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PersonajesJoumana Haddad o el mito desenmascarado

Joumana Haddad o el mito desenmascarado

Por: Juan Abelardo Carles
Fotos: Carlos E. Gómez

Como aconseja el buen ejercicio del periodismo, yo había hecho una investigación previa a la entrevista, leyendo noticias y críticas, y mirando fotografías y videos. Aun así, no puedo entender cómo, a pesar de las evidencias que esta investigación me daba, persistía la imagen de una mujer angustiada, callada y prevenida que me había formado apenas supe que entrevistaría a una literata árabe, escritora y políglota, que había tomado la riesgosa decisión de ser feminista. Después de todo, ¿de qué otra forma sería, viviendo en el mundo árabe, considerada a los condescendientes ojos de Occidente como una de las regiones más misóginas del mundo?

Así pues, mientras caminaba por el pasillo del hotel hacia su suite, iba adoptando una actitud compungida: me preparaba para escuchar un largo lamento sobre las desgracias de ser mujer en el Oriente Medio, regodeándome en silencio con la pretensión de que nosotros, los hombres occidentales, tratamos a nuestras congéneres con mayor justicia. Mi autocomplaciente espejismo recibió su primer golpe frente a la dama que me abrió la puerta. Esencialmente femenina, lucía tranquila, segura de sí y, más sorprendente aún, vestida de una forma alejadísima (según mis expectativas) de cómo debía arreglarse una mujer árabe. Pero es que Joumana Haddad rompe con los esquemas establecidos, incluso sin proponérselo.

Muchos darían por sentado que, por ser árabe, Joumana debería ser musulmana, ¿cierto? Pues falso: “No soy musulmana; nací y fui criada como católica”, responde. “Es el problema con las generalizaciones que se hacen sobre el mundo árabe. árabe no es igual a musulmán y tampoco musulmán es igual a árabe. Hay muchos musulmanes que son de Pakistán, Afganistán y Asia que no son árabes, y hay árabes que son cristianos en Egipto, Líbano, Siria y Jordania, por ejemplo”.

Por ello, enfocamos el tema de la entrevista en la misoginia y la lucha por la emancipación de la mujer como un problema que no es del islamismo, sino de las religiones en general, y de las religiones monoteístas en particular, trascendiendo al mundo árabe. “Cada vez que viajo a un país donde hay una fuerte presencia católica, por ejemplo, las mujeres me dicen que tienen los mismos problemas. ¿Por qué? Esas mujeres no son musulmanas. Yo lo explico en el libro. Explico cómo la iglesia católica ha evolucionado y ha encontrado medios más hipócritas para discriminar y para oprimir, pero no es menos opresora que el islam y el judaísmo”, comenta Haddad.

El libro del que habla es Yo maté a Sherezade: confesiones de una mujer árabe furiosa ‚Äïsu más reciente obra traducida al español‚Äï, que fue presentado en Panamá en la Feria Internacional del Libro de 2013. Joumana nació en las afueras de Beirut, capital del Líbano, a finales de 1970. La secuela de este libro, Supermán es árabe, acaba de ser traducida al castellano y es el nuevo eslabón que se agrega a una cadena de transgresiones (al menos, vistas desde la óptica del fundamentalismo religioso) que comenzó con el poemario El tiempo de un sueño, obra prima, que vio la luz en 1995.

De ahí en adelante su producción se vuelve intensa, prolífica y no por ello precipitada. Solo por mencionar algo más de su obra traducida a la lengua de Cervantes, tenemos Allí donde el río se incendia (2005), Cuando me hice fruta (2006), El retorno de Lilith (2007), Espejos de las fugaces (2010), Las siete vidas de Luca (literatura infantil, 2011) y Los amantes deberían llevar solo mocasines (literatura erótica, 2011). La percepción sensorial del cuerpo propio y del ajeno, así como el erotismo marcan gran parte de su producción poética. De hecho, la libanesa es editora jefa de Jasad (“cuerpo”, en árabe), revista especializada en literatura y artes corporales. La publicación no generaría mayor polémica en Occidente, pero en la región árabe no ha dejado de provocar controversias desde que comenzó a ser publicada, en 2008.

