El tierno corazón de mis hermanas
Por: Anacristina Rossi
Ilustraciones: by Henry González
Selección y compilación:Carolina Fonseca
Estamos en la casa de montaña mirando el atardecer. El tierno corazón de mis hermanas queda unido al corazón de mi madre en un solo bloque de resina traslúcida. Ellas no saben. Eso se ve desde afuera. Lo veo yo.
Al irse, cuando llegan a sus casas y sus cosas y pasan los días, sus corazones se ven interpelados por hombres, por otras mujeres, por otros amores. Y ellas mueven sus rizos de oro cálido o sus rizos de ala de cuervo hacia ese rostro dulce masculino o femenino que las llama; se vuelven hacia el otro porque son afectuosas, cariñosas. Pero cuando van a inclinarse sobre la superficie cálida de unos ojos externos que las miran y las buscan, sienten un tirón doloroso que las obliga a enderezarse y a ponerse rectas: es el bloque de epoxi que las fija, es la dureza del pacto que rodea su joven corazón y las une a mi madre, un bloque cuadrado.
Ellas no lo ven, pero yo sí puedo detectarlo porque es duro, ocupa mucho espacio y duele. Les ocupa todo el espacio hipersensible del pecho.
Un bloqueo militar.
A veces aprovecho que se aleja su majestad de nadie y las deja solas. El corazón de mis hermanas late caliente y con vida en el fondo de la joya de ámbar o de epoxi. Me acerco. Les hago señas para que me miren. Envío mensajes a sus emociones prisioneras de líquido amniótico solidificado. Les informo que hasta el vidrio es un líquido viscoso y en algún momento, por lo tanto, cambia.
Les cuento de los vitrales de algunas iglesias góticas, que han dejado de ser lo que eran a lo largo de los siglos: les digo que ellas también podrían cambiar, salir del duro marco, del encuadre.
Una de ellas, la menor, a veces me escucha. Su corazón empieza a latir más de prisa y de pronto quiebra, con una sola rajadura en un ángulo de 45 grados, la sustancia que la circunscribe. Se sacude los trozos de ámbar y me mira, me mira como preguntándome ¿ahora qué hacer? Porque mi hermana le teme a lo que no conoce.
La autora
Anacristina Rossi. Su primera novela es María la Noche (Editorial Lumen, 1985) (Actes Sud, Francia, 1997). La segunda, La Loca de Gandoca (Educa, 1992), ha vendido un millón de ejemplares. La tercera, Limón Blues (Alfaguara 2002), recibió el Premio Latinoamericano de Narrativa José María Arguedas en Cuba en el 2004 y es lectura de bachillerato en Costa Rica. La cuarta, Limón Reggae (Legado, 2007) fue publicada en italiano por Aracne Editrice (2010). La quinta es La romana indómita (Planeta, 2016). La sexta, Tocar a Diana, es una novela erótica. Tiene numerosos ensayos en revistas, y cuentos fantásticos y de ciencia ficción en antologías nacionales e internacionales. En 2004, Chile le otorgó la Medalla del Nacimiento de Pablo Neruda. Tiene una Maestría en Mujer y Desarrollo del Instituto de Estudios Sociales de La Haya y un Diploma de Estado en Traducción de la Universidad de París. Ha trabajado con mujeres de naciones originarias y campesinas y ha sido activista ecologista. Enseña en la Universidad de Costa Rica.