SuraméricaBrasilRío de Janeiro en clave carioca: La ciudad a través del local
Detalle colorido de la Escadaria Selarón en Río de Janeiro, con mosaicos de cerámica y ambiente bohemio típico de la ciudad.

Río de Janeiro en clave carioca: La ciudad a través del local

Río de Janeiro se siente distinto cuando se descubre con un local. Más allá del Cristo Redentor y las playas, hay una ciudad enérgica que se revela en bares con personalidad, rincones bohemios, mucho samba y secretos que solo un carioca conoce. En el año en que Copa Airlines celebra 25 años volando a Brasil, este artículo es una invitación a vivir Río como ellos: con ritmo, sabor y alma.

Por: Alexa Carolina Chacón • Fotos: Luciano Salazar

No hubo amigo a quien le contara mi próximo destino que no me envidiara el viaje ni afirmara que me cambiaría la vida. Río de Janeiro tiene un poder místico que atrapa. Impresiona su espíritu relajado, inspirado por la playa y su naturaleza exuberante, que envuelve y hace sentir pequeño a quien la visita.

Los grandes morros —esas montañas de granito que enmarcan las playas más emblemáticas del mundo— demuestran cómo la naturaleza tiene formas muy coquetas de expresarse. En esta ciudad los edificios se abrazan a las laderas, los senderos nacen entre la selva y desde cualquier rincón se ve el mar como parte del alma carioca. Río no fue construida contra la naturaleza, sino a su favor.

Rueda de samba en Beco do Rato, en el barrio de Lapa, uno de los espacios más emblemáticos para vivir la música carioca en Río de Janeiro.
En el corazón de Lapa, el Beco do Rato vibra al ritmo de la samba con músicos locales y un ambiente lleno de energía y tradición carioca.

Esta experiencia, guiada por la agencia de turismo Rio de Janeiro by Cariocas, revela la ciudad desde sus códigos internos: saber dónde tomar una cerveza al atardecer, cómo se vive el samba fuera de temporada y cómo disfrutar la playa incluso cuando el viento y la bruma son fríos.

Íconos donde se cruzan turistas y cariocas

Excursionista contemplando la vista panorámica desde Pedra Bonita, uno de los miradores más impresionantes de Río de Janeiro, Brasil.
Desde Pedra Bonita se aprecia la inmensidad del Atlántico y el paisaje verde que rodea Río de Janeiro, un mirador ideal para los amantes del senderismo y la aventura.

El Pan de Azúcar, una de las postales más reconocibles del planeta, no es solo un lugar para turistas. Para los cariocas, subir en teleférico o escalar a pie —para los más aventureros— es una forma de conectarse con la ciudad desde lo alto. A un lado, el Cristo Redentor se asoma desde el morro del Corcovado, rodeado de selva urbana y cielo abierto. Al frente, la curvatura perfecta de Copacabana se extiende llena de movimiento, mientras la bahía de Guanabara brilla salpicada de veleros. También se distinguen barrios como Botafogo, Flamengo y Niterói al fondo, así como los contornos verdes del Bosque de Tijuca y los relieves curvos de los morros que engalanan la ciudad.

 

Monique, nuestra guía de risa fácil y una absoluta enamorada de su ciudad, nos avisa que el siguiente punto es un clásico de locales que muy pocos visitantes disfrutan. A los pies del morro está la Mureta da Urca, un muro frente al mar que se ha convertido, con el tiempo, en el epicentro más relajado del after carioca. No se necesitan reservas ni código de vestimenta; basta una cerveza helada comprada en el Bar Urca y un plato de chicharrón para ver caer el sol. En la Mureta se entiende que en Río “perder el tiempo” no es un desperdicio, sino una forma de sabiduría.

Una ciudad que late con historia y tambor

En el centro urbano de Río nació la ciudad y, con ella, buena parte de la historia política, cultural y artística de Brasil. El Paço Imperial, el Teatro Municipal y el Real Gabinete Portugués de Lectura son sitios indispensables que deslumbran por su belleza y atención al detalle. El Mosteiro de São Bento, con sus retablos barrocos cubiertos de oro, ofrece un momento de pausa y reflexión. Tómese el tiempo de sentarse y admirar los detalles, así no sea creyente. Lo mismo invita a hacer la imponente Catedral Metropolitana de San Sebastián, con su arquitectura brutalista en forma de cono y coloridos vitrales.

Si la historia es la médula de Río, el samba es su pulso. Visitamos la sede de la Acadêmicos do Grande Rio, una de las favoritas del Sambódromo, donde fuimos testigos de su creatividad, devoción y alegría colectiva. Nos mostraron su galpón de carros alegóricos, nos vistieron con trajes de fantasía y hasta nos enseñaron a sambar. Lo que pocos saben es que la preparación del Carnaval ocupa casi todo el año: desde junio inician los ensayos de batería y canto, en noviembre se celebran los primeros ensayos técnicos y, en enero, ya se siente la ciudad temblar.

Escena típica en Lapa, Río de Janeiro: una mujer conversa desde una ventana con visitantes en la calle, reflejando la calidez y cercanía del barrio.
Música que se escapa por las ventanas, risas compartidas y miradas curiosas: la esencia de Lapa, donde cada noche se vive como una samba.

