La despedida de Serrat
Después de un maratónico año, con más de ochenta presentaciones en varias partes de América y Europa, Joan Manuel Serrat culmina la gira “El vicio de cantar” y dice adiós a los escenarios.
Por Paula Ríos
Fotos: Getty Images
Hay que hacer fila. No es un recital. Hay cámaras, micrófonos, periodistas… En el lobby del teatro nos reciben con una copa de agua. La entrada a la sala es apremiante para encontrar ubicación. Un banner enorme centrado en medio del escenario, señala: El vicio de cantar – Serrat 1965-2022. De un momento a otro sale a conversar con nosotros el reconocido cantautor español Joan Manuel Serrat, quien acaba de anunciar que esta es su última gira.
Un retiro de los escenarios, pero no de componer y seguir viviendo “de forma tan bonita, que da gusto verlo” (como reza una de sus canciones). De repente, su presencia inunda el lugar con una tensa calma, los flashes de las cámaras centellean al unísono. Todos quieren su foto. Joan conoce las reglas a la perfección, y mientras se deja retratar ostenta su mejor sonrisa. La comisura de sus labios también deja asomar años de profesionalismo, genialidad, experiencia… de música aún no creada.
“Mi vida en general está siendo muy satisfactoria personal y artísticamente”, señala el cantautor en el inicio de una cálida conversación, mientras bebe de su copa. “Los lugares valen en tanto y cuanto han sido compartidos con sueños y personas”, agrega aludiendo a los países que visita y ha visi- tado en sus giras. Las primeras declaraciones bien podrían ser parte de la letra de una nueva canción. Porque Serrat, más allá del músico, aplica toda una filosofía de vida.
Pero el testimonio más sentido surge cuando habla sobre su retiro: “Cuando vi que Sabina tuvo la mala fortuna de caerse del escenario mientras hacíamos la tercera gira de ‘los Pájaros’, aquel día empezó una necesidad de ver dónde estaba parado. Tuvimos que suspender la gira, e inmediatamente apareció el covid, que nos encerró en nuestras casas. Que nos obligó a un funcionamiento social distinto… a mí me tuvo recluido. Cerraron los teatros, los lugares de actuación, y esto me fue apartando de la cotidianidad con el oficio. Noté que el tiempo se me acortaba, y que quizás era un buen momento para plantear una última gira”.
A lo que añade: “No tengo contados los conciertos; ni los que he hecho, ni los que tengo por hacer. Es una actitud absolutamente defensiva, ya que esta gira está llena de trampas, de emociones, de sentimientos. Por lo tanto, trato a cada uno de los conciertos como el último. Surgen emociones a las que no quiero renunciar ni tampoco potenciar, si no me desarmaría… he decido retirarme del escenario, no de la música”. La pausa se hace larga, las manos del “Nano” se ponen sudorosas, así como sus ojos vidriosos reflejan ese dolor necesario al hablar del tema.
La distensión llega pronto, y una sonrisa ilumina su rostro cuando surge la pregunta acerca de a quién le otorgaría el Premio Nobel de Literatura: “Sin dudas a Chico Buarque, porque es un colega que ha hecho canciones conmovedoras; luego a Silvio [Rodríguez], porque escribió las letras más inteligentes y es un gran ejemplo; después a mi amigo Joaquín Sabina, porque es algo que le gustaría”, expresa mientras estalla en una carcajada.
Se apagan las luces y las palabras, Joan Manuel se retira después de conversar sobre una pequeña parte de su extensa y rica vida, que comprende desde sus inicios cuando, por ejemplo, formaba parte de la Nova Cançó catalana, la generación de cantautores que reivindicaron el uso del catalán durante la dictadura de Franco; cuando una canción suya ganaba el certamen de Eurovisión; o al homenajear a poetas de la talla de Antonio Machado, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Joan Salvat-Papasseit o Mario Benedetti en sus canciones. Es un hasta luego maestro, un hasta luego de “esos tiempos… que más que buenos o malos, fueron los míos y han sido los únicos”.
Deja una respuesta