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EcologíaEl reto de los desechos plásticos

El reto de los desechos plásticos

Por Jonh Vanroar
Fotos: Carlos Gómez

Hace unos cinco años se descubrió una isla compuesta por botellas de plástico, entre otros desechos, flotando en el Océano Pacífico. El hallazgo de la “isla”, cuyo tamaño se estima entre 700.000 y 15.000.000 kilómetros cuadrados (los cálculos varían según las diferentes formas de medir la basura), fue una triste sorpresa para el mundo, en especial para oceanógrafos y biólogos marinos. Poco tiempo después, el panorama empeoró al revelarse que existen cinco de estas inmensas aglomeraciones de deshechos flotando en los mares del planeta.

En las décadas recientes, nos hemos educado más que nunca sobre el efecto de nuestra especie sobre la naturaleza. Los medios se han comprometido a hablar del cambio climático, a medida que el público se va interesando. Se ha discutido mucho sobre la acidificación de los océanos y la presencia de plástico en los giros oceánicos, pero todavía no se ha roto la “barrera” que haría de este un tema cotidiano.

Giros oceánicos son las dinámicas de movimiento circular que adoptan las grandes corrientes marinas, que dependen primordialmente de la gravedad y la rotación del planeta. Existen cinco giros mayores: Atlántico norte, Atlántico sur, índico, Pacífico norte y Pacífico sur. Los desechos flotantes son atraídos hacia el centro de estos ejes de rotación, donde se aglomeran y originan las “islas” de desperdicios contaminantes.

La organización 5 Gyres toma su nombre de estos factores naturales. Durante dos décadas, sus fundadores, Anna Cummins y Marcus Eriksen, junto a sus colaboradores, han enseñado al público por qué la basura se concentra ahí; organizan charlas en universidades, llevan voluntarios en bote a los giros y divulgan información sobre ellos. Este grupo proclama que la solución es abandonar completamente el uso del plástico y organizar limpiezas masivas.

Stiv Wilson, científico de esta entidad, asegura que la marea empuja de vuelta hacia las costas casi el 50% de los desechos plásticos que hay en los giros, por lo cual toda esa basura llegará eventualmente a las playas. Su propuesta es que si se elimina la fuente del problema y luego se limpia la basura existente, deberíamos ver un gran cambio en la cantidad de estos desechos, incluso hasta el punto de que tengamos océanos completamente limpios.

Por esta razón, la reacción pública para enfrentar el problema suele cristalizarse en iniciativas colectivas para limpiar las playas. Según datos de la organización global Ocean Conservancy, que realiza limpiezas masivas alrededor del mundo, durante 2013 las botellas plásticas fueron el tercer objeto más encontrado en las actividades (1.065.171 unidades) y las bolsas plásticas ocuparon el cuarto lugar (1.019.902 unidades). Aunque el plástico no es el único tipo de desecho que se encuentra en el océano, sí es el más dañino, y lo peor es que estos datos resultan insignificantes al compararlos con la cantidad que aún se encuentra allí.

Un ejemplo es que hay plástico y aluminio hundido en el lecho marino inaccesible, cuya cantidad no ha sido calculada ni investigada de manera eficiente. Científicos y biólogos envían submarinos a control remoto para investigar el fondo del mar, a más de 760 metros de profundidad. Así, se ha revelado que nuestra basura nos ha ganado la carrera hacia el fondo de los océanos: redes de pesca se posan sobre coral a extremas profundidades y se encuentran botellas de cerveza con sus marcas intactas. Estos desechos afectan de forma negativa a las especies marinas. De hecho, en pruebas de laboratorios se ha descubierto que algunos pepinos de mar prefieren consumir plástico en vez de plancton. Los efectos no han sido estudiados por completo, pero consumir plástico puede causar la muerte inmediata del espécimen, o bien enfermarlo y matarlo lentamente, si es ingerido en pocas cantidades.

Cuando se habla de océanos “limpios”, hay otros factores importantes a considerar: no se trata solo de recoger botellas, bolsas y latas; el mayor problema al que nos enfrentamos en el momento es el micro-plástico, imposible de recoger. Este material está compuesto por partículas más pequeñas que el plancton, y los consumidores primarios de la cadena alimenticia del océano lo están ingiriendo junto al plancton. El plástico se desplaza por la cadena alimenticia hasta el pescado o marisco que se vende al público en todo el mundo. Inevitablemente, la gente que lo consume está comiendo micro-plástico sin percatarse de ello. “Si te apuntan con una pistola, de inmediato uno sabe sus posibilidades, y es un problema de escala reducida; pero el problema del plástico en los océanos es de una escala tan grande, que el peligro se vuelve invisible”, explica Ricardo Wong, de la ONG panameña PROMAR.

