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Destino Estados UnidosKennedy Center: con sello de época y vanguardia en el siglo XXI

Kennedy Center: con sello de época y vanguardia en el siglo XXI

Por Sol Lauría
Fotos: David Álvarez Veloso

La vista es esta: edificios trazados en mampostería, sillones, paredes blancas y el actor Alec Baldwin, quien está en ese escenario para homenajear al famoso showman David Letterman. Dice Baldwin sobre el Late Show que reinventó la TV: “Es como estar en una montaña rusa. Es estimulante; también es peligroso, da miedo y hace sudar”, y enumera una hilarante lista de diez razones por las que Letterman obtuvo el Premio Kennedy. Entonces el punto de vista gira y se ve esto: David Letterman con gafas, corbata negra y cara de juguetería, ríe inclinado hacia delante. La gente se para y se vuelve hacia el palco del hombre del momento. él también aplaude, ríe de nuevo y recibe la ovación con gracia.

Yo sé que no soy digno, pero estoy muy contento por mi familia, que ahora piensa que no soy tan idiota dice el humorista de la CBS con piernas de avestruz y saco oscuro.

Es la entrega del premio con más alcurnia en Estados Unidos, el que cada año entrega el Gobierno a cinco artistas: el Kennedy Center Honor. Una jornada de lujo en el Opera House del Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas, un gigante con espíritu de reducto y alma de benefactor en el oeste de Washington, DC.

La cámara enfoca a Michelle y Barak Obama, presidente de Estados Unidos, sentados en el palco presidencial, al lado de Dustin Hoffman y otros tres condecorados: Buddy Guy, Natalia Makarova y tres de los integrantes de Led Zeppelin. Este es uno de los eventos del año en el Centro Kennedy, una institución público-privado que promueve y edifica cultura. Una ciudadela que tiene dos compañías de ópera, una de ballet, seis teatros y un club de jazz.

Cada espectador pagó al menos 5.000 dólares por la entrada, pero valió la pena porque se trataba del evento del año. Los que no pueden desembolsar tanto, lo ven por TV.

Y gratis también

Cualquier día, delante de un telón de terciopelo azul, un piano y una butaca, asoma una señora oriental, con vestido floreado y micrófono en mano, que anuncia a pequeños pianistas del mundo. Una competencia que es una gran oportunidad para jóvenes talentos.

Es un miércoles y son las seis de la tarde en este sitio visitado por dos millones de personas al año. Todos los días a esa hora la escena puede ser esa o esta: once mujeres y cinco hombres en traje deportivo, de frente al auditorio. La percusión resuena apurada y agita los pasos, contagiando movimiento a hombros, caderas, brazos. Posan las manos en una pared imaginaria, son arrastrados por una fuerza que los obliga a saltar, caminan en cámara lenta sin desplazarse. Es el grupo Synetic, de Arlington, que pone movimiento a la clásica novela El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde.

Es el espacio de la daily performance. Precisamente el Gran Vestíbulo, un rectángulo recostado, con vista al río Potomac, en el límite oeste de la ciudad. Es la última sala de la planta baja del edificio, más alta que el monumento a Washington, alumbrada con las 385 bombillas de las arañas con cristales de Suecia. Aquí, en el Millennium Stage, cada día a las seis de la tarde hay eventos gratis.

No repetimos los espectáculos ‚Äïaclara Michael Kaiser, el gurú que comanda este gigante. Este es el centro cultural nacional por excelencia y tenemos tanto responsabilidades nacionales como internacionales. Y aunque usted no lo crea, es gratis. “Aquí no se paga un centavo”, garantiza John Dow, del departamento de Prensa. “Una de las principales misiones del Centro Kennedy es la educación artística. Y para eso hay que garantizar el acceso a la música y la danza”, agrega. El objetivo es, enfatiza Kaiser, “cómo mejorar la vida de la gente, colmándola de música, danza, teatro, poesía y espectáculos, pensados todos como puentes que ayuden a la comprensión mutua”.

Revolución sesentera

La década del 60 marcó a fuego la historia: reivindicación de los derechos civiles, paz y amor, flower power, la llegada del hombre a la Luna, la explosión de la música popular capitaneada por los Beatles, la revalorización de las expresiones artísticas como manifestación del espíritu, el grito social, una nueva concepción del arte y hasta la revolución de los Estados, invirtiendo en eso que antes era ámbito de los privados. Fue una década que cambió el mundo. No es casual que el Centro Kennedy surgiera en ese contexto.

Fue una sorpresa: en un país donde lo público nunca acostumbró involucrarse en cultura, inauguró un centro cultural en homenaje al presidente que fue figura fundamental de la época, ya que él concibió un programa de educación que es modelo en su género. Hoy este recinto ofrece más de dos mil representaciones teatrales y musicales por año.

La idea surgió en 1958, cuando gobernaba Dwight Eisenhower. En los años 50 Washington era una ciudad burocrática y la cultura era un patrimonio exclusivamente neoyorquino. Entones Eisenhower decretó la construcción de un centro cultural en la ciudad. Dispuso 17 acres de un parque nacional, en un punto del oeste a orillas del Potomac, donde termina lo que hoy se conoce como Foggy Bottom.

