Complejo industrial Fray Bentos: nuevo Patrimonio de la Humanidad
Texto y fotos: Gloria Algorta
Las vetustas grúas se ven muy cerca de los edificios del ex Frigorífico Anglo, de Fray Bentos —Patrimonio Histórico de la Humanidad—, y parecen flotar sobre los rieles del muelle. Ya no descargan en los barcos ávidos, entre guerras y hambrunas, el principal producto exportable de Uruguay: carne y derivados. El río Uruguay, que divide o une dos naciones, lame los maderos que siguen sosteniendo las grúas. Casi a tiro de piedra, desde esta orilla del río, se ve la provincia argentina de Entre Ríos. El sol hace un guiño y se asoma entre las nubes grises, que ya descargaron toneladas de agua.
La ciudad de Fray Bentos, capital del departamento de Río Negro, equidista unos trescientos kilómetros de Montevideo y Buenos Aires. Basta ojear los nombres de la guía telefónica para descubrir el crisol de inmigrantes que vinieron en busca del sustento.
Hacia 1863, cuando Fray Bentos era una aldea llamada Villa Independencia, el ingeniero alemán Georg Giebert comenzó a fabricar un producto que el científico Justus von Liebig había creado y que revolucionaría la alimentación: el extracto de carne. Los soldados que lucharon en la guerra franco-prusiana consumían ese alimento producido en Uruguay, así como antes lo hicieron los estadounidenses que combatieron durante la Guerra de Secesión. En la década de 1870 se construyó la fábrica nueva y se amplió el barrio obrero. Se faenaban cerca de 50.000 vacunos al año.
En el último cuarto del siglo XIX, a medida que la Liebig ampliaba sus instalaciones, gama de productos y puestos de trabajo, se construyó lo que hoy se conoce como Barrio Anglo, donde vivieron los obreros, empleados y directivos del frigorífico, al estilo company town. Las casas tienen diseño británico, aunque fueron construidas por obreros alemanes. Si usted se deja llevar en el tiempo, estará frente a un barrio de obreros ingleses y hasta podrá descubrir las diferencias que corresponden a las distintas categorías. La Casa Grande, para mi desgracia, estaba cerrada. Tuve que imaginar desde fuera el five o’clock tea que beberían el gerente y su familia.
La Liebig’s Extract of Meat Company Limited decayó, entre otras razones, por las condiciones impuestas a Alemania por los ganadores de la gran guerra. Por eso se transformó, en 1924, en el Frigorífico Anglo y pasó a ser propiedad de un consorcio inglés. Al estallar la Segunda Guerra, creció de forma exponencial la demanda de alimentos y el corned beef, concentrado proteico envasado en una lata de especial diseño, viajaba en la mochila de multitud de soldados.
La producción no terminaba allí: derivados de la res vacuna, como huesos, cueros e incluso las pezuñas eran aprovechados para fabricar otros productos. Los lugareños dicen que “nada se desaprovechaba de la vaca, salvo el mugido”. Miguel García, mi amable guía, adjunto a la Dirección de Turismo y Cultura de Río Negro, sabe, como todo fraybentino, que el frigorífico fue el productor y exportador de dos productos emblemáticos: el extracto de carne y el corned beef, que hicieron famoso al Uruguay en Europa.
En el museo aprendí que Fray Bentos pronto se convirtió en marca, y que muchos europeos se acercaban a este país “exótico” para saber dónde se producía esa carne de tan buena calidad. Fue Gran Bretaña la mayor consumidora de corned beef y Oxo, un extracto de carne en cubos solubles, y hasta hoy se fabrica en ese país una línea de alimentos marca Fray Bentos.
Cuenta el historiador Boretto Ovalle, ex director del actual Museo de la Revolución Industrial, ubicado en el antiguo frigorífico, que un tanque inglés fue bautizado por sus ocupantes como “Fray Bentos”, en la batalla de Ypres. Es probable que el origen de un nombre tan particular para un tanque británico haya sido que los tripulantes se sintieran “como corned beef en lata”, atrapados allí durante días.
Como si el tiempo se hubiese detenido, recorrí con Miguel las instalaciones de las oficinas centrales del frigorífico. Tuve la sensación de que quienes allí trabajaron acababan de terminar sus tareas. Las máquinas de oficina conservan sus planillas y grandes libros de contabilidad permanecen abiertos sobre los escritorios; también la central telefónica con clavijeros, así como un enorme teletipo siguen allí. Pude ver instrucciones para matar las reses de forma eficaz. Apenas un escritorio fue movido de su lugar original: el que perteneció a un hombre de gran contextura física y dejó las huellas de sus pies en extremo móviles sobre la madera del piso. Cuántas historias de vida habrán visto estos muros…
También vi las maquinarias, herramientas y ropa de los obreros procedentes de todo el mundo. Un lugar destacado lo ocupa la primera lamparilla eléctrica que fue encendida en el Uruguay, en agosto de 1887. Una de las inmensas paredes de la sala está cubierta por un gran mural, obra del pintor fraybentino Ricardo Díaz Cichero, en la que se muestran las etapas de la historia del frigorífico: comienzo, esplendor y caída.
