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ExperienciasChame: un destino que promete

Chame: un destino que promete

Aventura, naturaleza, adrenalina y paisajes para la contemplación conforman una oferta natural invaluable. Emprendedores turísticos trabajan fuertemente con el fin de afinar su oferta e imprimirle las condiciones que se requieren para su promoción.

Por Margarita de los Ríos

Fotos: Luis Zamora y Javier A. Pinzón

¿Usted ha escuchado el canto de las ballenas? Pues le cuento que yo sí. Y no es que sea una científica que me mueva con hidrófonos por el fondo de los mares; lo escuché frente a las playas de Chame, en la Riviera Pacífica panameña, un día normal, en una excursión normal, cuando aspirábamos ver saltar a estas gigantes.

Las muy pícaras no saltaron, pero tuvieron una cita romántica frente a nosotros, y exhibían sensuales sus lomos y chapuceaban coquetamente sus aletas, cuando de repente empezamos a escuchar, primero tímido y luego de manera muy resuelta, un canto que variaba rápido entre agudo y grave, que se oía a veces como una melodía y pasaba muy pronto a lamento. Todos en el bote, incluso la niña de apenas seis años que viajaba con nosotros, aguantamos la respiración. No queríamos perturbar con nada la magia del momento; solo aguardábamos expectantes el próximo lamento. ¿Sería este el sonido que inspiró la leyenda del canto de sirenas? ¿Nacieron los monstruos de los mares en la mente de nuestros antepasados en una experiencia como esta? Quizá no alcanzaron a notar que se trataba de un enorme macho de ballena jorobada tratando de afinar lo mejor posible para persuadir a la hembra de que lo eligiera a él y no a su competidor.

Nadar en Punta Chame

¿Se imagina usted estar solo en un bote, rodeado tan solo de agua, y de repente escuchar un sonido que emerge del fondo de los mares, que semeja un mugido de vaca, y luego se convierte en cántico de ángeles y después en algarabía de gaviota?

Las islas

Habíamos salido a las ocho de la mañana de la playa de Punta Chame a bordo del bote del guía Armando Mayorga. La idea era conocer tres islas panameñas muy cercanas a la ciudad, pero ubicadas, hasta hace poco, muy lejos del abanico de ofertas turísticas. Se trata de Boná, Otoque y Estivá, que en solo veinte minutos de navegación conducen a un mundo donde el tiempo se quedó detenido tanto como sus bellezas naturales, que siguen intactas.

La primera que aparece frente al bote es Otoque, una montaña vestida de bosque cuyos dos pequeños pueblos, Otoque Oriente y Otoque Occidente, con apenas una centena de habitantes cada uno, lucen como dos parches a lado y lado de la isla. Aunque algunos habitantes del pueblo han adecuado sus casas para recibir huéspedes, e incluso es posible organizar allí un asado con la comunidad para departir un rato, nosotros apenas si los tocamos para no perturbar la tranquila rutina de los isleños.

Boná, en cambio, es un cono perfecto, bordeado en algunos de sus laterales por acantilados, territorio de varias familias de fragatas, pelícanos y gaviotas, que comparten su espacio con una pequeña colonia de piqueros, algunos de patas azules y otros de patas amarillas. Por su parte, Estivá es una roca inmensa que también es hábitat de aves marinas, locales y migratorias.

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La región de Chame tiene poco más de 6.000 hectáreas cubiertas de manglar atrapado en la laguna interior que crea la península de Punta Chame. El desarrollo de planes turísticos en el área podría generar nuevas fuentes de ingresos para los locales y contribuiría a su preservación.

Un destino que lo tiene todo

Con nuestra llegada a Chame, hemos descubierto un destino casi perfecto: la posibilidad de realizar, en un día, senderismo y sesión de esnórquel; presenciar al mismo tiempo la danza de cortejo de las enormes ballenas, abajo, y la de los curiosos piqueros de patas azules en los acantilados; bajar en neumático por un río que se encañona por entre una formación geológica de curiosas texturas; recorrer en bote el manglar de mayor valor de toda la Riviera Pacífica y visitar una colección interminable de cascadas que bajan ruidosas del bosque y se lanzan por altísimas peñas de origen volcánico.

