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PersonajesJulieta Venegas: la primavera de México

Julieta Venegas: la primavera de México

Por: Gloria Algorta
Fotos:  Cortesia

Julieta Venegas desprende un aire de frescura y espontaneidad que atraviesa toda la entrevista. Después de los saludos de rigor, da una rápida ojeada a su celular, pues espera noticias de su hija Simona, y comenzamos a trabajar:

Julieta, cuéntame sobre este reciente disco: Algo sucede.

Pues mira, todo lo produje con dos personas: en México con Yamil Rezc y con Cachorro López en Argentina. Es para mí un disco muy luminoso, tiene mucho instrumento acústico, historias de encuentros, de la posibilidad de que la vida te dé vueltas y esté linda; es así como muy primaveral. También tiene la esencia de mi dolor por México, que necesito expresar. Están presentes además mi infancia y adolescencia.

¿La infancia y la adolescencia están en esta primera canción: “Ese camino”?

En “Ese camino” está mi infancia y hay otra sobre la adolescencia. He estado leyendo a un escritor noruego, Karl Knausgård, que escribe su vida, sus relaciones. Eso me hizo pensar y escribir sobre mi infancia y adolescencia. Ese camino es una canción sobre mi infancia vista desde mi yo adulto. ¿Sabes? Esto de que pasa el tiempo y se te olvida lo concreto, lo cotidiano, pero hay sensaciones que permanecen. Te cruzas con una comida que te hacían cuando eras chica o pasas por donde ibas al colegio y… ¡Ah!, algo pasa, ¿no? Te regresa. Creo que todos tenemos algo de los niños que fuimos; no sé, esa ingenuidad. Somos un poco ingenuos, ¿sabes? ¡Y por suerte! Si perdiéramos eso que nos queda, si dejáramos que se diluyera, nos cerraríamos. Tengo esa teoría. O sea, es una teoría [ríe].

Pero es una buena teoría; yo la suscribo. Tú has leído sobre la memoria, leíste a Proust, En busca del tiempo perdido.

Sí, ¡claro! ¿Sabes que había leído hace diez años los tres primeros tomos y ahora estoy otra vez en el tercero? Leo a Proust y alterno con Knausgård. Y ahí está la memoria. Me encanta leer Proust; es entretenido. También es difícil, porque hace esas oraciones tan largas y sobre todo lo que mira va a escribir algo bonito, muy trabajado.

¿Es verdad que en “Los momentos” te basaste en un poema de Borges?

Sí, en “Lo perdido”. Es precioso ese poema. él lo hace como un mundo paralelo y yo lo pensaba en términos de decisiones que tomas en la vida. Te llevan en una dirección y qué pasa con lo otro, ¿no? Hice una canción inspirada en eso y esa sensación está en varias de las canciones de este disco, ¿sabes? Ahora, en Algo sucede está además la cuestión de los imprevistos. De hecho, Algo sucede se lo puse porque siempre puede pasar algo, se puede volver la tortilla, dar una vuelta la vida y tú decir: “¡Uyyy! Esto no lo sabía”.

¿Como que siempre hay tiempo?

Siempre hay tiempo y posibilidades, o sea, ¡estamos vivos!

Cuéntame algo de tus videoclips, tan particulares.

Me gusta mucho la parte de los videos, escoger al director que tenga un mundo medio extraño y que él me proponga. Y yo puede que le diga un par de cosas. Ese es mi trabajo: la búsqueda de gente que tenga esta cosa lúdica en los videos y sí, me divierto.

Tienen algo surrealista. Hay uno en el que por donde tú pasas crecen flores.

Sí, ese es el de “Lento”. Y en otro salen mariposas de mujeres.

Bueno, y el del globo…

Sí, el video de “Me voy”. Es que muchos son como metáforas, ¿sabes? Metáforas de decir: suelto lo que no me sirve…

Exacto, porque tiras la aspiradora, el televisor y al final tiras al hombre.

Sí. Bueno, literalmente, lo tiro [vuelve a reírse].

¿Cómo llegaste al acordeón después del piano clásico y el violonchelo?

El acordeón tiene que ver con México. Cuando lo empecé a tocar, era más chica y lo miraba con curiosidad, con el tiempo empecé a usarlo cada vez más como mexicano. Antes era más melódico, más melancólico. Después empecé a usarlo como un acordeón norteño y me gusta mucho, el acordeón tiene algo que arma la fiesta. También de humor, como de relajar; no importa con qué lo combines, te devuelve la alegría. Nunca sé por qué elijo ciertos instrumentos, es una cosa como muy emocional.

Porque tú eres muy emocional.

Bueno, en mi manera de escribir y en lo que tiene que ver con la música vuelco lo emocional, es como elegir colores. No sé por qué a veces digo: “No, no quiero tan acústico”, o: “No, este instrumento, no”. Hubo una época en que no quería usar todos los metales de la batería. A veces, como ejercicio, me gusta mucho quitar lo conocido para ver cómo lo puedes reemplazar. En “Los momentos” creo que sí se trataba de que fuera un disco muy serio. Más serio que éste, por ejemplo. Y no sé, el acordeón parecía que no iba.

