Art City Tour en San José
Por: Gladys Arosemena Bissot
Fotos: Lourdes Mora
De lunes a viernes, a las cinco en punto de la tarde, el bullicio suele ser parte de la rutina josefina. Miles de personas circulan con premura en automóviles, buses o a pie, con el objetivo de alejarse en busca de un espacio de sosiego tras la ajetreada jornada laboral. Pero hoy, como cada dos meses, la geografía nocturna de la ciudad es otra. Las calles, lejos de rendirse ante la soledad, comienzan a recibir la visita de un importante grupo de transeúntes, reunidos en torno a museos, galerías, tiendas de diseño y otros espacios culturales desde la Sabana hasta el centro de la capital. Su meta es clara: redescubrir la importante oferta arquitectónica y cultural que San José ofrece gracias al Art City Tour.
Como en otras ocasiones, me sumo a esta aventura cultural nocturna lo más rápido posible, pues aunque es una actividad gratuita, el tiempo es oro. Mi pregunta siempre es la misma: ¿lograré, durante cuatro horas, cubrir todo el recorrido?
Aunque el plan original era seguir en buseta la ruta C, el encuentro con un grupo de personas llama mi atención; se trata de quienes, a pie, guiados por un arquitecto y un historiador, siguen la ruta 1, llamada “Los monumentos hablan: la historia patria en el espacio público”. El encuentro tiene lugar en la Avenida de las Damas, o Paseo de las Damas, llamado así en honor a los árboles de damas del sitio, cuyas flores, a su vez, evocan el color del cabello de las extranjeras que caminaban señoriales por el lugar en las últimas décadas del siglo XIX.
No pude haber elegido un mejor lugar para hacerlo. Así, mis primeros pasos por el trayecto que me espera se dan en esta avenida arborizada, cuyo destino sería convertirse en la principal puerta de entrada citadina a inicios del siglo XX y que hoy tiene proximidad a edificios emblemáticos, como el Castillo Azul y el Tribunal Supremo de Elecciones.
Al recordar los orígenes de esta avenida, construida para celebrar la llegada de nuevos vientos modernos, llego a la conclusión de que la arquitectura costarricense realmente ha tenido una historia tan fresca como afortunada. Lejos del crecimiento desenfrenado, propio de otras capitales, algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad son un ejemplo de renovación urbana, sin perder de vista la conservación de espacios patrimoniales de enorme valor histórico.
De pronto, mi grupo de acompañantes comienza a transitar hacia el parque Morazán. Ya en el quiosco del sitio, conocido como el Templo de la Música, nuestro guía nos narra una historia que desconocía. En los años 70, la apertura del hotel Aurola implicó una seria amenaza para la flora del lugar, pues la fachada del moderno edificio consta de cientos de vidrios, y los árboles del parque sucumbían por el reflejo del sol en su superficie. Así, hubo que reforestar este importante pulmón josefino, sitio elegido en el pasado por los boyeros para el descanso luego de dejar dulce en la Fábrica de Licores.
El grupo se detiene frente al Edificio Metálico, el cual representó la llegada de la arquitectura del hierro a Costa Rica. Este recinto es testimonio vivo de una travesía que inició en Bélgica, donde en 1891 ensamblaron las piezas que cruzarían el mar hasta convertirse en una de las reliquias más bellas de la ciudad de San José, con sus piezas de mármol, paredes de hierro y columnas propias del estilo neoclásico.
El paso de una buseta me recuerda que debo retomar cuanto antes mi plan de itinerario inicial, pues la oferta cultural de la noche es extensa y el tiempo ha seguido su inexorable paso. Poco a poco, me acerco al Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, donde la Compañía Nacional de Danza presenta su obra Uno, poética del ser con el otro y del intercambio de afectos. La extensión de la obra me permite visitar los demás sitios de la ruta sin mayor contratiempo.