En Chame, además, la naturaleza se turna para que la diversión nunca termine: los vientos del verano, que comienzan a llegar a mediados de diciembre, traen consigo a los aventureros del kitesurf y el windsurf y sus cielos se llenan de cometas de colores hasta marzo. Las ballenas gigantes del sur están desde finales de junio, en la misma época en que las tortugas arriban a sus inmensas playas para dejar sus huevos. Mientras tanto, los surfistas saben que allí encuentran las olas con las condiciones propicias casi todo el año.


Las ballenas jorobadas comienzan a llegar en junio, al mismo tiempo que las tortugas marinas suben a las playas a dejar sus huevos. Los piqueros de patas azules, en cambio, son residentes permanentes, al igual que fragatas y pelícanos.

Punta Chame

Los Cajones

Nuestra próxima aventura es en la montaña. Salimos de la punta y nos dirigimos por la carretera Panamericana hacia Bejuco, en donde desviamos por una carretera que trepa rápidamente hacia los cerros. Allí encontramos un río encajonado en medio de increíbles formaciones de piedra. Nos recibe el líder local José Moran, un emprendedor que vio la oportunidad de ponerle diversión al recurso natural. Con chalecos y cascos, nos lleva a la parte alta del río para que nos lancemos a bordo de los neumáticos. Aunque es muy divertido pasar los rápidos, puede salir lastimado. Nuestra recomendación es comenzar más abajo, en la parte más llana del río, donde encontrará diversión suficiente además de la experiencia de estar dentro del cañón observando esas altas paredes con su particular decoración.

A partir de los Cajones surge la Ruta de las Cascadas. Nuestro guía ahora es Iván Javier Castillo, apasionado de la geología, quien nos va contando del origen volcánico de estas montañas y de las más de 25 cascadas que se encuentran en los alrededores. A partir de los Cajones se visitan Las Filipinas, conjunto de cinco cascadas de ocho a veinte metros de altura. Las dos primeras son muy fáciles de alcanzar, pero para las otras hay que escalar en la roca. Siete kilómetros adelante está el poblado de Manglarito donde se encuentra la cascada del mismo nombre, que es administrada por un comité local.

Cinco kilómetros más adelante hay otro circuito de cascadas entre las que está La Gloria, de 45 metros de altura, además de la Tuli Vieja (de acceso más difícil) y El Peñón, a solo trescientos metros de caminata entrando por la finca del señor Rodríguez. Por el área de Buenavista están las cascadas más altas (cincuenta metros de altura), que son las de mayor dificultad: la Golondrina, los Duendes y la Sacalágrimas, adonde se llega tras una caminata de dos horas y media. Iván insiste en que, por seguridad, es importante ir con guía certificado, ya que no se ha desarrollado ninguna infraestructura en la zona.  

 

Terminamos el día en Surf Shack, un restaurante frente al mar en la zona de Playa Caracol. Allí esperamos que el cielo se tiña de colores hasta que el sol desaparece en el océano. Es tiempo de regresar a nuestra realidad citadina.

Cajones de Chame, Panamá
Los Cajones, de Chame

En enero los cielos se llenan de color, pues trae vientos propicios para la práctica del kitesurfing, el windsurfing y el wing foiling. En Chame hay al menos tres escuelas para el aprendizaje de su práctica.

Wind surf en Punta Chame

Contactos en Chame:

Mahana Tours
Tel. 6290-6800

Abraham Mateo
Aventuras Punta Chame, tour al manglar
Tel. 6217-7302

Iván Javier Castilla
Tour a la montaña
Tel. 6618-2714

José Moran

Tubing por el río
Tel. 6792-5511

Reservas
gotuuri.com

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