El latido de Tambopata: explorando la Amazonía peruana
Por Camila Rikli
Fotos: Tere Pérez
@forasterastravel
Como seres humanos, la curiosidad y la sed de descubrimiento son parte intrínseca de nuestra naturaleza. Desde tiempos ancestrales, hemos emprendido viajes arriesgados y hemos explorado los confines de la Tierra, en busca de nuevos horizontes. Este espíritu explorador nos lleva a conocer culturas fascinantes, a maravillarnos ante la naturaleza y a ampliar nuestra perspectiva sobre el mundo y nuestra propia existencia.
Estos destinos, alejados de las rutas turísticas convencionales, nos ofrecen la oportunidad de volver a asombrarnos de cosas simples. Son lugares donde el tiempo parece detenerse y donde cada paso va mostrando nuevas maravillas. La idea de aventurarnos en territorios remotos puede resultar intimidante para algunos. Sin embargo, cuando nuestros ojos se abren ante la grandeza de la naturaleza y experimentamos la riqueza cultural de las comunidades locales, todas esas aprehensiones desaparecen, dejando espacio sólo para la gratitud y la admiración.
Escuchando esta llamada ancestral de movimiento, decidimos explorar una parte del pulmón verde de nuestro planeta: la Amazonía Peruana. La Reserva Nacional Tambopata, situada en la confluencia de los ríos Tambopata y Madre de Dios, es un área protegida que abarca una extensión de más de 300.000 hectáreas de tierra. En este rincón de la selva, la flora y fauna nativas coexisten en armonía, ofreciendo refugio a miles de especies de plantas, animales y aves.
El recorrido comienza
Desde la bulliciosa Lima, volamos a la ciudad de Puerto Maldonado, en el sureste de Perú. A medida que dejábamos atrás la civilización, el paisaje fue cambiando radicalmente, y comenzamos a sumergirnos en un mar de vegetación. Llegamos a la orilla del Madre de Dios, donde nuestras canoas nos esperaban para explorar este laberinto verde, siempre de la mano de un guía local. A medida que avanzamos por el caudaloso río, la selva que comenzaba a cobrar vida.
A pesar de ser temporada seca, la selva nos recibió con lluvia, haciéndonos testigos presenciales del re verdecer de estas tierras. El aire estaba saturado de humedad y aromas intensos, mientras las plantas y árboles se estiraban hacia el cielo, compitiendo por la luz solar.
La selva y sus protagonistas
La reserva cuenta con más de 1,200 especies de árboles, incluyendo gigantes como la lupuna, la ceiba y el caoba. La vegetación se despliega en diferentes estratos, desde las copas de los árboles hasta el reino de los hongos, que se extiende bajo nuestros pies. Las lianas y helechos contribuyen a interconectar especies, dando diversidad al ecosistema, mientras que las palmas y frutos proporcionan recursos elementales para la sobrevivencia de la vida silvestre y las comunidades locales.
Las aves son grandes protagonistas en este lugar. Con alrededor de 600 especies, los amaneceres en la selva se cargan de sonidos y colores difíciles de olvidar. Cientos de loros, pericos y guacamayos vuelan por los cielos, creando un espectáculo que contrasta con los diversos tonos de verde.
En lo que respecta a la vida animal, la reserva es hogar de especies como el jaguar, el ocelote, el tapir amazónico, el capibara y el mono aullador. El jaguar, felino más grande de América, se erige como amo y señor de estas tierras. Seguir sus huellas se convierte para nosotras en una emocionante búsqueda. Durante horas nos adentramos en la selva, siguiendo las pistas dejadas por este misterioso animal. Pudimos sentir su intenso olor y apreciar sus frescas huellas en la tierra. Sin embargo, no tuvimos el privilegio de poder admirarlo.
La Reserva Nacional Tambopata no es sólo un santuario natural, sino también un lugar donde florece la cultura indígena. La comunidad Ese Eja, habitantes de estas tierras durante siglos, desempeña un papel fundamental en la preservación de su patrimonio cultural y ambiental. Su profundo conocimiento de las plantas medicinales, las técnicas de caza sostenible y su respeto por la naturaleza, se convierten en activos invaluables para la conservación de este ecosistema. Sus habilidades únicas para rastrear y comprender el comportamiento de los animales constituyen una valiosa contribución a la investigación científica y a la protección de las especies en peligro de extinción.
