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Destino BrasilJericoacoara, la princesita del mar

Jericoacoara, la princesita del mar

Por: Carolina Pinheiro
Fotos: Tom Alves

Hace muchos años, doña Delmira Silvestre das Chagas Silva montó un pequeño quiosco en la playa para ganarse la vida con el turismo. Además, como es una amena contadora de historias, a su alrededor siempre se congrega un grupo de personas que escuchan atentamente sus divertidas narraciones. De esta manera, ella pasa las horas transmitiendo al forastero un poco de la cultura de Nova Tatajuba, villa de pescadores cerca de Jericoacoara, paraíso tropical en el extremo norte del estado de Ceará. Aunque esta aldea de pescadores solía ser un área aislada del mundo, desde la década del 80 comenzó a tener gran proyección internacional, gracias a su paisaje privilegiado, y se convirtió en la principal atracción del estado.

Jeri, como la llaman familiarmente nativos y visitantes, es uno de los destinos más populares del nordeste brasileño, debido a la diversidad de sus paisajes: playas, lagunas, dunas, acantilados y mucho sol durante el año entero, que atraen a miles de turistas de Brasil y el exterior. Este oasis se halla entre las inmensas dunas del Parque Nacional de Jericoacoara, que abarca 6.300 hectáreas y es casi inaccesible en vehículos convencionales. Es famoso por su exuberante naturaleza, la hospitalidad de su gente y la Rota das Emoções, que recorre los estados de Piauí y Maranhão. Para los amantes de la vida al aire libre, las opciones de actividades son tantas que lo ideal es reservar al menos una semana para estas vacaciones.

Sin perder su fascinante lado rústico, esta villa posee una excelente estructura hotelera y gastronómica, con un menú rico en mariscos, entre otros platos. Junto a los pasillos de arena se despliega un hermoso conjunto de casas, además de un centro comercial con restaurantes bien decorados, bares acogedores, heladerías y cafés. Flavio Morales, guía de turismo, comenta que “el antiguo nombre del pueblo era Vila Serrote. Entonces vivíamos de la pesca; en cambio ahora es raro ver a un pescador por aquí, pues el turismo se volvió la principal fuente de ingreso del pueblo. Cuando empecé, llevábamos a los turistas a pie. Yo ponía las maletas en una mula y caminábamos hasta Jijoca. Venía muy poca gente”.

Belleza sin par

El Parque abarca doscientos kilómetros entre las playas de Preá y Guriú. La franja de mar de Jeri posee dos kilómetros divididos por una punta de arena: a la izquierda queda Praia da Vila y a la derecha Praia da Malhada. El camino se puede recorrer por la vereda de la playa, si la marea está baja, o por el camino del Morro do Serrote, si está alta. Lo mejor es ir por uno y regresar por el otro, ya que la vista es impresionante en ambas rutas. Durante el trayecto, el turista pasará por pequeñas playas desiertas rodeadas de peñascos, acantilados de arena anaranjada y crecientes de arena blanca bañadas por el mar.

La caminata de dos kilómetros hasta Pedra Furada, símbolo turístico de la zona, vale la pena porque es un destino vital para quienes deseen apreciar la belleza de la región. Esta formación natural consiste en un hermoso arco rocoso sobre la playa. Curiosamente, durante el equinoccio de invierno se puede ver que el sol encaja justo dentro del hueco de la piedra en el ocaso, lo cual resulta ser una imagen incomparable. El punto perfecto para presenciar este espectáculo diario de la naturaleza es una duna de treinta metros, al lado de la Praia das Canoas. Cuando hay luna llena, el sol se pone a un lado y la luna se levanta al otro. Muy cerca de allí está el faro, un mirador fantástico con una vista panorámica de 360 grados sobre la ciudad y el Parque Nacional de Jericoacoara.

Al aire libre

Este lugar de playas y lagunas de agua cristalina goza de mucha popularidad, sobre todo de julio a septiembre, cuando llegan muchos turistas extranjeros a pasar sus vacaciones. Los vientos propician excelentes condiciones para practicar deportes de vela, kitesurf y surf en las lagunas Azul y Paraíso, en Jijoca, que también son ideales para nadar, remar en kayak y zambullirse. Quienes deseen llegar hasta allí deben hacerlo en un vehículo 4×4, los cuales parten de la Villa de Jericoacoara. Otra divertida opción es alquilar un buggy para ir hasta la laguna Azul.

En el camino es tradicional hacer una parada para almorzar en el lago de Jijoca, también conocido como Lagoa do Paraiso. El regreso se hace por las grandes dunas del Parque Nacional. También hay un camino que lleva hasta Lagoa da Nova Tatajuba, que incluye visitas a la playa Mangue Seco, a los manglares del río Guriú y a las ruinas del antiguo poblado de Tatajuba, cubierto por las dunas.

La Isla del Amor, en Camocim, es un lugar de pesca con una atmósfera primitiva. El pescador Edmar cuenta que el nombre surgió de un romance que sucedió hace más de cien años, semejante al de Romeo y Julieta. “Según cuenta la leyenda, dos familias rivales no permitían el noviazgo de sus hijos. Ambos jóvenes huyeron a esta isla, donde vivieron felices y en paz durante cuarenta años”. El nombre le hace justicia a la historia. A pesar de que el tráfico de embarcaciones es más intenso hoy en día, al ambiente bucólico y cinematográfico llama la atención de las parejas.

Ida y vuelta

Con un área de 146.300 kilómetros cuadrados, el estado de Ceará suele ser el escogido por el turista como punto de partida para la Rota das Emoções. Desde la moderna ciudad de Fortaleza, que tiene una intensa vida nocturna y cultural, se toma un camino hacia Jericoacoara. La playa es un distrito de Jijoca, ciudad con comercio activo y pocas opciones turísticas, algunas posadas y una economía centrada en la agricultura (principalmente el cultivo del marañón y la comercialización de la castaña). El municipio tiene 19.000 habitantes, de los cuales apenas dos mil viven en la playa de Jericoacoara.

Palmeras, arena blanca y el mar con varios tonos de azul hacen de la playa el principal destino del litoral, ideal para los aventureros. El ecoturismo es la modalidad más practicada en Jeri, y los nativos reciben a los visitantes con mucha cordialidad. De hecho, la cultura popular es otro fuerte atractivo que encanta al viajero; no en vano, se dice que basta ir una vez para enamorarse del lugar. “El que viene a Jericoacoara no la olvida jamás”, dice Delmira, la contadora de historias de Tatajuba. “Es un lugar para amarse”. Y para regresar cuando sea posible.

 


Servicio

Diversas operadoras de turismo llevan al turista al Parque Nacional de Jericoacoara. Una de las más destacadas es Natur Turismo. La calidad cosmopolita de Jeri y su fama de lugar festivo hicieron que se ampliara la oferta hotelera. Por eso hay innumerables opciones de hospedaje y gran diversidad culinaria, que ofrece platos del litoral con mariscos (pescado, camarón, langosta y cangrejo) y recetas del interior como carne de sol, baião-de-dois, macaxeira y cuscuz de milho.

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