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Omar: un corazón detrás de las canciones

El panameño Omar Alfanno ha conquistado el mundo con un romanticismo clásico y sus canciones han estado en la voz de Willie Colón, Gilberto Santa Rosa, Jerry Rivera, Marc Anthony y Rubén Blades, entre otros.

Por Margarita de los Ríos

Fotos: Luis Zamora

 

El nombre Omar Alfanno es mucho más popular para cantantes y compositores que entre el gran público, pero gran parte de los latinoamericanos hemos bailado al son de sus notas o cantado sus versos a todo pulmón. 

En la voz de Willie Colón, Gilberto Santa Rosa, Jerry Rivera, Marc Anthony y, más recientemente, Rubén Blades, ha llegado a nuestros hogares lo que en realidad son poemas cantados: “Amores como el nuestro”, “Perdóname, perdóname” o “El gran varón”.

Este increíble compositor panameño, con más de mil canciones en su mochila, ha conquistado el mundo con un romanticismo clásico que
marca su forma de ver la vida y el amor por su esposa y su
familia. Así, se convirtió en el precursor de la salsa romántica. La vida de Alfanno es una aventura que se podría contar en canciones.

¿Cómo se inició en la música?

Nací en Santiago de Veraguas, donde mi abuelo había construido un armonio: el piano de los pobres. Ese fue mi primer instrumento. Luego, cuando tenía trece años, mi madre me regaló una guitarra, y pronto me di cuenta de que eso era como un imán para las chicas.

Omar Alfanno con Grammy.

¿De dónde surgió esa canción?

Me gustaba una chica, y el amor es la génesis de todo. “Quiero llegar a tu ventana y cantarte una canción. Quiero que luego tú salgas y me arrojes una flor”, me encanta recordar esas primeras canciones porque son muy vírgenes, llenas de acordes primarios. Luego uno va creciendo, se va desarrollando; lee y gana sabiduría. Pero es un don, sabes, un don que Dios me dio. Al principio yo no era consiente de eso. Pero cuando me di cuenta, las cosas se hicieron más fáciles. Unos le dicen musa, yo le digo inspiración divina, que debes enriquecer escuchando mucha música y recogiendo muchos consejos.  

 
Patinium sales award de Mily Quezada, Luis Enrique y Tony Vega.

¿Cómo es eso de que eres odontólogo?

Mi tío Miguel Ángel Alfanno, cirujano dentista muy querido y respetado en Santiago, me había hecho el contacto para entrar a la Universidad de Panamá. Pero… me traje la guitarra, ¡y me reprobaron! Entonces me ofrecieron una beca para viajar a Italia, y mi tío me dijo: “Sí, tómala, porque para la Odontología no sirves”. Eso me dio duro. Me dijeron que no podía y entonces ahí voy, a demostrar que sí puedo. Así que mi madre me ayudó a gestionar una beca en Odontología, y salió la UNAM en México. Regresé graduado en 1982 para decirle a la persona que me tenía el camino trazado, una ruta que él había recorrido con éxito, “aquí está el título, pero yo voy a experimentar en la música”, Hubo caras largas claro, era una idea tonta.  

Empecé a buscar una oportunidad en México, cantando en bares y otros lugares, hasta que grabé mi primera canción importante: “El caballo de palo”. Quizá pocos la recuerdan, pero fue un éxito. Y ahí empezó una carrera de, gracias a Dios, muchos sacrificios; y digo “gracias a Dios”, pues si no te caes no aprendes a levantarte. Hubo muchas puertas en la cara, lágrimas e ilusiones rotas. Aunque en esa época de México hice una carrera —me grabaron Yury y Lucerito—, como que no había llegado esa canción que realmente es el parteaguas, esa que dice: “¡Ahí llegó Omar Alfanno!”. 

 
En 2014 Alfanno ingresó al Hall de la Fama de los compositores latinos.
DIOS ME DIO EL DON DE COMPONER CANCIONES. UNOS LE DICEN MUSA, YO LE DIGO INSPIRACIÓN DIVINA”.

