Isla Pacheca, la ciudad de las aves
Isla Pacheca y Pachequilla, dos promontorios rocosos ubicados en medio de las aguas transparentes del Pacífico panameño, son hogar de cerca de 10.000 aves acuáticas de 10 especies diferentes.
Por Margarita de los Ríos
Fotos: Sira Pérez y Ruben Rodríguez
Panguero en Panamá es quien conduce una panga, y panga es un bote sencillo que usan los isleños para pescar o transportarse. Nuestro panguero se llama David Bravo y nos muestra orgulloso desde su panga a isla Pacheca, un promontorio rocoso de kilómetro y medio cuadrado ubicado en medio de las aguas transparentes del Pacífico panameño, en el archipiélago de Las Perlas.
Estamos aquí extasiados, mirando la increíble abundancia de aves que comparten la isla en total convivencia. Hay 2.500 familias (cerca de 10.000 aves), según los científicos que han contado los nidos desde una avioneta. El sol brilla radiante, pero el viento atenúa su inclemencia. El bote se bambolea rítmico con las olas.
Nos acompañan Rosabel Miró, directora ejecutiva de la Sociedad Audubon de Panamá, una organización que vela por la conservación de las aves, y Carlos Bethancourt, representante del Canopy Family, una cadena de hostales diseñados especialmente para los aficionados a la observación de aves. Y ni ellos, que viven de mirar aves, pueden creer lo que estamos viendo.
Se trata de una familia de cerca de 45 parejas de piqueros de patas azules que ha hecho su hogar en un extremo de la roca. Esta es un ave carismática que ha llamado la atención de los observadores de aves desde la época de Charles Darwin. Es uno de los principales atractivos de las islas Galápagos y hasta allí viajan aficionados del mundo entero para tener el placer de observarla.
Son famosos por el color de sus patas y por su singular baile de cortejo. Orgulloso de su brillante color, el macho levanta sus patas una tras otra y luego zapatea rítmicamente mientras entona un especial chillido invitando a la hembra a bailar. Si ella acepta, responde el silbido y también exhibe sus patas mientras improvisa más pasos. Aquí, en Pacheca, bailan tranquilos sin ser asediados por las grandes oleadas de curiosos que suele haber en lugares más famosos.
Pero lo que nos sorprende además es que los piqueros de patas azules no están solos. Estamos en la temporada de anidamiento (de enero a abril), cuando ocho especies de aves marinas vienen a anidar a Pacheca y su hermana Pachequilla, dos reductos de antiguos volcanes que tuvieron bastante actividad hace más de tres millones de años y hoy están cubiertos de vegetación.
Entre los residentes habituales están el piquero de patas amarillas —tan hermoso como su primo, pero mucho más común en los mares del mundo—, el pelícano chocolate, la fragata magnífica, el cormorán neotropical y tres especies de garzas: la tigre cuellinuda, la garceta grande y la garza nocturna cabeciamarilla.
En la parte noroeste de la isla, cubierta por una vegetación nativa intacta, está la mayor concentración de nidos de cormoranes, cuyo proceso de anidación inicia en febrero y termina en junio. Los científicos aseguran haber contado más de mil nidos en la misma temporada. Al sur, los pelícanos, fragatas y garzas blancas marcan de forma celosa sus estrechos territorios. Durante el invierno del norte llegan, además, dos especies migratorias: el zarapito trinador y el playero goleador. Así las islas lucen como una populosa ciudad. Un Shanghái alado y ruidoso donde las especies permanecen separadas en sus muy particulares “barriadas”.
El nacimiento de un sueño
Una avioneta nos trajo temprano esta mañana como invitados especiales. Los isleños desean hacernos partícipes del nacimiento de un sueño: que los pangueros de isla Saboga puedan completar sus ingresos económicos introduciendo la observación de aves en su oferta turística y se capaciten para ser guías informados.
Por eso llevamos varias guías plastificadas con imágenes grandes e información básica de las diez aves que un turista puede ver desde la panga, además de unas mochilas en donde los pangueros puedan llevar sus guías para mostrarles a los turistas las diversas especies.