El Frigorífico Anglo fue un motor para el Río de la Plata. En su momento de apogeo tuvo 4.000 trabajadores. Muchísimos, teniendo en cuenta la población de Fray Bentos, que en 2011 no llegaba a las 25.000 personas. La tecnología que importó fue siempre de última generación, y ahora conviven enormes máquinas mecánicas, a vapor y eléctricas en una misma sala, oscura y fascinante, aun para mí, lega en maquinaria.
La producción cárnica ha estado siempre asociada a la historia del Uruguay. Un episodio bélico, que se recuerda como la batalla del Río de la Plata, estuvo motivado por la intención nazi de cortar el suministro de alimentos a las tropas aliadas. Los alemanes enviaron al submarino Graf Spee, que se refugió en el puerto de Montevideo durante pocas horas, asediado por buques británicos. Como corolario, para no caer en manos enemigas, el submarino fue hundido por su capitán ante los ojos asombrados de los montevideanos de la época.
La caída en la demanda de los mercados signó también la llegada de la primera crisis económica y política del siglo XX. El Frigorífico Anglo no escapó a la crisis, pues en 1968 fue nacionalizado y funcionó hasta 1979. Los últimos tiempos de zozobra se caracterizaron por luchas obreras y marchas multitudinarias a Montevideo, algunas de ellas a pie. Conocí a un hijo de aquellos obreros del Anglo. A los diez años, acompañó a su padre en su marcha de trescientos kilómetros en defensa de su puesto de trabajo.
En 1989 la parte central del frigorífico fue declarada Monumento Histórico Nacional y en julio de 2015 la Unesco lo declaró Patrimonio Histórico de la Humanidad. El paisaje designado comprende 273 hectáreas, incluyendo la fábrica —”la cocina del mundo”—, los muelles sobre el río Uruguay, residencias de jerarcas, barrio obrero y lugares de recreo, donde convivieron criollos e inmigrantes que transformaron a Fray Bentos en una mezcla extraña de ciudad cosmopolita, pueblo y museo a cielo abierto que vale la pena visitar.
El barón Justus von Liebig
En estampillas de correos, billetes alemanes y retratos de la época, llaman la atención la mirada penetrante y la nariz grande de las personalidades fuertes. Justus von Liebig nació en la actual Alemania en 1803. Su pasión por la química lo llevó a las mejores universidades de Europa y fue discípulo de Gay-Lussac en París. Considerado uno de los científicos más destacados del siglo XIX, fue distinguido con el título de barón y enseñó en las más prestigiosas universidades. Sus invenciones y descubrimientos quedaron plasmados en una docena de obras que revolucionaron la química.
Algunos de los logros de Von Liebig fueron la clasificación de los alimentos en proteínas, grasas y carbohidratos, el concepto de que la energía se produce por combustión de los alimentos en el organismo, la idea de que las plantas son capaces de transformar la materia inorgánica en orgánica y la teoría de la fermentación. Por otra parte, su descubrimiento más revolucionario, relacionado con los fertilizantes, cambió la agricultura. Esto trajo consigo un incremento del ciento por ciento en las cosechas de trigo de los cinco años de posguerra.
Los aportes de Von Liebig están, casi todos, relacionados con la alimentación humana: extracto de carne, lecha maternizada y caldo en cubitos.
Otros atractivos de Fray Bentos
Museo Solari
Sobre la plaza principal se encuentra el museo Luis Alberto Solari, artista plástico fraybentino de renombre internacional. Lo sorprenderá una completa y colorida colección de pinturas, grabados y esculturas.
Teatro Young
Joya de la arquitectura de principios del siglo XX. Inaugurado en 1913 y recientemente restaurado, hasta las molduras laminadas en oro, de estilo ecléctico y construido por Miguel Young, terrateniente de la zona, el teatro quedó como testigo de la era dorada de Fray Bentos.
Quiosco de la Reina
Obsequio de la Liebig al pueblo de Fray Bentos, en la plaza principal verá una glorieta, réplica exacta de aquella donde la reina Victoria escuchaba conciertos en el Palacio de Cristal de Londres. Bella estructura de madera y hierro traída enteramente de Europa.
Rambla Costanera
Aquí gozará de la vista del río Uruguay y, enfrente, la provincia argentina de Entre Ríos. Si es aficionado a la pesca de río, este es un sitio ideal. También puede comer en los parrilleros junto al río y admirar desde abajo las barrancas: formación geológica de 35 millones de años.