Baltimore: la belleza del contraste y la contradicción
Capital cultural de Maryland, cuna del crab cake y del filme Hairspray; el puerto donde se defendió la democracia estadounidense es un sitio de infinita contradicción… entre lo sublime de un Monet y la autenticidad de un grafiti. El balance entre grandes generales y cañones, y la libertad creativa de quienes se atreven a salirse del molde para vivir. Eso es Baltimore.
Por Alexa Carolina Chacón
Fotos: Paul Castillero
¿Qué tienen en común Michael Phelps, John Waters, Billie Holiday, Babe Ruth y Edgar Allan Poe? Baltimore. El atleta olímpico más laureado de la historia, un director de cine transgresor, una cantante de jazz revolucionaria, una leyenda del béisbol que terminó haciendo carrera en los Yankees de Nueva York y un poeta de lo macabro. Esta es la analogía perfecta para describir una ciudad tan ecléctica como su lista de famosos. Una que demuestra que un destino no solo se define, o conoce, a través de un suntuoso skyline.
El apodo de “La Ciudad del Encanto” (Charm City) le cae como anillo al dedo, pues se evidencia al recorrer sus barrios, abrir las puertas de sus restaurantes, hoteles y bares, y sobre todo al interactuar con el local. Un afilado sentido del humor y la naturalidad de alguien que disfruta al conversar con personas nuevas se siente en cada interacción. Lejos de la formalidad de Washington D. C. y de la agresividad de algunos en Nueva York. El alma de Baltimore está en preservar la cultura, historia y arte que la representan. También en su gente.
¿Como la definiría? Como la capital cultural de Maryland, la cuna del crab cake y donde la excentricidad tomó forma. Donde se creó el primer poste de luz y John Waters ideó el filme Hairspray. El sitio que vio nacer la música house y club, y donde el jazz cobró otro matiz con Lady Day. El puerto donde se defendió la democracia estadounidense treinta años después de la independencia, dando espacio al nacimiento del himno nacional. Un sitio de infinita contradicción… entre lo sublime de un Monet y la autenticidad de un grafiti. El balance entre grandes generales y cañones, y la libertad creativa de quienes se atreven a salirse del molde para vivir. Eso es Baltimore.
Barrios que cuentas historias
Recorrer Baltimore es relativamente rápido. Nuestra estadía empezó en Mount Vernon, donde lo primero que reconozco es un obelisco en homenaje a George Washington. Este fue edificado primero que el de la capital del país. Baltimore es una ciudad de muchas “primeras veces”. También es hogar de la Basílica del Santuario Nacional de la Asunción de la Santísima Virgen María de Baltimore, la primera catedral en Estados Unidos, construida en el siglo XIX. Mt. Vernon es el barrio artístico, el hub cultural hogar de museos, galerías y hoteles de excepcional diseño. Forma parte del distrito cultural Bromo. Son una comunidad activa que busca convertirlo en el próximo barrio en tendencia. Su arquitectura georgiana responde a los edificios construidos en el siglo XVIII durante el reinado del rey Jorge, de Reino Unido.
Bajando por Charles St. tendrá a su derecha el Downtown y a su izquierda la zona de Inner Harbor. El primero es conocido por el Oriole Park at Camden Yards, el estadio de los Orioles, equipo de beisbol local. Lo que lo hace especial es que la antigua estación del tren en Camden Yards fue restaurada y ahora forma parte del ecosistema del estadio, algo único en Estados Unidos. A unos cuantos metros de este templo del deporte se encuentra el otro estadio importante de la ciudad, el del equipo de fútbol americano los Ravens. ¿Captaron la referencia a Edgar Allan Poe? De hecho, Poe es el nombre que escogieron para la mascota del equipo, que, por supuesto, es un cuervo. Donde otras ciudades pondrían sus estadios lejos de la urbe por espacio, aquí los hicieron parte de la ciudad, dándole vida al Downtown y apoyando la economía de la zona.
El Inner Harbor es el sitio para entender Baltimore desde el mar. Yates, veleros y barcos históricos. Lo más popular de esta zona es el National Aquarium, el cual, con cuarenta años de operación, es uno de los atractivos turísticos más importantes del estado de Maryland. Siguiendo la línea de la costa se llega a Fell’s Point, el barrio sofisticado de Baltimore con hoteles y restaurantes de moda. La lista de los sitios recorridos por el equipo de Panorama la complementan Remington, al norte, donde se encuentra el Baltimore Museum of Art, y Federal Hill, muy cerca de Inner Harbor, donde entenderá en primera persona la importancia histórica de la ciudad.
