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Primates no humanos

Texto y fotos: Javier A. Pinzón

Desde pequeño, Pedro Méndez Carvajal estuvo en contacto con la naturaleza, debido a que muy cerca de su casa había un reducto de bosque. Algún día salió con un “biombo” (nombre que se le da al tirachinas en Panamá) para ver si podía cazar algo, vio un mono y le apuntó; pero no pudo dispararle. El mono lo miró fijamente a los ojos y simplemente lo cautivó. Desde ese día volvió al bosque solo a observar hasta que se convirtió en el biólogo que es ahora. Pedro es profesor de la Universidad de Panamá, fundador y director de la Fundación Pro-Conservación de los Primates Panameños (FCPP) y candidato a doctor del Departamento de Antropología Evolutiva de la Universidad de Durham, Reino Unido.

Hoy camino en su compañía en medio del bosque tupido. Viene también Karol Gutiérrez, estudiante de Licenciatura en Química de la Universidad Autónoma de Chiriquí, quien desarrolla un estudio de los metabolitos secundarios en la fruta o las hojas que comen los monos aulladores. Mi objetivo es observar de cerca su trabajo, cómo intentan, desde la ciencia, trazar caminos para la conservación. Pedro comenta que el 60% de las especies de primates del mundo están en peligro o amenazadas por la explotación de sus hábitats y la deforestación, pero también por la cacería y el uso como mascotas. En Panamá, el 75% de las especies están amenazadas en algunas de las tres categorías de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

A las amenazas ya identificadas se suma ahora el cambio climático. Ya hay casos registrados de monos muertos por deshidratación en la provincia de Azuero debido a las largas sequías.

Por todas estas razones fue creada la FCPP, con el objetivo de organizar los censos poblacionales, monitorear a largo plazo para saber tasas de natalidad y mortalidad y así poder estimar las tendencias, establecer las áreas críticas y enfocar los esfuerzos de conservación. La entidad también desarrolla material didáctico para educar a la población, por medio de charlas, artículos periodísticos y afiches basados en los estudios y la literatura existentes. Además ayuda a nuevos estudiantes, como Karol, para que entren a este mundo de los primatólogos y así tener más científicos vinculados al tema.

Pocos minutos después de empezar nuestra caminata por el bosque de Gamboa, en el corazón del Canal de Panamá, nos encontramos con un pequeño grupo de monos aulladores: es el Alouatta palliata aequatorialis, justo en uno de sus árboles preferidos, el ficus. El científico explica que este mono se alimenta de su fruta y sus hojas nuevas. Los aulladores son una de las especies más lentas, pues consumen mucho tiempo metabolizando sus alimentos y por eso utilizan casi el 50% de su tiempo descansando en las ramas de los árboles. Estos monos aulladores se encuentran desde el este del Canal de Panamá hasta el Ecuador, mientras que el mono aullador Alouatta coibensis trabeata  solo se encuentra en la península de Azuero y el Alouatta palliata palliata se halla desde Chepo, al oeste del canal, hasta Costa Rica.

El que vemos es un grupo joven, ya que solo tiene tres especímenes; los Alouatta palliata palliata  son multimachos y multihembras y pueden llegar a tener hasta cuarenta individuos. Los Alouatta coibensis trabeata  son unimacho, multihembra; es decir, solo hay un líder del grupo que es macho y el resto son hembras. Normalmente cuando los jóvenes alcanzan la edad reproductiva, de tres a cuatro años, migran de su grupo para formar o unirse a otro grupo. Instintivamente tratan de evitar la endogamia, y por ello buscan aparearse con individuos de un grupo diferente al suyo, a diferencia de los monos araña, que tienen una asociación grupal de fisión-fusión. Tienen diferente formas de agrupación: hembras en un lado y machos en otro,  hembras y machos combinados, o hembras y juveniles o solitarios.

Al ver este grupo comiendo frutos pregunto si todos los primates no humanos comen lo mismo, y la respuesta es no. Los monos grandes, como los aulladores que estamos viendo, o los monos araña tienen una dieta vegetariana: comen frutos, hojas, flores y cogollos, y tal vez uno que otro insecto que se encuentre dentro de los frutos. En cambio, las cuatro especies más pequeñas comen también carne. El tití chiricano come insectos, frutas, huevos y a veces hasta murciélagos; el mono nocturno, único en Centroamérica, come insectos y frutos, mientras que el mono cariblanco es omnívoro.