Aunque forma parte de la ruta A, opto por seguir hacia los Museos del Banco Central, pues reúne tres exposiciones en un solo espacio: la primera, un rescate de la figura de Tomás Povedano como uno de los principales ilustradores de los billetes costarricenses a inicios del siglo XX; “La metáfora de los sonidos”, importante testimonio de los instrumentos que formaron parte esencial de los sonidos en la época precolombina, y “Casi invisibles”, retrato palpable de los espacios de transgresión que conformaron el arte costarricense a lo largo de los años.
A pesar de la limitación del tiempo, parte del encanto del Art City Tour es caminar por la ciudad con la frescura del clima nocturno josefino, siempre a la expectativa de lo que pueda surgir en el recorrido. Pocas cuadras me separan del Museo Nacional, por lo cual decido seguir ese tramo a pie. Al llegar, me reciben las imponentes esferas de Diquís, declaradas patrimonio de la humanidad; y luego aparece “El observatorio de un jardín invisible”, curiosas fotografías de la artista costarricense Carolina Guillermet sobre el imaginario en torno a especies botánicas ya desaparecidas o en peligro de extinción.
Al salir del museo, decido cambiar de nuevo mi rumbo sobre la marcha y tomo una de las busetas de la ruta B. Si algo valoro del Art City Tour es esto: la posibilidad de reconstruir el camino sin imposiciones ni limitaciones, salvo el tiempo. Las busetas salen de los puntos de encuentro cada quince minutos y si uno se aventura a recorrer algunos puntos a pie puede entrecruzar rutas sin mayores problemas.
Son las ocho de la noche y apenas me queda tiempo para un sitio más. Opto por la galería TEOR/éTica, visita obligada al ser un espacio que apoya obras experimentales y que, además, trae a Costa Rica importantes propuestas artísticas de la región gracias a sus becas de artistas consolidados. Hoy se exponen dos propuestas: las fuertes coreografías de poder del artista plástico trinitense Christopher Cozier y la exploración de los efectos de la luz en el arte en Luz/Materia/Forma, del costarricense Wilson Ilama.
Salgo de TEOR/éTica casi a las nueve de la noche. La última buseta ya se ha ido, así que decido volver a mi destino inicial caminando. Paso al frente de la Alianza Francesa y noto la puerta abierta. Siempre pasa lo mismo a la hora de la despedida: un encuentro improvisado con alguna tienda de diseño o galería. Aprovecho la oportunidad y entro unos minutos para ver la exposición de fotografías Mundos privados: El espacio en el retrato.
Nuevamente, esta elección fortuita para el cierre no puede ser más oportuna. La sala, llena de retratos fotográficos, muestra una pluralidad de rostros a partir de su singularidad. Se apropian del espacio, lo redescubren y reinventan, tal y como hemos hecho nosotros hoy, para construir el imaginario cultural de una ciudad, cuya cara nocturna se refleja en la mirada de cientos de personas que, cada dos meses, decidimos sonreírle al arte.
Cómo llegar
El tour comienza en diversos puntos de la ciudad, por lo cual es prudente consultar los puntos de encuentro en la página http://gamcultural.com/tours/tour/
Datos de interés
El recorrido comienza a las 5:00 p.m. y concluye a las 9:00 p.m. Puede hacerse a pie, en buseta o en bicicleta. Cada una de ellas ofrece opciones de ruta diferentes.
El Art City Tour es un evento gratuito.
Los organizadores solicitan la inscripción en la página antes mencionada. No es necesario presentar ningún comprobante de este proceso, pues el procedimiento se hace solo para contratar la cantidad necesaria de busetas y poder cumplir con la demanda.
Las busetas salen cada quince minutos de los diversos puntos.
La vigilancia suele redoblarse en la noche del tour, por lo cual es seguro circular de noche por los sitios que forman parte del trayecto, incluso con cámara fotográfica.
Las tiendas de diseño costarricense permiten adquirir artículos de calidad a precios justos.
El último Art City Tour del año será el miércoles 20 de noviembre. Las exposiciones serán diferentes de las reseñadas en este artículo, pues son temporales.