Taxco en plata blanca
Texto y fotos: Vicky Santana Cortés
De lejos, las casas de fachadas blancas con sus techos rojos de dos aguas parecen incrustadas en una montaña escalonada en terrazas. Construidas sobre siete colinas, las casonas coloniales, iglesias y hoteles que asoman permiten ver parte del verde paisaje que se extiende por toda la Sierra Madre del Sur.
El taxi en el que me dirijo desde la terminal donde me ha dejado el “camión” ‚Äïun autobús de lujo en el que he viajado desde Ciudad de México‚Äï trepa con rapidez por las angostas calles serpenteantes hasta llegar al hotel Los Arcos, mi alojamiento, a pocos pasos del Zócalo, epicentro de Taxco. El conductor quiere ganarle a la cuesta, que amenaza con hacerle perder el impulso, y en su carrera pita afanosamente alertando a las personas que caminan a lado y lado de la calle, pues no hay aceras para los transeúntes. Sí: caminar por el lugar puede ser una osadía, pero es la única forma de disfrutar cada callejuela taxqueña.
Es sábado, uno de los mejores días para el comercio de artículos de plata. Cientos de artesanos y vendedores aprovechan el tianguis (mercado tradicional) y en sus puestos temporales ofrecen joyas de plata de la mejor calidad, a precios cómodos, a miles de turistas y compradores que vienen a pasar el fin de semana.
Capital mundial de la plata
Muchos siglos de historias de trabajo, dolor y amor le han valido a Taxco de Alarcón ‚Äïllamada así en honor del dramaturgo y escritor Juan Ruiz de Alarcón, uno de sus hijos más ilustres‚Äï ser reconocida hoy como la “capital mundial de la plata”.
Antiguo asentamiento de los indígenas tlahuicas, fue una expedición al mando del español Hernán Cortés la que en 1521 encontró en sus inmediaciones los yacimientos del blanco metal, por lo cual levantó a pocos kilómetros de allí una colonia con el fin de emprender la explotación del “Socavón del Rey”, nombre con el que bautizó la mina de plata. A finales del siglo XVI, la fama de Taxco llegó a todos los confines y durante muchos años abasteció de metales preciosos a los europeos. Sin embargo, la aparición de nuevos yacimientos en América Latina dejó a Taxco en el olvido por más de doscientos años, hasta que José de la Borda redescubrió la plata taxqueña, en 1716.
Este acaudalado minero español, que obtuvo su fortuna explotando la plata, decidió retribuir al pueblo de Taxco creando escuelas, carreteras y otras obras municipales. La más importante de ellas fue la Iglesia de Santa Prisca, que domina el paisaje urbano; una joya arquitectónica del barroco mexicano, cuya construcción tardó ocho años. Más allá de las obras que entregó a sus habitantes, De la Borda, considerado el padre de Taxco, le devolvió al pueblo su estatus minero. Por circunstancias de la historia, Taxco quedó de nuevo aislado del comercio mundial de la plata por casi un siglo; pero en 1928 el pueblo reverdeció, pues era paso obligado en la nueva carretera que conduce de Ciudad de México a Acapulco.
William Spratling, un estadounidense que arribó en 1929 a estas tierras con el ánimo de estudiar la historia de México y su cultura, es otro de los personajes memorables de Taxco. Gracias a su empuje y sus conocimientos, el hoy llamado “padre de la plata mexicana” logró que un grupo de jóvenes plateros descubrieran sus habilidades para el diseño y la creación de joyas. Bajo su dirección, los aprendices se convirtieron en los grandes maestros que hoy enorgullecen a la ciudad. En 1931 abrió Las Delicias, una escuela-taller que nueve años después ya tenía trescientos artesanos. Empleando técnicas como martillado, cincelado y repujado, sustentadas por la creatividad, crearon piezas únicas con aleaciones especiales, texturas o incrustaciones con piedras preciosas o madera.
Hoy, 85 años después, el reconocimiento de Taxco como capital mundial de la plata, las más de trescientas platerías formales, las cuatro mil familias taxqueñas que viven de esta actividad y unas tres generaciones de artesanos del oficio, son su más sobresaliente legado. La grandeza de su obra se puede admirar en el Museo Spratling, a espaldas de Santa Prisca, que exhibe más de 140 piezas de plata, diseños y dibujos originales del visionario maestro, además de vestigios arqueológicos de Mesoamérica.
Ciudad minera
A pesar de que desde hace nueve años una huelga declarada por los mineros de Taxco para buscar mejoras salariales detuvo la extracción de la plata en las minas de la zona, la industria de la platería continúa siendo la actividad que más aporta a su economía, además del turismo que se deriva de ésta.
Buena parte del material con el que hoy se trabaja proviene en realidad de minas de otros estados mexicanos, como Zacatecas. Este es enviado a Monterrey para fundir y separar los metales que se obtienen de las minas, luego de lo cual empresas de tradición distribuyen la granalla, plata pura‚ a los joyeros de Taxco.
