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Viaje a las tierras del vino en Chile

Por Paulina Valenzuela
Fotos: Paulina Valenzuela, Latinstock

Mientras se avanza por la ruta de 190 kilómetros que conecta a Santiago, capital de Chile, con Santa Cruz, principal ciudad del Valle de Colchagua, se hace cada vez más recurrente el paisaje de explanadas y de cerros peinados con hileras verdes semejantes al trenzado africano que lució Bo Derek en 10: La mujer perfecta. Algunas filas de racimos de uva se encaraman por escarpados terrenos, desafiando la fuerza de gravedad. Ante ese espectáculo es imposible no sentir admiración por el virtuosismo de quienes sembraron y clavaron guías en las empinadas laderas, manteniendo una tenaz regularidad en el diseño geométrico.

Es marzo y un benévolo sol nos acompaña mientras realiza su viaje diario, que comienza cuando despunta en la cordillera y termina cuando se esconde detrás de una montaña o, si uno está en la costa, cuando cumple su ritual de sumergirse en el Pacífico, convertido en un disco rojo. Ese sol, intenso pero amable, nos recuerda que el clima sin estridencias es una de las bendiciones de estas latitudes. Como ocurre durante casi todo el verano, será un día de calor seco de no más de 32 ºC que dará paso a un fresco anochecer. El contraste de días cálidos con noches frías no sólo lo agradecen los visitantes, que recuperan fuerzas conciliando el sueño en un grato entorno que obliga a arroparse para dormir, sino también algunas vides, que resultan beneficiadas por los agudos cambios del día a la noche en la temperatura ambiente.

Si mirar los viñedos durante esta época es un deleite, contemplarlos en otoño es simplemente sublime. Pero para llenarse la vista de hojas doradas habrá que esperar algunos meses. Ahora son otros los influjos con que el Valle de Colchagua atrae a los turistas. Las fiestas de la vendimia son uno de ellos. La de Santa Cruz se realiza el 4, 5 y 6 de marzo, marcando la cúspide en las celebraciones que acompañan el proceso de producción del vino en esta zona.

Empanadas chilenas

Ciudad del emprendimiento

Cerca de 120.000 personas asisten a la Fiesta de la Vendimia de Santa Cruz. Las actividades se despliegan en el centro, en la Plaza de Armas y en sus alrededores. La ciudad palpita con el ir y venir de los visitantes que recorren alegremente las calles en grupos de amigos, en familia o en parejas. Observan, preguntan, comentan sobre lo que ofrecen los cientos de puestos de comidas, vinos y artesanías dispuestos en las calles bajo multicolores lienzos de tela, que han sido instalados para dar sombra. La fiesta tiene la espontaneidad y la algarabía de una celebración popular, pero también trasluce el orden, la organización y la cultura cívica que caracterizan a Santa Cruz, una ciudad donde prácticamente no se ven rayados en las calles, ni basura desperdigada, ni grupos de perros sin dueño. El estilo pulcro de este evento masivo se expresa también en la higiénica apariencia de los puestos que ofrecen alimentos, en el cuidado de los espacios compartidos y en medidas como la instalación de baños públicos, donde se paga para ingresar.

La Plaza de Armas de Santa Cruz, corazón de la fiesta, mantiene su cuidado estilo colonial, con monumentos que hablan de la historia de esta ciudad, un reloj carrillón donde funciona una oficina de turismo, y detalles como las placas talladas en madera que identifican los distintos tipos de árboles. Durante los días de la fiesta de la vendimia aumentan en las calles los carabineros (policías a cargo de mantener el orden público), quienes responden las preguntas de algunos extranjeros, dirigen el creciente tránsito vehicular y su simple presencia desincentiva la comisión de delitos. De hecho, la fiesta popular en las calles de Santa Cruz se vive con una sensación de seguridad que se puede atribuir, en gran parte, a la presencia de la policía uniformada, pues son carabineros: una de las instituciones en las que más confían los chilenos.