Allí tuvieron la ley pero no la institución que iba a ser independiente y autosuficiente. Kaiser, presidente del Kennedy, lo explica así: “Estados Unidos fue fundado por puritanos, que pensaban que la danza y la música eran moralmente malas. Entonces no tuvimos un respaldo cultural estatal, tuvimos que aprender otras formas de financiamiento para las organizaciones artísticas”.

Pero cuando John F. Kennedy llegó a la presidencia hizo suyo el proyecto que pretendía ponerle fin a esa situación. Dicen que John y Jackie Kennedy organizaban reuniones y cenas con el fin de recolectar fondos y obtener donaciones para levantar el sueño, cuyo costo inicial fue de 70 millones de dólares. John se involucró en la planificación, pues estaba convencido de que la Casa Blanca debía ser un lugar para celebrar la cultura. Por eso, cuando fue asesinado, creció un sentimiento en todo el país: había que ponerle su nombre a la obra.

Tras trece años de construcción, el 8 de septiembre de 1971 abrió como un monumento nacional conmemorativo a Kennedy. Desde entonces, el Congreso aporta para el mantenimiento del edificio y es una sociedad público-privado que se financia con ayuda del Gobierno, donaciones privadas y empresariales y la venta de tickets.

El mundo en DC

Todo el mundo estuvo y está hoy aquí, representado en regalos que llegaron por barco o en tren y cuelgan en paredes, techos y escaleras; en manifestaciones y presentaciones (hay aquí performances de grupos de los cinco continentes), y en especialistas que cada año vienen a estudiar cómo se gestiona un centro cultural, cómo obtener recursos, cómo convertir a la música y la danza en una herramienta de integración.

Por ejemplo, las 3.700 toneladas de mármol de carrara de la entrada son un regalo de Italia. Inglaterra homenajeó con una escultura de bronce de Barbara Hepworth. Noruega obsequió candiles que adornan la sala de conciertos que es el más grande de los teatros y sede de la Orquesta Sinfónica Nacional la Opera House es iluminada por lámparas de Austria, mientras que el Golden Circle Lounge es alumbrado por una araña de cristal procedente de Irlanda. De hecho, más de sesenta países enviaron algo durante la etapa de planificación. A eso se debe la presencia de cuadros de Matisse y Goya y de un rey David rodeado de salmos, que se halla en la sala de Israel.

Este es un centro norteamericano pero está situado en Washington, lo cual le imprime ese carácter internacional, que también se evidencia en las casi doscientas banderas de países suspendidas en lo alto del Salón de las Naciones, puerta de entrada al edificio e inicio de un recorrido cosmopolita que promueve la cultura expuesta. “Millones de personas en todo Estados Unidos se benefician cada año de programas que trabajan directamente con las escuelas, maestros y estudiantes de todos los estados”, cuenta John Dow.

Es parte de la educación que fomentan aquí y en la que la Orquesta Sinfónica Nacional desempeña un papel muy importante: programas especiales para niños, entrenamientos para jóvenes músicos y conciertos en escuelas e iglesias de Washington. Claro, cuando no tienen programadas presentaciones en otoño y primavera. Porque cuando el clima es templado, es temporada en la Opera House, uno de los tres teatros del Kennedy Center. Segunda en capacidad, la sala alberga en diciembre la ceremonia de los Kennedy Center Honors, gala que honra a los artistas más sobresalientes desde 1978.

El Eisenhower y la Sala de Conciertos, que completan el trío de lujo de la planta principal, son distintos, pero igualmente despampanantes. Los hermanan además los palcos reservados para el presidente, su familia e invitados.

La cita fija de los Obama es con la danza moderna. Por supuesto, no se pierden los premios de los que son anfitriones. Esos galardones que “poseen un poder sin parangón que hace que las artes sean tan importantes”, como dijo Obama en la última edición.

Ese día en que, por ejemplo, se rinden honores a David Letterman o a Meryl Streep, los quinientos voluntarios permanentes del centro, que durante el año guían tours y ayudan en administración, corren, suben y bajan en fina sintonía con la perfección del marco. Ellos son los principales impulsores de la obra una vez que se está dentro del Kennedy: narran con pasión inigualable los detalles, la decoración y las obras que infunden cultura.

Aquí se respira, vive y siente ese espíritu de la década que gestó este espacio dinámico, que hoy se nutre de expresiones novedosas y mantiene lo clásico. Este Centro que en el nombre encierra un legado. El Kennedy, con sello de época y vanguardia en el siglo XXI.

 


Cómo llegar

En metro, tome las líneas naranja o azul hasta la estación Foggy Bottom-George Washington University. Al salir, tome el autobús gratuito del Centro Kennedy, que lo llevará directamente hasta él. Dirección:2700 F St. NW Washington, DC 20566.

Visitas guiadas gratuitas

De lunes a viernes, los Amigos del Centro Kennedy ofrecen visitas guiadas gratuitas de 10 a.m. a 5 p.m. Sábados y domingos de 10 a.m. a 1 p.m.

Compra de entradas

Puede consultar la cartelera en la página http://www.kennedy-center.org y comprar entradas en la taquilla, situada en el Salón de los Estados y abierta de 10 a.m. a 9 p.m. de lunes a sábado. También en el teléfono 202 467 4600 o en la web.

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