El alma en un desierto
Por: Ana Teresa Benjamín
Fotos: Carlos Gómez, Alexander Arosemena
Tal parece que en este mundo de chips y fibras de vidrio, la soledad está más presente que nunca. Hace unas tardes, por ejemplo, entré a un cafecito a hacer tiempo y vi llegar a tres personas. Pidieron el menú, soltaron unas risitas y, como si de pronto dejara de importar la presencia del otro, sacaron sus teléfonos celulares y comenzaron a chatear; cada uno con su propia agenda.
Recuerdo cuando descubrí que los cementerios son, como las bibliotecas, los mejores lugares para estar. No se trata de un placer morboso por la muerte ni de un cariño enfermizo por el aislamiento; es que entre tumbas y libros se puede escuchar el alma.
Algo parecido les ocurre a quienes visitan los desiertos. Inhabitados en apariencia e inhóspitos bajo ciertas circunstancias, los desiertos también tienen un efecto místico sobre el ser humano que se permite escucharlo, que no le teme a la soledad, que se embelesa mirando las estrellas porque sabe que esta experiencia supera con creces al compulsivo hecho de sacar un teléfono y chatear.
El más seco de los desiertos Atacama: Chile
Precipitación: entre 0 y 2 mm anuales.
El desierto de Atacama, al norte de Chile, es el más árido y seco del mundo. Los que saben dicen que hay regiones en las que llueve cada quince años, pero otras en las que nunca se ha visto caer gota alguna.
Más grande que Portugal y a 3.048 metros sobre el nivel del mar, Atacama tiene 105.000 kilómetros cuadrados y su temperatura puede ser tan sofocante como los 45 °C que se sufren en el día o los gélidos -10 °C que golpean por las noches.
Vasto y rico en biodiversidad, paisajes y vivencias, en las zonas costeras de Atacama se produce un fenómeno digno de un libro de cuentos: el desierto florido. Cada cierta cantidad de años —dependiendo del volumen de precipitaciones—, más de doscientas especies nativas de flores emergen de la arena, formando un espectáculo de colores y formas.
Otro sitio de interés es el Campo de Prisioneros Chacabuco, en la región de Antofagasta, una de las antiguas zonas de producción de salitre en Chile. Primero, campo minero y luego de prácticas militares, los edificios de la otrora Oficina Salitrera Chacabuco se convirtieron, desde noviembre de 1973 hasta abril de 1975, en un campo de prisioneros políticos por el que pasaron unos 1.800 hombres. Hoy solo quedan los edificios y la memoria de los que allí estuvieron retenidos.
Por último, el atractivo más famoso del desierto de Atacama radica en su circuito astronómico: una serie de observatorios que aprovechan un cielo vasto y limpio, donde los turistas interesados en las estrellas y demás cuerpos celestes escudriñan el espacio y disfrutan visitas guiadas y charlas. Algunos de los observatorios más importantes son el de Paranal, Cerro Tololo, Mamalluca y Cruz del Sur, de Combarbala.
Para más información, visite www.chile.travel
Un desierto colmado de vida Chihuahua, entre México y Estados Unidos
Precipitación: 250 mm anuales.
Con sus 518.000 kilómetros cuadrados, es el desierto más grande de Norteamérica. De hecho, es tan vasto que ocupa el 36% del área desértica del subcontinente, atravesando a su paso seis estados mexicanos (Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí) y dos estadounidenses: Nuevo México y Texas.
Si bien sufre del clima extremo que caracteriza a los desiertos, el de Chihuahua es también uno de los más ricos en biodiversidad: más de cien especies de mamíferos y trescientas de aves viven entre el calor abrasador y el gélido frío nocturno, además de los peces cíclidos que viven en los pozos. Por si fuera poco, unas cuatrocientas de las 1.500 especies de cactus conocidas en el mundo se reproducen allí, y más de setenta especies de reptiles y anfibios.
En el lado mexicano (estado de Chihuahua) hay diversos atractivos turísticos, como las Grutas de Nombre de Dios y Coyame, la Barranca del Cobre, el Cañón del Pegüis y la Cascada de Basaseachi, la más alta de México, con 246 metros de caída libre. Si desea aventurarse por esta zona solitaria no lo olvide: para recorrer caminos, grutas o barrancas, lo más recomendable es ir con un guía que conozca muy bien la región.
Dunas de Suramérica Médanos de Coro, Venezuela
Precipitación: 200 a 250 mm anuales.
Si el de Chihuahua es el más grande, el desierto Médanos de Coro, de Venezuela, es, por lo contrario, el más pequeño de la región. Su nombre se debe a que es un desierto de dunas que cambian constantemente debido a los vientos y está en la comunidad de Santa Ana de Coro, una de las más antiguas de Venezuela.
El principal atractivo de este desierto es su cercanía con Coro, ciudad fundaba en 1527 que conserva en muy buen estado su casco antiguo, lo cual le valió el reconocimiento de la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1993. Esta cercanía implica que se pueden recorrer las calles de Coro y conocer los monumentos, para poco después adentrarse en un paraje desértico en el que muchos practican el skateboarding.
