El Biomuseo ya está aquí
Por Roberto Quintero
Fotos: Carlos E. Gómez
Desde la pura fascinación, no es raro escucharme decir: “Panamá es un país muy loco”. Y cuando pienso en que finalmente se ha dado la tan esperada apertura del Biomuseo, se confirma esa teoría. Al menos a mí no deja de sorprenderme que justo aquí, en este pequeño país de poco más de tres millones de habitantes, esté abriendo un sitio como este. único en su clase, se trata del primer edificio en Latinoamérica diseñado por el famoso arquitecto canadiense Frank Gehry, suerte de genio loco e ícono de la arquitectura contemporánea que recibió este año el Premio Príncipe de Asturias por haber creado obras tan relevantes como el Museo Guggenheim de Bilbao.
Lo “loco” es que, si lo piensas bien, este museo dedicado a la biodiversidad no podría haber sido hecho en otro lugar. Precisamente, en sus 4.000 metros cuadrados se cuenta la fascinante y singular historia de cómo este país cambió el mundo. Panamá fue el último pedacito del istmo centroamericano que surgió hace tres millones de años, y acabó uniendo Norte y Suramérica, territorios que habían estado separados durante setenta millones de años. A su vez, este cataclismo dividió un gran océano, que antes era la combinación del Atlántico y el Pacífico, creando dos océanos por completo distintos. Este pedacito de tierra que se creó fue desatando una cadena de eventos que, entre otras cosas, provocó el origen de la glaciación de los polos, cambió el clima de Europa y áfrica, y obligó migraciones masivas de animales y la desaparición de otros.
Todos los detalles de este increíble relato se cuentan en las ochos salas que componen la exhibición permanente, atinadamente bautizada “Panamá: puente de vida” y diseñada por Bruce Mau: artista canadiense destacado mundialmente en la arquitectura, el arte y la creación de museos. El trabajo que realizó en el Biomuseo es una combinación de arte y ciencia, que provoca en los visitantes la sensación de estar ante un fenómeno asombroso. Y el contenido científico ha sido desarrollado por un equipo de científicos del Instituto Smithsonian y la Universidad de Panamá. Lo maravilloso es que ya está abierto al público, luego de ocho años de arduo empeño concibiendo el proyecto, construyendo el edificio y buscando el financiamiento para sacar adelante tan ambicioso proyecto.
De hecho, es tan grande el museo que aún no está del todo listo. Ha abierto con solo cinco de sus ocho galerías completas, una primera fase del plan que ha costado cien millones de dólares, según explica Margot López, directora de comunicaciones del Biomuseo. “Nuestra segunda fase, que incluye cuatro estaciones interpretativas en el parque y las últimas tres galerías, donde estarían los acuarios, deben estar costando cerca de quince millones de dólares más. Son las instalaciones más complejas de todo el proyecto”, agrega.
Junto a ella hicimos nuestro recorrido. Pero antes de hablar de las galerías, nos explicó brevemente la idea detrás del edificio. La llamativa fachada, compuesta por techos de colores vivos, es la interpretación de Frank Gehry sobre la riqueza de la biodiversidad panameña, en su estilo tan singular como abstracto y siempre en armonía con el entorno. Pero adentro, la paleta de colores utilizada es más bien gris o neutra, lo que sumado a la amplitud de la estructura invita a observar la belleza que nos rodea. Detalle que además de interesante resulta lógico, considerando que el museo está ubicado en la Calzada de Amador, un área de gran atractivo turístico que se encuentra justo en la entrada del Canal de Panamá en el océano Pacífico. “El edificio llama a mirar al exterior, al bello paisaje natural que tiene Panamá. Porque lo que el Biomuseo propone, tanto el edificio como la exhibición, es que tengas nuevos ojos para mirar todo lo que es naturaleza”.
Dicho esto, cruzamos la puerta y nos sumergimos en la fascinante historia del surgimiento del istmo panameño. He aquí un vistazo de sus cinco salas.
Galería de la Biodiversidad
Aquí se da la bienvenida al visitante al mundo de la ciencia natural y a la explosión de vida en Panamá. Lo interesante es que nos plantea la respuesta a dos preguntas básicas, antes de sumergirnos en el recorrido: ¿Qué es la biodiversidad y cuál es su valor? No se trata solo de salvar especies en peligro de extinción, sino de la diversidad genética, que es también la base de la evolución. Entre los destacados de esta galería hay una vitrina de nuevas especies, tan nuevas que se sabe que existen, pero aún no han sido estudiadas a profundidad. Lo que no podía faltar, porque en Panamá se encuentran nuevas especies todo el tiempo. Y para crear conciencia, al final se habla del ser humano como el mayor predador de la cadena, ya que mientras está provocando una extinción más rápida de otros seres vivos, por factores como la contaminación y el cambio climático, es al mismo tiempo la especie que está creciendo a un ritmo exponencial.
