Villahermosa: la llave del Edén
Por Juan Abelardo Carles
Fotos: Carlos E. Gómez
Si se mira desde arriba, Villahermosa, capital del estado mexicano de Tabasco, se ve signada por la omnipresencia del agua. La ciudad intercala su trama urbana con varias lagunas rodeadas de paseos, parques y áreas verdes públicas. De hecho, Tabasco concentra el 33% del agua dulce de todo el país. A sus costas viene a morir al mar el majestuoso Usumacinta, río más grande del país. El agua, reitero, marca la historia y el legado de esta región y de sus hombres, prodiga bendiciones… y también retos.
Divago al respecto acodado sobre el puente Solidaridad, parte del mirador del río Grijalva; uno de los puntos arquitectónicos que identifican a Villahermosa, fundada por Diego de Quijada el 24 de junio de 1564 con el nombre de Villa Carmona. La estructura, compuesta además de una maciza torre, vincula el centro histórico de la ciudad con el barrio oriental de Gaviotas. Del lado occidental se expande la plaza principal, que congrega a su alrededor parte de los edificios públicos más importantes de la ciudad y el estado: la Gobernación (levantada en estilo neoclásico en 1894), la Cámara de Diputados y el Tribunal de Justicia (más modernos), una plazoleta con juegos de agua y, al fondo, la Iglesia de la Concepción, conocida como “La Conchita”. La historia fija aquí el asentamiento de la primera catedral y espacio poblado de la ciudad: un obelisco levantado en la Plaza del Bicentenario, entre la Gobernación y la Avenida 27 de Diciembre.
Me avergüenza decir que sabía muy poco de Villahermosa, antes de que Copa Airlines anunciara la incorporación a su red de destinos. Quizás el hecho de carecer de las grandes construcciones coloniales que ostentan algunas de sus similares del país la apartó de mi radar. Error garrafal, pues casi medio siglo antes de que se fundara la población, en 1519, se dio al norte de aquí, sobre la costa del Golfo de México, uno de los sucesos primordiales de la historia mexicana: por las aguas del río Grijalva, que atraviesa la ciudad y que veo transcurrir bajo el puente, entró Hernán Cortés al ámbito mesoamericano.
Taabscoob, señor maya de Potonchán, cuya estatua se levanta en el centro de la ciudad, fue uno de los primeros jefes en resistir al español… y también en ser derrotado. Como parte del tributo exigido por Cortés al caudillo se entregaron veinte doncellas. Una de ellas, Ce Malinalli, la Malinche, tentó al conquistador europeo a internarse en busca de Tenochtitlán, capital y corazón del único Mundo (Cem ƒÄnáhuac), un camino cuyos pasos marcaron la cuenta regresiva al final de la grandeza mexica.
Villahermosa reemplazó a la primera capital de la región: Santa María de la Victoria. Durante varios siglos la ciudad cambió su nombre múltiples veces, hasta que en 1916 recibió su nombre actual. Igual de accidentada ha sido su ubicación. El ataque de los indígenas, de piratas e incluso el río mismo, que cada tantos años se salía de su curso, obligaron a los vecinos a moverse a las pocas elevaciones cercanas. El casco histórico de la urbe sigue el patrón de dicho movimiento. Si abandonamos el Zócalo, tomando la Avenida Madero hasta el Parque Juárez, doblando hacia la Avenida Zaragoza y, de vuelta al sur, desde la esquina de la Avenida 5 de Mayo, limitamos un sector lleno de arquitectura y rincones que vale la pena visitar como primer plato de nuestra visita a la ciudad.
No deje de ver la Casa de los Azulejos, en cuyo friso se sientan las hijas del dueño original, esculpidas claro está, que hoy alberga el Museo de Historia de Tabasco. La calle Narciso Sáenz, que se volvió peatonal, es tan tranquila que pareciera estar en un pueblo típico del Caribe mexicano. En ella encontrará la casa natal del gran poeta, intelectual y prohombre tabasqueño Carlos Pellicer Cámara, así como las casas Siempre Viva y del Jaguar Despertado, ambas galerías de arte. Los villahermosinos encuentran en este perímetro su lugar preferido de convivencia. La gente fluye entre las avenidas Madero, 27 de Febrero, Reforma y Lerdo de Tejada, por ejemplo, pero la Plaza Juárez parece ser el vórtice en el que concluyen todas las caminatas y diligencias. Siéntese en alguno de sus restaurantes con portales al aire libre mientras degusta un tarro de cerveza y escucha a algún grupo de marimbas. Puede terminar su periplo por el sector histórico visitando la Catedral del Señor de Tabasco, al extremo occidental del barrio de Esquipulas. Ubicada en una elevación y consagrada por el Papa Juan Pablo II en 1990, presume de tener dos de las torres más altas de los templos cristianos mexicanos (setenta metros).
