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Museo Real de Ontario: Historia y naturaleza en medio de la City

Por: Ximena de la Pava
Fotos: Javier Pinzón

Sobresale al llegar a Toronto una ciudad moderna en pleno crecimiento y como prueba de ello pueden contarse las grúas que rematan la parte alta de decenas de edificios en construcción y las enormes paredes de cristal de los ya terminados, que le dan un tono azul a esta urbe vertical. Destaca también la flamante autopista que bordea el lago Ontario y que, pese a que ofrece la vista maravillosa de los veleros desde el centro de la ciudad, conduce hacia el nudo de avenidas y puentes que no alcanzan a aliviar la congestión vehicular. Y como símbolo indiscutible de la ciudad brilla desde todos los ángulos la Torre CN, con sus 553 metros de altura. Por ello, cuando por fin encontramos un barrio bajo, con muestras del legado británico en la arquitectura, nos dejamos seducir por la sobriedad de los edificios de la Universidad de Ontario y descansamos en los verdes senderos de Queens Park. Pero el remanso no dura mucho ya que, sin darnos cuenta, muy pronto desembocamos en la calle Bloor y nos topamos de nuevo con la modernidad: un enorme armatroste piramidal se riega sobre el andén y pone ese toque irreverente, iconoclasta, que nos recuerda que, pese a toda su historia, estamos en la ciudad más moderna de Canadá.

El Cristal de Michael Lee-Chin, como se conoce esta intervención, fue diseñado por el arquitecto Daniel Libeskind, el mismo que ganó el concurso original para la rehabilitación de la zona cero de Manhattan con su “Torre de la Libertad” y es además autor del famoso Museo Judío de Berlín. Lleva el nombre del millonario canadiense de origen chino-jamaiquino que donó treinta millones de dólares para el museo.

Y si El Cristal llama la atención desde las afueras, el museo que intervino, el Museo Real de Ontario (ROM, por sus siglas en inglés), es, sin duda, uno de los imperdibles de Toronto. La edificación que lo cobija ha sido icónica desde su construcción, en 1914, pues fue destinada a la formación de los estudiantes de la Universidad de Toronto y por eso hace parte del conjunto de la universidad y del Queens Park. En 1933, en medio de la Gran Depresión, fue ampliado por primera vez. En 1984 la reina Elizabeth II inauguró la segunda expansión, que lleva su nombre. La tercera, Renacimiento ROM, fue realizada en 2005 e incluye algunas salas nuevas y el famoso Cristal, que ya se ha convertido en un símbolo de la ciudad.

El museo, en sí mismo, es el más grande de Canadá y el quinto de América del Norte. Tiene, como atractivo, que reúne en un solo recinto, arte antiguo y moderno, la historia de Canadá antes de la llegada de los europeos, naturaleza, biodiversidad y una sala para que los chiquillos se diviertan con la ciencia. Es algo así como un todo en uno. No en vano contiene más de 40 galerías y seis millones de piezas.

Una de las cosas más llamativas del museo son los enormes esqueletos de dinosaurio, una de las mejores colecciones mundiales de esta temática. Gordo, por ejemplo, que ocupa lugar central, es uno de los tres Barosaurus que se han logrado completar y están expuestos en el mundo. Hay también un enorme Parasaurolophus y cientos de especímenes fosilizados, desde aves, reptiles y peces hasta plantas e invertebrados del jurásico y el cretáceo. Y por supuesto no podían faltar los más famosos, como el Tyrannosaurus rex, el Stegosaurus y el Triceratops. Muchos de estos fósiles fueron hallados en Esquisto de Burgess, Columbia Británica, considerado uno de los cementerios de fósiles más grandes del mundo.

Para realizar nuestro recorrido nos enfocamos en cuatro aspectos de las múltiples opciones temáticas del museo, pues de otra forma no habríamos salido de allí en tres días. El primero fue el de las Galerías del mundo, que ofrece al visitante una completa panorámica de muy diversas culturas. Por ejemplo, hay un excelente salón dedicado a la arquitectura china y otro, maravilloso, con esculturas y estatuas de más de 1.500 años de antigüedad labradas en piedra, bronce, cerámica y madera. Allí destaca un Buda enorme, de bronce, con casi tres metros de alto y dos metros y medio de ancho. Para enseñar acerca de la cultura egipcia, el museo tiene algunas reproducciones de sus templos y sus muros labrados. También hay más de mil objetos de Mesopotamia y unos cuantos más de varias culturas africanas, entre ellas la civilización perdida de la Antigua Nubia.