Cerca de diez pangueros nos esperan en la playa de Saboga, citados por Marta Plaza, una emprendedora turística de la isla. Nos comenta que hasta hace unos meses parte importante de la actividad económica de los pangueros se basaba en transportar a los turistas que llegaban en el ferri desde Ciudad de Panamá a la vecina y muy turística isla de Contadora. Por cuestión de las pronunciadas mareas, el ferri no podía acercarse a la isla y los pangueros se hacían cargo de recibir a los viajeros en el mar y llevarlos hasta la orilla. Con la reciente construcción del muelle turístico, ya no se necesita la ayuda de los pangueros.
Esta actividad beneficiaba a varias familias en una isla de 400 habitantes. Aunque ya no tienen ese mercado seguro, los pangueros siguen viviendo del turismo ofreciendo excursiones dentro del archipiélago. Según Rosabel Miro, aprender el valor de estas aves y hacer una guíanza informada podría añadir cerca de dos horas a los recorridos turísticos y atraer a aficionados a la observación de aves, quienes constituyen un importante mercado en el turismo internacional. Según datos de Naciones Unidas, el avistamiento de aves y otras especies salvajes genera cerca de US$32.000 millones anuales en Estados Unidos.
Uno de los pangueros más entusiasmados con la idea es Pedro Santimateo. Él nació en Isla del Rey, algunas millas al sur de Saboga. Allí, cuando estaba en sus veintes, se dedicaba “al machete”. Pero hace unos cuarenta años, llegó el rumor del reciente desarrollo de isla Contadora. Los turistas estaban llegando y hacía falta transporte para llevarlos a pasear por los alrededores, así que se mudó a Saboga, exactamente en frente del foco de actividad. Primero trabajó para una empresa turística, pero pronto decidió irse por su cuenta. “Había mucho movimiento”, evoca.
Según Víctor Addiano —otro de los pangueros—, los viajeros buscan playas deshabitadas para pasar el día, hacer esnórquel o buceo con tanque y observar fauna silvestre. “Durante la temporada de ballenas —entre julio y septiembre— estamos bien ocupados”, nos cuenta, “en cambio mayo y junio, son meses muy lentos”.
Pero la naturaleza en el archipiélago de Las Perlas fue generosa y las islas constituyen una verdadera explosión de vida. Durante la época seca —de diciembre a mayo—, ocurre la anidación de aves marinas y los aficionados a la pesca deportiva encuentran abundancia de especies gracias al surgimiento de las aguas frías del fondo del mar que ocurre en los mismos meses. Luego llegan algunas ballenas solitarias de la Antártida y cinco especies de tortugas anidan en 37 de sus playas. Sin embargo, la actividad más relevante se da en el segundo semestre del año, cuando llegan las ballenas del sur del planeta en busca de las aguas tibias del trópico, para aparearse y dar a luz a sus ballenatos. Es por todo ello que nace este sueño: que los pangueros reconozcan el gran valor natural del archipiélago y lo conviertan en producto turístico.
En la primera etapa está la creación y distribución de las guías de pájaros que se logró con el apoyo de Copa Airlines, Star5 y otras empresas: Canopy Family aportó la información, la sociedad Audubon donó la traducción y la empresa T’Shirts Interamerica donó la impresión y plastificación de las guías, así como la mochila que los pangueros llevarán en sus excursiones. Este día se las entregaron oficialmente con una charla sobre la importancia de las aves marinas.
Ahora, frente a Pachequilla, Rosabel nos informa que Panamá es el centro de distribución del pelícano pardo en el Pacifico. Ellos nacen en Las Perlas y de allí se dispersan hasta Centroamérica. El hecho de que haya parejas en etapa de cortejo, nidos, recién nacidos y juveniles, todo al mismo tiempo, constituye un recurso invaluable para los aficionados, cerca de 42 millones tan solo en Estados Unidos.
Desde principios del siglo pasado, la presencia multitudinaria de aves en la isla llamó la atención de los científicos. Los primeros estudios que conocemos son de Thayr y Bangs (1905), Rendhal (1920), Murphy (1936) y Wetmore (1946), y todos coinciden en indicar las especies que anidan en Pacheca (incluso sabemos que este lugar es una sala cuna desde tiempos ancestrales).
La vegetación que ha crecido sobre las islas, el hecho de que han permanecido sin presencia humana y la increíble cantidad de alimento del Pacífico panameño podrían ser las razones para que estas aves hayan elegido este lugar para anidar y criar a sus polluelos. Un misterio más de la asombrosa biodiversidad de Panamá.
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