ExperienciasCulturaAproximación sensorial al lago Atitlán 
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Aproximación sensorial al lago Atitlán 

El increíble mosaico de colores en telas, arcillas, collares y huipiles que salta a los ojos; el explosivo sabor de sus platos tradicionales; sus idiomas ancestrales, que son música para los oídos; el aroma de sus hierbas y de su chocolate ceremonial, y el regalo al tacto que son las texturas de sus tejidos, hacen del viaje por los pueblos del lago Atitlán un deleite para los sentidos.

Por Margarita de los Ríos 

Fotos: Alejandro Balaguer 

Sentada en medio del taller de cerámica multicolor de San Antonio Palopó, observo cómo las manos firmes de Zoila muelen la arcilla con su rodillo. Si bien los pueblos que bordean al lago Atitlán conservan tradiciones milenarias, esta de la cerámica de Palopó es más bien reciente. Lo que tiene de interesante y me embelesa esta mañana ventosa son los colores del barro. Con muestras traídas de diferentes partes y montañas del país: amarillo del sur, rojo del oeste, negro de las cumbres del volcán Tolimán, las artistas del taller logran el amplio espectro de colores que requieren para sus obras. Así, rendida ante el hechizo cromático, es la vista el primer sentido que se despierta en este viaje de sensaciones. 

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taller de cerámica multicolor de San Antonio Palopó

En sus escasos cien kilómetros de perímetro, el lago Atitlán reúne varios de los símbolos que representan a Guatemala: tres volcanes, doce pueblos de origen colonial y, por supuesto, la cultura maya viva y palpitante.

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Guatemala, Lago Atitlán

El segundo sentido es el sonido, que se pone alerta al escuchar el cakchiquel idioma maya ancestral, que guardan como un tesoro en este pequeño pueblo de apenas 15.000 habitantes y es uno de los tres idiomas mayas que se hablan en el contorno del lago Atitlán. En ese idioma aprendieron de sus madres y estas a su vez de las suyas cómo tejer sus faldas en el telar de cintura y por qué lucir con orgullo sus huipiles, que son herencia y símbolo de su identidad. De un norteamericano aprendieron técnicas modernas de cerámica horneada a altas temperaturas, pero fueron ellas quienes la transformaron, determinaron la gota como símbolo y el azul celeste como emblema: el color del cielo reflejado en las aguas eternas de Atitlán. 

Conozca al que fue considerado este año el destino de lujo por excelencia, que se mide no en grandes infraestructuras sino, en particular, en autenticidad.

Llegamos a Atitlán en agosto, en plena temporada lluviosa, y las noches tronaban con lo que parecieran tambores celestes. Los días, sin embargo, nos regalaron la luz justa para recorrer el contorno azul del lago, perdernos entre mantas y tuctucs, y descubrir las calles y los talleres de tres de las doce aldeas que se esparcen a lo largo del contorno del lago. 

La madrugada nos regaló su tesoro: los primeros rayos del sol encendiendo las tres cumbres tutelares que escoltan el lago los volcanes Atitlán, Tolimán y San Pedro— mientras los vientos conocidos como xocomil erizaban la superficie del agua como si guardaran un secreto antiguo. La vista perfecta ocurrió desde el balcón del hotel Atitlán, un refugio entre jardines y fuentes que se abre frente a este espejo de agua considerado entre los más bellos del mundo. 

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Hotel Chaparral, Guatemala
Lago atitlan en guatemala
Lago Atitlán, Guatemala

Después de un desayuno típicamente guatemalteco —huevos sobre frijoles volteados, aguacate cremoso y tortillas recién salidas del comal—, emprendimos nuestra travesía hacia los pueblos que mantienen viva la cultura maya. Cada uno, un festín de colores, texturas, sabores y sonidos; un mosaico que vibra al compás del agua y del viento. 

Nuestra segunda parada fue San Juan La Laguna, cuna de nuestra guía, Guadalupe Navichoc, y tierra del zutujil , otro de los 22 idiomas mayas que aún resisten en Guatemala. A diferencia del celeste de San Antonio, aquí predominan los tonos rojos y negros, y las líneas rectas marcan los tejidos como si fueran escrituras sagradas. 

San Juan es, con justicia, conocido como un museo al aire libre. Sus muros narran en más de cuarenta murales los mitos de la creación maya, la evolución de las matemáticas y la vigencia de un calendario milenario; además, celebran a personajes ilustres que siguen inspirando a su gente. 