La celebración que marca la cosecha de la uva en Santa Cruz es también una gran oportunidad para que los emprendedores de la ciudad y de sus alrededores muestren a los visitantes lo bueno que tienen para ofrecer. Por lo pronto, trece viñas exhiben en sus stands su producción de mostos en una variedad con 150 etiquetas. Las opciones gastronómicas son muy numerosas. Desde los puestos de comida llegan los deliciosos aromas de las empanadas chilenas, rellenas de pino de carne, mariscos o queso; los ceviches, los anticuchos (trozos de carnes ensartados), las tortillas, las fajitas… o los asados de vacuno o de cerdo, por mencionar sólo algunos platos que se disputan la preferencia del público. Para los que tienen debilidad por lo dulce, también hay muchas tentaciones, como helados de vino, tartas, preparaciones con almendras, pasas y nueces; y el postre tradicional de Chile: el mote con huesillo.

La consigna de los organizadores de la fiesta de la vendimia es dar la oportunidad a los emprendedores locales de exhibir el fruto de su trabajo. Las artesanías son variopintas y van desde tejidos de lana, tallados en madera, talabartería, sombreros y joyas, hasta productos de belleza fabricados con aceites naturales, semillas y cortezas de árboles. Se cuenta que hay lugareños que logran pagar el arancel anual de los estudios universitarios de sus hijos con las ganancias obtenidas por las ventas de sus productos en estos tres días.

Parte esencial de esta fiesta en el Valle de Colchagua incluye escenas como la elección de la Reina de la Vendimia, el folclor que se despliega en cualquier esquina, bajo la forma de un improvisado pie de cueca (baile nacional chileno) o la presentación de artistas de fama internacional en la Plaza de Armas.

Mucho para ofrecer

En su vocación de presentar una propuesta atractiva y diversa a los turistas, el Valle de Colchagua ha crecido de un modo asombroso. Hay varias iniciativas que confluyen para lograr este objetivo. Una de ellas es la intensa actividad desarrollada por las bodegas de categoría internacional afincadas en este valle. Los esfuerzos por mostrar al mundo la producción vitivinícola y la cultura de esta zona se coordinan en la llamada “Ruta de Colchagua”, una sociedad que reúne a treces viñas, restaurantes y operadores turísticos bajo el lema “Aromas y sabores de cordillera a mar”. En estas tierras regadas por el río Tinguiririca se cultivan cepas como el Cabernet Sauvignon, el Merlot y el Carménère, del cual Colchagua es el mayor productor del mundo y cuya cepa se perdió en Europa a causa de la plaga filoxera.

Desfile de tambores

Los visitantes pueden conocer los diversos pasos que comprende la producción de vino en uno los recorridos que ofrecen las viñas, incluyendo programas por el día o por estancias más largas. Algunas propuestas ofrecen experiencias como participar de la vendimia, cortando los racimos de uva en una jornada de actividad agrícola.

Entre las múltiples razones para visitar Colchagua están el saborear la exquisita gastronomía disponible en este valle, la posibilidad de recorrer las viñas en bicicleta, mirarlas desde arriba a bordo de un globo aerostático o en un helicóptero; conocer los museos de la zona, disfrutar los numerosos hoteles boutique surgidos en los últimos años en este valle, o dejarse consentir por los cuidadosos detalles del Hotel Santa Cruz, de cinco estrellas.

Contiguo a este hotel está el Museo de Colchagua, que alberga un verdadero tesoro cultural. Dado que Colchagua fue la frontera sur del Imperio inca, se requieren varias horas para recorrerlo y conocer sus colecciones, que enseñan sobre la historia del hombre desde 15.000 años antes de Cristo, pasando por las culturas precolombinas, la época de la conquista, la colonia, la independencia y demás hechos históricos relevantes para Chile y el continente.

Uno de los principales puntos de interés en el Museo de Colchagua es el espacio dedicado a la historia de los 33 mineros que quedaron atrapados tras el derrumbe de una mina en el norte de Chile, en 2010. Resulta muy notable la recreación de las condiciones en que vivieron los 69 días que permanecieron enterrados a 720 metros de profundidad, y escuchar los pormenores de la hazaña que implicó el rescate conmueve hasta las lágrimas.

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