Villahermosa no solo ofrece pistas sobre el pasado colonial de México, sino que nos lleva más allá, a la noche misma de la civilización en Mesoamérica. Sobre la Autopista 180, poco después de su cruce con Paseo Tabasco, se extiende la gran zona verde del Parque Museo La Venta, creado en 1958 gracias a la visión y el esfuerzo de Carlos Pellicer. El predio cubre casi siete hectáreas de bosques, por los que serpentea un sendero interpretativo que conecta 33 monolitos pertenecientes a la misteriosa civilización olmeca: madre de todas las culturas mesoamericanas. Antaño, los sitios olmecas eran asaltados por quienes vendían sus hallazgos a universidades y museos en Estados Unidos y Europa. Pellicer, alarmado, encabezó un esfuerzo para reunir muchas de las piezas del sitio arqueológico de La Venta, que se esconde al oeste del estado, casi en la frontera con el vecino estado de Veracruz, y así poder preservarlas para las futuras generaciones. En agradecimiento al filántropo, Villahermosa bautizó con su nombre el Museo Regional de Antropología, que en su mayoría contiene piezas de las culturas olmeca y maya, pero también de los teotihuacanos, totonacas, mixtecas, zapotecas, toltecas y mexicas, muchas de ellas donadas por Pellicer.
Uno de los altares exhibidos en el Parque La Venta muestra a un señor guerrero olmeca arrastrando a un noble prisionero hacia el sacrificio. Nuestro guía nos dice que los rasgos del cautivo lo identifican claramente como maya. Los olmecas imperaron sobre los pueblos circundantes, incluidos los proto-mayas, con quienes estaban emparentados, entre el 1.300 y el 200 a.C. Tras la decadencia olmeca, fueron los mayas quienes recogieron la antorcha de la civilización. A sesenta kilómetros de Villahermosa se encuentra el sitio arqueológico maya de Comalcalco, que prosperó entre el 700 y el 900 d.C., quizás el asentamiento más occidental de su civilización. Un dato curioso de Comalcalco es que fue construido con ladrillos, pues no hay canteras cercanas; al contrario de sus hermanas orientales, levantadas en piedra.
Comalcalco basó gran parte de su prosperidad en el cultivo del cacao, delicioso fruto que sigue sosteniendo un dinámico grupo de fincas. Cerca de las ruinas de Comalcalco se encuentran algunos ejemplos, como la hacienda Jesús María. Esta finca ya es centenaria y la familia del actual dueño la posee desde 1917. La hacienda produce derivados del cacao, desde chocolate de mesa hasta el de leche, incluyendo amargos y blancos. Además ofrece la posibilidad de recorrer los plantíos de cacao almendro, variedad local que la hacienda se esfuerza por rescatar. El recorrido concluye en la casa principal de la propiedad, donde el personal muestra la forma tradicional en la que se procesaba el cacao. De hecho, el turista puede producir y llevar su propia bolsa de cacao molido artesanal. En otra finca, La Luz, también en Comalcalco, se ofrece el Chocotour, pero en una simpática buseta. El recorrido incluye una visita por la hacienda (aún habitada por sus dueños) y una gira por un museo que muestra herramientas relacionadas con la recolección del cacao, desde la época precolombina hasta hoy. Otro de sus atractivos es que los turistas pueden ver a un chef chocolatero haciendo bombones y demás confites de chocolate.
