestructura a mil km de senderos a lo largo de la geografía nacional.

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