Beyond Van Gogh llega a Panamá
En medio de su exitosa gira mundial la exposición “Beyond Van Gogh: La experiencia inmersiva” visita Latinoamérica. La exposición se encuentra en Panamá, y a partir del 14 de noviembre continuará su viaje a otros países de la región.
Por Sandra Gómez
Fotos: Timothy Norris
Yo tenía apenas catorce años cuando conocí y me enamoré perdidamente de Vincent van Gogh gracias a las diapositivas que nos presentaba Gloria Nieto de Arias en las clases de Historia del Arte. Me sorprendía cómo este artista lograba con sus pinceladas la sutileza de una nube soplada por el viento, la textura de los bosques y la perfección de las flores. Mientras nuestra ilustrada maestra nos hablaba del posimpresionismo, yo comía patatas con los campesinos, olía los campos de trigo, corría por los campos de lirios y contemplaba las estrellas en una noche despejada.
Nunca imaginé que años después estaría a un paso de distancia de sus obras en las salas del Museo Van Gogh en Ámsterdam. Entrar allí en compañía de mis hijos fue como estar de visita en su casa, tête à tête, sintiendo su inspiración, oliendo sus pinturas y viendo el mundo a través de sus ojos. Pude ver sus inicios en su tierra natal y sus tonos oscuros, la influencia de sus amigos en París y su cambio en la paleta y la tragedia de su vida incomprendida. Estaba segura de que no podría experimentar algo más sublime y, sin embargo, ese momento llegó en Bogotá, durante la exposición “Beyond Van Gogh: La experiencia inmersiva”.
Entre los muchos fragmentos de las Cartas a Théo, su hermano, expuestas allí, encontré este, que le leí a Olivia, mi nieta de seis años: “Me gustaría caminar contigo para averiguar si miramos las cosas de la misma manera”…, y entonces iniciamos nuestra inmersión tomadas de la mano. Muy pronto descubrimos que esto no era, otra vez, estar de pie frente a sus obras. Más bien, sus obras habían tomado vida y nos envolvían en todos los sentidos. Paredes y pisos eran su lienzo y nosotras éramos parte de sus pinceladas.
En efecto, trescientas de las obras más icónicas de Van Gogh fueron liberadas de sus limitaciones bidimensionales y, mediante la tecnología de proyección 3D y la música, conformaron una experiencia multidimensional como nunca había experimentado.
El recorrido inicia en la Sala de Educación, en donde aprendimos sobre la atormentada vida del artista y recuperamos algunas de las más bellas frases que intercambiaron los hermanos Théo y Vincent a lo largo de sus vidas. Pasamos luego a la Sala de Cascada, creada quizá como una transición: llena de salpicaduras y puntos de colores que fluyen por las paredes, forman intermitentemente uno de los autorretratos del artista, insinuando y preparando a los invitados para la experiencia de lo que vendrá en “Más allá de Van Gogh: la experiencia inmersiva”.
Aquí, liberadas de sus marcos, las espectaculares pinturas de Van Gogh nos envuelven y nosotras nos perdemos entre los campos de lirios y bajo La noche estrellada. Por un momento somos las musas que lo inspiraron y al mismo tiempo sus trazos nos inspiran. Corremos por las calles empedradas y nos sentamos en la terraza de un café en la noche. Observamos de cerca El dormitorio en Arlés y acariciamos con nuestras manos sus girasoles, gracias a los cuatro billones de píxeles de contenido multidimensional. Las pinturas van y vienen y chocan unas con otras, para embelesar al espectador con el genio del artista. Las palabras de Théo y los pensamientos de Vincent convierten la experiencia en algo no solo visual, sino también sonoro y narrativo. La partitura incluye una mezcla ecléctica de temas contemporáneos, incluidos Miles Davis, Pat Metheny y Max Richter.
Creada por el francocanadiense Mathieu St-Arnaud y su equipo en el mundialmente famoso Normal Studio, en Montreal (Canadá), estos genios contemporáneos le dan vida al incomparable holandés y logran que la magia multimedia transforme espacios físicos en verdaderas experiencias multisensoriales. La exhibición, producida por Paquin Entertainment Group, ha vendido más de tres millones de entradas en todo el mundo, convirtiéndola en una de las exposiciones itinerantes más populares. La exhibición acaba de llegar a Panamá, en donde permanecerá hasta el 14 de noviembre y continuará su camino por países de Sur y Centroamérica.
Cuando estábamos impregnadas de color y fascinación, vimos a lo lejos a nuestra amiga arquitecta Diana Tello, tendida en el piso bajo La noche estrellada, junto a su hija Mariana, de cinco años. Estaban embelesadas: la madre, gracias a su sensibilidad artística; la hija, en pleno descubrimiento del color y la creación. Fue su segundo trance, nos contarían después, ya que también habían reposado junto al Almendro en flor, donde, nos dijeron, pudieron imaginar hasta su aroma.
La verdad, su revelación no me extrañó. Durante el tiempo que permanecimos en la exposición, Olivia y yo fuimos estrellas de la noche de Van Gogh, fuimos reflejos en los canales oscuros, y también trigo y lirios; fuimos sus ojos y su rostro, caminamos por sus verdes valles, y fuimos nubes en el cielo. Mi nieta y yo, por un día, fuimos girasoles de Van Gogh. Estar inmersas en su mundo, en su tiempo, en su vida completó la historia de amor que empezó un día, cuando yo era apenas una muchachita de colegio.
Esta exhibición fue creada por el francocanadiense Mathieu St-Arnaud, y su equipo, en el Normal Studio, en Montreal (Canadá), y producida por Paquin Entertainment Group. El impacto sensorial que logra entre los espectadores se debe a cuatro billones de píxeles de contenido multidimensional.
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