Panamá: un país a todo gas
Por Juan Abelardo Carles
Fotos: Cristian Pinzón
Desde el punto de vista energético, en 2013 Panamá había acumulado todos los ingredientes para enfrentar una tormenta perfecta. El crecimiento económico del país llevaba casi una década acariciando los dos dígitos porcentuales y el consumo de energía aumentaba a razón del 6% anual. Al mismo tiempo, los fenómenos del Niño iban ganando en intensidad y duración, comprometiendo el aporte de las grandes hidroeléctricas a la matriz energética del país.
Por otro lado, en los últimos quince años la evolución de los precios del petróleo ha mostrado un comportamiento caracterizado por una alta volatilidad de los precios: a principios del siglo XXI el barril de petróleo se cotizaba aproximadamente en 10 dólares y luego, en septiembre de 2008, la tendencia volátil de los hidrocarburos disparó el precio a 147 dólares para después desplomarse a 30 dólares, en los primeros meses de 2009, e iniciar un nuevo movimiento al alza que lo llevó a los 110 dólares, hasta octubre de 2014, cuando volvió a caer a casi 40 dólares, para retomar una tendencia decreciente que quizá rebote en el futuro cercano. Tal inestabilidad encareció el segundo gran componente de su provisión energética.
Aunque el Estado intentó retrasar la crisis subsidiando al sector más bajo del consumo, a mediados de ese año se impuso un racionamiento que incluía, entre otras medidas, cambios de los horarios en escuelas y oficinas públicas, así como una reducción del horario de operaciones para el comercio. A mediados de 2014 se anunciaba una reorganización del sector energético, cuyos primeros frutos comenzarían a verse tres años después; es decir, este año. El esfuerzo pretendía reducir la dependencia energética del petróleo, aumentando la apuesta por fuentes renovables o no renovables más limpias. ¿Ha cambiado la perspectiva de Panamá en materia de provisión energética? Para responder, al menos en parte, a esta pregunta hay que trasladarse a la costa caribeña de la región interoceánica, donde van tomando forma dos grandes emprendimientos de generación energética a partir de gas natural licuado (GNL).
El más adelantado está a cargo de AES Colón, filial de la homónima norteamericana AES International. Dicha empresa está presente en Panamá desde hace 18 años, por medio de varios emprendimientos energéticos que hasta ahora suman 1.400 millones. Su inversión en Colón, costa atlántica panameña, específicamente en la isla Telfers, compromete 1.150 millones en la que será la primera planta de generación de energía con GNL en Centroamérica. La instalación abastecerá con 380 megavatios (MW) al país. La recorrimos con Miguel Bolinaga, gerente de AES en Panamá, quien comenta que “la entrada de esta planta es fundamental a nivel estratégico, porque apuntamos a que el GNL aportará el 9% de la matriz energética del país en 2018, reduciendo su dependencia de petróleo al 45%, aproximadamente”.
Al otro lado de la entrada caribeña del Canal de Panamá, cerca de la comunidad de Río Alejandro, Martano, Inc. se apresta a iniciar la construcción de su planta generadora de energía a partir de gas natural. “Ganamos un contrato de quince años para abastecer a las distribuidoras energéticas de Panamá con 350 MW anuales a partir de 2020. Hemos concluido los estudios de impacto ambiental y estamos en la etapa de diseño. Debemos iniciar la construcción antes de que termine este año”, nos explica Pastor Cabrera, director técnico en Panamá de Shanghai Gorgeous Investment Development, empresa originaria de China y matriz de Martano.
Ambas inversiones están diseñadas para procesar mucho más GNL que el necesario para las proyecciones de consumo energético de Panamá. En el caso de AES Colón, la capacidad contratada, 381 MW, representa solo el 25% de la capacidad total de la instalación. Mientras que Martano tiene potencial para lograr 450 MW, aunque el monto de energía contratada por el Estado panameño asciende a 350. Naturalmente, podría entenderse que ambas empresas tengan en mente el futuro crecimiento de la demanda energética local, pero la estrategia va más allá de eso y promete agregar un puntal más a la ya sólida plataforma de servicios logísticos que Panamá ofrece desde su región interoceánica, convirtiendo al país en centro regional para recepción y redistribución de GNL; es decir, una “gasolinera” tanto para la flota mercante mundial, como para uso industrial.
