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Vistas de PanamaEl nuevo museo de Panamá La Vieja

El nuevo museo de Panamá La Vieja

Por Ana Teresa Benjamín
Fotos: Javier Pinzón

Al este de los rascacielos de Ciudad de Panamá, del bullicio de su zona bancaria y de la amplia costanera que se extiende frente a la avenida Balboa y El Chorrillo, se encuentra el sitio arqueológico más grande y emblemático del país: Panamá La Vieja.

Con sus 28 hectáreas de extensión, Panamá La Vieja fue durante la época colonial una ciudad de hasta sesenta hectáreas de superficie, la mitad de ellas ocupadas por viviendas, edificios de gobierno y de la Iglesia. De hecho, las ruinas que hoy subsisten eran de esa élite económica y política que, al tener más recursos, construyeron edificaciones más perdurables que las chozas levantadas en barrios periféricos como Malambo y Pierdevidas.

La historia cuenta que la Ciudad de Panamá fue el primer asentamiento europeo fundado en el litoral pacífico americano, el 15 de agosto de 1519. Su fundador, Pedrarias Dávila, es descrito como un hombre irascible, intrigante, violento, manipulador, arbitrario y hasta perverso que, sin embargo, cumplió con lo que la Corona le pidió: fundar pueblos, descubrir territorios claves, ejercer autoridad férrea y convertir a Panamá en punto inicial para las exploraciones hacia otras partes del continente. Como dice el historiador panameño Alfredo Castillero Calvo en su libro Historia urbana de Panamá La Vieja, las quejas sobre los métodos de Dávila fueron reiteradas, pero al final fue recompensado con la gobernación de Nicaragua, en donde “murió viejo, muy rico y sin llegar a conocer el castigo terrenal que merecía por sus muchas maldades”.

Pues bien: en este lugar donde hace casi quinientos años fue fundada la primera Ciudad de Panamá se inauguró, hace apenas unas semanas, el Museo de la Plaza Mayor, donde se puede conocer la historia prehispánica del lugar, su desarrollo como ciudad colonial y su posterior caída por medio de trece puntos o ámbitos. “Lo que hicimos fue una reformulación”, explica el historiador Néstor Sánchez, coordinador de educación del Patronato de Panamá Viejo, entidad encargada de la administración del sitio arqueológico desde 1995. “Lo que hicimos fue incorporar más piezas y más información, para entender mejor a Panamá La Vieja”, agrega Sánchez, refiriéndose a la exhibición del museo anterior, que estaba ubicado en el Centro de Visitantes.

El Museo de la Plaza Mayor es un edificio de dos alas que emula una casa colonial de clase alta, porque solo las familias de mayores recursos podían ubicarse cerca de la principal zona pública de la ciudad: la plaza frente a la Catedral.

El recorrido empieza con la exhibición de objetos de cerámica y de la vida cotidiana de los habitantes originarios del sitio, indígenas que hablaban la lengua cueva y se dedicaban a la pesca y a la agricultura. Así, por ejemplo, aparecen puntas de raya que utilizaban para cazar o defenderse, navajas y piezas de cerámica no solo de la antigua aldea de pescadores sino otras provenientes de la zona cultural del Gran Coclé —hacia el centro del país—, lo que indica que había intercambio entre los distintos pueblos indígenas. La exhibición también incluye los diferentes tipos de entierros que se practicaban y objetos encontrados en los estos sitios, incluyendo el collar de conchas hallado junto a “La Señora de Panamá Viejo”, un esqueleto descubierto en los predios de la Plaza Mayor que, a juzgar por la cantidad de cráneos y objetos que había a su alrededor, se deduce que ocupaba un puesto de importancia en la aldea.

La segunda parte del nuevo Museo muestra las primeras expediciones de los españoles en el istmo y la fundación de la ciudad. Dice Castillero Calvo que cuando Pedrarias llegó a Darién, en 1514 —donde se había fundado Santa María la Antigua—, sus compatriotas habían cumplido ya varias fases: Vasco Núñez de Balboa había cruzado el istmo hasta alcanzar el Pacífico —Balboa sería luego decapitado por órdenes de Pedrarias—; entre 1514 y 1519 se había empezado a explorar las aguas del Golfo de Panamá y las islas del Archipiélago de Las Perlas —Gaspar de Morales había regresado del archipiélago con un enorme cargamento perlífero, dejando a su paso una gran estela de sangre—, y Gaspar de Espinosa había penetrado las sabanas occidentales saqueando los grandes cacicazgos de Natá, Escoria y París.

De todas estas expediciones y por las dificultades que se enfrentaban en Acla y Santa María la Antigua de Darién (condiciones geográficas y ataques de indígenas y cimarrones), Pedrarias concluyó que el desarrollo de las colonias debía orientarse hacia el occidente. Esta decisión le causó conflictos graves con quienes ya tenían intereses en las dos primeras ciudades, fundadas en el oriente. Pero la historia, como se dijo antes, jugó a su favor.