Médanos de Coro forma parte de un parque nacional y se puede visitar de 8 a.m. a 5 p.m., aunque no se necesita permiso para ingresar.
Tierra de condimento Salar de Uyuni, Bolivia
Precipitación: 190 mm anuales.
Ubicado en el departamento de Potosí, en el sur de Bolivia, el Salar de Uyuni es una planicie impresionante de 12.000 kilómetros cuadrados formada por la evaporación de mares antiguos, con capas de sal que pueden llegar hasta los diez metros.
Propicio para amantes de la fotografía, por sus luces azules y blancas, se calcula que en el Salar de Uyuni hay 64.000 millones de toneladas de este mineral. A sus orillas se encuentra la población de Colchani, cuyos habitantes viven precisamente del trabajo de la extracción de sal y de la demostración de su trabajo a los casi 60.000 turistas que lo visitan cada año.
Uno de sus mayores atractivos es el Hotel de Sal, ubicado en el centro de Uyuni, construido con bloques de sal y que hoy sirve de museo. Muy cerca del poblado está el llamado cementerio de trenes, piezas de “arqueología industrial” de fines del siglo XIX y principios del XX, viejos protagonistas de un auge industrial que hoy son apenas objetos de observación para nostálgicos.
Entre arañas y grillos Sarigua, Panamá
Precipitación: 1.100 mm anuales.
Sarigua, en el centro de Panamá, es el lugar más árido del país; no es propiamente un desierto, sino más bien un área en proceso de desertificación debido a la intervención del hombre, primero, y a los factores climáticos, después.
Hasta hace pocos años, sus 8.000 kilómetros cuadrados de extensión estaban cubiertos con bosques costeros que, debido a la deforestación realizada por los colonos en la segunda mitad del siglo XX para establecer allí zonas de pastoreo, fueron desapareciendo hasta formar un paisaje pedregoso, excepto por el manglar y un lago artificial establecido para la cría de camarones.
Quienes lo han visitado cuentan que es maravilloso. “Es un paisaje que a veces parece pintado en la imaginación”, dice un visitante asiduo, que aprovecha el fresco de la noche y las luces del amanecer para tomar instantáneas del llamado Parque Nacional Sarigua. Como la erosión es tanta y la brisa tan fuerte, es muy probable que grillos y arañas terminen estrellándose en su rostro, pero aun así es propicio para disfrutar del silencio, las luces y el espacio que aparenta ser infinito.
Hace 11.000 años, Sarigua era un importante asentamiento precolombino, por lo que es frecuente encontrar aquí y allá objetos cerámicos y artefactos de piedra de gran interés científico.
Para visitarlo solo es necesario tener espíritu aventurero.
Oasis de ensueño Desierto costero, Perú
Precipitación: 150 mm anuales.
El desierto costero de Perú forma parte de uno mayor: el desierto del Pacífico, que incluye territorios de Perú y Chile. El de Perú se extiende desde Piura, por el norte, hasta Tacna y la frontera con Chile, por el lado sur.
En su vasto territorio se suceden áreas quebradas por la cordillera, pampas y dunas, y un litoral de playas arenosas o acantilados de vértigo. En la región de Ica está uno de sus mayores atractivos: la Laguna de Huacachina, un oasis rodeado de palmeras y árboles de algarrobo que se desarrolló en medio de inmensas dunas.
De color esmeralda, en algún tiempo la laguna fue famosa por sus supuestas propiedades medicinales. Huacachina tuvo también una época dorada en los años 40 del siglo XX y aunque hoy ya no posee el esplendor de antaño, el malecón frente a la laguna y sus pintorescas casas de colores conservan su encanto.
Además de la Laguna de Huacachina, Ica posee otros atractivos como Islas Ballestas y las enigmáticas Líneas de Nazca.
El desierto wayúu La Guajira, Colombia
Precipitación: 400 mm anuales.
Es uno de los 32 departamentos de Colombia. Situado al norte del país, la zona es seca y de clima árido o semiárido, y en 2013 sufrió una fuerte sequía debido a la ausencia de lluvias, que solían ser de septiembre a noviembre; por suerte, la lluvia regresó a principios de agosto pasado.
Buena parte de la población es indígena y entre ellos sobresale la etnia wayúu, habitantes ancestrales del desierto guajiro para quienes la lluvia es vida y renovación; de hecho, wayúu significa “hijos de la lluvia”.
El grupo es reconocido por sus complejos y hermosos tejidos de colores vibrantes, que representan todo su cosmos: animales, plantas o estrellas.
Además de las bellas artesanías wayúu, La Guajira ofrece atractivos turísticos inigualables como las playas del Cabo de la Vela, los cerros piramidales de La Teta y Pilón de Azúcar, el santuario natural Los Flamencos, los parques nacionales Macuira y parte de la Sierra Nevada de Santa Marta y las salinas de Manaure, en donde la extracción de sal es un espectáculo apasionante.