Museo Inmersivo: El Arrabal
Texto y Fotos: Javier A. Pinzón
En el icónico gazebo de Plaza Santa Ana, construido en 1920, tenía lugar uno de los más importantes eventos culturales de la época: las retretas de la Banda Republicana.
Son las 7:30 a. m., y camino por la calle central de Panamá, avanzando desde la estación 5 de Mayo hacia mi destino final: la Plaza de Santa Ana.
Esta calle peatonal, vibrante por el constante bullicio de la gente y llena de comercios, es la puerta de entrada al popular barrio de Santa Ana.
El objetivo es hacer un recorrido turístico por los barrios, aparentemente, menos turísticos de Panamá: Santa Ana y El Chorrillo.
Efraín Guerrero, un inquieto gestor cultural, nacido y criado en estas mismas calles, está empeñado en mostrar su barrio como un museo al aire libre e inmersivo.
Para ello fundó el Movimiento Cultural Identidad, en 2022, y desde entonces se dedica a guiar a turistas para que descubran la riqueza de su comunidad.
Su idea es transformar las calles del barrio en un espacio donde se pueda ver, tocar y experimentar el verdadero patrimonio de la comunidad.
Para Efraín, son las personas quienes preservan la memoria histórica al compartir su arte y gastronomía y narrar los sucesos que estas calles presenciaron y, al final, tejieron el devenir de una nación a lo largo de cientos de años.
El recorrido comienza en la Plaza Santa Ana, donde Efraín nos presenta el icónico gazebo del centro de la plaza. Construido en 1920, fue sede de la primera lotería de Panamá y de las retretas que la Banda Republicana ofrecía al aire libre como parte del entretenimiento cultural de la época.
En esta plaza ocurrió la huelga inquilinaria de 1925, una protesta que duró más de treinta días en contra de los elevados precios de los alquileres, un tema que, según Efraín, sigue siendo relevante casi un siglo después.
De la plaza nos dirigimos al antiguo Bazar Francés, un almacén frecuentado en el siglo pasado por las damas de la sociedad panameña.
Ubicado a pocos metros de los barrios de mayor alcurnia de la época, era el lugar preferido de las damas de la alta sociedad, adonde acudían para adquirir telas y otros productos de moda.
Efraín señala que fue en este bazar donde María Ossa de Amador compró la tela blanca con la que confeccionó la primera bandera de Panamá, tras la separación de Colombia, un símbolo que quedó grabado en la historia del país.
Nuestra siguiente parada es el Teatro El Dorado, un espacio cultural fundado en 1913.
Apreciamos la belleza de su patio andaluz, joya arquitectónica de la época. Hoy en proceso de restauración, en sus tiempos gloriosos proyectaba películas europeas y ofrecía funciones teatrales. Esperamos que pronto pueda volver a abrir sus puertas y ser disfrutado por el público.
Al salir, avanzamos hacia una calle cercana, donde nos encontramos con don Víctor. Efraín lo describe como una “parada vitamínica”, ya que don Víctor lleva más de veinte años vendiendo frutas frescas frente a nuestra próxima parada: el Café Coca-Cola, fundado en 1876, es el único en el mundo autorizado para usar el nombre y la tipografía de la famosa bebida. También era conocido como “Las Nueve Puertas”, debido a sus tres entradas laterales. Mientras la mayoría de las personas recuerda las visitas de personalidades importantes, Efraín me cuenta el secuestro de Heliodoro Portugal, ocurrido en la entrada del café.
Dentro del local, observamos fotos y cuadros antiguos que muestran cómo ha cambiado la plaza con el paso del tiempo.
TEATRO VARIEDADES
Siguiendo nuestro recorrido por la calle C, llegamos al Teatro Variedades, fundado el 21 de enero de 1912 y diseñado por el arquitecto francés Paul Chatagnon.
Este arquitecto tenía una predilección por mezclar estilos arquitectónicos, lo cual se refleja en el diseño del teatro. Además de trabajar en el Teatro Variedades, Chatagnon también diseñó varias edificaciones gubernamentales en la provincia de Colón.
Efraín me muestra un anuncio de 1914 que promovía funciones de magia y teatro, anotando que en esa época el precio de la entrada al teatro era de US$8, una suma considerable para la época. Con la llegada del cine moderno y figuras como Cantinflas, los precios bajaron a unos pocos centavos.
Es increíble pensar que este teatro es tan antiguo, que fue inaugurado antes de la apertura del Canal de Panamá; por eso, este prodigio de la ingeniería no está representado en el escudo en su fachada. Justo al lado del teatro estaba el segundo cuartel de bomberos de la Ciudad de Panamá.