Sensaciones intensas
La inmensidad de la selva amazónica es abrumadora, y te hace sentir pequeño en comparación a su grandeza. Cada paso a través de la densa vegetación te hace consciente de tu fragilidad y, al mismo tiempo, de la vitalidad de tu entorno.
La selva nos envuelve de manera sutil, impregnándose en cada poro de nuestro ser. Caminar entre la densa vegetación es adentrarse en un mundo de texturas y sensaciones. Las hojas húmedas tocan nuestra piel, las raíces se entrelazan en el suelo bajo nuestros pies, nuestros oídos se plagan de diversas sonidos, y los insectos se posan fugazmente en nuestros brazos y piernas. Nos convertimos en parte del tejido mismo de la selva, fusionándonos de alguna manera con la naturaleza que nos rodea. Cada momento en este lugar es una inmersión total en un mundo completamente diferente al que estamos acostumbradas.
Los amaneceres en la selva son mágicos; la luz dorada de la mañana se filtra a través de las hojas y la niebla, creando un ambiente que bordea en lo irreal. Cada día se inicia muy temprano, permitiéndonos presenciar el despertar de la vida en esta región e invitándonos a un nuevo día, lleno de aventuras.
Los atardeceres, por otro lado, son una experiencia tranquila y reflexiva. Mientras el sol se pone lentamente sobre el río, la selva se va sumergiendo en la oscuridad. Los sonidos de la noche toman el relevo, creando una atmósfera completamente diferente. Nuestros sentidos se fusionan y se vuelven uno. Se agudizan y mantienen alerta, creando una experiencia sensorial única, tratando de adaptarse a la oscuridad. La melodía nocturna se intensifica y nos encontramos rodeadas de cientos de criaturas que tímidamente nos observan con claridad. Sin embargo para nosotras, verlas requiere de nuestro máximo esfuerzo. El trinar de los pájaros nocturnos, los chillidos de los monos, el croar de las ranas y los ojos brillantes de las arañas que nos miran entre el follaje, hacen que las caminatas nocturnas sean una experiencia inolvidable.
Pero la auténtica maravilla de Tambopata se despliega al aventurarnos en sus cursos de agua. El Tambopata y el Madre de Dios realizan su travesía por la Amazonía, atravesando distintos países hasta fusionarse finalmente con el río Amazonas, padre de esta vasta región. La selva se expresa con fuerza en sus aguas, proporcionando un hábitat a una variedad de especies como la tortuga Taricaya, una especie amenazada, las pirañas, lobos de río, nutrias y caimanes, quienes han experimentado una larga evolución para subsistir en este entorno desafiante.
No obstante, la selva también presenta una faceta implacable y siniestra. Es un lugar en el que la lucha constante por sobrevivir impera, donde cada organismo se encuentra en una eterna contienda por encontrar sustento, abrigo y resguardo. La selección natural actúa como una fuerza ineludible, asegurando que solamente algunos individuos logren sobrevivir y transmitir sus genes a las siguientes generaciones.
Todo llega a su fin
Tras varios días de exploración, regresamos a nuestro día a día, menos verde y más urbano. No obstante, no podemos evitar reflexionar sobre la necesidad de detenernos, inhalar profundamente y dejar atrás la zona de confort de nuestras casas, para conectar con la naturaleza. La Amazonía peruana nos recuerda la grandiosidad y fragilidad de nuestro planeta, creando en nosotras la imperiosa necesidad de protegerla y conservarla para las generaciones venideras.
La Reserva Tambopata es un sitio que conmueve el corazón y la mente de aquel que la visita. Cada uno de sus rincones nos imparte lecciones de humildad y un profundo respeto por uno de los ecosistemas más biodiversos de la Tierra.
Forasteras
Escritora y fotógrafa de viaje
Tere Pérez y Camila Rikli, creadoras de Forasteras, agencia de travel writing y fotografía de viaje enfocada en descubrir culturas locales y apoyar el turismo responsable.
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