Como se trata de un tema de interés mundial, no hay solamente un grupo de científicos concentrado en investigar y buscar soluciones. En 2010, mientras buceaba en Grecia, el estudiante de secundaria Boyan Slat se asustó al ver más bolsas de plástico que peces, y por eso se dedicó a investigar el tema para hacer un proyecto escolar. Cuando entró a la universidad, diseñó un sistema para retirar el plástico de los océanos. El aparato constaba de una estructura central (en forma de manta raya) con dos “alas” (dos líneas, de casi medio kilómetro cada una, hechas del mismo material que una boya) a través de las cuales el desecho plástico flotante sería empujado hacia el centro, donde luego se acumularía para poder extraerlo.

Boyan envió su primer diseño a unas 250 entidades, entre las cuales se encontraban varios institutos científicos, revistas, universidades y demás organizaciones. Luego esperó durante meses sin recibir respuesta; lo que sí obtuvo fue una fama instantánea de forma viral en internet, cuando su diseño prendió fuego a las redes sociales. Al ver que su sistema de limpieza del plástico en los giros oceánicos despertó un gigantesco interés, abrió una cuenta de donaciones para financiar su proyecto, cuya meta era de 80.000 dólares.

Cuando consiguió el dinero, en vez de usarlo para armar su modelo, Boyan decidió invertirlo para contratar a un grupo de científicos que hiciera un estudio de factibilidad. Llamó a su proyecto “The Ocean Cleanup” y dictó una TED Talk (videoconferencia cuya sigla deriva de Technology, Entertainment Design) sobre el peligro de los plásticos en los océanos, las concentraciones y su idea para limpiar los giros. Recogió las principales (y numerosas) críticas y las utilizó para mejorar su diseño.

Uno de sus críticos con más argumentos fue justamente Stiv Wilson, quien escribió un artículo para Inhabitat.com donde intentaba convencer al lector de que la idea de Boyan de ir a los giros y recoger la basura es físicamente imposible. En cambio, propuso que lo mejor para remediar este problema es dejar de usar plástico por completo y esperar a que la basura sea escupida de los giros a las playas, para limpiarlas botella por botella. Pero como a Boyan le gustan las críticas sobre su trabajo, se tomó el tiempo de escribir una refutación en la que rebate cada cuestionamiento formulado por Wilson. Para probar su punto de vista, convirtió su objeción en una charla parecida al TED Talk que ya había dado, donde presentó su Estudio de factibilidad (The Feasibility Study): un libro de más de quinientas páginas, que no solo enfrenta cada crítica recibida con una respuesta irrefutable, sino que el mismo libro está hecho de plástico reciclado de los giros (al respecto, Wilson argumenta que el plástico de los giros está tan deteriorado que es imposible reciclarlo de manera efectiva).

Mientras el diseño original fue obra de Boyan, su versión final fue compuesta además por docenas de científicos, muchos con doctorados, apoyándose en numerosos estudios e incorporando cada crítica constructiva recibida por el equipo de The Ocean Cleanup (incluyendo las de Wilson). La versión actual del proyecto mantiene la misma “soga”, pero la máquina es un artefacto individual en forma de torre que flota al lado de la basura, recogiéndola con una cinta transportadora; entonces, el plástico se guarda dentro de la torre hasta que es recogido y enviado a reciclaje. Ahora el equipo de Boyan está invirtiendo los 2.154.282 dólares que fueron donados al proyecto para construir el primer prototipo de este sistema.

Sin embargo, como argumenta Wilson, aunque se limpien los océanos, se debe “tapar la fuente” del problema: dejar de usar plástico es la única manera de resolver esta situación de forma definitiva. Alrededor del 80% del petróleo extraído en el mundo se usa para crear más plástico, el cual se encuentra en todo supermercado y tienda. La raíz del problema es que usamos el plástico de una manera desechable cuando, técnicamente, nada en el mundo es “desechable”: todo termina aquí, en la Tierra; no importa cuánto queramos ignorarlo. La solución es multilateral, y lo tiene que ser porque cualquier medida que no lo sea se quedará corta.

En Estados Unidos, el estado de California ha prohibido el uso de bolsas de plástico en tiendas seleccionadas. El movimiento se ha ido agrandando, y pronto se podría ver una prohibición estatal del uso de bolsas plásticas, aunque las compañías que las producen están liderando una gran campaña en su contra. En Inglaterra, la comunidad de Modbury prohibió el uso de bolsas plásticas, y si alguna persona olvida traer una bolsa cuando va de compras, se le ofrece una de algodón reciclado. En Ciudad de México hay un debate para prohibir las bolsas de plástico o garantizar su reciclaje, con argumentos válidos de cada lado. Bangladesh, Birmania, Ruanda y Australia son más ejemplos de lugares en donde se ha prohibido el uso de las bolsas o se está en el proceso de hacerlo.

No obstante, estas leyes no podrán remediar el problema por completo. En el futuro, habrá que lidiar con el micro-plástico en los océanos, que es un aleccionador recuerdo de nuestra irresponsabilidad como civilización. Lo único que nos queda por hacer es remediar los errores de las generaciones que nos precedieron, para asegurar el futuro de las que nos sucederán.

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