La playa: verdadero estadio olímpico de Río de Janeiro
Texto y fotos: Anna Veciana, Joan Royo
El próximo 5 de agosto los mejores atletas del mundo desfilarán por el estadio Maracaná, bajo la llama olímpica, en busca de la gloria. Pero en Río de Janeiro, ciudad irreverente, espontánea y creativa como pocas, los deportes que han conquistado el corazón de los cariocas no tienen mucha relación con las proezas sobrehumanas de Usain Bolt y sus colegas olímpicos. Los deportes más queridos por los vecinos de la Ciudad Maravillosa son inventos locales y tienen algo en común: surgieron en la playa. Durante los próximos Juegos Olímpicos, la playa de Copacabana acogerá las pruebas de voleibol playa y triatlón. Será la coronación de la curva de arena más famosa del mundo como escenario deportivo por excelencia, pues los cariocas descubrieron que aquí se podía hacer mucho más que tumbarse bajo el sol abrasador.
Nadie duda de que en Brasil el fútbol es el deporte rey, pero el voleibol playa también tiene mucha popularidad. Del matrimonio de ambos nació en los años 60 el futevolei. Al igual que la capoeira otra de las señas de identidad brasileñas, este deporte surgió como respuesta a la presión de las autoridades. El futevolei fue una forma de burlar la prohibición de jugar al fútbol en la playa. Según la tradición, en 1965, Octavio Moraes, más conocido como Tatá, ex jugador del club de fútbol Botafogo y habitual de la playa de Copacabana, decidió aprovechar las redes de voleibol de la arena para enmascarar su deporte favorito.
Las reglas son sencillas: dos equipos divididos por la red en busca de puntos. Y lo más importante: la pelota se puede tocar con cualquier parte del cuerpo, excepto brazos, antebrazos y manos, igual que en el fútbol. Leonardo Fialho, más conocido como Leo Tubarão, se enamoró de este deporte hace 16 años en la playa de Flamengo e hizo de ello su profesión. “Ahora doy clases y tengo 24 alumnos. Hay una auténtica pasión. En Río yo calculo que deben jugar futevolei unas 30.000 personas”, dice Leo, quien destaca que su principal ventaja es el hecho de hacer deporte en la arena, porque aumenta el rendimiento físico.
Otro deporte típicamente carioca es el frescobol. El resto de la humanidad quizá piense que se trata simplemente de jugar a las palas o bromear con unas raquetas de playa, pero los cariocas reivindican que tienen la patente de esta disciplina, que a grandes rasgos consiste en mantener la pelota en el aire el máximo tiempo posible. Se considera que se inventó en la playa de Copacabana al terminar la Segunda Guerra Mundial, en 1945 o 1946. Al principio se trataba sólo de llevar el tenis a la playa, pero todo cambió en 1950, cuando el arquitecto Caio Rubens Romero Lyra, vecino de la calle Bulhões de Carvalho, tuvo una idea: cansado de que sus delicadas raquetas de tenis se estropearan por el salitre, encargó a un carpintero amigo suyo que le fabricara unas de madera. Acababa de nacer el frescobol.
Desde entonces este deporte forma parte de la memoria afectiva de muchos cariocas, como Antonio Ferreira da Silva Filho, que a sus 51 años evoca una infancia sin videojuegos en que la diversión estaba en la calle. “Al principio vivimos un período de marginalización, porque jugábamos en la orilla y decían que molestábamos a los bañistas. Cuando era pequeño, recuerdo que venía la policía y nos quitaba las raquetas, teníamos que correr y meternos a nadar en el mar para que no nos las robaran”, recuerda ahora divertido. De eso ha pasado mucho tiempo y ahora el frescobol es un deporte consolidado. Para no generar molestias, se han habilitado espacios en la arena y todos los jugadores aceptan de buen grado una norma del Ayuntamiento que solo permite jugar en la orilla al caer la tarde.
Ferreira, quien preside la Asociación Brasileña de Frescobol, agradece que haya una buena convivencia en la playa y resalta que es un deporte basado en la cooperación: “Es el único deporte en que al otro lado del campo no tienes un adversario, tienes un compañero. En los demás siempre hay que vencer, aquí no; aquí nos ayudamos. Esa filosofía del frescobol es lo que más me gusta; además, es un vicio saludable. ¡Te condena a ir a la playa todos los días!”. Ferreira sabe que tiene suerte de vivir en una ciudad donde se puede ir al trabajo con el bañador debajo del traje y la raqueta en la mochila para que al acabar la jornada laboral pueda ir a descargar el estrés jugando en la playa. “Para mí, esto es la cara de Río de Janeiro. Nosotros no podemos vivir sin playa. El frescobol es pura carioquice” (estilo de vida de los cariocas). Por eso, el año pasado, en el 450 aniversario de la ciudad, el Ayuntamiento decidió incluirlo en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la ciudad. Antonio está orgulloso de la conquista y augura, medio en broma, que en el futuro será deporte olímpico.
Aunque el futevolei y el frescobol han evolucionado y a medida que pasa el tiempo se perfeccionan reglamentos y surgen federaciones por todo Brasil y en otros países, hay otro de estos juegos playeros que escapa a cualquier intento de categorización, porque su esencia está en la espontaneidad. El altinho es el más informal de los ya de por sí informales deportes cariocas. Se trata de pequeños grupos de amigos dando toques al balón con el único objetivo de que la bola no caiga al suelo. En lugares como el Posto 10 de la playa de Ipanema, los fines de semana por la tarde, se reúnen aficionados que imposibilitan pasear por la orilla sin miedo a recibir un balonazo.
El amor por el deporte y el culto al cuerpo que se palpan en cada esquina de la ciudad no tienen límites. Al caer la tarde las playas de Río son un gigantesco escenario deportivo en el que conviven bicicletas, patines, skates, slackline (deporte de equilibrio que consiste en caminar sobre una cinta), carreras, partidos de fútbol, de voleibol, paseos en stand-up paddle, remo, surf e incluso hay gimnasios que trasladan a la arena sus pesas, conos y demás accesorios para que la gente se ejercite. Después de reír un rato, broncearse y sudar con los amigos, nada mejor que descansar tomando agua de coco y observando cómo el sol se esconde entre el mar y las montañas. Ahí está el particular Olimpo de los cariocas.
Deporte al aire libre en Río de Janeiro
Si el visitante no se atreve con los deportes locales o prefiere alternativas lejos de la arena no hay que preocuparse. La orografía de Río de Janeiro, mezcla inaudita de naturaleza y asfalto, es toda una invitación a practicar deportes al aire libre. Estas son algunas opciones.
Baloncesto y fútbol: en el parque del Aterro de Flamengo y en Lagoa, imponente lago rodeado de montañas.
Remo: en Praia Vermelha y en la Praia de Urca, a los pies del famoso cerro Pan de Azúcar. También hay paseos en kayak, canoa, piragua y canoa polinesia por la bahía de Guanabara. www.canoahavaianarj.com.br
Surf: Barra de Tijuca, Macumba, Prainha y Grumari, a treinta kilómetros del centro, tienen las mejores olas. www.surfrio.com.br
Escalada: las colinas de Urca, Babilonia y el Pan de Azúcar son las más frecuentadas. www.rioxtreme.com
Ala delta y paracaidismo: desde lo alto de Pedra Bonita se puede saltar al vacío y después aterrizar plácidamente en la playa de São Conrado. www.airadventures.net/voo/