Guadalupe nos condujo primero al Taller de Artesanía Maya, donde conocimos a Connie Tzep, una tejedora que guarda en sus manos la sabiduría transmitida de madre a hija durante milenios. 

Las tejedoras de Guatemala son las guardianas de la memoria y la identidad cultural del pueblo guatemalteco.

Tejedoras de Guatemala

Ella nos reveló la vida del hilo desde su origen: algodón que se limpia, se carda, se hila con ruecas y luego se tiñe con colores que parecen destilados de la tierra y del cielo. Morado de la remolacha, azul del romero, lila de la albahaca, índigo más o menos intenso según la fase lunar en que se recoja, naranja de la zanahoria y rosado de la flor de Jamaica. Todos fijados con agua del tallo del banano, para que el tiempo no borre su fulgor. De rodillas frente al telar de cintura, Connie avanza en tejidos que se convertirán en faldas, ruanas, hamacas o manteles. Más que prendas, son plegarias de hilo, símbolos de identidad y pertenencia, un lenguaje visual que dialoga con la naturaleza y la espiritualidad. 

Chiles, frijoles, aguacate y plátano conforman la base de una comida llena de sabores y aromas. 

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La Calle de las Sombrillas

Nuestra inmersión en el mundo maya continuó entre los aromas: visitamos un taller de chocolate, escuchamos sobre su significado sagrado y respiramos a fondo para permitir que su olor penetrara hasta el alma. Recorrimos con deleite la Calle de las Sombrillas, animado eje cultural y comercial; así como las calles de los Sombreros, de los Panderos y la del Café, cada una un microcosmos de arte popular y una oportunidad para descubrir lo que significa un destino auténtico. El tacto se deleitó sintiendo las texturas de los tejidos y marcando el contorno de los doce cuadrados que llevan en el pecho los huipiles de San Juan. 

La tarde nos condujo a Panajachel, el pueblo más grande de los alrededores del lago, donde la calle Santander bulle entre cafés, bares y puestos de artesanía. La noche cayó con aroma a leña, y el viento trajo consigo susurros ancestrales. El crujido bajo el comal nos situó en medio de una ceremonia maya, aunque estábamos en los elegantes jardines del Hotel Atitlán. Y es que, para despedirnos, nos regalaron una tradición milenaria: el célebre chef guatemalteco Herson Pérez preparó un subanik, caldo ritual de chiles, tomates y hierbas con el que se baña la carne, antes de encerrarla entre hojas y entregarla al abrazo del fuego. 

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En el lago Atitlán se conservan tres de las 22 lenguas mayas que aún se utilizan y hacen parte de la cultura guatemalteca. 

La luna iluminaba las aguas del lago mientras Herson trenzaba las tiras del cibaque, evocando el gesto de las viejas matronas mayas. Para ellas no bastan los aromas de las hierbas ni el tiempo paciente sobre el fogón: también deben honrar la mesa familiar con un tocado sagrado. Llevarme a la boca aquel bocado de historia cerró el circulo de este viaje sensorial. Con el gusto, me fundí en una sola memoria: la del pueblo maya, vivo y palpitante. 

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Lago Atitlán, Guatemala

Guía Lago Atitlán

  • El lago Atitlán está localizado a tres horas por carretera o 25 minutos en helicóptero desde Ciudad de Guatemala. 
  • El lago es considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, está vigilado por tres volcanes y fue considerado por Alexander Von Humboldt “el lago más hermoso del mundo”. 
  • Los 12 pueblos ubicados a sus orillas fueron reducciones indígenas de la época de la colonia. 
  • El pueblo más grande y con mayor infraestructura turística es Panajachel. Desde allí es posible tomar las lanchas para cualquiera de los pueblos. También es posible darle la vuelta al lago en tuctuc. 
  • Este reportaje se realizó con el apoyo de Namu Travel Group que se hizo cargo de los traslados terrestres, las visitas a sitios de interés y nos proveyó de guías turísticos de alta calidad.  Cel: +506 8755 5415  correo: travelconsierge@namutravel.com 
  • El lugar más célebre para hospedarse es el Hotel Atitlán and Gardens, un conjunto de 61 habitaciones construido en lo que fuera una finca de café desde épocas de la colonia y es a la vez un jardín botánico con cientos de especies de plantas y un museo con antigüedades y obras de importantes pintores locales.  reservaciones@hotelatitlan.com  Cel:+502 3574 6099 

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