Cuando cae la noche, Río se desata. El barrio de Lapa es el sitio para entender el alma fiestera carioca. Nosotros nos detuvimos en el Beco do Rato, un bar mítico donde la roda de samba envuelve con el mismo hechizo que tiene la naturaleza. Hombres y mujeres cantando con los ojos cerrados y una mesa que se convierte en tambor. Alrededor de ella, el grupo de samba entona canciones que suenan a nostalgia en la misma proporción que a alegría.

Lo sagrado y lo bohemio en la misma colina

Cristo Redentor en Río de Janeiro bajo el cielo despejado, símbolo icónico de la ciudad que une lo sagrado con lo bohemio.
Lo sagrado y lo bohemio en la misma colina: el Cristo Redentor observa la ciudad desde el Corcovado, corazón espiritual y cultural de Río de Janeiro.

Desde cualquier rincón de Río, él está ahí: con los brazos abiertos, listo para recibir a quien llega, devoto o no. El Cristo Redentor no solo es un ícono arquitectónico; visible desde casi toda la ciudad, representa esa mezcla única de espiritualidad, orgullo y belleza que define al carioca. Subir hasta su base, en la cima del morro del Corcovado, es casi una peregrinación. Estará lleno de turistas, pero no lo dude si es su primera vez en Río.

A unos minutos de bajada, cambiando de atmósfera sin cambiar de colina, aparece Santa Teresa. Es el barrio de las calles adoquinadas que serpentean entre casas antiguas, talleres de artistas, cafés con libros y galerías diminutas que parecen escondites. Como si fuera el punto de encuentro entre lo divino y lo artístico, están los Escalones de Selarón. Este mosaico, hecho de más de dos mil azulejos de todos los rincones del mundo, fue la obsesión del artista Jorge Selarón, chileno de nacimiento y ciudadano latinoamericano de corazón.

Petrópolis: el secreto imperial de los cariocas

Desde cualquier rincón de Río, él está ahí: con los brazos abiertos, listo para recibir a quien llega, devoto o no. El Cristo Redentor no solo es un ícono arquitectónico; visible desde casi toda la ciudad, representa esa mezcla única de espiritualidad, orgullo y belleza que define al carioca. Subir hasta su base, en la cima del morro del Corcovado, es casi una peregrinación. Estará lleno de turistas, pero no lo dude si es su primera vez en Río.

A unos minutos de bajada, cambiando de atmósfera sin cambiar de colina, aparece Santa Teresa. Es el barrio de las calles adoquinadas que serpentean entre casas antiguas, talleres de artistas, cafés con libros y galerías diminutas que parecen escondites. Como si fuera el punto de encuentro entre lo divino y lo artístico, están los Escalones de Selarón. Este mosaico, hecho de más de dos mil azulejos de todos los rincones del mundo, fue la obsesión del artista Jorge Selarón, chileno de nacimiento y ciudadano latinoamericano de corazón.

Vista del Palacio Quitandinha en Petrópolis, Brasil, rodeado de montañas y reflejado en el lago, símbolo del encanto imperial cercano a Río de Janeiro.
Petrópolis, el refugio de montaña preferido de los cariocas: elegancia europea, clima fresco y un legado imperial que aún se respira en sus calles.

Empaque botas para caminar por lo verde

Río no es solo playa. En realidad, el verde es el verdadero protagonista de su geografía. Caminar por el monte y subir a un mirador natural es parte de la experiencia carioca. Aquí la naturaleza no queda en las afueras: atraviesa la ciudad, la respira y la moldea.

Uno de los mejores lugares para hacerlo es el Bosque de Tijuca, el mayor bosque urbano reforestado del mundo. Desde ahí se accede al sendero hacia Pedra Bonita, una caminata de treinta a cuarenta minutos (nivel fácil a moderado), en un trayecto bien señalizado y seguro. La recompensa en la cima es una de las vistas más impresionantes de Río: desde el océano Atlántico y la playa de São Conrado hasta el Cristo Redentor en la distancia, todo envuelto por morros verdes que parecen flotar.

Otro recorrido imperdible y muy local es la Ilha da Gigóia, un pequeño paraíso escondido entre los canales de Barra da Tijuca al que se llega solo en lancha. La sensación es la de haber salido de Río sin haberlo hecho. Allí todo es tranquilo y rodeado de manglares. Almorzamos en Ocya, restaurante sobre pilotes con una propuesta gastronómica contemporánea que mezcla ingredientes brasileños con técnicas internacionales.

Río de Janeiro se entiende cuando se camina sin apuro, se observa con curiosidad y se escucha con el cuerpo. Que este artículo lo lleve a conocerla como la recorrería un local… desde dentro.

Sendero en el Bosque de Tijuca que conduce a Pedra Bonita, una de las vistas más impresionantes de Río de Janeiro, rodeado de vegetación tropical.
El Bosque de Tijuca abre paso a una de las vistas más impresionantes de Río: Pedra Bonita, donde la selva y el mar se encuentran.

Cómo reservar

Las visitas se organizan a través del Programa Público del STRI (bci@si.edu). Es necesario escribir con antelación, indicando la fecha, el número de personas, las edades, la nacionalidad o residencia y el idioma preferido. También se puede solicitar dieta especial para el almuerzo. Una vez confirmada la disponibilidad, llega un correo con normas, recomendaciones y recordatorios importantes: ropa adecuada, agua reutilizable, protección contra la lluvia… y puntualidad absoluta. Los botes no esperan; en cambio, la selva sí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

aa