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EcologíaRicardo corazón de jaguar

Ricardo corazón de jaguar

Por Jorge Ventocilla
Fotos: Ricardo Moreno

Sea que transite por la jungla de concreto de la capital o por las intrincadas selvas de su país, consideradas más biodiversas que la Amazonía‚ el biólogo Ricardo Moreno lleva consigo una pasión que lo guía: lograr que el felino más poderoso del continente americano siga encontrando refugio en Panamá. Su colega Jorge Ventocilla lo entrevista.

Cuéntanos un poco de ti, de tu infancia…

Soy oriundo del popular distrito de San Miguelito. Como todo niño, me gustaba jugar futbol, beisbol, la lata… pero siempre andaba pendiente de los gatos. ¡Mi madre se quería volver loca! Desde que descubrí lo fascinante que era seguirlos y observarlos con detenimiento, casi no lograba dormir una noche entera: al escuchar un sonido que tenía que ver con ellos ¡saltaba de la cama! Un día Tao llegó a casa. Fascinado, miraba y miraba las correrías de mi gato. Creo que hoy día, cuando estoy en el bosque estudiando a los felinos, puedo entender muchos eventos gracias a lo que aprendí con Tao y los gatos del barrio.

¿Y cómo empezaste a estudiarlos, digamos, “formalmente”?

Cuando llegué a la Universidad de Panamá, en 1997. Fue un año de giras frecuentes al Parque Nacional Soberanía. íbamos a buscar rastros, huellas, con unas pocas monedas en el bolsillo y tal vez una manzana para compartir… ¡Teníamos tantas ganas de aprender! En 1998 me invitaron a un taller sobre huellas de animales y por ahí empecé a ponerle ciencia al asunto.

Luego vino el trabajo de campo en la isla de Barro Colorado, reserva científica en el Canal manejada por el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales. Fíjate que encontramos una huella de puma, pero… ¡nadie nos creyó! Tres o cuatro meses después, apareció la primera foto moderna de un puma en la isla, gracias a una cámara-trampa automática. Me fui involucrando en las actividades de la isla, trabajé con el Proyecto de Monitoreo de la Cuenca del Canal. En el año 2000 comencé con cámaras-trampa, mientras seguía colectando excretas de puma y ocelote para mi tesis de licenciatura. Y buscaba afanosamente rastros de un jaguar. Aprendí también radiotelemetría, estudiando ocelotes. Desde esa época a la fecha, por donde ando en las selvas no he parado de colocar cámaras automáticas.

¿Cuál ha sido la distribución histórica del jaguar?

Su distribución actual está fragmentada, pero se le puede encontrar desde el sur de Estados Unidos, a lo largo de Centroamérica y hasta el norte de Argentina. Está extinto en El Salvador y Uruguay.

Y aquí en Panamá, ¿dónde los hay todavía?

En la vertiente del Caribe y en la Cordillera Central, también en el Darién. Hay una pequeña población en el Parque Nacional Cerro Hoya, en Azuero. Algo impresionante es que hay reportes de jaguares cerca de Ciudad de Panamá. ¡En este país hay selvas hermosas y algún jaguar en ellas, a no más de treinta minutos en automóvil de la capital! Un día sabremos apreciar este patrimonio…

Aunque su nombre en lengua guaraní, yaguar o yaguareté, significa “fiera verdadera”, ¿es realmente un peligro para la gente?

He caminado solitario en las selvas del Darién, del Chagres, Portobelo y fuera del país. Y nunca he sido atacado por un felino silvestre. Los he visto muchas veces; he observado sus huellas frescas sabiendo que el animal no está muy lejos de mí. Como me dijo una vez el doctor Rabinowitz, autoridad mundial en el tema: “Ricardo, si los felinos cazaran a la gente, tú y yo ya estaríamos muertos.”

Los jaguares y todos los felinos silvestres tienen mala fama, pero no hay razón que la justifique; sobre todo con las especies del Nuevo Mundo, que son más pequeñas. Leones y tigres pueden llegar a pesar de doscientos a trescientos kilos; con ellos sí hay casos de ataque y muerte de personas. Esto usualmente ocurre donde las presas naturales han sido diezmadas por la cacería y la perdida de hábitat. Claro está que el puma y el jaguar tienen fuerza para abatir presas grandes, incluyendo animales domésticos, pero no nos miran como una presa. Por el contrario: nos temen.

¿Cuáles son sus principales amenazas?