Se calcula que el primer conquistador en llegar a las cercanías de Panamá Viejo fue Antonio Tello de Guzmán, en 1515. Los españoles tenían instrucciones claras de la Corona: “Explorar, conquistar y poblar”. En ese proceso de conquista, fundación de ciudades y administración de tierras, llevaban consigo el llamado “requerimiento”, un texto en el que se “requería” a los conquistados convertirse en vasallos del rey de España, adoptar la fe católica y obedecer la autoridad de los conquistadores.

Sobre este período, en el Museo se pueden observar algunas piezas de edificaciones antiguas, objetos de oro (anillos y rosarios, por ejemplo), llaves y utensilios de cocina. El ámbito principal lo ocupa una maqueta de la distribución espacial de la ciudad: los siete conventos, las Casas Reales, la Catedral y el Cabildo, la casa de alquiler del gran comerciante Pedro de Alarcón, las dos ermitas y los puentes que daban acceso a la ciudad, además de una interpretación de la ubicación de las chozas de los arrabales.

La diferencia de esta maqueta con la que se exhibía en el museo ubicado en el Centro de Visitantes es que se eliminó el puente que unía las Casas Reales con el resto de la ciudad, porque no se ha encontrado ninguna evidencia de su existencia. Al Convento de Santo Domingo, por su parte, se le agregó un espacio abierto; una especie de patio al lado de la capilla que se descubrió en los últimos años con las excavaciones arqueológicas. La última parte de esta zona del Museo es la exhibición de arte religioso, montada con piezas cedidas por el Instituto Nacional de Cultura.

La exhibición del Museo termina con la incursión a la ciudad del pirata inglés Henry Morgan, que entró por el Puente del Matadero, pasó el endeble fortín de la Natividad y se estableció en el Convento de La Merced, desde donde planeó el asedio que, durante varios días, ejecutó sobre la ciudad y su población.

Castillero Calvo menciona en su libro que en el ataque pirata de enero de 1671 murieron más de quinientas personas, entre blancos, negros, indígenas, mulatos y mestizos, sin contar heridos ni prisioneros. “La fuerza invasora entró a la ciudad en llamas para saquearla sin piedad. Luchando por sus vidas y haciendas, los defensores pelearon hasta el límite. Ofrecieron resistencia en el fuerte de la Navidad y en las trincheras y barricadas que se colocaron en las calles principales, aunque tenían pocas piezas de artillería”.

El propio gobernador de la ciudad, Juan Pérez de Guzmán, dio órdenes de volar el polvorín y poner barriles de pólvora en puntos estratégicos de la ciudad para hacerlos detonar si entraba el enemigo, y fue así como empezó el gran incendio. La idea era acabar con todo lo que pudieran llevarse los piratas como botín.

Desde las islas de Perico, Taboga y Taboguilla, las monjas de La Concepción, con los ornamentos litúrgicos del convento, el oro y la plata; y los niños y mujeres de la élite, con sus joyas y caudales, escucharon primero las detonaciones de pólvora y luego divisaron las llamaradas que anunciaban la caída de la ciudad. Hasta allá habían llegado cuando se supo que Morgan se acercaba, y cuando se hizo evidente la derrota, se embarcaron rumbo a Perú, huyendo de tan tremenda confrontación.

La última parte del recorrido es la “casa colonial”, un espacio que muestra cómo era la vivienda de clase alta de entonces: arriba, el espacio de las mujeres, con los dormitorios, el comedor y los cuartos de costura. Abajo, la tienda y la trastienda; el espacio de los hombres. La casa tenía también un corredor que llevaba hacia la cocina, parcialmente cubierta y junto al patio, y luego el espacio de la servidumbre y los esclavos, llamado el cañón.

La visita bien vale la pena. Además del Museo, en el sitio arqueológico es posible recorrer las ruinas —todas identificadas— y visitar la también nueva Librería Panamá Viejo, que abrió sus puertas con una oferta de más de tres mil títulos, ubicada en el antiguo local del museo, en el Centro de Visitantes.

Cómo llegar

El Conjunto Monumental de Panamá Viejo está al sureste de Ciudad de Panamá, sobre la vía Cincuentenario. Cualquier taxi puede llevarlo, si bien es recomendable que pida el servicio en el hotel donde se aloja.

El horario del Conjunto Monumental es de martes a domingo, de 8:30 a.m. a 4:30 p.m. La tarifa de entrada para nacionales es de 10 dólares; extranjeros: 15 dólares y estudiantes extranjeros, con carnet: 5 dólares. La tarifa incluye el parque arqueológico, el Museo de la Plaza Mayor y el Mirador de la Catedral.

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