En segundo lugar visitamos la Galería de los primeros pobladores de Canadá, que ofrece una vista rápida del país, sus costumbres y tradiciones, y muestra cómo los habitantes ancestrales sobrevivieron a las temperaturas extremas de este país ‚Äïmenos 30 grados centígrados‚Äï antes de la era de la calefacción. Nos llamó la atención el colorido y los diseños de sus tejidos que, fácilmente, pueden seguir haciendo parte en la moda moderna.

Le dedicamos todo el tiempo posible a la Galería de historia natural, con una inmensa colección de aves, murciélagos, peces, insectos, fósiles y mamíferos. Son cinco millones de piezas organizadas de tal forma que el visitante se empapa de la increíble biodiversidad de formas, colores y tamaños de nuestros vecinos en el planeta: los animales. Las exhibiciones exploran tres temas principales: la vida es diversa, que muestra la gran variedad de especies que habita el planeta; la vida está conectada, que enfatiza en la importancia de mantener las estrechas relaciones entre las especies, pues de ello depende su permanencia sobre el planeta, y la vida está en riesgo, que crea conciencia sobre el calentamiento global y las especies que están en peligro inminente. Para que no se diga que el museo es una fría colección de piezas recolectadas, es necesario saber que esta institución apoya la labor de investigadores en 25 países y que, incluso, han logrado identificar nuevas especies.

A quienes viajan desde Suramérica les recomendamos apreciar la galería dedicada a la edad de los mamíferos, que explica cómo el surgimiento del istmo centroamericano, hace tres millones de años, cambió para siempre los inventarios de animales del sur y del norte. Y quienes gustan de los pájaros podrán caminar al lado o bajo la presencia de cien especies de aves de todos los tamaños, formas y colores, exhibidas con sus alas extendidas.

La última galería que recorrimos en detalle se dedica a los objetos inanimados de la naturaleza y muestra la belleza oculta en las rocas. Cerca de 3.000 piezas de minerales, gemas y rocas, incluyendo verdaderas e impresionantes joyas, conforman la colección más valiosa de América. Por allí mismo, la colección de meteoritos excede las cien piezas, entre las que se encuentran rocas de la Luna y de Marte. Conservan también parte de una pieza hallada en el lago Tagish (Columbia Británica) que podría preservar el secreto del origen de nuestro Sistema Solar.

Si va a Toronto antes del 5 de enero, no se pierda la fabulosa exhibición “Mesopotamia”, la más importante montada hasta la fecha. Cuenta con 170 artefactos de más de 2.500 años de historia algunas de ellas traídas por primera vez a América. La exhibición hace un recuento de las culturas sumeria, asiria y babilonia e incluye una exhibición denominada “Catástrofe”, que ilustra cuánto patrimonio de la humanidad se destruyó hace diez años a raíz de la invasión a Irak, cuando el Museo de Antigüedades de Bagdad fue invadido, destruido y saqueado, arrasando así con la evidencia de una cultura que inventó el mundo tal como lo conocemos. Esta exposición fue montada por el Instituto de Cultura Oriental de la Universidad de Chicago, que adelanta una campaña mundial para recuperar las piezas que no alcanzaron a ser destruidas pero fueron robadas. La próxima exhibición, que abrirá en marzo, se centrará en la Ciudad Prohibida, con unos 250 objetos raros que serán traídos del Beijing’s Palace Museum.

Y es raro, sin duda, luego de haberse dejado seducir por la historia, la ciencia y la naturaleza, salir de nuevo a la calle Bloor y hallar otra vez la congestión vehicular y los peatones que pasan apresurados los semáforos, mientras la City se refleja, a muy pocas cuadras de allí, en las fachadas de los rascacielos de cristal del centro financiero más poblado de Canadá.

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