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Vistas de PanamaPor las aguas de Veraguas

Por las aguas de Veraguas

Texto y fotos: Javier A. Pinzón

No sabemos con certeza de dónde viene su nombre, pues hay más de una versión. Pero para mí es fácil imaginarlo: “Ver aguas”. En esta provincia, en el centro de la república panameña, emerge la vida en forma de lagos, ríos y cascadas que vienen de la montaña en busca de algún mar.

Veraguas es la única provincia de Panamá que tiene costas en el mar Caribe y en el océano Pacífico. Sus montañas más altas, cubiertas por bosques de niebla, producen gran cantidad de agua que, al caer, crea lugares paradisíacos, algunos de los cuales son fácilmente accesibles. Por esta razón, Veraguas es un excelente destino para quien busca cascadas, un chapuzón en el río, una remada en un lago y, por supuesto, el encuentro de los ríos con el mar y el mar mismo.

El punto de partida para explorar la provincia es Santiago, su capital, con escasos 89.000 habitantes, que se halla a 240 kilómetros de Ciudad de Panamá y posee buenos hoteles para hospedar a sus visitantes.

Hacia el norte está el camino para acercarse a una de las áreas más inhóspitas e inhabitadas del país: el Parque Nacional Santa Fe, en lo alto de las montañas, y más al norte, en medio del mar Caribe, el Escudo de Veraguas, una isla inaccesible, inexplorada y pristina. La carretera, al sur, lleva a lugares también hermosos, cuyas aguas ruedan hacia el Pacífico. Este recorrido es más accesible y abarca destinos inolvidables para los amantes del agua, dulce o salada.

La Yeguada, la laguna y el salto 

En la Reserva Forestal de la Yeguada el clima es fresco y agradable, y el paisaje único en el área, con pinos en vez de bosque tropical. A 660 metros sobre el nivel del mar, este lago artificial fue creado en los años 60 para generar energía, pero hoy los lugareños y los visitantes lo frecuentan por sus bellos paisajes: de lago, quebradas y cascadas. Un sitio de camping por excelencia. Aquí también está el Salto de la Yeguada, caída de agua de unos 35 metros de altura, excelente opción para un hidromasaje natural en aguas cristalinas.

Calobre y sus chorros 

Más abajo en la montaña, ya en clima bastante cálido, están los chorros de La Tetilla de Calobre. Allí baja el río San Juan, cuyo cauce está cercado por piedra volcánica, que forma estrechos y cascadas. En la temporada seca su cauce se reduce, lo que hace posible explorar y caminar por el río, pero en la temporada lluviosa se llena de pequeños chorros, que en días soleados crean un spa natural. El Balneario y Asado Los Chorros es un buen lugar para pasar un día en familia, pues ofrece amenas instalaciones para descansar y acompañar la jornada con un rico almuerzo.

San Francisco: iglesia con salto 

San Francisco de la Montaña, a solo veinte kilómetros de Santiago en dirección norte, es un pequeño pueblo con una gran historia. Es hogar de una de las pocas iglesias coloniales de Panamá, pero también es uno de los lugares para refrescarse en las aguas de Veraguas. Dentro del pueblo, muy accesible, está el Salto, donde los lugareños comparten con los visitantes más de cinco cascadas que caen unos cuantos metros. Este paseo de río es particularmente divertido, porque hay escaleras en varios puntos de las rocas para que sea fácil subir y luego saltar al agua. Al igual que en los otros ríos de la región, su cauce, intensidad y, en este caso, número de cascadas dependen del volumen de lluvia en las montañas. Durante los meses de verano el agua es cristalina, pero su afluente escaso; en cambio en invierno, de abril a noviembre, su cauce se acelera y sus aguas se ponen turbias tras cada lluvia. Es un lugar para disfrutar tanto en la temporada seca como en la lluviosa.

El Salto de las Palmas 

Las aguas de Veraguas siguen su recorrido hacia el occidente, formando lugares paradisíacos en busca del mar. Uno de estos lugares está en Las Palmas, a unos 80 kilómetros de la capital de la provincia, donde las montañas esconden un gran tesoro: su salto. Un pequeño arroyo de cauce lento en medio de su camino topa con una falla. Al aproximarse al hoyo, sus aguas se aceleran y caen libremente unos cuarenta metros, creando un claro de luz en medio del bosque tupido que cubre las laderas de la montaña. Es un lugar de contemplación y relajación.

Los humedales de Montijo, donde los ríos encuentran el mar 

Las aguas que ruedan montaña abajo por diferentes ríos y quebradas en busca del océano Pacífico se encuentran en el Golfo de Montijo. Este golfo, de 25 kilómetros de largo por cinco de ancho es el hogar de viejos bosques de manglares que hospedan una gran variedad de peces. No es sitio de baño, pues sus aguas son turbias, pero sí un bello lugar para observar aves y bosques de manglares, y presenciar la transición donde las aguas cristalinas que bajan de las montañas se encuentran con el azul turquesa del mar. Gracias a su valor ecológico, fue inscrito en la Red de Humedales del Convenio RAMSAR y es un área protegida por el Ministerio del Ambiente.

Isla Coiba, el mar en su mejor presentación 

Ya en el mar, la joya del Pacífico panameño es isla Coiba. Atractivo principal de un archipiélago con nueve islas y más de treinta islotes, todos rodeados por aguas color turquesa en donde extensos arrecifes coralinos y bosques de corales suaves atraen a una gran variedad de peces. Por su buen estado de conservación, tanto de sus bosques maduros, playas vírgenes y arrecifes de coral, el Parque Nacional Coiba fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2005. El agua de Coiba se disfruta con una careta puesta, pues lo más valioso vive bajo la superficie marina. Por eso, para visitar Coiba se recomienda tomar un tour de snorkel o buceo desde una de sus poblaciones cercanas, como Santa Catalina o Pixvae.

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