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PersonajesYanni: artista en constante renovación

Yanni: artista en constante renovación

Por Juan Abelardo Carles R.
Fotos: Carlos E. Gómez / EFE

La iluminación del escenario es tenue: un azul medianoche, apenas interrumpido por las luces directas que alumbran a músicos y partituras. El murmullo de la audiencia se interrumpe con una clarinada que abre camino a una fanfarria de cuerdas y bronces. Yanni sale, acto seguido, con su atuendo negro de rigor y se sienta al piano a interpretar One Man’s Dream, uno de sus himnos. Fue la obertura para un crescendo de dos horas y media, durante las que el músico greco-estadounidense se aplicó con intensidad, pasando del piano a ocho teclados electrónicos y dirigiendo a diez músicos. Este concierto, realizado en Panamá en junio pasado, no fue la excepción: desde el principio arrancó el aplauso emocionado de su fanaticada.

Desde que surgió como músico, en 1992, Yanni Chryssomallis se ha caracterizado por las oberturas grandiosas de sus composiciones, nutridas de instrumentos y con un aire triunfal y motivador que lo convirtió en un favorito de la música instrumental contemporánea. Por ello su más reciente compendio musical, Sensous Chill, sorprendió agradablemente por su aire juguetón y relajado.

Panorama de las Américas conversó con el compositor y músico greco-estadounidense sobre este trabajo y sus nuevos retos. “Sensous es un álbum único: no he hecho nada igual antes y no sé si volveré a hacerlo de nuevo. Quería algo completamente diferente, cambiarlo todo, salirme de mi piel, dejar entrar aire en el ático, trabajarlo con músicos distintos, abrir la puerta para, digamos, divertirnos un poco. De hecho, ni siquiera estaba seguro si lo iba a publicar”, explica.

Para Yanni fue un poco volver a sus orígenes en los géneros pop y rock. “Quería refrescarme, alejarme un poco del piano y volver a mis viejas raíces de hace treinta años; sin embargo, aunque los ritmos sean un poco más fuertes, la estructura de mis melodías permanece. Puedes descubrir a Yanni en ellas”. En todo caso, el concierto que ofreció en Panamá, y que era parte de una gira en la que también incluyó a San José (Costa Rica) y varias plazas en México, buscó reflejar ese aire nuevo, aunque respetando su estilo característico. “Estoy interpretando muchos de mis favoritos, pero también hay material nuevo: algunos que mi público no ha escuchado antes. Es un concierto lleno de colores, impredecible, un viaje en el que no puedes anticipar hacia dónde vas. Así es como me gusta: ver la sorpresa en los ojos de la audiencia”.

La sensación de sorpresa que caracteriza las presentaciones del artista tiene que ver mucho con su capacidad de compendiar en cada una de sus obras patrimonios melódicos de varias culturas y grupos humanos, y Latinoamérica no es la excepción. “El sabor latino siempre ha estado en mi música y también trabajo con muchos músicos latinos. Además, cada vez que escucho un instrumento nuevo, digamos el duduk armenio o el didgeridoo de los aborígenes australianos, busco formas de incorporarlo a mi música. No hay límites en la imaginación ni la creatividad”. Otro elemento que caracteriza su interpretación es el gusto por presentarse en monumentos patrimoniales de la humanidad. La Acrópolis (Grecia), Teotihuacán (México), el Morro de San Juan (Puerto Rico) y las ruinas de Panamá la Vieja han sido algunos de sus escenarios.

“Se trata de espectáculos muy difíciles de montar. El de la Acrópolis tomó tres años para la organización, pero se trata de lugares mágicos. Sabes que cuando tu público se sienta y está mirando al Taj Mahal, por ejemplo, se siente muy diferente a que si vinieran a sentarse en un teatro a mirar a un escenario. Por nuestra parte, tocamos diferente en el Taj Mahal: había luna llena. Fuimos los primeros en tocar en ese lugar y, probablemente, creo que seremos los únicos, pues este tipo de espectáculos no son fáciles de autorizar”, expresa.

La caracterización con la que el músico no se siente muy cómodo es con aquella que perfila su producción dentro del género Nueva Era. Parecería contradictorio, pues su carrera levantó vuelo junto al movimiento, al igual que una miríada más de exponentes que buscaban unir tradiciones musicales ancestrales con técnicas de composición e instrumentalización modernas. “Yo creo que el tipo de música que yo escribo no sigue tendencias específicas. Por ejemplo, en los 90 era muy popular el rap, luego el hip hop, luego el techno; sin embargo, yo me mantuve haciendo la música que sentía en mi corazón, y eso no era negociable. Seguir tendencias es riesgoso porque te puedes estancar y, de pronto, a la gente deja de gustarle la tendencia. Supongo que tuve suerte, pues sigo aquí”.

Y he aquí el secreto de Yanni para mantener la vigencia de una carrera que ya entra en su tercera década de éxito: didgeridoo. Un secreto que, seguramente, lo impulsará en el futuro. “Me siento suficientemente fuerte para continuar haciendo música. Creo que estoy mejorando a medida que envejezco, porque aprendo más y más. Escribo mejor música y mis presentaciones son mejores. Mi imaginación se vuelve más colorida gracias a mis viajes y siento que tengo muchas cosas nuevas que decir y mucha música fresca que componer”.

Panamá fue la última parada de su tour latinoamericano, este año. A Yanni lo esperan en escenarios de Norteamérica y Oriente Medio. “Estoy simplemente feliz de haber podido ir alrededor del mundo, interpretando y refrescando mi música todo el tiempo. Hay países a los que nunca he ido, otros, como Panamá, al que he venido por segunda vez, y otros más a los que he ido veinte y treinta veces. Lo importante, y déjame escribírtelo, pues es griego antiguo, es gn≈çthi seauton, conócete a ti mismo: es lo que te da la fuerza para sobreponerte a las dificultades y saber hacia dónde vas”.

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