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ExperienciasCulturaEl Teatro Nacional de Panamá vuelve a brillar

El Teatro Nacional de Panamá vuelve a brillar

Texto y fotos Winnie T. Sittón

Los panameños están de fiesta. Noviembre es llamado el “Mes de la Patria”, porque durante estos días se celebran varios acontecimientos históricos importantes. Entre ellos, la independencia de Panamá de España, ocurrida el 28 de noviembre de 1828, y la separación de Colombia, ocurrida 75 años después, el 3 de noviembre de 1903, hecho que marcó el inicio de la nuestra época republicana.

Pero al margen de la algarabía usual, este año hay un motivo especial para celebrar estas fiestas con mayor alegría. Y es que acaban de reabrirse las puertas del Teatro Nacional de Panamá, máximo recinto de las artes panameñas y, sin duda, uno de los íconos arquitectónicos más representativos de la historia del país, luego de un proceso de restauración integral que lo mantuvo cerrado durante cuatro años.

La reapertura se realizó el 1° de octubre pasado en un emotivo evento, ya que ese día se cumplieron los 111 años de inauguración del teatro; contó con la presencia del presidente de Panamá, Laurentino Cortizo, y el ministro de Cultura, Carlos Aguilar. La reinauguración oficial se celebró dos días después, con una gala artística a cargo del Ballet Nacional.

Se abre el telón de la historia

El Teatro Nacional se encuentra en el Casco Antiguo de la capital panameña, sobre la Avenida B y entre las calles 2a y 3a o, como se resumiría en jerga panameña, diagonal a la Plaza Simón Bolívar. Su historia se remonta a los primeros meses de la República, cuando se ordenó su construcción mediante la Ley 52 en mayo de 1904. El diseño de los planos estuvo a cargo del arquitecto Genaro Ruggieri, quien vino de Italia expresamente a desarrollar dicha tarea. Y la obra estuvo a cargo de la firma constructora propiedad de Ramón Arias Ferraud y José Gabriel Duque, que era la más sólida del istmo en aquella época.

Muchos artistas internacionales estuvieron involucrados en la ornamentación y el decorado interno del teatro. Sin embargo, el que tuvo la responsabilidad más destacada fue el muralista y escultor nacional Roberto Lewis, considerado el padre de la pintura panameña. Él es el autor de los lienzos que engalanan el plafond (cielo de la sala central del teatro), con la obra titulada El nacimiento de la República, y también de los que visten el techo y las paredes del foyer (vestíbulo de descanso). El artista pintó las telas en París, donde vivía en ese momento, las trajo en barco a finales de 1907 y supervisó su instalación.

La inauguración oficial de la obra se celebró el 1° de octubre de 1908, con la toma de posesión de José Domingo de Obaldía, segundo presidente de la República de Panamá. El músico panameño Narciso Garay, primer director de la Escuela Nacional de Música, compuso para la ocasión una pieza llamada Marcha triunfal, que fue ejecutada bajo su dirección por sus estudiantes. Sin embargo, el estreno artístico del teatro ocurrió semanas después, el 27 de octubre, con la presentación de la ópera Aída, de Giuseppe Verdi, a cargo de la compañía italiana de Mario Lombardi. Y con la apertura del máximo escenario del país, comenzó a trazarse la historia de las artes escénicas panameñas.

Los pioneros y sus aportes

El Teatro Nacional vivió su época de oro entre 1910 y 1930. En este período de apogeo artístico directores y compañías italianas llevaron a escena óperas de gran fama como Carmen, El barbero de Sevilla y Madame Butterfly. También se presentaron obras de teatro, zarzuelas, espectáculos de danza y conciertos a cargo de importantes grupos de España, Argentina y México, entre otras partes del mundo.

Durante aquellos años, fue casi nula la participación de artistas panameños en este importante recinto de las artes. Salvo por las veladas musicales promovidas por Narciso Garay, con los estudiantes del Conservatorio Nacional de Música y Declamación.

Hubo que esperar hasta finales de los años 30 para que la primera producción artística panameña llegase al escenario del Teatro Nacional. Fue en diciembre de 1937, cuando se estrenó con gran éxito la obra musical infantil La cucarachita mandinga, escrita por Rogelio Sinán, uno de los autores más importantes de Panamá, con música del compositor chiricano Gonzalo Brenes. Desde entonces, la pieza se ha convertido en el gran clásico del teatro panameño, al ser la obra nacional que más veces ha sido llevada a escena.

A partir de este estreno surgió un movimiento nacional de artes escénicas, que ha ido creciendo poco a poco hasta convertirse en la gran oleada de producciones panameñas que hoy dominan por completo la cartelera. En este logro dejaron su aporte pioneros como el propio Sinán, la actriz y directora Anita Villalaz, considerada la primera actriz del teatro panameño; así como otros directores e intérpretes, incluyendo a Dora McKay, Áurea “Baby” Torrijos, Roberto Mckay y José “Pepe” Sarsanedas.

Sin dejar de mencionar también a músicos como Roque Cordero, Alfredo de Saint Malo, Eduardo Charpentier y Jaime Ingram, primer director del Instituto Nacional de Cultura (hoy Ministerio de Cultura), en cuya administración se creó el Ballet Nacional y la Compañía Nacional de Teatro, a mediados de los años 70.

En el Teatro Nacional de Panamá brillaron todos ellos y muchos otros artistas que, en cada etapa, dejaron su granito de arena; y su escenario ha sido el principal testigo de esta evolución y sus protagonistas. No en vano es considerado hoy la “casa máxima de las artes panameñas”; ni es casual que la reapertura de sus puertas haya provocado tanta alegría en la capital istmeña. No pierda la oportunidad de conocerlo en su próxima visita a Panamá, pues allí encontrará un fragmento muy rico e interesante del devenir histórico del país.

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