¿Y en este disco, Algo sucede?

En este la mayoría de los temas tienen acordeón. Y hay mucho instrumento acústico, cuatros venezolanos, guitarras acústicas, vientos. Se volvió a armar una cosa más colorida y me gusta mucho. Incluso las letras, pude entrarle a temas que siempre me han resultado difíciles, terribles.

Tienes canciones sobre los desaparecidos…

Sí. No pude ni quise obviar el tema. En México parece que queremos aceptar esta realidad y me resulta terrorífico. No puedes naturalizar eso, decir: “Ay, claro, mira lo que pasó en Iguala, mira lo que pasó en tal lugar”. Es terrible, es horroroso, es como que estamos en un barco que no sabemos adónde va. No se trata de “qué me va a pasar a mí”… No sé, ahorita en la capital se siente bien, no es un lugar donde te sientas inseguro. Pero hay una cosa: el valor de la vida, ¿sabes?, que parece que no lo estamos viendo. Pueden ocurrir cosas: la gente que desaparece todos los días, los feminicidios; cosas que a mí me causan mucho dolor y cuestionamiento: ¿Qué es esto? ¿Dónde estamos?

¿Tú leíste a Roberto Bolaño?

Sí, 2666. Me encanta, es una obra maestra. Soy muy lectora. Y no le tengo miedo a los ladrillos: esta novela tiene mil páginas y me encanta. Y Bolaño es muy violento en ese libro. Siempre recomiendo a Bolaño porque me parece importantísimo para la literatura latinoamericana. él es uno de los representantes de un cambio que hubo en la generación y el estilo —todos veníamos del realismo mágico. Y es importantísimo no solo por lo que escribía, sino por el personaje que era, su manera de generar encuentros, de comparar lo que pasaba en la literatura.

¿Lo conociste?

No, ¡me hubiera encantado! Tiene un libro de ensayos que es divino, me gusta tanto ese entusiasmo con la literatura que él siempre mostraba. Y los buenos escritores siempre hacen eso. Está Detectives salvajes, que es un Bolaño completamente diferente a Estrella distante, que a mí me parece una genialidad. Porque además es mexicano en México, y es chileno. Pero bueno, 2666, que es un libro muy violento, sí me parece que es México, que representa lo duro y lo bonito y lo intrigante y lo terrible que puede ser.

Y tiene esas repeticiones que en realidad son necesarias.

Sí, ¡es que son reales! Sergio González Rodríguez, que lo ayudó en toda esa parte, es un tipo que investigó durante mucho tiempo lo de Juárez y tiene un libro que se llama Huesos en el desierto, que es terrorífico.

Tú eres de Tijuana.

Sí, soy de Tijuana. Lo que estaba ocurriendo en Juárez es como del otro lado, pero también es frontera. Yo siento que Tijuana es como una frontera muy linda, la verdad, Tijuana también ha pasado por momentos súper difíciles pero se calmó. En México ahorita hay muchos lugares donde la violencia brota, para, vuelve a brotar, ¿sabes? Está ocurriendo algo muy fuerte. Hice dos canciones que tienen que ver con México. Una es “Explosión”, porque para mí es importante no obviar el tema. Es difícil, no suelo hacer canciones tan explícitas sobre nada, pero me dije: “Lo tengo que hacer, tengo que intentarlo, no puedo voltearme a otro lado y hacer otra canción linda, otra de amor, no sé”. Fue la canción que más me costó terminar, porque yo no suelo escribir sobre mis convicciones sociales o políticas, voy desde lo emocional. Y también quería hacer una canción pop, no quería una canción súper seria con ese tema tan duro. Está bueno que alguien la esté cantando y diga: “¡Uyyy, a ver! ¿Qué es esto?” No es que vaya a cambiar nada. Las canciones igual las haces por necesidad y si llegan a algo, genial. Si yo puedo hacer que dos personas se pongan a hablar sobre el tema… Siempre lo digo, no tenemos la respuesta. Podemos hacer preguntas, como cualquiera; la diferencia es que lo podemos hacer desde lo que hacemos, ¿no?

Estábamos de gira cuando pasó lo de Ayotzinapa, todos súper deprimidos, un ambiente súper triste. Como que siempre lo tapas un poco: “Ah, estos son narcotraficantes”. Pero que desaparezcan cuarenta y tres estudiantes, que son normalistas, van a ser maestros rurales… Te enfrenta con algo mucho más fuerte. Nos explotó a todos en la cara.

¿Por eso se llama “Explosión”?

