John Williams en concierto
John Williams es el compositor más exitoso de nuestros tiempos: con más de cien películas bajo su batuta, ha ganado cinco premios Óscar, 50 nominaciones, premios BAFTA, Grammys, Globos de Oro, Emmys e incontables discos de oro y plata. Este año celebra sus noventa años de vida mientras compone su última banda sonora.
Por Julia Henríquez
Fotos: Farah Sosa at the Hollywood Bowl / cortesía de Los Angeles Philharmonic association
Así como los grandes compositores de música clásica ambientaron los dramas del teatro, los compositores contemporáneos les dan vida a las historias del séptimo arte. John Williams, se puede decir con toda la confianza del mundo, es el compositor más exitoso de nuestros tiempos, con más de cien películas bajo su batuta. No es por nada que el Hollywood Bowl dedica tres días anuales a celebrar su vida y obra con sus seguidores más entusiastas.
Aún estábamos lejos cuando empezamos a ver las advertencias del tráfico pesado a causa de su concierto, y es que los más de diecisiete mil puestos disponibles en el Hollywood Bowl fueron reservados. Este año es especial: Williams está celebrando sus noventa años de vida mientras compone lo que, según anunció, será su última banda sonora. Por alineaciones del destino, el recinto que nos recibe también está marcando un hito en su historia, pues este concierto se celebra en medio de los festejos de sus cien años.
Cuando por fin vemos las tres gigantes musas que nos reciben, sabemos que estamos cerca. La fuente de entrada al teatro es una majestuosa muestra de art déco, diseñada por George Maitland Stanley y dirigida por Charles Toberman, promotor de lugares emblemáticos como el Teatro Chino de Grauman y el Hotel Roosevelt de Hollywood. Es, además, una afirmación de esperanza creada durante la Gran Depresión para declarar y reforzar la importancia del arte en la capital del entretenimiento.
El Hollywood Bowl abrió sus puertas en 1922 y desde entonces ha sido el anfitrión de los lanzamientos musicales más importantes de California. Todo empezó en 1916, con la conmemoración de la vida de Shakespeare y la primera producción al aire libre del teatro comunitario. La presentación de Julio César, con cinco mil artistas, dejó tan entusiasmado al público y sus organizadores, que empezaron la búsqueda de un lugar permanente para el arte bajo las estrellas.
Al fondo ya empezamos a ver luces de colores que enfilan las calles de entrada; pero estas luces no son faros de iluminación pública ni decoraciones navideñas: son sables láser de la resistencia. En efecto, Williams es, más que nada, seguido por los fanáticos de la saga La guerra de las galaxias, de George Lucas, quienes vienen con su batuta ansiosos por codirigir las marchas más esperadas de la noche.
Ya dentro del Bowl, podemos visitar el museo que cuenta paso a paso la historia del recinto o disfrutar un picnic en sus muchos jardines. Pero nosotros aceleramos el paso, mientras pasamos por los restaurantes y bares, ansiosos por el espectáculo. Hemos esperado cuatro años y cuatro meses para poder sentarnos en nuestras butacas de madera frente a los coloridos arcos del Hollywood Bowl.
El sol baja y las luces se prenden, el público aplaude sin pausa mientras los instrumentos inician su melodía. La noche la abre David Newman, invitado especial para esta apertura curada por el mismo Williams. Newman hace un popurrí de las películas más entrañables de Hollywood y cuenta alguna anécdota de la juventud de Williams. Remata con un momento lleno de emoción cuando la orquesta entona las notas de E.T.
De repente el público se pone de pie en medio de una explosión de adrenalina, al fin se asoma en el escenario ese “dios” de la batuta. John, con sus noventa años, camina como un niño emocionado, su blazer blanco combina con sus canas y su sonrisa pícara. Cuando veo las lágrimas de emoción en el rostro de mi esposo, confirmo que la decisión que tomamos de gastar todos nuestros ahorros para estar aquí y ahora fue la correcta. No se trata de idolatrías, se trata de celebrar la vida del mayor compositor de la era moderna.
Sencillo, John agradece nuestros aplausos y dice que tanta emoción lo carga de tal energía que cree poder estar de vuelta en diez años, para celebrar juntos su centenario. Los gritos solo pueden ser silenciados por el tic tic de su batuta. Levanta sus manos y mágicamente nos transporta a las remotas montañas de Inglaterra. Volamos en las escobas que forman las notas y Williams nos dirige por los pasillos de Hogwarts. Luego nos hace bailar por los tejados al ritmo de renovados tonos que nos cuentan la importancia de las tradiciones de Tevye, para después hacernos literalmente llorar con La lista de Schindler.
Steven Spielberg y John Williams han creado los momentos más memorables del cine moderno. Las historias relatadas desde puntos de vista únicos del cineasta no pueden tener mejor compañía que las partituras de Williams. La dupla ha trabajado mano a mano por más de cuarenta años en cintas como E.T., Tiburón, Parque Jurásico, Encuentros cercanos del tercer tipo, la saga completa de Indiana Jones, Salvando al soldado Ryan, Amistad, Múnich, Hook, Atrápame si puedes, Minority Report, Inteligencia artificial y Caballo de guerra, entre otras.
El silencio ha invadido el escenario y los pañuelos a mi alrededor intentan disimular la emoción de los asistentes; nosotros guardamos silencio, y hasta la respiración. Unos segundos después Williams nos hace un regalo inolvidable: la música de la quinta película de Indiana Jones, su último trabajo cinematográfico, que ni siquiera ha salido de los estudios. Y el público vuelve a enloquecer.
Para el cierre, lo más esperado. Aunque nosotros lo amamos por cada una de sus obras, aquí lo buscan por la fuerza que posee y ha sabido utilizar para el bien. Suena tan solo una nota y ya sabemos que viene una obra conocida hasta en las galaxias más más lejanas. De repente nuestro entorno se llena de luces de colores, el público alza sus láseres y junto a Williams mueven sus batutas-sables para derrotar al Imperio y cerrar la velada con broche de oro.
¡Salud por los próximos diez años! Nos vemos pronto, querido amigo.
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