
Willemstad, Curaçao: paraíso de colores y cultura
Más que un viaje, Willemstad es una sensación que se queda dentro de uno: una mezcla de belleza, sabor y cariño que en papiamento se resume en una sola palabra: dushi. En Curaçao, dushi no solo describe algo dulce o delicioso, sino todo lo que lo hace sentir bien a uno, lo que le toca el corazón. Y Willemstad, su capital, con su historia, su gente y su energía única, es dushi por donde se la mire.
Texto y fotos: Margarita María Navas
Willemstad es una joya del Caribe que lo tiene todo: aguas turquesas, historia fascinante y una mezcla cultural que se siente en cada esquina. Su diversidad se transforma en color en las fachadas coloniales, la calidez de su gente y la energía que vibra entre callejones, plazas y murales. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, Willemstad encanta desde el primer instante.

La primera vez que la visité, me impactó el contraste perfecto entre el azul del mar y las casitas alineadas como en una postal, todas en tonos vibrantes que reflejan la personalidad de la ciudad. Recuerdo especialmente las historias locales sobre el porqué de esos colores, el arte urbano de Otrobanda y esa sensación de estar en un lugar donde lo europeo y lo caribeño conviven con naturalidad.
Willemstad no solo se visita: se siente, se escucha, se saborea. Es una ciudad viva, tejida por culturas que se cruzaron en el Caribe y hoy brillan juntas bajo el sol.

Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, Willemstad es una ciudad que encanta desde el primer instante con su fusión de lo mejor de Europa y el Caribe.
Willemstad: historia entre colores

Detrás de sus fachadas de tonos pastel, Willemstad guarda siglos de historia. Aunque fue descubierta por los españoles en 1499, fue bajo el dominio holandés que se convirtió en un puerto clave del Caribe, desde 1634. Durante siglos, fue centro del comercio de africanos esclavizados —una herida profunda que aún resuena en su identidad—. Más tarde, llegaron los judíos sefardíes desde Brasil y los Países Bajos, dejando huella en la arquitectura y la vida cultural. Luego vino la bonanza petrolera, y con el tiempo, el turismo tomó la delantera.
Willemstad se recorre como un libro abierto: cada calle y edificio cuentan una parte de su historia.
Arquitectura: donde Europa se encuentra con el Caribe
Caminar por Willemstad es recorrer una galería de arte a cielo abierto. Su arquitectura fusiona lo mejor de Europa y el Caribe: fachadas coloridas, techos inclinados que protegen del sol y verandas amplias que invitan a la brisa. Aunque conserva el sello holandés, sus edificios se adaptaron al clima local con piedra coralina y yeso calcáreo; materiales porosos que resisten la humedad y el calor.
Su paleta de colores no se dio de manera casual. En 1817, el gobernador holandés Albert Kikkert prohibió las casas blancas porque el reflejo del sol le provocaba migrañas. El resultado: una fila de acuarelas junto al mar que se puede apreciar muy bien en Handelskade.


Entre sus joyas arquitectónicas destacan el edificio Penha (1708), la Fortaleza de Ámsterdam y la sinagoga Mikvé Israel-Emanuel. Punda y Otrobanda —las dos mitades de la ciudad— están unidas por el puente flotante Reina Emma, símbolo de la armonía entre historia y vida contemporánea. El puente, construido en 1888, es una estructura de madera sobre pontones que se abre varias veces al día para dejar pasar barcos. Cuando eso ocurre, la ciudad se detiene por un momento: los locales esperan sin apuro, los turistas toman fotos y la vida se toma una pausa. Este detalle cotidiano, lejos de ser una molestia, refuerza el ritmo caribeño de la isla: aquí no hay prisa.
Willemstad guarda siglos de historia. Aunque fue descubierta por los españoles en 1499, fue bajo el dominio holandés que se convirtió en un puerto clave del Caribe, desde 1634.
Punda: corazón histórico y comercial
Punda es el alma de Willemstad, donde el pasado colonial se mezcla con la vida moderna. Las coloridas fachadas de Handelskade —en tonos ocre, azul y rosa— son íconos de la isla. Hoy, en este paseo marítimo hay cafés, tiendas y oficinas, siendo un centro animado y turístico.
Allí se encuentra el emblemático Penha Building, de 1708, con tejas rojas y una mezcla de estilos españoles, portugueses y holandeses. Muy cerca, en el Fuerte Ámsterdam (1635) —una de las estructuras más antiguas de la isla—se hallan la oficina del gobernador y una iglesia con una bala de cañón incrustada en su fachada. También destaca la sinagoga Mikvé Israel-Emanuel, la más antigua de América en uso continuo, con su suelo de arena y mobiliario de caoba. Otra joya es el Palacio de Gobierno, elegante residencia del siglo XVIII con jardines exuberantes.
Punda y Otrobanda —las dos mitades de la ciudad— están unidas por el puente flotante Reina Emma, símbolo de la armonía entre historia y vida contemporánea.

