Un paseo por el pasado en Nueva York
c.2023 The New York Times Company
Russell Shorto, autor del libro Manhattan: La historia secreta de Nueva York
En mis preparativos para el aniversario 400 de la colonia holandesa el próximo año, salgo a las calles para preparar un recorrido turístico a pie, que me permita contar la compleja historia de los inicios de Nueva York. A continuación encontrarás un resumen de la historia de asentamiento, conquista, paz, lucha, promesa, prosperidad, esclavitud y libertad.
Battery Park
El comienzo obvio de este recorrido está en la punta de Battery Park, mirando hacia el puerto. La Estatua de la Libertad y Ellis Island hablan de los ideales de libertad y de prosperidad de la ciudad y de su larga relación con el agua, desde los navíos mercantes, pasando por los buques de guerra de la Segunda Guerra Mundial y los transbordadores. Pero en mi mente puedo vislumbrar el paisaje acuático decorado por canoas silenciosas. Varios grupos de los Munsee habitaron durante siglos esta región de manera más amplia (un territorio que se extendía desde Connecticut a Nueva York y de Nueva Jersey hasta Delaware). Ellos vivían en el continente y, por épocas, se mudaban a la isla a la que llamaban Manahatta, que se traduce como “lugar con madera para hacer arcos”, para pescar y cazar.
También imagino al pequeño velero de madera de Henry Hudson, el Half Moon, apareciendo en el horizonte en septiembre de 1609, mientras trazaba el mapa de la zona para los holandeses, poniendo en marcha una transformación histórica. Luego, en 1624, llegó otro barco holandés con los primeros habitantes de la colonia de la Nueva Holanda.
La Casa de la Aduana (Custom House)
Cruza Battery Park, que en realidad era un basurero, y llegarás a la costa original de Manhattan. La plaza frente a la Alexander Hamilton U.S. Custom House es probablemente el lugar donde, en 1626, los colonos holandeses bajo el mando de Peter Minuit hicieron la infame compra de la isla a uno de los clanes de los Munsee. Lo que cada parte pensó que estaba sucediendo en este intercambio es una pregunta interesante. Los holandeses sabían que los nativos americanos no tenían noción de transferencia de propiedad. Ambas partes creían que estaban entrando en un pacto de paz. Ninguna de las dos podría saber lo que pasaría en los siglos siguientes. Pero no se puede negar que el evento marcó un hito en el desalojo de los nativos americanos de sus tierras.
La Casa de la Aduana, construida en 1907 a partir de un diseño del arquitecto Cass Gilbert, ocupa el sitio del Fuerte Ámsterdam, el baluarte que protegía la Nueva Ámsterdam. Por una curiosa coincidencia es hoy la sede del Museo Nacional del Indio Americano, cuya exposición permanente, “Native New York”, ofrece una introducción a los grupos indígenas que han llamado de hogar a la región del estado de Nueva York, desde los Unkechaug y otras tribus de Long Island, antes de la llegada de los colonizadores, hasta los herreros Mohawk, que ayudaron en la construcción de rascacielos en el siglo XX.
Pearl Street
Camina por Whitehall hasta Pearl Street. El Bajo Manhattan está rodeado por varias manzanas de vertederos. Me resulta útil caminar por la costa original, al este de ella está Pearl Street. La sección a ambos lados de Whitehall Street contenía las primeras casas holandesas, erigidas en la década de 1620: en el lado oeste de la calle, una hilera de ellas daba al East River y a los bosques que más tarde se convertirían en la villa de Breuckelen. En una de estas casas vivían Catalina Trico y su marido, Joris Rapalje, una pareja belga, poco conocida en su país, que se presentó en Ámsterdam como inmigrantes en busca de trabajo. Al enterarse de la nueva tierra, se casaron, subieron a uno de los primeros barcos y pasaron su vida en la ciudad que nunca duerme. Tuvieron 11 hijos, 10 de los cuales sobrevivieron, se casaron y tuvieron sus propios hijos. Sus descendientes hoy se cuentan por millones. Pienso en ellos como los Adán y Eva de Nueva Ámsterdam.
Pearl Street y Wall Street
En la esquina de las calles Pearl Street y Coenties Slip, un contorno de piedras grises en la amplia acera marca los cimientos de un edificio que comenzó como Stadts Herberg, o taberna de la ciudad. Los barcos que llegaban de Europa anclaban en el East River; luego los pasajeros eran llevados remando hasta un muelle cercano. Al parecer lo primero que todos querían hacer después de 10 o 12 semanas en el mar era tomar una copa, por lo que este era el lugar más popular de la ciudad.
Entonces, resulta lógico que cuando la ciudad obtuvo su estatuto municipal en 1653, este edificio fuese el escogido como el primer Ayuntamiento de Manhattan. Aquí, en la Nueva Ámsterdam, burgomaestres o alcaldes celebrarían sesiones con su concejo, resolviendo disputas y administrando su ciudad.