La ambiciosa posibilidad surge gracias a dos eventos de impacto mundial. En primer lugar, el terremoto y posterior tsunami que azotaron el litoral nororiental del archipiélago japonés en marzo de 2011, el cual comprometió la seguridad de la vital central nuclear de Fukushima, provocando efectos contaminantes que perjudicarán al mundo durante décadas y alzando a la opinión pública mundial contra las centrales nucleares de energía. Después de aquel desastre, el GNL es una de las fuentes alternas de energía que ganó terreno. Tras su ampliación, el Canal de Panamá es capaz de abrir su ruta a transportes de GNL con capacidad de 177.000 metros cúbicos. Dado que este gas es el menos contaminante de los combustibles fósiles, la Autoridad del Canal de Panamá considera que su paso por la vía la convierte en la “ruta verde” por excelencia para conectar los yacimientos de gas natural del Golfo de México con los ávidos mercados del Lejano Oriente.
De forma simultánea, los compromisos adquiridos por los países signatarios del Convenio Internacional para la Prevención de la Contaminación por Buques (conocida como MARPOL), entre 1973 y 1978, entrarán en una etapa crítica a partir de 2020, presionando a la flota mercante mundial a adoptar combustibles bajos en azufre (0,5% de la emisión total), entre otros tóxicos. Parece ser que el GNL es el más idóneo para atender el reto. Según cifras de LNG World Shipping, unas seiscientas naves de la flota mercante mundial son propulsadas con GNL, pero los principales astilleros mundiales se aplican a ampliar tal número, para enfrentar este reto que se cumplirá dentro de tres años. Por ejemplo, en los gigantescos astilleros Hyundai, en Corea, hay encargadas 97 embarcaciones propulsadas por GNL.
De hecho, la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) también ve en la provisión de GNL un factor clave en la estrategia para complementar los ingresos que logra por el tránsito de naves. La ACP estudia la factibilidad para un terminal de GNL, gracias a fondos de cooperación de la United States Trade and Development Agency (USTDA), agencia del gobierno de Estados Unidos de América. El análisis de mercado de este estudio de factibilidad incluye todos los desarrollos e iniciativas que se están ejecutando en el país y la región. Según fuentes de la ACP, dicho estudio inició en noviembre de 2016 y se espera que concluya durante el segundo semestre de 2017. La instalación también serviría para proveer de energía al Canal de Panamá y, aunque no se ha determinado su capacidad ni ubicación, algunos especialistas indican que debería estar en la salida al océano Pacífico de la vía interoceánica, puesto que los emprendimientos que se hallan en marcha flanquean su otra salida, al mar Caribe.
“En el pasado Panamá ocupó el tercero o cuarto puesto entre las ‘gasolineras’ más grandes del mundo para proveer a las embarcaciones de combustibles pesados. No veo por qué ahora no pueda retomar ese lugar privilegiado como proveedor mundial de un combustible que es mucho más amigable con el ambiente”, sostiene Cabrera. Por su parte, Bolinaga agrega más posibilidades: “Centroamérica tiene seis países. Nuestra planta en Panamá puede dar energía tranquilamente a Costa Rica, El Salvador, Honduras y demás. Y no solo por transmisión a través de cables, pues tendremos la facilidad de que el gas se pueda transportar en camiones o barcazas hasta de 50.000 metros cúbicos. Centroamérica es lo suficientemente pequeña. En China hay camiones que recorren 1.200 kilómetros para llevar gas desde los centros de procesamiento a otras ciudades. Muchas empresas pueden cambiar su maquinaria para que funcione con un combustible socialmente más responsable”.
Eventos geopolíticos y naturales son inevitables en el futuro, lo mismo que sus consecuencias sobre el mercado energético mundial. Panamá vislumbrará más tormentas tras el horizonte, pero gracias a la creciente diversificación de su matriz energética, estarán lejos de ser perfectas, pues junto a las inversiones en GNL también se han emprendido proyectos eólicos y solares en las provincias centrales del país. Al mismo tiempo, la nación canalera agrega un producto más a su ya de por sí muy diversificada canasta de servicios logísticos, apoyando el uso de combustibles menos lesivos al ecosistema y poniendo su grano de arena en la forma en que la región produce, exporta y prospera: el clásico ejemplo de una crisis que se transforma en oportunidad.