Las poblaciones de jaguar están muy diezmadas, si acaso no extintas, principalmente por la persecución de la que son objeto por depredar animales domésticos. Las principales amenazas en Panamá son la problemática directa con los ganaderos, la deforestación y la falta de información y educación ambiental. Incluso está sucediendo en algunas zonas del país, que personas de origen asiático demandan partes del jaguar, como penes o huesos. Sucede entonces como con el tigre asiático y otros, que están a punto de desaparecer por la creencia de que sus partes son medicinales o afrodisiacas. Otra amenaza es la cacería de las mismas presas del jaguar: saíno, puerco de monte, conejo pintado, venados y tapir.

En parte el problema es por la poca colaboración que campesinos o ganaderos obtienen, sea de las agencias gubernamentales o de las ONG conservacionistas. Hay ganaderos que no desean matarlos, pero si el jaguar les ha matado varias reses y resulta que estas son producto de préstamos del banco, ¿quién los ayudará a pagar la deuda? La mayoría piden ayuda, pero se cansan de esperar y al final terminan resolviendo el problema ellos mismos: eliminan al felino. También es importante señalar que con frecuencia las prácticas ganaderas no son las correctas, o que las fincas no están en los mejores lugares. Si uno se fija, parte de las fincas con problemas con jaguares están alrededor o dentro de áreas protegidas.

Seis años y medio de mi vida los pasé trabajando en el “Programa de Conservación de Felinos Yaguará” [

Sea que transite por la jungla de concreto de la capital o por las intrincadas selvas de su país consideradas más biodiversas que la Amazonía‚ el biólogo Ricardo Moreno lleva consigo una pasión que lo guía: lograr que el felino más poderoso del continente americano siga encontrando refugio en Panamá. Su colega Jorge Ventocilla lo entrevista.

Cuéntanos un poco de ti, de tu infancia…

Soy oriundo del popular distrito de San Miguelito. Como todo niño, me gustaba jugar futbol, beisbol, la lata… pero siempre andaba pendiente de los gatos. ¡Mi madre se quería volver loca! Desde que descubrí lo fascinante que era seguirlos y observarlos con detenimiento, casi no lograba dormir una noche entera: al escuchar un sonido que tenía que ver con ellos ¡saltaba de la cama! Un día Tao llegó a casa. Fascinado, miraba y miraba las correrías de mi gato. Creo que hoy día, cuando estoy en el bosque estudiando a los felinos, puedo entender muchos eventos gracias a lo que aprendí con Tao y los gatos del barrio.

¿Y cómo empezaste a estudiarlos, digamos, “formalmente”?

Cuando llegué a la Universidad de Panamá, en 1997. Fue un año de giras frecuentes al Parque Nacional Soberanía. íbamos a buscar rastros, huellas, con unas pocas monedas en el bolsillo y tal vez una manzana para compartir… ¡Teníamos tantas ganas de aprender! En 1998 me invitaron a un taller sobre huellas de animales y por ahí empecé a ponerle ciencia al asunto.

Luego vino el trabajo de campo en la isla de Barro Colorado, reserva científica en el Canal manejada por el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales. Fíjate que encontramos una huella de puma, pero… ¡nadie nos creyó! Tres o cuatro meses después, apareció la primera foto moderna de un puma en la isla, gracias a una cámara-trampa automática. Me fui involucrando en las actividades de la isla, trabajé con el Proyecto de Monitoreo de la Cuenca del Canal. En el año 2000 comencé con cámaras-trampa, mientras seguía colectando excretas de puma y ocelote para mi tesis de licenciatura. Y buscaba afanosamente rastros de un jaguar. Aprendí también radiotelemetría, estudiando ocelotes. Desde esa época a la fecha, por donde ando en las selvas no he parado de colocar cámaras automáticas.

¿Cuál ha sido la distribución histórica del jaguar?

Su distribución actual está fragmentada, pero se le puede encontrar desde el sur de Estados Unidos, a lo largo de Centroamérica y hasta el norte de Argentina. Está extinto en El Salvador y Uruguay.

Y aquí en Panamá, ¿dónde los hay todavía?

En la vertiente del Caribe y en la Cordillera Central, también en el Darién. Hay una pequeña población en el Parque Nacional Cerro Hoya, en Azuero. Algo impresionante es que hay reportes de jaguares cerca de Ciudad de Panamá. ¡En este país hay selvas hermosas y algún jaguar en ellas, a no más de treinta minutos en automóvil de la capital! Un día sabremos apreciar este patrimonio…

Aunque su nombre en lengua guaraní, yaguar o yaguareté, significa “fiera verdadera”, ¿es realmente un peligro para la gente?