Continuando hasta la esquina de las calles Pearl y Wall, llegamos al lugar de una de las obras de mayor alcance de ese concejo. Para y mira hacia el sur. Estás en la esquina noreste de la ciudad. A tu izquierda, imagina el East River lamiendo tus pies. A tu derecha, no debe resultar difícil imaginar el legendario muro que recorre el centro de la calle. El muro (que en realidad era una valla hecha de tablas) se construyó a raíz de la carta municipal, cuando el gobierno de la nueva ciudad tomó medidas para defenderse de un esperado ataque de los ingleses. No es por casualidad que el mundo de las finanzas esté asociado con ese muro y esta calle.
Los mismos holandeses que fundaron Nueva Ámsterdam crearon la primera bolsa de valores e inventaron muchos de los pilares del capitalismo sobre los que se levantó Nueva York.
South William Street y Broad Street
Desde aquí, uno podría dirigirse oeste abajo por Wall Street, atravesando la frontera norte de Nueva Ámsterdam, pero vayamos por Beaver Street hacia el centro de la ciudad. En South William Street, durante el período holandés, había un edificio que recibía africanos esclavizados, propiedad de West India Co. Durante la mayor parte del período holandés, la esclavitud fue un negocio azaroso, y los africanos llegaban a Manhattan como “carga” en barcos españoles o portugueses que habían sido capturados en el Caribe. Los que llegaban eran obligados a trabajar en West India Co., o WIC, que dirigía la colonia.
La intersección de las calles Broad y Wall es uno de esos lugares que sobrecargan la mente con asociaciones históricas. Aquí está la Bolsa de Valores de Nueva York, otro recordatorio de las innovaciones financieras holandesas. Enfrente se encuentra el Federal Hall, donde George Washington tomó posesión como primer presidente en 1789. En el período holandés, este era el extremo norte de la ciudad. A sólo unos pasos de distancia, en Wall y Broadway, estaba la puerta que conducía a la salida de la ciudad.
Broadway y Park Row
La sección más al sur de Broadway sigue la ruta del sendero Wickquasgeck, llamado así por una rama de los Munsee, cuyo territorio abarcaba gran parte de Manhattan. Los holandeses la adoptaron como su principal vía de acceso a la isla. Era una carretera muy transitada, paso frecuente de europeos, africanos y nativos americanos, así como de caballos y carretas. Al recorrer este camino, como lo hice recientemente, escuchando fragmentos de francés, español, chino y lo que podría haber sido tagalo, reflexioné sobre una charla que escuché recientemente de Ross Perlin, director de la Endangered Language Alliance. Él cuenta que los relatos señalan que eran 18 los idiomas que se hablaban en Nueva Ámsterdam, y que probablemente ese número no incluía lenguas africanas o nativas americanas, y que si se añadieran, la cifra podría llegar a 25 o más.
Parque Collect Pond
En las calles Leonard y Center se encuentra un pequeño oasis abandonado llamado Collect Pond Park. Lo que fuera un lago de más de 20.000 metros cuadrados hoy se llama Chinatown. Estaba alimentado por un manantial, profundo y frío. Un poblado de los Munsee se podía ver en la costa sur. Esto era Manahatta en su estado primitivo.
Manuel Plaza
La última parada está a 1,3 kilómetros al norte. Fui por la Bowery, que sigue el sendero Wickquasgeck. Manuel Plaza, que queda en la East Fourth Street, es uno de los parques más nuevos de la ciudad y un testimonio de los negros esclavizados de Nueva Ámsterdam.
En la era anterior a los códigos de esclavitud, los negros tenían algunos derechos, incluido el de demandar. En 1644, once hombres pleitearon su libertad y la de sus esposas. Ganaron, aunque con condiciones, y a ellos y a otros se les dieron tierras en esa región, a cerca de 3 kilómetros del norte de Nueva Ámsterdam, en lo que se conoció como la Tierra de los Negros. «Eran más de 400.000 kilómetros cuadrados, una cantidad significativa de bienes raíces en Manhattan», dijo Kamau Ware, propietario de Black Gotham Experience, que ofrece recorridos turísticos a pie.
Pero el momento relativamente glorioso duró poco. “No estaba prohibido que los negros fueran dueños de tierras en el período inglés”، dijo Ware, pero estas familias fueron despojadas de sus tierras mediante trucos, empleando incluso una ley que hacía ilegal que una persona negra heredara propiedades.
Manuel Plaza, que se encuentra en lo que una vez fue propiedad de Manuel de Gerrit de Reus, un residente negro del Manhattan holandés, es un lugar tranquilo para descansar y contemplar la forma en que se entrelazan nuestras herencias del pasado. Podemos rastrear nuestros ideales de tolerancia, de libertad individual. Ellos nos hicieron quienes somos y nos dan esperanza para el futuro. Pero llegan a nosotros enredados con sus opuestos y luchamos por desenredar los hilos.
Este artículo apareció originalmente en https//www.nytimes.com/2023/06/19/travel/walking-tour-nyc-history.html
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