fbpx
ExperienciasCulturaCatedral de Mérida

Catedral de Mérida

Por Emma Romeu
Fotos: Gabriela Guerra, Cristian H. Rasmussen y William Bello

En el sureste mexicano las campanas de la Catedral de Mérida dejan escuchar su aviso. Son exactamente las doce del día. Desde la plaza iluminada por un sol ardiente, la gente mira hacia las torres de la insigne iglesia. Sus campanas no han cesado de sonar por más de cuatro siglos. Es la segunda catedral que se construyó en el Nuevo Mundo, después de la de Santo Domingo. Fue inaugurada en 1599. Pero quien quiera comprobar la exactitud de las campanas mejor desvíe la vista hacia su propio reloj, pues el reloj de la torre sur de la catedral, instalado allí en 1731, es una reliquia sin hora desde hace más de cien años.

Durante siglos la impresionante Catedral de Mérida o Catedral de San Ildefonso, como también se le llama, ha destacado por su altura en la chata capital yucateca, donde aún escasean los edificios altos. En su diseño y edificación, que duró casi cuatro décadas, participaron varios arquitectos y constructores; pero quien estuvo a cargo de la obra pocos años antes de que esta finalizara quedó inmortalizado en una inscripción en lo alto de la cornisa del cimborio: “Reinando en las Españas é Indias orientales y occidentales la magestad [sic] del rey Felipe Segundo…se acabó esta obra. Fué maestro mayor de ella Juan Miguel de Agüero. Año 1598”. El enorme trabajo de acarreo y manejo de las piedras para la construcción recayó en la población indígena.

Como ocurrió en la construcción de otras iglesias y ciudades de América, en la capital de Yucatán se usaron los cantos que anteriormente formaban las pirámides y edificaciones de la civilización que allí reinaba. El libro de los libros Chilam Balam de los mayas dice: “Ichcaansiho es el antiguo nombre de la actual ciudad de Mérida… El nombre ha sufrido cambios… Los cronistas españoles, y aun algunos indígenas, registran Ti Ho’ o T-ho’ ”. Una de las traducciones del nombre Ichkansiho, grafía actual, es “faz del nacimiento del cielo”.

Mérida fue fundada en 1542 por el conquistador Francisco de Montejo, el Mozo. Alrededor de veinte años después se inició la construcción de su catedral. El historiador Miguel A. Bretos, autor del valioso volumen sobre la historia de esta iglesia Catedral de Mérida. La gran casa de Dios en medio de T’hó. U pakal ku na y an chumuc cah T’hó, reconoce que “allí comenzó el cristianismo a extenderse por el país”.

En 1915, durante el gobierno del general Salvador Alvarado, la catedral sufrió un ataque anticlerical que devastó su interior. En la quema, saqueo y destrucción quedaron perdidos el bello altar mayor, otros altares, cuadros, imágenes y hasta el fino coro, con su impresionante órgano de fabricación germana, adquirido en 1902.

En la actualidad, pocas piezas de arte sacro del interior de la catedral son originales. Sin embargo, con el tiempo se efectuaron reparaciones de los destrozos y otras piezas pasaron a ocupar el lugar de las que habían desaparecido. Años después un nuevo órgano tubular sustituyó al anterior.

Es imposible entrar a la catedral sin que nos llame inmediatamente la atención la enorme escultura de madera del Cristo de la Unidad, que está en el altar mayor. Mide 7,65 metros de alto y fue tallada en abedul por el artista español Ramón Lapayese del Río, en 1965. La cruz de caoba, que mide doce metros, es obra de artesanos yucatecos.

La fachada de la catedral es un ejemplo de sencillez de estilo; sus muros lisos contrastan con la cargada ornamentación de otras catedrales de México.

Bajo el arco de la fachada, un enorme escudo esculpido en piedra mostraba inicialmente las armas reales españolas, pero este escudo ha sufrido cambios a lo largo de la historia. En el libro Catedral de Mérida, de Christian H. Rasmussen y coautores aparecen las siguientes palabras del historiador Juan Francisco Peón Ancona: “El campo central del escudo desapareció; prácticamente fue arrasado a golpe de pico y cincel, subsistiendo únicamente el escudo vacío, la corona, el toisón y los adornos o lambrequines laterales. Poco después de su destrucción, más o menos en 1824, en el campo vacío del escudo fue esculpida el águila mexicana coronada del imperio de Iturbide…”.

También en la fachada, con dos columnas a cada lado, que a su vez dan marco a las pétreas esculturas de San Pedro y San Pablo en sus hornacinas, se encuentra la puerta principal o Puerta del Perdón, la cual se abre los domingos, mientras que las dos a su lado dan acceso al recinto todos los días. En los extremos de la fachada están las dos torres con tres niveles, que albergan los campanarios.

El edificio consta de una nave central y dos laterales. Aunque anteriormente tenía cinco capillas, perdió dos en el lado sur, donde se construyó la calle o Pasaje de la Revolución, y solo mantiene tres en su lado norte: la capilla del Bautisterio, la capilla del Sagrario y la capilla del Cristo de las Ampollas, donde se halla una réplica de la imagen original, desaparecida en 1915.

Un espectáculo extraordinario es ver la cúpula de la catedral desde las edificaciones cercanas. Desde las terrazas de restaurantes, hoteles u otros edificios se distingue en su majestuosidad, que le imprime al atardecer meridano un toque indescriptible.

Y para saber del estado de conservación de esta joya arquitectónica visitamos al obispo auxiliar de la arquidiócesis de Yucatán, Pedro Sergio de Jesús Mena Díaz, quien nos responde amablemente:

“Una de las maravillas que tiene nuestra catedral es que el suelo firme de la península sobre la que está construida ayuda a su conservación. Hoy la vemos en cuanto a sus paredes, en cuanto a sus columnas y bóvedas en un muy buen estado. Se le ha dado un mínimo de mantenimiento a las azoteas, donde se va notando deterioro. Lo que conforma el edificio —paredes, columnas, pisos y bóvedas— está en un buen estado de conservación”.

La hermosa Catedral de Mérida se encuentra en el lado oeste de la plaza grande de la ciudad, un sitio de gran dinamismo cultural y comercial. Cada fin de semana la plaza es tomada por la popular “Mérida en Domingo”, una verdadera fiesta con música en vivo, venta de artesanías, bailes típicos y otras actividades al aire libre. Una razón más para acercarse a Mérida, su catedral y a todo el universo cultural que se atesora en esta privilegiada región del planeta.

aa