“Todos somos seres sensoriales y sensuales, pero hay gente, quizás hipócrita, que no quiere pensar eso; tiene miedo de su cuerpo y muchos complejos. Ellos no tienen una relación sana con su cuerpo y entonces deciden que no es una parte importante de su vida. Eso crea problemas en todos los aspectos de la vida, no solo en las relaciones entre hombres y mujeres, sino también de la persona consigo misma. En el caso del mundo árabe, hay una relación poco sana con el cuerpo: hay miedo, ignorancia y mucho machismo, que hace que el cuerpo de la mujer no le pertenezca a ella sino al hombre, que por ello puede disponer de él”.

Joumana tuvo una temprana iniciación en la poesía erótica. “La descubrí por medio de mis lecturas. Leía muchísimo, todo lo que podía encontrar en la librería de mi padre, como al Marqués de Sade, Henry Miller, Anaïs Nin, y todos a partir de los once o doce años”, relata. En todo caso, la literatura árabe también disfrutó de una aproximación similar hasta hace unos dos siglos. ¿Qué pasó para que eso cambiara? “Yo tengo libros de los siglos X y XI, escritos en árabe, dónde se habla de erotismo y sexualidad de una manera maravillosa, natural, sin miedos ni complejos, algo muy verdadero. Pero en el caso del islam en particular, tenemos que entender que el poder de la religión en el mundo árabe se fortificó muchísimo en el siglo XX, cuando muchos de los regímenes laicos que había, se fueron transformando en dictaduras, como en Egipto y en Siria. La gente se decepcionó y se frustró. Los religiosos han utilizado esta frustración para ganar simpatía y poder. Con las revoluciones, todo eso se demostró porque la gente votó por los islamistas en todos esos países”.

Entonces ¿no hay espacio para la democracia en el mundo árabe? “Todavía no: tenemos que esperar. La primavera árabe sucederá quizás en una generación. Era inevitable en una región como el mundo árabe que el cambio pasara por un periodo de poder islámico. Podemos decir que es un purgatorio necesario. Después la gente entenderá que no es el futuro que necesitan y merecen. Ya podemos sentir algo de eso, por ejemplo, en Egipto, donde hay resistencia a los islamistas. Desgraciadamente, la resistencia necesita el apoyo de los militares. Entonces caemos en un círculo vicioso”.

Ojo, que aquí podríamos volver a nuestra autocomplacencia occidental, pero Joumana advierte que si en Oriente Medio llueve, en Occidente no escampa. “En Europa también hay un círculo vicioso, pues hay un despertar de los movimientos cristianos de derecha, casi nazistas, en contra de los musulmanes inmigrantes. Puede que estos islámicos en sus propios países no fueran extremistas religiosos, pero a causa de este desafío encuentran en la religión una prueba de su identidad, cultura, historia y tradiciones”.

Aun así, la escritora reconoce diferencias en la forma de manejar la convivencia socio-religiosa en ambas culturas. “Hay quinientos años de diferencia entre el islam y el cristianismo. En Europa, sobre todo cuando hablamos de Francia y los países escandinavos, por ejemplo, se ha podido realizar esa separación de la religión cristiana y del Estado. En América Latina no he notado esa separación. Quizás el islam pueda realizar eso en quinientos años pero yo no quiero esperar quinientos años y no quiero que mis hijos esperen tanto tiempo. Es absurdo”.

Las transformaciones sociales son complejas e impredecibles. De todos modos, Joumana Haddad tiene claro qué quiere para ella, sus hijos, la región árabe y el mundo en general, y en qué puede contribuir para lograrlo. “Cada uno tiene una cosa que hacer. Yo, como escritora, tengo una pasión por decir en voz alta lo que muchos tienen miedo de decir. Cuando recibo un e-mail de una persona, sea hombre o mujer, que dice: “Gracias por expresar lo que yo no puedo expresar”, pienso y siento que estoy participando en un cierto modo. Hay otros que lo hacen con otros medios, pero cada uno tiene una responsabilidad”.

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