Otrobanda: centro cultural emergente

Cruzando el puente, Otrobanda ofrece un contraste vibrante. Este barrio ha resurgido como epicentro cultural, con murales y arte urbano en cada esquina. Proyectos como Kaya Kaya han transformado sus calles y edificios antiguos en espacios de creatividad. De ser considerada una zona peligrosa pasó a convertirse en un punto artístico importante, lleno de galerías, museos y murales que reflejan la identidad local. El Museo Kura Hulanda, que honra la historia de los africanos, es una de sus reliquias culturales.
Otrobanda combina historia y modernidad. Riffort, una fortaleza de 1828, fue restaurada y hoy alberga restaurantes, tiendas y un hotel de lujo. El proyecto Kura Hulanda convirtió cien casas coloniales en un complejo turístico con spa, bares y museo. Esta evolución refleja la resiliencia de la isla, donde lo antiguo y lo nuevo coexisten en armonía.
Arte callejero y cultura urbana
Gracias a iniciativas como Kaya Kaya, Otrobanda se convirtió en un lienzo vibrante. Este proyecto comunitario busca revitalizar el barrio a través del arte, la música y la participación vecinal. Hoy, sus calles lucen murales llenos de identidad y mensajes sociales. Durante la pandemia, Window Art Punda también transformó escaparates vacíos en pequeñas galerías abiertas, aportando arte y esperanza en tiempos difíciles.


Muchos murales están pintados sobre viviendas habitadas. Algunos vecinos prestan sus fachadas o incluso participan en el proceso creativo. Se incorporan elementos reales como árboles o ventanas, y frases en papiamento que suman una dimensión cultural. Algunos esconden símbolos secretos que solo los locales pueden descifrar. Mientras en Punda abundan las postales perfectas, Otrobanda ofrece escenas auténticas: peces saltando entre calles, mujeres a caballo o molinos de viento del otro lado del océano. Estos murales son una ventana a la vida cotidiana de la isla: arte como memoria, identidad y celebración colectiva.
Sabores que cuentan historias
La comida en Curaçao es un reflejo de su diversidad. En los mercados locales o en pequeños restaurantes de comida criolla se pueden probar platos como el keshi yena (queso relleno), el stobá (estofado de carne) o el pescado frito con funchi (una especie de polenta). La influencia africana, neerlandesa y latinoamericana se fusiona en cada bocado.
En Otrobanda, una excelente opción para comer es RustiQ Curaçao, un restaurante creativo que reinterpreta la cocina local con ingredientes frescos y presentaciones originales. Otra experiencia gastronómica imperdible es probar el pez león, una especie invasora que se ha integrado a la cocina curazoleña como forma de control ecológico. En Lionfish Caribbean lo preparan de distintas formas y, además, reutilizan sus púas para crear aretes y collares artesanales.
Y para cerrar, nada como brindar frente al mar con un trago que incluya el famoso Blue Curaçao, el licor local hecho con cáscaras de naranja laraha, tan vibrante como la isla misma.


Para disfrutar la ciudad
La mejor forma de conocer Willemstad es caminando sin mapa. Tomarse el tiempo de hablar con los locales, entrar a tiendas pequeñas y seguir un mural hasta una plaza escondida.
Esto permite apreciar detalles que se pierden en auto: murales escondidos, fachadas centenarias, frases en papiamento… Lo ideal es recorrerla temprano en la mañana o al atardecer, cuando la luz resalta los colores y el clima es más amable.
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