Las dos canciones tienen que ver. “Explosión” habla de desapariciones, puede ser un estudiante, puede ser una mujer, esto de que no tiene valor la persona, de que la justicia no llega, ¡porque no llega! Y es una canción de impotencia, de sentir eso de ¿qué vamos a hacer? ¿Cómo podemos hacer que esto deje de pasar? Y es una explosión metafórica, cómo vamos a cambiar un poco, no puedes seguir como si nada, ¿no? “Una respuesta”, la otra canción, no es tan explícita. Estábamos de gira por México y lo último que tenía ganas era de ponerme a cantar “Limón y sal”, ¿sabes? Y se lo tuve que decir a la gente: “No tengo la canción que necesito en este momento, tengo una tristeza profunda, no sé cómo explicarla, pero les puedo cantar mis canciones, que es lo que tengo para compartir, no tengo otra cosa”. Entonces esta canción, que se llama “Una respuesta”, es sobre no tener las palabras necesarias en el momento y cómo a veces te gana la realidad. Una respuesta es mucho más abierta, pero las dos son sobre México. Entonces sí, hay de todo. También mucha alegría. Hay una que se llama “Buenas noches, desolación”, que es como “chao, no más tristeza”, así [se ríe y dice adiós con las dos manos].

Julieta, cuéntame qué proyectos tienes para después de esta gira.

¡Uhhh! Esperamos hacer mucha promo y algo de shows este año y ya, el año que viene, yo creo que pura gira. Ahora hago todo como más pausado, tengo a mi hija, entonces nos vamos diez días, hacemos pausas, salimos, así como tranquilamente. Vamos a estar llevando la gira hasta el año que viene, y quizá todo el año siguiente.

Bien. Como que “algo sucede” cuando uno tiene hijos.

Definitivamente. Ahí sí que se te voltea la tortilla [risas].

Bueno ¿y qué te gustaría decirle a los lectores?

Pues que “Algo sucede” sale el 14 de agosto. Que nos vemos aquí o allá y que muchas gracias.

Al día siguiente de esta entrevista, según cuenta el diario El Observador, de Montevideo, Julieta entró en una de las mejores librerías de Montevideo y compró un libro del poeta portugués Fernando Pessoa. Y esa misma noche fue el primero de los dos recitales previstos en el Auditorio Nacional, donde pude verla cantar, desplegar su encanto y su talento y terminé bailando con el público en un final apoteósico.

Julieta Venegas, Onetti y “la cabaña de troncos”

En la novela más conocida del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, El pozo, un hombre tiene fantasías eróticas recurrentes. En una de ellas, “la cabaña de troncos”, una muchacha —palabra que para Onetti tiene una connotación especial de inocencia— entra en la cabaña mientras el narrador enciende el fuego en la chimenea. La muchacha se echa, desnuda, en una cama de hojas donde él la mira hasta que la fantasía llega a su fin.

Cuando preparaba esta nota, vi el videoclip de la canción “Me voy”. En el video, después de que ella abandona la casa donde duerme el hombre que no supo o no quiso escucharla y conocerla, la chica logra deshacerse de todo lo material y del hombre mismo, tirando todo del globo aerostático en que viaja. Después de su periplo, regresa a la casa del comienzo, ligera de equipaje, y la casa está cubierta de hojas. Cuando vi a Julieta entre las hojas, no pude evitar recordar el lecho que evocaba en sus fantasías el protagonista y narrador de El pozo, porque la cantante evoca a “la muchacha” de Onetti, aquella que todavía no ha perdido la inocencia porque “puede distinguir los diversos tipos de carne de vaca y discutir seriamente con el carnicero cuando la engaña”. Y la evoca porque, a pesar de tener cuarenta y cuatro años, Julieta Venegas desprende un aire algo naíf y de frescura, un algo de inocencia y espontaneidad.

Julieta Venegas, Salinger y el Uruguay

“Uruguay es precioso. Hacía mucho que no veníamos; ya cuatro años. Y la verdad es que me encanta, la gente me parece como súper dulce, no sé, tengo esa impresión de Uruguay. Musicalmente siempre hay cosas que estoy escuchando de Uruguay y siempre me sorprenden”.

Sí, te gusta Franny Glass, ¿verdad?

Franny Glass me encanta, sí, me encanta. Es de los compositores latinos que me encantan. Lo vi en vivo la primera vez que vine, tiene como esta onda tan linda.

¿Sabes que su nombre artístico es el de un personaje de Salinger?

¡Ah, claro! ¡Franny and Zoey! ¡Oh, qué gracioso, qué bien! ¿Pero Franny es el chico?

No, justamente, Franny es la chica, eso es lo que encuentro gracioso.

Sí, claro, ¡qué chistoso! [risas]. Y ahora estoy escuchando a Hugo Fattoruso, me encanta. Lo descubrí casi por casualidad, fue mágico. Encontré un compilado uruguayo. He estado escuchando mucho a Eduardo Mateo, que me lo prestó un amigo uruguayo, y ahí empecé a encontrar cosas que me encantaron.

Claro, es que Mateo es como el papá de todos.

¡De todos! Y además muy actual, lo escuchas y parece alguien que esté ahorita vivo. Me parece genial, la verdad. Y Eli-U Pena, también, la que va a abrir el show, también está a la par, la verdad. Y Florencia Núñez también me cae bien. Sí, es que hay mucha música.

¿Y los ves cuando vienes?

No, es que no los conozco; solo los escucho, nada más. A Martín Buscaglia sí, pero hace muchísimo que no lo veo y no sé si está acá ahora. Lo que sí sé es que Franny Glass va a tener un hijo, o sea ya estoy súper enterada de todos los chismes. Pero ni siquiera lo conozco.

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