Cuando se recorren las empinadas calles del poblado colonial, no sorprende que por cada cien metros de recorrido haya diez o más talleres y locales dedicados a la fabricación o venta de artículos de plata, en medio de los cuales asoman hoteles y restaurantes.
Además de las bocinas de los “escarabajos” blancos convertidos en taxis, el ruido de las pulidoras o el martilleo invade la atmósfera taxqueña. Proviene de los talleres plateros, algunos pequeños, como el de los hermanos Avilez, quienes mantienen la tradición desde 1954 y hoy diez miembros de tres generaciones trabajan en el negocio familiar. O el taller El Diamante, donde Pablo López trabaja la plata desde los doce años y ahora sus hijos también lo hacen. Los hay tan grandes como el Taller de los Ballesteros, en el cual los miembros del clan familiar han hecho carrera y hoy son reconocidos diseñadores y exportadores de sus productos a los mercados del mundo. Fundado en 1937, este es uno de los talleres más importantes, con siete departamentos donde laboran más de cuarenta personas, que además de joyería clásica fabrica imponentes piezas de orfebrería: esculturas, retablos, vajillas, candelabros, lámparas…
Por la Avenida de los Plateros y en el marco de la Plaza Borda se encuentran algunas de las más reconocidas tiendas del lugar, que ofrecen todo tipo de joyas y accesorios de plata con la debida certificación de autenticidad. También se puede hallar este tipo de joyería en el Centro Joyero y en los tianguis, que ofrecen buenos precios sobre todo si compra al por mayor. Basta caminar por las pendientes callejuelas ‚Äïes preciso calzar zapatos cómodos, llevar sombrero y mucha agua‚Äï y perderse por sus plazas y recovecos para encontrar la joya deseada. Luego de recorrer algunas tiendas, empieza a ser evidente el llamado “diseño Taxco” que se exhibe en las platerías. Es su sello característico, que lo diferencia de otro tipo de joyería de plata, como la italiana o la tailandesa.
Al respecto, Zeus Rodríguez, secretario de Turismo de Taxco, comenta que el trabajo de la platería se divide en tres categorías: orfebrería, que adelantan los artesanos creando piezas artísticas, esculturas y objetos de muy prolija elaboración; de autor, trabajos hechos por reconocidos plateros que ya son una marca nacional y se exhiben en certámenes de moda (como óscar Figueroa, Sergio Bustamante o Daniel Espinoza), y la platería comercial, de joyas clásicas como pulseras, cadenas, collares, aretes, anillos y dijes, que se consigue en todas las joyerías del lugar.
Arte en familia
Son tres Alicias: la abuela, la madre y la nieta. Esta última, Alicia Anhalí Gómez, taxqueña de 29 años, es una joven diseñadora de joyas que hace parte de la nueva generación de plateros. Sus abuelos comenzaron en el negocio hace sesenta años, y su madre, diseñadora, hace treinta. Ella perpetúa la tradición familiar, pues creció en medio de abalorios y piezas de plata, y estudió diseño de joyas en Milán. Al regresar, continuó su formación con reconocidos maestros plateros, que le enseñaron técnicas como repujado, cera perdida y otras necesarias para entender las posibilidades de la orfebrería de plata.
Hoy su taller de armado y el local comercial funcionan en el mismo lugar donde hace setenta años estaba la sede del taller Las Delicias, de Guillermo Spratling. La casa data de 1920 y está ubicada en la Calle del Verdugo, justo enfrente de la Iglesia de Santa Prisca. Esta edificación, hoy llamada la Casa Roja, fue el escenario de la triste historia de una familia de apellido Verdugo que se suicidó colectivamente, al parecer porque no resistía la agonía de la madre, quien padecía una enfermedad dolorosa. Por esta razón, estuvo muchos años deshabitada pues la consideraban maldita, hasta cuando la madre de Alicia Anhalí la compró.
En la actualidad, en parte gracias a su ubicación, es una de las platerías más visitadas. Allí la diseñadora crea sus piezas, que serán luego elaboradas por plateros del lugar, y proyecta el trabajo de difusión de su marca: Casa Roja. Desde hace tres años exporta a varios países y asiste a ferias nacionales o internacionales de joyería. “En estas exposiciones quisiera transmitir que Taxco no es sólo plata a montones, sino que es diseño de calidad que implica el trabajo de muchos artesanos plateros, pero además el de jóvenes diseñadores que están tratando de hacer cosas nuevas aquí”, puntualiza Alicia.
Y aunque el comercio de artesanías de ese precioso metal es la verdadera joya de la corona del turismo taxqueño, admirar el paisaje colonial, caminar por las calles empedradas, visitar iglesias y museos, y disfrutar la buena comida y la infraestructura hotelera, con una envidiable temperatura de 18 a 20 grados centígrados, son suficientes atractivos para viajar en cualquier época del año a este “pueblo mágico” de México, en el estado de Guerrero.