He caminado solitario en las selvas del Darién, del Chagres, Portobelo y fuera del país. Y nunca he sido atacado por un felino silvestre. Los he visto muchas veces; he observado sus huellas frescas sabiendo que el animal no está muy lejos de mí. Como me dijo una vez el doctor Rabinowitz, autoridad mundial en el tema: “Ricardo, si los felinos cazaran a la gente, tú y yo ya estaríamos muertos.”

Los jaguares y todos los felinos silvestres tienen mala fama, pero no hay razón que la justifique; sobre todo con las especies del Nuevo Mundo, que son más pequeñas. Leones y tigres pueden llegar a pesar de doscientos a trescientos kilos; con ellos sí hay casos de ataque y muerte de personas. Esto usualmente ocurre donde las presas naturales han sido diezmadas por la cacería y la perdida de hábitat. Claro está que el puma y el jaguar tienen fuerza para abatir presas grandes, incluyendo animales domésticos, pero no nos miran como una presa. Por el contrario: nos temen.

¿Cuáles son sus principales amenazas?

Las poblaciones de jaguar están muy diezmadas, si acaso no extintas, principalmente por la persecución de la que son objeto por depredar animales domésticos. Las principales amenazas en Panamá son la problemática directa con los ganaderos, la deforestación y la falta de información y educación ambiental. Incluso está sucediendo en algunas zonas del país, que personas de origen asiático demandan partes del jaguar, como penes o huesos. Sucede entonces como con el tigre asiático y otros, que están a punto de desaparecer por la creencia de que sus partes son medicinales o afrodisiacas. Otra amenaza es la cacería de las mismas presas del jaguar: saíno, puerco de monte, conejo pintado, venados y tapir.

En parte el problema es por la poca colaboración que campesinos o ganaderos obtienen, sea de las agencias gubernamentales o de las ONG conservacionistas. Hay ganaderos que no desean matarlos, pero si el jaguar les ha matado varias reses y resulta que estas son producto de préstamos del banco, ¿quién los ayudará a pagar la deuda? La mayoría piden ayuda, pero se cansan de esperar y al final terminan resolviendo el problema ellos mismos: eliminan al felino. También es importante señalar que con frecuencia las prácticas ganaderas no son las correctas, o que las fincas no están en los mejores lugares. Si uno se fija, parte de las fincas con problemas con jaguares están alrededor o dentro de áreas protegidas.

Seis años y medio de mi vida los pasé trabajando en el “Programa de Conservación de Felinos Yaguará” [www.yaguara.org] en Costa Rica. Realizábamos investigación, educación y extensión de manera simultánea, porque nos dimos cuenta de que ya no hay tiempo: ¡hay que actuar ya!

¿Y cuál es el papel de la educación en todo esto?

Si realmente queremos lograr cambios, debemos hacer labor de extensión, de educación. En Yaguará, al comienzo una compañera, Aída, daba charlas ella sola, tres o cinco veces a la semana, mientras que a la vez debíamos revisar más de 130 estaciones de cámaras-trampa en el campo. Lo entendí muy claro y comencé a dar charlas en las comunidades también. Logramos un record en el equipo: ¡más de un millar de charlas entre 2007 y 2012!

¿Qué pueden hacer al respecto los individuos y el sector privado?

Recuerdo una vez, cuando estaba con Yaguará, que nos llamaron para atender un caso de depredación de un puma sobre nueve ovejas. Allí se decide ayudar directamente con dinero a los afectados, ¿Por qué? Porque nos dimos cuenta de que si no se atendía de esta forma, para los ganaderos la solución era matar al felino. Y pagar por estos animales es como comprar tiempo para buscar soluciones. He logrado hablar con muchos ganaderos en Panamá y en Costa Rica, y mi conclusión es que la gran mayoría está dispuesta a buscar ayuda de las agencias encargadas; pero no hay planes para contrarrestar la situación y al final ocurre lo mismo: matan al felino. La ayuda a corto plazo, más rápida y eficiente, es indemnizar. Y pienso que también las empresas privadas podrían jugar un papel fundamental: sería un honor poder decir que, gracias a su participación, el jaguar sigue existiendo en determinadas áreas del país.

¿Y qué función desempeñarán las nuevas generaciones?