Panamarama
Más que una galería, es toda una experiencia. Si justo antes recibimos un sinfín de datos interesantes sobre la biodiversidad, acá nos van a demostrar que vivimos rodeados de un número inimaginable de seres y comunidades vivientes. La galería íntegra es un espacio de proyección con triple altura, piso de vidrio y diez pantallas gigantes, que envuelven a los espectadores en un impresionante viaje audiovisual de seis minutos por la diversa naturaleza panameña. De tan espléndido, no hay forma de describirlo a cabalidad. Lo mejor es que usted vaya y viva la experiencia que propone Panamarama.
El puente surge
Tres esculturas tectónicas de catorce metros de altura nos muestran las gigantescas fuerzas geológicas que dieron lugar a la formación del istmo de Panamá. Esto es lo que Bruce Mau llama “artefacto de asombro”: un elemento que es mucho más grande que el resto y ocupa casi todo el espacio de la galería, rompiendo con el esquema de lo que normalmente encontrarías en un museo. También hay un video interactivo que muestra cómo ocurrió este movimiento de placas tectónicas, un proceso que comenzó hace cuarenta millones de años, aunque el puente se cerró hace solo tres millones de años. Y es curiosa además la muestra de rocas diseñada para enseñar cómo los geólogos analizan estos hallazgos con el fin de descubrir de dónde vienen. Es un espacio de encuentro táctil y físico con el mundo geológico.
El gran intercambio
Al constituirse el puente de Panamá, se registró una de las migraciones más grandes de especies en la historia del planeta. Fue un intercambio entre Norte y Suramérica en ambas direcciones. En esta galería, dicho encuentro se presenta como una gran estampida de esculturas animales, hechas a tamaño natural, representando 72 de las especies que cruzaron el istmo hace casi tres millones de años. Entre ellos se incluyen especímenes de la megafauna (animales gigantes) como el ave del terror, uno de los principales depredadores terrestres suramericanos, que corría más rápido que un chita y tenía mandíbulas tan fuertes que podía arrancarte la cabeza de un solo picotazo. Curiosamente, estos grandes animales fueron de los primeros en desaparecer como producto de la migración; así como los marsupiales provenientes del sur, a los que también les fue muy mal.
La huella humana
Y llegamos finalmente a la galería auspiciada por Copa Airlines. Aquí se cuenta la historia del último animal en cruzar el istmo panameño: el ser humano. En un espacio abierto parcialmente al aire libre, dieciséis columnas narran el devenir de la civilización panameña, desde que llegaron los primeros habitantes hasta nuestros días, así como sus interacciones con la naturaleza a lo largo del tiempo, contada en cuatro grandes periodos: “Los primeros panameños”, “Las culturas precolombinas”, “El Panamá colonial” y “El siglo XX y el futuro”. Uno de los aspectos más interesantes de esta galería es que cuenta con su propia banda sonora, compuesta por el renombrado pianista Danilo Pérez, creador del Festival Internacional de Jazz de Panamá. Es la única exhibición al aire libre porque, precisamente, uno de los temas que toca es cómo se adaptan los seres humanos a la naturaleza. Entonces, está pensada para que el espectador la recorra sintiendo la temperatura panameña y el entorno natural que lo rodea.
Las tres salas que faltan por abrir son: “Océanos divididos”, con dos acuarios semicilíndricos de gran altura que mostrarán cómo evolucionaron el Pacífico y el Caribe al quedar separados por el surgimiento del istmo; “La red viviente”, con una enorme escultura, a la vez planta, animal, insecto y microorganismo, que producirá el efecto de estar en una dimensión donde todas las criaturas tienen la misma importancia, y “Panamá es el museo”, que propondrá al visitante que el mayor asombro está fuera del museo y solo lo descubrirá recorriendo el país. Y aunque tomará algún tiempo para que estén listas, ya se está trabajando al respecto, según nos explicó Margot López: “Estamos lanzando una segunda fase de recaudación. Si tenemos la oportunidad de arrancar de inmediato, calculamos que en dos años el Biomuseo estará completo. Sé que puede parecer mucho tiempo, pero la instalación de los acuarios y el estanque de anfibios en el parque son trabajos verdaderamente complejos”.
Biomuseo Básico
Cuarenta personas trabajan en el funcionamiento del museo, sumando guías y personal administrativo.
El edificio tiene capacidad para recibir a dos mil personas diarias. Al mismo tiempo, hasta 120 personas pueden recorrer las cinco galerías en una hora, calculando de diez a quince minutos por galería con máximo treinta personas.
En temporada alta se venderán boletos con horario fijo, para que el visitante llegue a una hora exacta y pueda recorrer el museo cómodamente, sin tener que hacer largas filas.
Además de las audioguías, en cada galería hay dos o tres guías; también se pueden contratar visitas guiadas.
Durante la temporada alta, el museo abre todos los días; en temporada baja cierra los martes, para realizar el mantenimiento.
Más información: www.biomuseopanama.org