En cayuco del Atlántico al Pacífico
Texto y fotos: Javier A. Pinzón
Tradición
Los pueblos nativos panameños (emberás, ngäbes, nasos y gunas) han usado por milenios el cayuco —embarcación labrada en el tronco de un árbol— como su medio de transporte. De qué árbol elaborarlos, cuándo está listo el tronco para convertirse en embarcación, en qué fecha cortarlo, cómo conducirlos en épocas de río revuelto… todo hace parte de un conocimiento ancestral que se transmite de generación en generación y que continúa vigente.
En la primera mitad del siglo XX, cuando el Canal de Panamá aún era operado por el Ejército de Estados Unidos, el ingeniero Frank Townsend propició un encuentro entre un grupo de boy scouts estadounidenses y una comunidad emberá asentada en el Chagres.
Los jóvenes compartieron con los indígenas durante un tiempo y en el proceso no solo aprendieron a manejar estos pesados botes de madera, sino que se atrevieron a competir en pequeñas regatas con los experimentados nativos. Las regatas continuaron hasta que en 1954 se decidió organizar la primera regata formal de cayucos del Atlántico al Pacífico, que se convirtió en tradición en la Zona del Canal. Tras la reversión del canal a manos panameñas y el desmonte del enclave norteamericano en el istmo, un grupo de apasionados por este deporte decidió crear el Club de Remos de Balboa (CREBA) en el año 2000 para mantener vigente la tradición, y hasta el sol de hoy su regata anual de un océano a otro, el Ocean to Ocean, se mantiene.
El legado que vuelve
Y si bien el origen de la regata fue bicultural, la conexión con sus raíces se fue perdiendo, al punto que los indígenas nunca compitieron en las regatas oficiales.
Al participar en competencias internacionales, Christopher Huerbsch, uno de los fundadores y hoy presidente del Club de Remos de Balboa, notó que varias de las culturas de remos mantenían vínculos con sus raíces nativas. Por ejemplo, en Hawái y Tahití se dan las órdenes para remar en idioma nativo y se realizan antiguos rituales antes de comenzar.
Es por esta razón que, hace unos años, Chris tomó la iniciativa de formar equipos de remo con integrantes indígenas. Los primeros, en 2016, lo tomaron como una plataforma para aprender el canotaje de forma competitiva y tener más opciones de ganar en los juegos ancestrales de los pueblos indígenas, así que no participaron en el Ocean to Ocean. El siguiente año, se integraron dos cayucos gunas que realizaron toda la temporada hasta el Ocean to Ocean. Ahora siguen aprendiendo, y están generando iniciativas con sus congresos y pueblos para practicar el cayuco competitivo. La idea es que los grupos indígenas puedan educar a la comunidad del cayuco competitivo sobre la canoa desde una perspectiva nativa.
El cayuco
Los primeros cayucos eran troncos enormes y pesados pero su diseño poco a poco fue evolucionando con el fin de hacerlo más eficiente. La evolución fue muy orgánica: empezó con las familias de los boy scouts, y poco a poco se hizo más largo, angosto, ligero y aerodinámico. Debido a que el cayuco panameño nació y evolucionó aquí, no hay otra canoa que tenga las mismas dimensiones de largo y ancho.
Cada uno de estos cayucos tiene su propia personalidad: los hay pesados y más estables, pero le exigen más a la tripulación, o los más livianos, que pueden deslizase con más rapidez, pero a cambio requieren un mayor balance.
En la categoría abierta no hay reglamentos de cómo se debe fabricar el cayuco, así que a partir del 2000 se permitió el uso de fibra de vidrio para hacer, con un molde, la parte de abajo del cayuco y las paredes de tiras de madera. Chris lo ha construido de las dos formas; hacer un cayuco tradicional le tomó de seis a siete meses mientras que fabricar uno con fibra de vidrio le implicó de tres a cuatro semanas.