Seguimos adentrándonos en el barrio y llegamos a la Panadería La Venezolana. Efraín me cuenta que, aunque se llama así, su fundador, Manuel Medina, era en realidad español. Medina llegó a Panamá desde Venezuela, se casó con la hija del dueño original de la panadería, quien era oriunda de la provincia de Los Santos.
La confusión sobre el origen de la hija hizo que el local terminara siendo conocido como La Venezolana. Según Efraín, de este lugar surgieron las famosas galletas María, muy populares en Panamá. Aquí nos detenemos a probar una deliciosa mamallena.
El Teatro Variedades, de 1912, fue diseñado por el arquitecto francés Paul Chatagnon y llegó a ser el segundo en importancia después del Teatro Nacional.
Nuestro recorrido continúa hasta una esquina donde Efraín nos muestra una antigua fotografía tomada desde el Cerro Ancón, donde se aprecia un camino que conectaba el cerro con la ciudad.
Este era el trayecto que utilizaban las aguateras para transportar agua desde el Manantial del Rey, fuente que abastecía a la ciudad entre los siglos XVI y XIX. Este punto marca una intersección importante en la ciudad, donde convergen los barrios de Santa Ana, El Chorrillo y San Felipe, conocida comúnmente como “El Límite”.
Avanzamos hacia uno de los restaurantes más icónicos del arrabal santanero: El Gato Negro, fundado en 1954.
Este restaurante era famoso por sus precios económicos: por solo diez centavos se podía disfrutar de un menú completo.
Entre sus clientes más destacados hubo figuras como el boxeador Roberto Durán y el general Noriega. Ahora, el restaurante es administrado por el señor Noé y el hijo del primer dueño, Jorge Barreiro.
Luego cruzamos hacia El Chorrillo, un barrio cuyo nombre proviene de un arroyo de agua dulce que fluía desde las laderas del Cerro Ancón.
Aunque durante muchos años ha tenido la reputación de ser un barrio peligroso, El Chorrillo ha sido hogar de importantes figuras como el poeta Héctor M. Collado, la activista Olga Cárdenas, el boxeador Roberto Durán y el futbolista Rommel Fernández.
El conjunto de siete
cementerios centenarios reúne la historia de próceres de la independencia, veteranos de la Guerra de los Mil Días, poetas y
famosos deportistas
contemporáneos.
En Plaza Amador, Efraín nos muestra cómo ha cambiado la arquitectura con el paso del tiempo. Aquí mismo hay una casa de calicanto de 1890, obra de mampostería de 1927 y, al otro lado de la calle, una casa con arquitectura moderna de bloques. Efraín advierte cómo “las distracciones modernas”, como la basura, los cables aéreos y las alcantarillas, nos impiden apreciar la belleza urbana que persiste en estos barrios.
Nuestra siguiente parada es una marmolería, que data de 1913, que funcionó en el barrio durante más de cincuenta años antes de ser trasladada al municipio de Arraiján. Muchos de los mausoleos del Cementerio Amador fueron elaborados aquí, con mármol traído de Carrara, Italia.
Pasando por la calle del Cementerio Amador, llegamos al antiguo edificio de correos nacionales y, más adelante, nos adentramos en la comunidad de Efraín: Huerta Sandoval. Aquí nos detenemos junto a una alcantarilla y, al escuchar el sonido del agua,
Efraín me explica que ese antiguo manantial una vez abasteció la ciudad. Hoy, completamente entubado, corre bajo el suelo de la comunidad.
El Café Coca-Cola,
fundado en 1876, es
el único en el mundo
autorizado para usar
el nombre y la tipografía de la famosa bebida. Guarda en su
interior fotografías
antiguas del sector.
Finalmente, llegamos a lo que fue la antigua Cárcel Modelo, demolida en 1996. En frente se encuentra el Cementerio Chino Wah Kon Ce, creado en 1893, donde fueron enterrados muchos de los trabajadores chinos que llegaron a Panamá durante la construcción del ferrocarril.
Nuestro recorrido concluye en el restaurante de Totti, un policía retirado que ha sido chef en este lugar durante más de quince años. Nos recibe con música jazz y unas deliciosas torrejitas de bacalao.
Desde su local, Efraín me muestra el antiguo muro que servía como represa y las fuentes conocidas como “los llorones,” donde las mujeres aguateras venían a recoger agua.
Sentados donde Totti, Efraín nos cuenta que, dependiendo del día y la hora, la atmósfera del barrio cambia: a veces hay más ruido y algunos días las calles están vacías.
Si alguien busca una caminata tranquila, el lunes en la mañana es el mejor momento, pero si lo que se desea es ver al barrio en su máximo esplendor, lo ideal es venir a partir del viernes.
Efraín Guerrero creó el Movimiento Cultural Identidad a través del cual comparte con turistas y visitantes este y otros recorridos por El Arrabal.
Información: +507 6210 2026.
@movimiento_identidad
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