Parque Omar: pulmón de la ciudad
Por: Sofía Kalormakis de Kosmas
Fotos: Carlos E. Gómez
«La primera excursión que recuerdo de niña ocurrió allí. Probablemente tendría entre tres y cuatro años. Rememoro la imagen de mi madre amarrándome los patines de plástico Fisher Price antes de empezar a rodar por esos senderos pavimentados, mientras preparo a mis hijos para rodar los suyos en el nuevo “domo” del constante e inagotable Parque Omar. Como amigo fiel, este lugar nos abre sus brazos cualquier día, pero sobre todo nos llama los fines de semana.
Después de dar un par de vueltas buscando estacionamiento, descargamos coches de bebé, pelotas para jugar, patines, petates y la canasta de picnic. Nos topamos con amigos, conocidos, jóvenes, atletas, docentes, observadores de aves, turistas, jubilados, amantes de mascotas y cuantos grupos de interés haya bajo el sol, todos confluyendo en este pedazo de tierra: un paréntesis del diario vivir urbano, refugio natural para el hombre y para varias especies de fauna y flora. En el Parque Recreativo y Cultural Omar el tiempo y el espacio se detienen para crear recuerdos y dar paso a las vivencias cotidianas que compartimos visitantes locales y turistas.
¿En cuántos otros lugares en la capital istmeña se puede ejercitar admirando el panorama, descubrir una pareja de búhos dormilones aperchados en un pino, disfrutar de un jugo natural recién preparado y comprar las verduras de la cena a la salida? Sus instalaciones reúnen no solo bosques y 3,5 kilómetros de senderos para caminar, sino también una nueva pista de patinaje, juegos sensoriales para niños, canchas de tenis, fútbol, béisbol y baloncesto; máquinas de ejercicio al aire libre, una piscina, un anfiteatro, baños y merenderos.
Enclavado en la transitada Vía Porras, su posición le atribuye singularidad como “pulmón de la ciudad”, brindando un lugar al aire libre de sano esparcimiento. Además, es escenario de diversas actividades culturales, religiosas y de promoción de la salud pública sin diferenciar edad, estatus socioeconómico, partido político o credo. En años recientes, el parque ha sido el epicentro de novedosos festivales musicales y ferias de reciclaje.
Según las cifras oficiales de la administración del parque, el sitio recibe alrededor de 5.000 visitantes diarios, 150.000 al mes y 1.800.000 al año. Guardando las proporciones, se podría decir que el Parque Omar es para Panamá lo que el Central Park es para Nueva York.
Un campo de golf se convierte en parque
Desde sus inicios, este lugar ha sido testigo de los cambios históricos que vive el país. Antes de 1973, el actual Parque Omar era el exclusivo Club de Golf; punto de referencia internacional para los amantes de ese deporte. Tomó su nombre del general Omar Torrijos, quien emprendió las conversaciones para comprarlo y convertirlo en un espacio de uso público, que hoy cuenta con 32 instalaciones.
Desde 1983, el Despacho de la Primera Dama se encarga de la administración del parque, y fue esa misma entidad, bajo la administración de Marta Linares de Martinelli, la que se encargó recientemente de notorias renovaciones.
El paisaje actual deja ver su diseño original: 57 hectáreas de áreas verdes, con árboles dispersos y arbustos. Su particular colección de árboles mezcla especies nativas con variedades exóticas utilizadas para decorar las antiguas instalaciones de los golfistas. Allí se refleja la espectacular biodiversidad de aves que habitan y sobrevuelan a diario nuestra ciudad y alrededores, al igual que la presencia de ardillas y hasta hormigas, que conforman un ecosistema donde cada especie se interconecta.
Rabiblancas, cara cara cabeciamarillas, changos negros coligrandes, azulejos, cucú ardillas, saltadores listados, pericos, mosqueros sociales, pibí orientales, amazilias colirrufas (especie de picaflor citadino), carpinteros coronirrojos, sangre toros, pechos amarillos y búhos listados son solo algunas de las especies de aves de jardín, silvestres y migratorias que habitan en el parque. Con o sin binoculares, esta pequeña muestra comprueba la riqueza que el sitio custodia; lo que nos llama a apreciarlas, atesorarlas y protegerlas.
El recorrido comienza desde la venta de frutas y verduras en la entrada principal. La sombra y el fresco que nos regalan esos árboles abren paso hasta llegar a la Fuente de Piedra, donde se halla la entrada al área de juegos infantiles. Este monumento, titulado “El agua es vida”, recuerda el Primer Festival Internacional del Agua y la Niñez celebrado en 1999. Detrás de la fuente, un ficus o matapalo se ha envuelto como una serpiente y estrangula al árbol vecino; lo secará hasta matarlo. Al frente, un árbol casuarina (Casuarina equisetifolia) con hojas alargadas en forma de lágrimas, que producen nostalgia.
Sobre la colina, divisamos enormes árboles maderables que se levantan ante nosotros, como el corotú, roble, guayacán, melina, cereza española, jobo amarillo, teca y jagua, y frutales como el marañón o nuez de la India, nance, mango y algarrobo. El más emblemático es el Panamá (Sterculia apetala), que desde 1969 mantiene por ley el estatus de árbol Nacional de la República, el cual puede llegar a medir hasta cincuenta metros de altura. Con él se fabrican canoas y en la antigüedad se usaba como medicina contra la malaria.
En la zona infantil destacan juegos con atracciones del gusto de los pequeños aventureros: columpios, barras y aparatos de equilibrio, entre otras locuras que hacen las delicias de los más chicos. Otros se pasean por los senderos sobre ruedas, vuelan cometas o disfrutan de una refrescante paleta de helado o “raspado” (el granizado local), a la venta en diferentes puntos del sitio.
Seguimos por este camino que serpentea, pasando por los merenderos salpicados al lado derecho. Al fondo, encontramos el diamante de béisbol, inaugurado en 1997, donde pequeñas ligas juegan todo el año y celebridades de la talla de Carlos Lee imparten talleres para niños.
Adelante vemos la Casa Club, inaugurada en 1932, la cual hospeda las instalaciones principales del Club de Golf. Hoy, instructores de diversas especialidades dirigen enérgicas rutinas de aeróbicos, baile y yoga, entre otras actividades. En sus salones se celebran diversos eventos, desde la cuenta de votos en tiempos electorales hasta bodas. Una nueva pista de patinaje multiuso, un conjunto de murales, esculturas y un Museo de la Gruta de la Virgen terminan de redondear la variedad de opciones recreativas y culturales que el parque ofrece a sus visitantes.
La Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R., ubicada dentro del recinto, es sin lugar a dudas la más prestigiosa que ostenta la capital. Sus salas de lectura cuentan con amplios ventanales que incorporan la vegetación del parque, dotando a sus cuatro pisos con un ambiente de tranquilidad y paz, necesario para la investigación y la lectura académica y recreativa. Para mayor información, visite www.binal.ca.pa
Nuestro paseo concluye con un grupo de arbustos cuyas flores amarillas, conocidas como copa de oro (Allamanda catártica), bordean el busto a la salida del Parque Recreativo y Cultural Omar. Partimos cansados y satisfechos de todas las experiencias vividas en un par de horas en este oasis en medio de nuestra congestionada ciudad.
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