«O say you can see»
Si bien Washington es capital de la nación, Baltimore fue indispensable para su independencia. En el Fort McHenry, un guardabosques le explicará con lujo de detalle cómo, en 1814, el bombardeo marítimo fallido a la fortaleza obligó a los británicos a abandonar un asalto terrestre que tenían planificado. Fue en esa lucha que se defendió la soberanía de la república y donde nació “La bandera de estrellas”, el himno nacional que hoy conocemos, escrito por el poeta Francis Scott Key. Aquí entendí la importancia comercial de Baltimore: su puerto. No es un puerto pesquero. Desde que Estados Unidos se independizó, la posición geográfica de la ciudad ha sido importante como zona de intercambio, de entrada y salida de productos.
Herencia culinaria llena de sazón
La comida con sazón, intención y amor es algo natural y esperado en una ciudad cuya demografía es tan diversa. Su combinación de sabores cuenta con al menos 18 especias y hierbas. Su principal canvas son los mariscos, en especial los cangrejos, cuya temporada empieza en junio, cuando las temperaturas del agua suben por la llegada del verano.
Desde hace 106 años el restaurante Phillips mantiene viva la tradición del crab feast, que se traduce como festín de cangrejo. Cual emperador romano o pintura renacentista, usted se sentará en una mesa estratégicamente cubierta por papel manila, donde servirán un banquete de cangrejo bien sazonado y cocinado al vapor —no hervido, como se hace en el sur—, pollo frito (otro favorito de Baltimore), camarones, sandía para refrescar el paladar, ensalada de papas y repollo, y, por supuesto, la estrella de la ciudad: el crab cake.
Con un mazo de madera y un cuchillo se abre el caparazón del cangrejo y se come su carne blanda remojada en mantequilla derretida. Un completo ritual que responde a años de tradición y herencia. Una cena que invita a la convivencia, al repartir, al unirse alrededor de la comida y obligarse a hablar unos con otros. En Baltimore, la cocina se hace con cariño, con el propósito no solo de comer para no morir, sino de comer por placer.
Aparte de la tradicional mariscada en Phillips, Baltimore tiene una oferta moderna y actual que va desde los restaurantes más sofisticados hasta mercados con opciones variadas. De nuevo, Baltimore y su contraste. Fundado en 1782 y ubicado en Mt. Vernon, Lexington Market es el más icónico, al ser el mercado público en funcionamiento continuo más antiguo de los Estados Unidos. Tras 240 años de operación fue remodelado a la nueva versión que se ve hoy día, justo al lado de donde todavía se puede ver el edificio original. En Baltimore son conocidos por preservar la historia. No se pierda el pollo frito de este lugar.
En el barrio de Remington se encuentra R. House, otro mercado donde se destacan las pizzas, los sándwiches de pollo y la cerveza artesanal. En estas calles también conocimos Café Los Sueños, del salvadoreño Carlos Payes, quien en un espacio pequeño sirve café de especialidad de países como Uganda y El Salvador. El éxito de Los Sueños (había fila para entrar) responde a esa forma de ser del local: prefieren apoyar la cafetería del emprendedor antes que ir a una cadena industrial. Para una cena fina dos opciones destacables, que son los restaurantes Prima Dopo, de cocina italiana y ambiente vibrante, y el Rec Pier Chop, del hotel Sagamore Pendry, con servicio incomparable y un rib eye popular entre comensales.
¿Un «Pensador» de Rodin en Baltimore?
Siendo la ciudad donde nacieron genios artísticos disruptivos como John Waters y Edgar Allan Poe, no debería sorprender la oferta de arte que hay en Baltimore. Sin embargo, ¿usted sabía que la ciudad tiene un Pensador, de Rodin, original? y ¿que además cuenta con la colección de Matisse más grande fuera de París? El Baltimore Museum of Art es la primera parada obligatoria para todo amante del arte, hogar de una vasta colección de arte del siglo XIX, además de piezas modernas y contemporáneas donadas por personas que las coleccionaban. El jardín de esculturas del museo está protagonizado por una escultura del artista americano Alexander Calder. Picasso, Monet, Van Gogh, Gauguin, Cézanne… todos bajo un mismo techo.
Baltimore tiene el privilegio de poseer una de las bibliotecas más hermosas del mundo: la George Peabody Library, que fue fundada en 1878 y donde se encuentra una edición original del libro El origen de las especies, de Charles Darwin. El contraste, temática constante de este artículo, se lo dan lugares como el American Visionary Art Museum, un espacio dedicado a artistas empíricos, aquellos que no pasaron por una formación académica formal. Lo mismo se percibe en el Graffiti Alley, un pasillo en forma de “L” que es escenario de arte callejero de diversas tendencias y donde visitantes se reúnen a sacar fotos para redes sociales. En Baltimore hay espacio para todos.
El encanto de Baltimore está en su autenticidad. Es una ciudad que muestra orgullosa sus costuras y entrañas, para bien o para mal. No deja nada en duda. Con valentía, luce sus colores en el pecho y le da la bienvenida a quien quiera verlos. Así como aquella batalla donde defendieron la república frente a la flota naviera más poderosa de la historia. Esa misma energía está viva hoy.
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