Así que te fuiste para Puerto Rico…

 México es riquísimo, allí uno no puede saber de dónde viene tanto talento. Soy admirador del cine mexicano antiguo: el de Buñuel, las canciones de José Alfredo Jiménez y Manuel Esperón. Todavía le robo a mi tiempo muchas horas para sentarme un domingo en la tarde a ver puro cine mexicano. Pero tenía que irme a Puerto Rico, donde estaba la movida… yo tenía mucha afinidad con Puerto Rico, nosotros crecemos con esa música, nuestra Navidad es boricua. Cuando llegué, ya sabía, a través de Cheo Feliciano, qué era La Perla, qué era Santurce, cómo era la isla…  

 
TUVE LA GRAN DICHA DE QUE MI CARRERA INICIARA EN UN MOMENTO EN QUE COMENZABAN LOS CANTANTES SIN CANCIONES Y YO TENÍA CANCIONES SIN CANTANTE.

Y en Puerto Rico llegó “El gran varón”, el parteaguas que andabas buscando…

Bueno, esa canción la había hecho en México, pero sí, fue en Puerto Rico donde se la di a Willie Colón, en 1986. Me inspiró el shock que tuve cuando me contaron que un compañero de escuela era homosexual. Nunca lo demostró, nadie lo sabía. En ese entonces la homosexualidad era mal vista, era casi un llamado a la silla eléctrica, al paredón. Me imagino la frustración de esa persona, a la que le puse Simón; debió ser grandísima.

¿Pero entonces nunca te narró todo ese drama interior que sentimos al oírla?

A mí me echaron el cuento a la mitad: “Me encontré a fulano en Los Ángeles e iba como cambiado, iba pintado…”. No había que ser muy perspicaz.

Yo le puse la falda y el carterón, algunos detalles, pero hay algo muy importante en la canción: Simón muere solo en un hospital porque su padre nunca fue a verlo. Hubiera querido tener a Simón al frente y decirle: “Amigo, te hice una canción”.

¿Y Carmen cuándo llegó?

Yo estaba en un mall en San Juan, vitiriniando, cuando se me ocurrió una canción. No llevaba la guitarra ni la grabadora, así que llamé a mi amigo Sony Hernández para que me prestara un estudio.

Él estaba allí con dos chicas. Una era Carmen. Me encerré en el estudio, y entró ella: “¿Molesto?”. “No, si te quedas calladita”, le dije. La miré de reojo y pensé: “Que chica más bella, pero las mujeres lindas son problemáticas”, así que seguí tocando.

Luego salió, y yo dije: “Bueno, se fue”, pero regresó con una hoja y una pluma, haciendo caras de ¿te ayudo? Así que comencé a dictarle y ella tomaba nota.

Era “Una en un millón”, que la grabó Jerry Rivera. Treinta y dos años después sigue siendo la dueña de mis amores.

¿Alguna canción dedicada a Carmen?

“Amores como el nuestro”, pero he guardado la mayoría de canciones que le compongo. Aunque tengo una primicia: el Septeto Acarey está por lanzar un disco en homenaje a mi trayectoria: diez canciones y un bonus track.

A lo mejor cuando circule esta edición ya habrá salido En tiempo de son. Ahí va una canción para Carmencita: “Este son es para ti”.

YO NO SOY COMPOSITOR DE SALSA, MI CANCIÓN ES TIPO SERRAT, SABINA…

¿Qué te quedó de Puerto Rico?

La música que me hizo un nombre tiene como base a artistas puertorriqueños. Tuve la gran dicha de que mi carrera iniciara en un momento en que comenzaban los cantantes sin canciones y yo tenía canciones sin cantante: Gilberto acababa de dejar su orquesta, Tony acaba de empezar, con Luis Enrique experimentábamos juntos…

Una de las bendiciones que Dios me ha dado fue estar en Puerto Rico en el momento en que iniciaba la salsa romántica; había una salsa erótica, pero a mí no me gustaba. Había un espacio para los compositores de balada romántica, para que lleváramos nuestras historias de amor a la salsa.

Yo no soy compositor de salsa, mi canción es tipo Serrat, Sabina, pero cuando la llevas a la clave ahí está la salsa. Y eso me salía facilito: “Vivir sin ella”, “Conciencia” y “Esto no me puede estar pasando a mí”.

