Alejandro García: El dibujante-pájaro
Por: Sol Astrid Giraldo E.
Alejandro García (Colombia, 1983) es un hombre de abismos: el que se abre entre los picos de los Andes, adonde llega persiguiendo a un pájaro, el de la hoja virgen frente a su mano, el profundo e inescrutable de su mente. Vacíos que lo tientan una y otra vez. Cuando cae, se sostiene con las líneas de su lápiz. Son las tramas de carboncillo que extiende entre esos abismos las que crean la superficie donde sucede su misterioso y siempre mutable universo.
En este tercer milenio donde los caminos del arte han roto con la figuración, la academia, los lenguajes tradicionales; García, en contravía, acude a la antigua técnica de grabar sobre un soporte. Retorna así a aquella práctica milenaria usada desde las cuevas de Altamira: dejar una huella de tinta para rehacer el mundo. No necesita más: nada de tecnologías de vanguardia, efectos especiales o teorías estéticas. Porque para conquistar abismos hay que andar ligero. A García le bastan sus ojos, sus manos, su imaginación. Y una punta negra y un papel blanco donde, al igual que aquellos hombres prehistóricos, recrea otro orden. Su deseo: reconectarse a la naturaleza y suturar los quiebres que ha realizado sobre ella la cultura occidental.
Páramo. Collage digital hecho a partir de dibujos y objetos encontrados por el artista. 29,5 x 44 cm (2018).
“En la escuela”, dice, “aprendimos a clasificar la naturaleza en distintos reinos, grupos, clases, etc. Pero siempre me he preguntado cuál es el límite real de cada cosa, o si la naturaleza establece los mismos límites que nosotros le otorgamos. ¿Si el árbol se supiera árbol diría de sí mismo que solo se compone de hojas, ramas, tronco y raíz? ¿O, quizás, el árbol diría que el pájaro que hace un nido entre sus ramas y poliniza sus flores también es parte de él, igual que el agua que beben sus raíces y el viento que lo estremece?”.
Es pues su dibujo un intento de volver a juntar los fragmentos, de restaurar los nexos que ciencias como la anatomía y la botánica han destruido. No se trata ya de representar a un hombre, un animal, un río, cada uno en compartimentos separados. En su obra, el paisaje tradicional les da paso a hombres-pájaro, cielos-mares, árboles emplumados, huevos-planetas, caballos hechos de ramas al viento, montañas henchidas de venas de agua, en una cadena ininterrumpida de metamorfosis. El hombre o el animal ya no están en un paisaje. Ahora cada ser es él mismo selva, hojarasca, cosmos. Como en las mitologías.
Fluvial. Lápiz grafito, lápices de colores y acuarela sobre papel. 12,5 x 18 cm (2017).
El tiene una propia donde el pájaro es rey. Explorador de las cordilleras de Colombia, allí los ha husmeado con obsesión y reverencia. Le intrigan su libertad, su silencio, sus formas. Ha seguido con el movimiento del lápiz sus nidos que también son líneas, sus huellas que también son marcas, sus plumas que también son tramas (porque el pájaro también es un dibujante). Ha compuesto óperas con sus cantos (Método para ser un ave, El misterio del sueño de las aves).
Ha circunscrito sus propias obras en formas de huevo como metáfora de la creación, ese proceso alquímico que permite que de la nada surja algo.
Y como acto supremo de provocación, ha creado a su espléndida mujer-pájaro. La frondosidad de plumas de la parte de abajo de La cantante se estrecha en una cintura breve de la que surge el torso de esta mujer de manos teatrales y poderosa cabeza de ave. Se da en esa anatomía imaginada un choque entre el cuerpo civilizado y el salvaje del animal indomable, que gracias a la poesía se resuelve mansamente. Entonces ella, como soprano y ave, empina altiva su pico, lo abre y un canto de la naturaleza plena explota en los ojos del espectador. Las leyes de los tratados anatómicos y de la clasificación de las especies del siglo XIX se derrumban en la rebeldía de esta nueva diosa y su monstruosa e inclasificable belleza. Un dibujito de apenas veinte centímetros (tamaño de pájaro) que estremece las categorías del pensamiento.
El ansia. Lápiz grafito sobre papel. 12,5 x 18 cm (2016).
Viajero de las formas, en series como “Anatomías imaginarias”, “Naturaleza con símbolo al fondo”, “Páramo”, “Fluvial”, este dibujante e ilustrador propone buscar la unidad en una época extraviada en las casillas de la razón práctica, desgajada de la naturaleza y de la tierra. Su estrategia para tan descomunal tarea es la creación en el sentido más extenso de la palabra. García, dibujante-pájaro.