Querer es poder. Hace 18 años ni pensaba que iba a reunir la experiencia que ahora tengo ‚Äïgracias, debo decir, a mucha gente que ha creído en mí. He tomado una decisión de fondo: entrenar a jóvenes apasionados por estudiar y salvar a los felinos. Yo fui reclutado como “guerrero del jaguar” en 2003 y me lo tomé muy en serio. Quiero ayudar a formar una legión de guerreros en cada provincia de Panamá. Para que podamos actuar de manera eficiente a la hora de atender casos de conflictos entre productores y jaguares; y realizar proyectos de investigación y educación ambiental.

¿Y el papel de la ciencia?

La ciencia sienta las bases para poder entender la situación. Pero tras varios años de hacer ciencia llego a la conclusión de que ciencia sin educación sin apoyo económico no rinde frutos. Así de simple. 

Dedicas gran parte de tu energía a una de las especies más amenazadas. Sin duda, debes mantener esperanzas aún…

Parte de mi tiempo lo dedico a leer, a actualizarme sobre lo que pasa con los jaguares. Ahora publico un poco más que antes. Pero lo que más quiero es ir al campo y rastrear huellas y tratar de aprender más de la historia natural de estos animales. Sí, mantengo la esperanza; pero hay que actuar ya y con eficacia. Cada jaguar es imprescindible.

Seis años y medio de mi vida los pasé trabajando en el “Programa de Conservación de Felinos Yaguará” http://www.yaguara.org/ en Costa Rica. Realizábamos investigación, educación y extensión de manera simultánea, porque nos dimos cuenta de que ya no hay tiempo: ¡hay que actuar ya!

¿Y cuál es el papel de la educación en todo esto?

Si realmente queremos lograr cambios, debemos hacer labor de extensión, de educación. En Yaguará, al comienzo una compañera, Aída, daba charlas ella sola, tres o cinco veces a la semana, mientras que a la vez debíamos revisar más de 130 estaciones de cámaras-trampa en el campo. Lo entendí muy claro y comencé a dar charlas en las comunidades también. Logramos un record en el equipo: ¡más de un millar de charlas entre 2007 y 2012!

¿Qué pueden hacer al respecto los individuos y el sector privado?

Recuerdo una vez, cuando estaba con Yaguará, que nos llamaron para atender un caso de depredación de un puma sobre nueve ovejas. Allí se decide ayudar directamente con dinero a los afectados, ¿Por qué? Porque nos dimos cuenta de que si no se atendía de esta forma, para los ganaderos la solución era matar al felino. Y pagar por estos animales es como comprar tiempo para buscar soluciones. He logrado hablar con muchos ganaderos en Panamá y en Costa Rica, y mi conclusión es que la gran mayoría está dispuesta a buscar ayuda de las agencias encargadas; pero no hay planes para contrarrestar la situación y al final ocurre lo mismo: matan al felino. La ayuda a corto plazo, más rápida y eficiente, es indemnizar. Y pienso que también las empresas privadas podrían jugar un papel fundamental: sería un honor poder decir que, gracias a su participación, el jaguar sigue existiendo en determinadas áreas del país.

¿Y qué función desempeñarán las nuevas generaciones?

Querer es poder. Hace 18 años ni pensaba que iba a reunir la experiencia que ahora tengo ‚Äïgracias, debo decir, a mucha gente que ha creído en mí. He tomado una decisión de fondo: entrenar a jóvenes apasionados por estudiar y salvar a los felinos. Yo fui reclutado como “guerrero del jaguar” en 2003 y me lo tomé muy en serio. Quiero ayudar a formar una legión de guerreros en cada provincia de Panamá. Para que podamos actuar de manera eficiente a la hora de atender casos de conflictos entre productores y jaguares; y realizar proyectos de investigación y educación ambiental.

¿Y el papel de la ciencia?

La ciencia sienta las bases para poder entender la situación. Pero tras varios años de hacer ciencia llego a la conclusión de que ciencia sin educación ‚Äïy sin apoyo económico‚Äï no rinde frutos. Así de simple.

Dedicas gran parte de tu energía a una de las especies más amenazadas. Sin duda, debes mantener esperanzas aún…

Parte de mi tiempo lo dedico a leer, a actualizarme sobre lo que pasa con los jaguares. Ahora publico un poco más que antes. Pero lo que más quiero es ir al campo y rastrear huellas y tratar de aprender más de la historia natural de estos animales. Sí, mantengo la esperanza; pero hay que actuar ya y con eficacia. Cada jaguar es imprescindible.

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