Para la categoría juvenil la norma indica que el cayuco debe ser excavado de un árbol, fabricado artesanalmente y sin usar moldes. La disyuntiva está en que ya no queda nadie en la comunidad que los fabrique; sin embargo, en las comunidades indígenas todavía hay algunas personas que trabajan la canoa de forma tradicional y se espera que la reconexión con el origen permita rescatar a nuevos fabricantes de cayucos para la competencia.
El cayuco les abrió las puertas a muchos buenos remadores de Panamá, quienes dieron el paso a competencias internacionales en otras modalidades.
El esfuerzo
Los equipos competitivos se preparan durante todo el año. Cuando no hay competencia reman una vez a la semana o dos veces al mes, hasta llegar a agosto. Desde entonces entrenan dos veces al día tanto en gimnasio como en el agua.
Tres grandes pruebas se realizan antes de la gran carrera. En diciembre se hace la Regata de la Cinta Costera, con cuatro millas en total. En enero le toca el turno a la Regata de Amador, que recorre diez kilómetros. En febrero se lleva a cabo la Regata de Veracruz, cuyo objetivo es poner a prueba el control sobre el cayuco. A marzo le corresponde a la Regata de Gamboa, que busca poner a prueba la velocidad de los equipos.
En marzo, finalmente, último mes antes de la competencia Ocean to Ocean, la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) les permite utilizar el lago Gatún para la práctica. Este deporte exige disciplina, responsabilidad, perseverancia y determinación.
Ocean to Ocean
Al final de la temporada llega el gran reto: la travesía que los llevará del Atlántico al Pacífico. Todos los meses de entrenamiento, los días de arduo trabajo en el agua y el gimnasio son solo preparativos para esta carrera de tres días. Son 55 kilómetros de competencia que comienzan en Cristóbal, del lado del Caribe, y terminan, el primer día, en el lago Gatún, el corazón del canal. El segundo día es el tramo más largo de la competencia, de Gatún a Gamboa, un pequeño poblado en el medio del bosque canalero. El tercer día hay tres carreras: la primera es el laguito, que es un sprint de quince minutos, se descansa una hora y después comienzan la cuarta manga, que es en Corte Culebra —el área más estrecha del canal— y luego termina en la quinta manga, en Diablo, pequeño poblado al lado Pacífico del canal.
En estos tres días, cada equipo dará lo mejor de sí. En la sincronización de sus movimientos dejarán ver cuánta armonía han logrado como equipo. Tantos meses de entrenamiento los han fundido en un solo ser, que opera de manera tan exacta y armónica como un reloj suizo. Al final, sin importar si llegaron de primeros o de últimos, todos tendrán la plena convicción de haber logrado lo que muy pocos en el planeta: remar de un océano a otro océano.
Tripulación
En las carreras de cayucos hay cuatro tripulantes, tanto en la categoría juvenil (14-21 años), abierta (21-40 años) y master (mayores de 40 años). Los juveniles deben manipular el bote manualmente, mientras que las otras dos categorías controlan el timón con los pies. Cada uno de los integrantes tiene una labor dentro del equipo.
Pacer: es el remador que se ubica más cercano a la proa del cayuco y es el corazón del equipo, pues él lleva las pulsaciones como si fuera un corazón, hace los cambios y establece el ritmo de remada para el resto del equipo.
Power House: es el remador que se ubica detrás del pacer, su responsabilidad es remar con toda la fuerza posible siguiendo sus indicaciones.
Bailer: además de remar, está encargado de sacar el agua que se acumula dentro del cayuco, durante uno o dos cambios, cuando están remando.
Steer (timonel): es el remador que se ubica más cercano a la popa del cayuco y se encarga de la dirección del bote. Requiere mucha técnica para controlar el cayuco.
Capitán: es elegido por los integrantes del equipo, sin importar la posición que ocupe en el cayuco, aunque, por lo general, es el steer.