Omar Alfanno posando frente a cuadro de premio Asca.

Pero muy pronto te fuiste para Miami…

Tenía que irme. En Puerto Rico se festea mucho y tocaba estar en relaciones públicas. Yo le dije a Carmencita: “Nos tenemos que ir. Demasiada fiesta”, y llegamos a Miami. Que, aunque parezca que Miami es un party, no es así.

Hice un alto y le di las gracias a mi tío. Y es que cuando tú estudias una carrera como Odontología, aprendes a tratar un caso, concentrarte y tener un plan de trabajo, y eso lo apliqué en mi vida.

Ante tanta parranda, gracias a que tenía disciplina y a Carmencita a mi lado, me di cuenta de que debía hacer una carrera seria: yo salía, pero iba a trabajar.

Tuve un horario de compositor, fui muy estricto en mis cosas. Las personas que han sobrevivido en este oficio son las que han tenido orden.

¿Y qué te dio Miami?

Cuando nos fuimos a Miami, sabíamos a lo que íbamos. Sabíamos que era una tierra por conquistar, había que empuñar un sable muy fuerte, porque aquí “quítate tú porque aquí voy yo”.

En Miami aprendí a retarme, a no confiar y a irme directamente a los cantantes, no a través de las editoras. Y eso se los agradezco a ellos. Miami me dio dos cosas más: Yara y Giovanna, mis hijas. Pero un día, diez años después, el señor me dijo: “Vuélvete a tu casa”, y en Panamá llevo veinte años.

En Miami tengo mi casa, mi hijo, que es compositor, pero vivo aquí. Yo quise criar a mis hijos aquí, por mi bien mental. 

ALGUNOS DE
SUS ÉXITOS

 

1. “El gran varón”,
Willie Colón.

2. “Amores como el nuestro”,
Jerry Riviera.

3. “Apiádate de mí”,
Víctor Manuelle.

4. “Que alguien me diga”,
Gilberto Santa Rosa.

5. “Nadie como ella”, Marc
Anthony.

6. “El perdón”,
Rubén Blades.

7. “Conciencia”,
Gilberto Santa Rosa.

8. “Te conozco bien”, Marc
Anthony.

9. “A puro dolor”,
Son By Four.

10. “Vine a buscarte”,
Fonseca.

¿Cómo es tu proceso creativo? Hay escritores que necesitan disciplina y horario; otros esperan la inspiración…

Hay tres etapas. Primero, el que te dije de cuando era pela’o. Me dicen así se hace una canción y la canción se hace. Luego el enamoramiento: yo quiero hacer esa canción porque me gusta esta chica. Luego, cuando entras a la industria del disco, la cosa se complica. Hay unos filtros muy grandes, y ya no es: “Hice esta canción para mí”, ahora es “la puedo ajustar para Gilberto Santa Rosa, Luis Enrique o Marc Anthony…” Cuando entré al negocio, Carmen trabajaba en Sony y me tenía una lista interminable de artistas.

Pero “El gran varón” me abrió una puerta tan grande, que no tuve que volver a golpear otras. Mas no podía quedarme con esa, me pedían: “Dame una como aquella, una como la que me diste el año pasado”. Y entonces debes acostumbrarte a que la musa es tu negocio.

Y el último paso es ponerle un horario. Este proceso llegó en un momento en que yo tuve que cambiar. Lo que tenía era muy matador: empezaba a las cuatro de la tarde y terminaba a las diez de la mañana. Hasta que me di cuenta de que en la mañana la mente está fresquita, y me volví diurno. Me tomo mi cafecito, arreglo el mundo y me pongo a trabajar.

A mi me  pusieron el «sastre»…

Cuando le escribes a Marc Anthony o a Gilberto Santa Rosa, ¿estás pensando en ellos? 

¿Tú sabes que canción es para quién cuando la musa llega?

A mí me pusieron “el Sastre”, porque compongo a la medida de cada uno. Tú conoces la tesitura de cada uno. No le vas a dar a Gilberto una canción con la tesitura de Marc. Aprendí a dar las canciones a la medida.

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