Algunos investigadores piensan que se organizan para cazar, ya que tienen un desarrollo cognitivo muy alto. Algunos utilizan rocas para quebrar nueces, martillan y usan yunques para romper cocos; también aprendieron a robar cultivos, y esto hace que el encuentro con los humanos no sea del todo amistoso.

Luz Loría, una de las directoras de la fundación, lidera un proyecto que busca minimizar la matanza de estos monos cuando entran en los cultivos. Luz ha trabajado con cámaras trampa en los cafetales de sombra, comprobando así que los monos son controladores de plagas, lo que los convierte en un buen aliado de los caficultores, ya que podrían utilizar menos agroquímicos.

Pedro y su equipo han venido usando, desde el 2010, el Sistema de Cámaras Orión (SCO). Ellos inventaron un nuevo método para poner cámaras trampa en el estrato medio de los árboles, siendo este el primer trabajo que se realiza a largo plazo en Centroamérica. Para colocar estas cámaras hacen pasar una cuerda en medio de las ramas más altas con un arco y una flecha, al mejor estilo de los pueblos originarios, y luego fijan la cámara en lo alto con ayuda de tubos de PVC. Este sistema fue probado por primera vez en Punta Burica, con un proyecto de monos titís y el resultado fue perfecto, de allí pasaron a ponerlas en toda Panamá.

Las cámaras Orión permiten estudiar el comportamiento de los animales arborícolas, nocturnos y crípticos, que son el 12% de los mamíferos panameños. Son estos animales, como las zorras arborícolas, los kinkajús, las ratas arborícolas y las ardillas, los que marcan el patrón de movimiento de los animales que no pueden subir a los árboles y consumen lo que los arborícolas dejan caer al suelo. Las cámaras permiten estudiar la actividad circadiana de los animales; es decir, cuándo duermen, cuándo se mueven y cómo interactúan con otros animales. Con este sistema, por ejemplo, se pudo observar animales cuyo rastro ya se había perdido en Panamá, como el Tylomys panamensis, una rata arborícola, así como el comportamiento del Aotus zonalis, único mono nocturno en Centroamérica, en una investigación liderada por Pedro González, del FCPP y estudiante del CRU-Coclé.”

Lo que revelan las cámaras trampa es de vital importancia para la evaluación ambiental. Este nuevo método ya está siendo exportado, pues Pedro y su equipo han colaborado con otros países para instruirlos en su uso. En Colombia, por ejemplo, han logrado captar al mono araña negro (Ateles fusciceps rufiventris) en la zona de la reserva de Tatama, al occidente del país.

Al subir de nuevo mi mirada hacia los aulladores, Karol me pide que observe cómo el mono se acerca a la fruta y la tantea. Cuando comenzó Karol solo se interesaba en recolectar muestras de los alimentos que conforman la dieta de los monos, con el fin de buscar metabolitos secundarios; pero al conocer a Pedro su tesis tomó otro rumbo: le dio una función al individuo, y comenzó a estudiar la interacción química entre la planta y el animal, concepto llamado ecología química.

Observar este tipo de comportamiento permite descubrir por qué la especie se ve atraída por el fruto o por la hoja. Esto puede ser por el color, el olor o el sabor. Karol ha encontrado compuestos como terpenoides y antocianinas a los que mayormente se les otorga la función de atracción o repelente dentro de la planta. La idea es demostrar cómo la planta atrae o repele a los individuos para que se alimenten o no de ella, y así sean dispersores o polinizadores.

Vamos tomando camino de regreso. Pedro comenta que hay una presión grande sobre el hábitat de nuestros primates: la tala de árboles. “Ningún primate en nuestro continente es bípedo, con excepción de los humanos, explica el científico. Ellos son arborícolas estrictos, bajan solo a tomar agua. Cuando hay mucha fragmentación deben bajar para pasar de un parche a otro; pero se exponen, pues son muy torpes en el suelo. Se convierten en presa fácil de depredadores”.

Karol y Pedro trabajan diariamente, al igual que muchos científicos, para desarrollar técnicas que permitan investigar a estos primos nuestros que viven escondidos en las ramas de los árboles. Aunque sean muy cercanos a nosotros en la línea evolutiva parecen estar muy lejanos de nuestra realidad, nuestras prioridades y el rápido desarrollo de las ciudades que crecen a costa de la tala de bosques. Al perder los bosques los perdemos a ellos.

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