Pero no solo de chocolate vive el hombre, y Tabasco puede dar fe de una extraordinaria oferta gastronómica. En el mismo Comalcalco tuvimos la oportunidad de probar la propuesta del chef Vidal Elías Murillo, quien ofrece en su local, Tavola, una peculiar gastronomía italiana con acento local. Gastronómicamente hablando, Villahermosa y sus alrededores se benefician de ese ir y venir de gente de todas partes del mundo que suele ocurrir en ciudades vinculadas al agua, ya sea por río o por mar. En la ciudad, por ejemplo, la zona de restaurantes de Plaza City Center congrega a algunos de los restauradores más innovadores de Villahermosa, como Ernesto Aguilera Rodas, dueño de Tierra Criolla. Junto a él degustamos un delirante menú que mezcla recetas tradicionales con técnicas actuales. Para quienes buscan lo más tradicional, El Puchero, sobre el periférico Carlos Pellicer, tiene platillos del repertorio histórico tabasqueño, como el puchero (caldo con raíces, verduras y carne) y un pastel de elote que para este servidor fue alucinante. La mezcla de cocina tradicional con la moderna arrasa entre los restauradores tabasqueños, tanto en la ciudad como fuera, como lo evidencia Adán Tejeda Delgado, quien en su restaurante La Choza de los Pérez, en el pueblo de San Román, nos preparó un buffet variadísimo basado en pejelagarto, pez de agua dulce, abundante y típico de la zona.
San Román está cerca de los pantanos de Centla, la joya natural por excelencia de Tabasco. Decretado Reserva de la Biosfera en 1992, el perímetro protegido se extiende por algo más de 300.000 hectáreas a lo largo del delta conjunto de los ríos Usumacinta y Grijalva. En la ribera oriental del río, al norte de la unión de los ríos, se encuentra el centro de interpretación del parque, conocido como Uyotot-Ja (Casa del Agua), donde se instruye al visitante sobre la importancia del agua, los procesos que llevaron a la formación de tan rico entorno y el papel del hombre en su mantenimiento. Tras la visita al centro, se pueden recorrer los senderos de interpretación cercanos. Es increíble la variedad, cercanía y relativa mansedumbre de la fauna residente. Se avistan con frecuencia lagartos, reptiles, mapaches y aves, más aún si se hace el paseo en lancha: la verdadera cereza del pastel.
Tabasco es un territorio más bien llano y al nivel de mar, pero también tiene un pequeño sector montañoso. Nuestra última variedad de la gira por el estado la reservamos para la sierra tabasqueña. Los pliegues de colinas y cerros esconden lugares como las grutas de Coconá, cerca del pueblo de Teapa. Descubierta en 1876, Coconá tiene un sendero practicable de casi quinientos metros que atraviesa ocho bóvedas de sobrecogedor aspecto. Un manantial interno, cuya profundidad se ha calculado en 35 metros, refugia especies únicas de la gruta. Al terminar el recorrido se puede bajar por rappel hasta el principio. Otra atracción de la sierra es el desarrollo turístico de Kolem Jaá, cercano a la antigua residencia del político tabasqueño Tomás Garrido Canabal, donde se puede visitar un museo dedicado a su memoria, relajarse en los balnearios y cataratas, o practicar deportes de naturaleza y aventura. Tapijulapa, cerca de Kolem Jaá, uno de los pueblos mágicos de México, se destaca por la artesanía de fibra vegetal. Aquí cerramos este breve aperitivo de los atractivos turísticos de Villahermosa y Tabasco que usted podrá seguir y ampliar, una vez que la ciudad se conecte al resto de las Américas a través del Hub de las Américas, en Panamá, a partir de agosto próximo.
Tome nota
Desde Norte, Centro, Suramérica y el Caribe, y a través del Hub de las Américas en Ciudad de Panamá, Copa Airlines ofrecerá, a partir del 3 de agosto próximo, cuatro vuelos semanales a Villahermosa. El vuelo de ida sale de Panamá los lunes, jueves, viernes y domingos, a las 12:26 p.m., arribando a Villahermosa a las 3:11 p.m. Se regresa el mismo día a las 5:11 p.m. y aterriza en Panamá a las 8:02 p.m. Más información disponible en www.copaair.com.
Este reportaje se logró gracias al apoyo de la Oficina de Visitantes y Convenciones de Tabasco. Para más información sobre Villahermosa y el estado de Tabasco, ingrese en www.visitetabasco.com.