Las eternas viajeras
Texto y fotos: Javier Pinzón
Su nombre es 97793 y es una excelente nadadora; en 268 días recorrió 6.684 kilómetros. Su punto de partida fue el archipiélago de Las Perlas, en Panamá. En su primera etapa, migró hacia el sur y se dio una vuelta por el mar territorial de Colombia, luego migró hacia el norte, pasando por el sur de Isla Cocos (en Costa Rica), siguiendo por Nicaragua, El Salvador y Guatemala para llegar por fin a México, donde se quedó forrajeando en el golfo de Tehuantepec. Se trata de una tortuga Lepidochelys olivacea que fue marcada con un transmisor satelital, junto con otras 33, con el fin de saber qué hacen después de dejar las playas de anidación en Panamá, descubrir sus áreas de alimentación y determinar cómo estas migraciones se traslapan con las condiciones ambientales locales y las zonas de pesca. El estudio acaba de ser publicado por la revista científica Frontiers in Marine Science.
En 2009, un equipo de científicos compuesto por los biólogos marinos doctores Héctor Guzmán, del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, y Catalina Gómez, del Centro de Ciencias del Mar de la Universidad de Panamá, inició un estudio sobre el comportamiento migratorio de las tortugas Lepidochelys olivacea que anidan en el Pacífico de Panamá. ¿A dónde van después de depositar sus huevos en las playas panameñas? ¿Cuáles son sus rutas y lugares de alimentación y de descanso? ¿Cómo se ve influenciado su comportamiento por las condiciones ambientales: temperatura, clorofila y productividad primaria? Hay dos tipos de tortugas: unas migran por corredores establecidos y van a un sitio determinado donde comen, y otras, más nómadas, van por su cuenta, tienen lugares de forrajeo diferentes y a veces vuelven a las playas de anidación. ¿Qué tipo de comportamiento tienen las tortugas que migran desde el Pacífico panameño?
Desde hace unos once años, los científicos iniciaron su trabajo de campo en las playas del archipiélago de Las Perlas y en el golfo de Chiriquí. Primero realizaron sobrevuelos en avioneta, para detectar las playas de anidación, y luego pasaron largas noches a la espera de las tortugas. La idea era capturar a las tortugas tras su proceso de anidación, solo por unas horas, para instalarles un transmisor satelital en el caparazón. La tarea era larga, dispendiosa, costosa (cada transmisor cuesta unos 2.000 dólares) y de mucho cuidado, para no hacerles daño. El transmisor tiene varios tipos de sensores que le permiten reconocer si está mojado o seco; así, cuando la tortuga sale a respirar, el dispositivo detecta el cambio en el entorno y manda la ubicación del animal a un satélite. Entonces los científicos reciben las coordenadas (longitud y latitud) de la tortuga acompañadas del día y la hora. Con estos datos se va teniendo una idea de su recorrido.
Para analizar los datos, explica la doctora Gómez, emplearon dos modelos. El primero, llamado modelo de probabilidad bayesiana, ayuda a corregir la huella real del animal, ya que toma la velocidad promedio de la tortuga y, con el ángulo entre una transmisión y otra, da la ruta aproximada. El segundo, modelo de cadena de Márkov oculta, deja ver cuándo la tortuga está migrando o cuándo está forrajeando (alimentándose) y cómo estos comportamientos se relacionan con las condiciones ambientales en ese preciso momento.
Una de las primeras conclusiones que los científicos lograron sacar luego de largos análisis es que estas tortugas no tienen un corredor específico, lo que significa que las condiciones ambientales determinan su recorrido. Si hay poco alimento (productividad primaria baja), ellas siguen su camino con rapidez hasta encontrar un lugar donde abunde y entonces comienzan a forrajear moviéndose en círculos con las corrientes marinas. Cuando la productividad primaria baja, vuelven a migrar. Lo interesante es que las tortugas deambulan por las costas o en mar abierto sin un aparente rumbo determinado, pero llegan por diferentes rutas a los golfos de Tehuantepec (México), Fonseca (Salvador y Honduras) y Guayaquil (Ecuador) para alimentarse.
La segunda parte del estudio consistió en averiguar cómo se traslapan las rutas migratorias y los lugares de forrajeo con las zonas de pesca industrial. De acuerdo con la explicación de la doctora Gómez, este estudio se pudo llevar a cabo gracias a una base de datos que identifica la ubicación de barcos pesqueros que usan el sistema de posicionamiento AIS. Esta base de datos fue comprada por la ONG independiente Global Fishing Watch, gracias a una donación del famoso actor Leonardo DiCaprio, y fue puesta al servicio de la ciencia de manera gratuita hace poco tiempo. El análisis, de acuerdo con Gómez, dio resultados preocupantes: el 82,7% de las transmisiones de las tortugas ocurrieron dentro de áreas de pesca industrial, en su mayoría pesca con redes de cerco, que son muy grandes y rodean los cardúmenes de peces (atunes, jureles y sardinas), en donde las tortugas quedan atrapadas como pesca incidental. Aunque durante todo el año se da este traslape, la bióloga anota que es más evidente en otoño, cuando las tortugas salen de sus áreas de anidación en Panamá hacia las zonas de forrajeo y se encuentran en el mar territorial de Panamá, Costa Rica y Colombia.
Las tortugas han sobrevivido desde la época de los dinosaurios, aunque su tasa de supervivencia es muy baja: se estima que solo una de cada mil tortugas nacidas llega a la edad adulta. La principal causa de muerte ocurre durante sus primeros días de vida, porque son presa fácil de cangrejos, aves y peces, entre otros. Después deben pasar de trece a veinte años nadando por el mar, para después regresar a la misma área donde nacieron a poner sus huevos. Luego volverán, entre uno a dos años, a estas áreas a repetir el ciclo de la vida.
A los peligros naturales se suman las amenazas humanas, como la pérdida del hábitat de anidación, cuando las playas son urbanizadas o la arena extraída, la asfixia por la contaminación del mar, pues confunden las bolsas plásticas que flotan en el agua con medusas y se las comen, y las redes de pesca en las cuales se enredan, por lo que no pueden salir a respirar a la superficie y mueren.
Gracias a este estudio se tiene la certeza de la presencia masiva de esas redes en sus áreas de alimentación, lo cual no puede menos que crear una alerta acerca de la sobrevivencia de esta especie en el planeta. No obstante, Gómez nos da una luz de esperanza: viajar por diversas rutas en diferentes tiempos tal vez ha ayudado a que estén menos amenazadas, pues esto implica mayor resiliencia frente al cambio climático y el fenómeno de El Niño. Tal vez esta sea la razón para que su estatus en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) sea tan solo de “vulnerable” y no “crítico”, todavía.
Sin embargo, son tan complejos como urgentes todos los esfuerzos de conservación que se puedan realizar. El mismo hecho de que no exista una ruta migratoria específica lo convierte en todo un reto, tanto como que utilicen en sus viajes los mares territoriales de nueve países además de aguas internacionales. Si deseamos que estas especies continúen su existencia sobre este planeta, es necesario lograr medidas para mitigar los efectos negativos del traslape con la pesca industrial y la protección de sus playas de anidación.
“Nuestro estudio es claro: las tortugas son altamente migratorias y al igual que muchas otras especies se mueven por nuestros océanos sin límites geopolíticos. Muchos países fueron visitados por nuestras tortugas. Sin embargo, las medidas de conservación son manejadas políticamente; por ejemplo, países donantes controlan arbitrariamente el financiamiento a ciertos países de la región, sin entender las consecuencias para las poblaciones de especies migratorias”, acotó el doctor Héctor Guzmán.